ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

miércoles, 25 de mayo de 2022

EL CURIOSO CASO DE JUAN LATINO

 

Me he decidido a escribir este artículo, ahora que parece que, entre los políticos, ha vuelto a estar de moda hablar de lo que fue la esclavitud en España.

Alguien dijo que los políticos no están para resolver nuestros problemas, sino para crear otros nuevos en los que nadie había pensado antes.

Así que procuraré no desviarme del tema para no despistar a mis lectores, a fin de no hacer lo mismo que suelen hacer los políticos.

El personaje de hoy fue llamado Juan Latino, aunque también fue conocido como Juan de Sessa, por el motivo que diré más adelante.

Parece ser que, durante su infancia, fue comprado por el matrimonio formado por Luis Fernández de Córdoba, conde de Cabra, y su esposa, Elvira Fernández de Córdoba, duquesa de Sessa e hija del archifamoso Gran Capitán.

Se trataba de un niño de raza negra, el cual siempre afirmó ser un cristiano y haber nacido, alrededor de 1518, en la actual Etiopía. Por lo visto, en 1528, había sido vendido, por unos negreros portugueses, a los monjes del convento de San Francisco y de allí lo sacaron sus nuevos amos.

Sin embargo, un enemigo suyo afirmaba que Juan era el fruto de una relación del conde de Cabra con una esclava africana y que había nacido en Baena (Córdoba).

Durante esos años, fue una especie de paje de uno de los 3 hijos de ese matrimonio, que también se llamaba Gonzalo Fernández de Córdoba, como su heroico abuelo. Gonzalo era 3 años más joven que Juan.

Esta noble familia residió, durante varios años, en Italia, pues el conde de Cabra fue nombrado embajador del emperador Carlos V en los antiguos Estados Pontificios.

Desgraciadamente, Elvira, falleció en 1524, en el ducado de Sessa, a causa de una de esas terribles infecciones, que solían provocar la muerte de las parturientas, y su marido también murió tan sólo 2 años después, en la ciudad de Roma.

Por ello, Gonzalo, junto a sus dos hermanas y nuestro personaje, tuvieron que regresar a Granada, donde estuvieron al cuidado de su abuela materna, María Manrique de Lara Figueroa, duquesa de Terranova y viuda del Gran Capitán. Tras el fallecimiento de su abuela, pasaron a ser tutelados por un hermano de su padre, llamado Pedro.

Como cualquier miembro de la alta nobleza de la época, Gonzalo recibió una educación muy completa. Entre otras asignaturas, estudió latín, griego, humanidades, música, poesía y equitación.

Parece ser que Juan iba con él a todas partes. Sin embargo, como no le permitían entrar en las clases de la Universidad de Granada, solía escuchar las explicaciones desde el otro lado de una de las puertas. De esa manera, ambos obtuvieron la misma formación.

En 1538, cuando Juan ya había conseguido traducir varias obras famosas de autores romanos, fue liberado por Gonzalo, con el que siempre mantuvo una gran amistad.

En 1546, Juan ya consiguió el título de bachiller en Filosofía. Lo que hoy llamaríamos licenciado o graduado y eso le permitió empezar a dar clases.

Por lo visto, empezó dando clases de música y se enamoró de una de sus alumnas. Se trataba de Ana de Carleval, la bella hija del licenciado Bernardino Carleval, un hidalgo que administraba los bienes del ducado de Sessa.

Curiosamente, Ana ya había sido prometida por su familia a Fernando de Válor, descendiente de los reyes Omeyas y, posteriormente, conocido como Aben Humeya.

Parece ser que esta relación, de Juan y Ana, obtuvo el apoyo de su amigo Gonzalo y de Pedro Guerrero, arzobispo de Granada. Este último contrató a Juan para dar clases de latín en el Colegio Catedralicio, siendo, posteriormente, catedrático del mismo. También fue catedrático de Gramática en la Universidad de Granada. Curiosamente, fue muy amigo de la persona que, anteriormente, ocupó esa cátedra, Pedro de la Mota.

