ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 8 de agosto de 2022

EL MITO DE MARINA GINESTÀ

 

Hoy voy a narrar una historia, que está repleta de inexactitudes, por decirlo de una manera muy fina.

Es muy posible que mucha gente haya visto la foto de una joven miliciana, morena, con el pelo corto y con un fusil a la espalda.

El personaje de hoy se llamaba Marina Ginestà Coloma. Hay quien afirma que era catalana, pero no es cierto. Nació en 1919, en Toulouse (Francia). Su único hermano, Albert, había nacido 3 años antes en la misma localidad.

Nació en una familia, que siempre apostó por las reivindicaciones sociales. Sus padres fueron el catalán Bruno Ginestà y la valenciana Empar Coloma, ambos de ideología comunista. 

Mientras que su abuela fue nada menos que la valenciana Micaela Chalmeta o Xalmeta Martí, la cual se hizo famosa como una mujer feminista y que siempre luchó para que las mujeres se organizaran en cooperativas, sobre todo, de consumo, para luchar contra las subidas de los precios de los alimentos.

Parece ser que a su partido, el PSOE, no le gustaba nada eso del feminismo y le costó mucho convencerles para que admitieran agrupaciones feministas en su seno.

En 1909, según parece, su familia había participado en los violentos sucesos de la Semana Trágica, en Barcelona y esa podría ser la razón por la que se exiliaron en Francia. Aunque también pudiera ser porque Bruno, el padre de Marina, no quería ir a luchar a la impopular guerra de África.

Esto me recuerda a lo que dicen algunos militares, que lo son “por tradición familiar”. Así que Marina y su hermano supongo que se harían comunistas por el mismo motivo.

En 1928, la familia decidió volver a España. Por lo visto, volvieron atraídos por la gran demanda de trabajadores, con motivo de la Exposición Universal a celebrar en Barcelona. Me parece que eligieron un momento poco afortunado, porque entonces estaba vigente la dictadura del general Primo de Rivera.

Así que, para empezar, al padre de Marina lo encarcelaron por no haber querido hacer el servicio militar cuando le tocó hacerlo.

Ciertamente, las cosas les fueron mucho mejor, tras la proclamación de la II República. Ya se pudieron dedicar, más o menos, abiertamente a sus actividades políticas.

Curiosamente, Empar se presentó a las elecciones municipales de 1933, compitiendo nada menos que con Lina Odena. Esta última era una joven, favorita de la Pasionaria para que la sucediera en el mando del PCE. Murió, durante la guerra civil, en Andalucía.

Incluso, en 1934, Empar llegó a visitar la URSS, en compañía de otras dos militantes de su partido, para ver los progresos realizados por el régimen comunista en ese país. A su regreso, impartieron varias conferencias para narrar lo que vieron allí.

Así que, como he dicho, Albert y Marina, se afiliaron, desde muy jóvenes, a las juventudes del antiguo PCC. O sea, el Partido Comunista de Cataluña. Grupo que luego se fusionaría con el PSUC.

Parece ser que Marina estuvo saliendo un tiempo con Ramón Mercader, amigo de su hermano Albert y el que luego fue el asesino del líder comunista Trotsky. Sin embargo, parece ser que Caridad, la madre de Ramón, quería algo parecido a un mejor partido para su hijo y dejaron de salir. Como se suele decir: “siempre ha habido clases”.

En 1936, Marina también participó en aquella famosa Olimpiada Popular, que se iba a celebrar en Barcelona y donde también iba a competir un tío mío.

Esa Olimpiada fue organizada por la Internacional para hacer sombra a los Juegos Olímpicos de Berlín. Casualmente, Barcelona también había sido candidata para organizar 

los juegos, pero la ciudad elegida fue Berlín, donde entonces ya gobernaba Hitler y éste la aprovechó para hacer propaganda de su régimen.

Marina no iba a participar como deportista, sino que, como hablaba muy bien francés, fue contratada como traductora de ese idioma. Aunque parece ser que se estuvo entrenando para correr en alguna de las pruebas.

Desgraciadamente, ese certamen no se pudo realizar en Barcelona, porque, justamente, el día en que se iba a inaugurar, comenzó la guerra civil española y todas las delegaciones internacionales tuvieron que marchar, apresuradamente, de España.

En Barcelona se combatió durante varias horas. Uno de los lugares, donde pretendieron hacerse fuertes los golpistas fue el Hotel Colón, de Barcelona. Situado en la famosa Plaza de Cataluña.

Una vez que esas tropas se rindieron, los milicianos de las JSUC incautaron ese edificio y lo convirtieron en su sede central.

Alí estuvo trabajando Marina como mecanógrafa y allí fue donde la encontró un fotógrafo llamado Juan Guzmán.

Esa es la primera inexactitud. Este tipo no se llamaba así, sino que era un alemán que, entre otras cosas, se dedicaba a la fotografía y su verdadero nombre era Hans Gutmann.

