
Como siempre, para empezar, vamos
a ver quién era este personaje. José Calvo Sotelo nació en 1893 en la localidad
gallega de Tuy, fronteriza con Portugal.
Supongo que el trabajo de su
padre, que era juez, le hizo decidirse por el estudio del Derecho. Aparte de
que los cambios de destino de su padre, en la carrera judicial, le obligaron a
conocer varias zonas de España.

Posteriormente, hizo su tesis
doctoral en la antigua Universidad Central de Madrid. Tras su lectura, que fue
calificada con un premio extraordinario, fue fichado por Ángel Ossorio y
Gallardo para el llamado “partido maurista”, que se solía reunir en el Ateneo
de Madrid. Allí pudo debatir, en muchas ocasiones, con Azaña y otros líderes
republicanos.

En 1918, formó parte de la
secretaría personal de Antonio Maura, durante el corto período en que gobernó
en ese año.
Parece ser que ahí fue donde
empezó a interesarse por el funcionamiento de la política municipal, al mismo
tiempo que lo hacía por el desarrollo de las mutualidades obreras.
Por lo visto, sus críticas al
sistema político caciquil, que imperaba en esa época, hizo que no tuviera
demasiada suerte en las siguientes elecciones generales.
En 1919, logró un escaño como
diputado por Carballino, pero lo perdió en las elecciones del siguiente año.

En 1923, tras el golpe de Estado
del general Primo de Rivera, Calvo Sotelo, es nombrado director general de
Administración Local. Durante ese período consigue que sea

En 1925 fue nombrado ministro de
Hacienda. Por cierto, uno de los m ejores que ha habido

Lo cierto es que Primo de Rivera
se negó a cesarle, pues su gobierno había aprobado muchas obras públicas. No
olvidemos que muchas de las carreteras y vías ferroviarias, que hoy tenemos, se
construyeron en esa época. Así que era prioritario aumentar los ingresos a toda
costa.
Una de las realizaciones de ese
período fue la creación de la CAMPSA, que tenía el monopolio de la venta de
petróleo en toda España. Algo que no gustó nada en USA.
Otro de sus proyectos fue, en
1929, la creación el Banco Exterior de España, semipúblico y especializado en
la financiación del comercio exterior. Del mismo modo, creó y fomentó el resto
de la Banca Pública.

En 1925, se fundó el Servicio
Nacional del Crédito Agrícola, con el fin de emplear sus recursos para
préstamos de campaña. También, en 1962, cambió su nombre por el de banco de
Crédito Agrícola.
Tras la aprobación del Estatuto
Municipal, se fundó el Banco de Crédito Local. Sin embargo, aunque Calvo Sotelo
hubiera preferido que esa Entidad se autofinanciase con sus créditos a los
ayuntamientos, el dueño del Banco de Cataluña, convenció al dictador para que
su Banco fuera el accionista mayoritario de la misma. La cual, sería una
entidad privada, pero con muchos privilegios otorgados por el Estado.

El Crédito Social y pesquero ya
había sido fundado en 1919, pero tuvo poca relevancia, al depender del
Ministerio de Marina.
La Caja Postal fue fundada en
1909 como un organismo adscrito a Correos. Era la única Caja de Ahorros que
podía funcionar en todo el territorio nacional. Las demás, sólo lo podían hacer
en sus provincias o regiones.

Curiosamente, por medio de esa
Ley, también fue nacionalizado el Banco de España, que, hasta entonces había
tenido clientes y accionistas privados. Así era cuando se llevaron el oro y sus
depósitos allí custodiados, al comienzo de la guerra civil.

Curiosamente, esta gran Banca
Pública en España, creada por los partidos de la derecha, unificada en 1991,
con la creación de Argentaria y su posterior privatización por el gobierno del
PP, es lo mismo que, hoy en día, propone crear el partido político de izquierda
Podemos, precisamente, partiendo del ICO.

Tras la muerte en el exilio del
general Primo de Rivera, Calvo Sotelo, se reunió con antiguos compañeros de
gabinete y con José Antonio, hijo del general, para crear el partido Unión Monárquica
Nacional, a fin de no perder los logros alcanzados en España, durante el
período dictatorial.
Sin embargo, la proclamación de
la II República, dos días después de las elecciones municipales del 12 de
abril, provocó su exilio, pues ya había sido amenazado. Así que salió de España
a través de la frontera con Portugal.

Curiosamente, fue el único
diputado monárquico que obtuvo un escaño en las elecciones republicanas de
1931. También en 1933 fue elegido miembro del Tribunal de Garantías Constitucionales,
mediante votación en los Colegios de Abogados de toda España. A pesar de ello,
el Gobierno republicano, no le permitió regresar del exilio.