Así que se le considera el primer profesor y catedrático de raza negra de toda la Historia. Para que vean lo “racistas” que éramos en España.

No se tiene la certeza si ese matrimonio interracial tuvo lugar en 1547 o 1548. Lo único cierto es que tuvieron 4 hijos y la esposa de su amigo Gonzalo, María Sarmiento de Mendoza, hija de Francisco de los Cobos, secretario del rey,  fue madrina del primero de ellos, una niña nacida en 1549.

Juan y su familia residieron en una casa de la granadina calle Santa Ana, cercana a la iglesia de Santa Ana, hoy llamado Barrio de la Churra. Parece ser que llevaron una vida acomodada, al ser Juan catedrático de esa Universidad y haber heredado ella los bienes de su familia.

Por lo visto, eso de que lo nombraran para la cátedra de la Universidad de Granada no fue del agrado de algunos, que profirieron insultos racistas contra él.

Sin embargo, gozó de tanto prestigio que se sabe que, en 1565, fue el encargado de pronunciar el discurso de la apertura del curso en su Universidad.

Parece ser que llegó a relacionarse con algunas de las personas famosas de su tiempo, como Juan Boscán, Diego Hurtado de Mendoza o Garcilaso de la Vega.

También fue autor de varias poesías, todas escritas en latín, y dedicadas a personajes ilustres, como Felipe II, el Papa Pío V o don Juan de Austria.

Parece ser que conoció a este último, cuando acudió a Granada para tomar el mando de las tropas, que combatían en la rebelión de las Alpujarras.

Precisamente, el líder de esos moriscos rebeldes de las Alpujarras era Aben Humeya, el mismo que iba a casarse con la que ahora era la esposa de Juan Latino.

Parece ser que el poema en homenaje a don Juan de Austria, por haber vencido en Lepanto, le fue encargado, posteriormente, por Pedro de Deza, presidente de la Real Chancillería de Granada.

Uno de los oficiales que acompañaban a don Juan de Austria era Gonzalo Fernández de Córdoba, el gran amigo y valedor de Juan Latino, el cual obtuvo varias victorias frente a los moriscos.

Parece ser que gozó de una merecida fama en su época y hasta fue elogiado por el propio Cervantes, el cual le menciona en el prólogo del Quijote. También Lope de Vega le dedicó uno de sus poemas.

Incluso, fue muy respetado por sus conciudadanos granadinos. Lo cual ya tiene mucho mérito en un país como España.

Parece ser que Felipe II pidió un retrato de Juan Latino para colocarlo en una galería dedicada a los sabios de su tiempo, en el Real Alcázar de Madrid. Desafortunadamente, parece ser que desapareció en el incendio que destruyó ese palacio en el siglo XVIII. Por ello, no se conserva ningún retrato de nuestro personaje.

Desgraciadamente, en 1578, murió en Madrid, su amigo y protector, Gonzalo Fernández de Córdoba, al que dedicó una elegía. Gonzalo murió sin hijos.

A Juan, los achaques de la edad le fueron llevando a la ceguera. No obstante, llegó a conocer a San Juan de la Cruz, cuando éste fue el prior del convento de las carmelitas de esa ciudad.

Finalmente, murió a los 80 años y fue enterrado bajo el altar mayor de la mencionada iglesia de Santa Ana y San Gil, en Granada. Parece ser que también fueron enterrados, en el mismo templo, su mujer y sus hijos. Tampoco está muy claro que muriera a esa edad, porque algunos autores afirman que llegó a los 90 años.

Por lo visto, cuando Felipe II logró que se terminaran las obras de El Escorial, se llevó al panteón real de ese monasterio el cadáver de su madre, Isabel de Portugal, que estaba enterrado en la catedral de Granada.

Sin embargo, cuando pretendió llevarse también los de los Reyes Católicos, su hija y su yerno, Juan Latino, habló con el rey, en representación de las autoridades granadinas, para pedirle que los dejase en su ciudad. Así que ellos siguen allí gracias a los buenos oficios de nuestro personaje con este famoso monarca.

 

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