Este hombre no se limitó a ejercer como fotógrafo, sino que, durante la guerra civil, combatió en el bando republicano como oficial de ingenieros, ya que había estudiado unos cursos de Ingeniería en su país de origen.

No sé de quién sería la idea de hacerle esa foto a Marina en la terraza del Hotel Colón. En ella, se da a entender que es una miliciana haciendo guardia con un fusil al hombro.

Otra inexactitud, pues Marina nunca llevó un fusil, sino que se
lo prestó alguien para esa foto. Es más, cuando fue a coger esa arma, se le escapó un tiro y casi se carga a otro miliciano.

Con el tiempo, esa fotografía fue comprada, junto con el resto de su colección, a la viuda de Guzmán, por la española Agencia Efe.

Posteriormente, cuando empezaron a llegar los periodistas y consejeros soviéticos, hicieron falta muchos traductores. Marina fue asignada como traductora a un periodista que se hizo famoso en España y del que ya hablé en otros de mis artículos, Mijail Koltsov. Un tipo muy respetado por el resto de los soviéticos, pues era considerado como los ojos y los oídos de Stalin en España. Así que había que tener cuidado con lo que se decía delante de él. No hará falta decir que el periodista y ella se comunicaban en francés.

Durante el transcurso de la guerra, Marina pasó a ser periodista, llegando a ser redactora del periódico comunista Verdad, que se editaba en Valencia.

Al final de la guerra, supongo que sería una de esos miles de republicanos, que se agruparon en el puerto de Alicante, pensando que iría algún barco a rescatarles. Sin embargo, allí fueron detenidos por las tropas nacionales.

Fue conducida, como tantos otros a un campo de concentración. Afortunadamente, como no vieron que tuviera ningún tipo de responsabilidad sobre lo ocurrido en la guerra, a las pocas semanas, la dejaron en libertad.

Más tarde, se reencontró con su novio y se trasladaron a un pueblo pirenaico, cercano a la frontera francesa. Posteriormente, decidieron huir a Francia, sin embargo, su novio no consiguió cruzar la frontera y murió.

En Francia no tuvo problemas para hacerse pasar por una francesa más y consiguió contactar con sus padres, que habían sido encerrados en un campo de concentración.

Como les ocurrió a muchos de los republicanos españoles que huyeron a ese país. Así que los sacó de allí.

Cuando se produjo la invasión alemana de Francia, huyó con su familia hacia México. Sin embargo, durante la travesía en barco, conoció a otro republicano exiliado, llamado Manuel Periáñez, que había sido comandante de Caballería, con el que se casó. Decidieron quedarse en la República Dominicana, donde nació su hijo.

Allí residieron hasta mediados de los años 40, cuando el dictador Trujillo, que era amigo de Franco, les hizo la vida imposible a los exiliados republicanos.

Por ello, se trasladaron a Venezuela, donde residía su hermano Albert, que también había luchado en la guerra civil.

Marina estuvo residiendo allí con toda su familia hasta 1949, año en que se divorció de su marido y se fue, con su hijo, a vivir en Francia. Allí seguía viviendo su adorada abuela Micaela y fue donde empezó a escribir. Su primera obra fue una novela titulada Los precursores, luego titulada Otros vendrán, donde trataba las luchas sindicales de los años 20.

Supongo que su abuela le contaría muchas de esas cosas, porque ella era muy niña cuando ocurrieron esos acontecimientos.

De hecho, uno de los personajes principales de esa obra está inspirado en Salvador Seguí, líder de la CNT, que fue asesinado en 1923. Su abuela también fue muy amiga de Andreu Nin, al que ya dediqué otro de mis artículos.

En 1951, Marina conoció a un diplomático belga, llamado Charles o Carl Werck. Se casaron y tuvieron una hija. Hicieron la típica vida de un diplomático, o sea, vivir en diferentes países.

Incluso, entre 1972 y 1976, su marido fue nombrado cónsul general de Bélgica en Barcelona. Por lo que Marina tuvo que asistir a algunas recepciones, donde había autoridades franquistas.

Lo que me parece extraño es que, conociendo cómo se las gastaba el régimen franquista, no hubieran investigado a ese diplomático y su esposa, antes de darle el plácet, por parte del Ministerio de Asuntos Exteriores.

Aprovechó para escribir y publicar la novela Las antípodas, que obtuvo el premio Fastenrath, que otorga la Real Academia de la Lengua Española. Trata sobre la vida

de Jesús de Galíndez, un miembro del PNV, exiliado en la República Dominicana y luego en USA, que fue secuestrado en Nueva York, por agentes dominicanos y luego nunca más se supo de él.

Un hombre con una vida muy curiosa. En un futuro, es posible que escriba a un artículo sobre él.

Posteriormente, Marina vivió con su marido en Bruselas y más tarde se fueron a vivir a París, donde residió hasta su muerte, en 2014.

TODAS LAS ILUSTRACIONES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

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