En las elecciones de ese año
obtuvo la victoria una coalición de partidos de la derecha. Curiosamente, la
izquierda echó la culpa de su derrota a haberle dado el voto a las mujeres. Eso
que tanto reivindican ahora como una idea suya y al que tanto se opusieron en
su momento.
Yo creo que nada tuvo que ver el
voto femenino en el resultado de esas elecciones, porque en las elecciones de
1936 votaron las mismas mujeres y venció el Frente Popular.
El caso es que, en 1933, el
presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, desconfiaba de los partidos
de la derecha y, aunque habían ganado las pasadas elecciones, no les dejaba
formar un gobierno. En cambio, les encargó la formación de los mismos a sus
amigos centristas Chapaprieta y Portela Valladares. Este último, ni siquiera era diputado.

Dado que existía censura sobre la
prensa, Calvo Sotelo, gracias a su condición de diputado, pudo meter en sus
habituales discursos las cifras de las víctimas que se producían a diario a
causa de la violencia callejera.
Sus intervenciones en las Cortes
fueron muy seguidas por la prensa, porque, aparte de ser un buen orador,
denunciaba todo lo que estaba ocurriendo en las calles. Algo a lo que el
Gobierno no le estaba dando la menor importancia y no le hizo ninguna gracia
que lo “pregonara” en las Cortes.

Por lo visto, el ambiente, tanto
en las Cortes como en las calles, era sumamente tenso. Muchos esperaban un
golpe de Estado en cualquier momento.
Parece ser que la diputada
Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, le amenazó, en la sesión parlamentaria del
16/06 con que ese iba a ser su último discurso.

Tras varios días de violencia
callejera, con muertos y heridos por uno y otro bando, el 12/07/1936, se produjo,
en Madrid, el asesinato del teniente Castillo, oficial de la Guardia de Asalto
(una especie de Policía antidisturbios a la americana). Aquella noche, salió de
su casa en la calle Augusto Figueroa, para ir a su trabajo en el Cuartel de
Pontejos, situado junto a la Puerta del Sol. Al girar a la izquierda para
entrar en la calle Fuencarral, fue asesinado junto a un oratorio que se halla
en esa esquina. Según las últimas investigaciones, los asesinos no fueron unos
falangistas, sino unos carlistas. Parece ser que la razón por la que lo mataron
fue porque el 16/04, este agente había matado a un militante carlista, que
participaba en una manifestación.

Parece ser que esa noche se
juntaron en la sede de la Dirección General de Seguridad, sita también en la
Puerta del Sol, algunos militantes de izquierdas, junto con varios guardias de
asalto. Consiguieron que el ministro de Gobernación, Juan Moles, les permitiera
detener a algunos líderes de la derecha.
Por lo visto, primero fueron a
por Gil Robles, pero, como era verano, se hallaba de vacaciones en el sur de
Francia. También es posible que se hubiera ido de España por si acaso.

Así que decidieron ir a buscar a
Calvo Sotelo, que vivía en la calle Velázquez, 89, de Madrid. Llegaron allí sobre
las 3 de la madrugada y aporrearon la puerta de su domicilio. Al político le
habían puesto una escolta policial, pero buscaron que fuera contraria a sus
ideales políticos. Así que no opusieron resistencia a la entrada de este grupo
de gente.
Al fin, consiguieron que les
abrieran la puerta. El diputado se mostró muy sorprendido, pues gozaba de
inmunidad parlamentaria y, en principio, no quería ir con ellos. Quiso llamar
al ministerio de Gobernación, pero no se lo permitieron. Le dijeron que únicamente
lo llevaban para interrogarle y él sólo se decidió a acompañarles, cuando el
jefe del grupo se identificó como el capitán Condés, oficial de la Guardia
Civil, aunque iba de paisano.
Lo que desconocía era que ese
oficial acababa de salir de la cárcel por haberse negado a intervenir en la
lucha contra la famosa Revolución de Asturias.
No obstante, al despedirse de su
familia, les dio un beso a su mujer y a cada uno de sus 4 hijos y les
tranquilizó diciendo que volvería pronto, “a no ser que estos señores se me
lleven para darme 4 tiros”.

Hasta ahora, siempre se ha dicho
que el asesino fue un pistolero, miembro de la escolta de Indalecio Prieto y
muy amigo del teniente Castillo, llamado Luis Cuenca Estevas, el cual ya había
sido fichado como tal, durante su larga estancia en Cuba. Sin embargo, según
las últimas investigaciones, se cree que fue un oficial de la Guardia de
Asalto, que viajaba en la misma furgoneta.


Parece ser que Condés no tenía
previsto matar a Calvo Sotelo, sino sólo secuestrarle para sacarle información,
aunque eso no está muy claro. Así que se presentó en la sede del PSOE y allí le
comentó a Juan Simeón Vidarte lo ocurrido. Le causó una honda impresión y le
aconsejó esconderse en la casa de Margarita Nelken, dirigente socialista y
amiga del militar.

Lo cierto es que este asesinato
conmocionó a la opinión pública y, como, en ese momento, aún quedaban militares
indecisos sobre si debían unirse al golpe, fue lo que les decidió a hacerlo.
Como fue el caso del general Franco y tantos otros.
Incluso, Martínez Barrio,
entonces presidente de las Cortes, dijo: “Este atentado ha tenido para España
los efectos de una bomba, con cuya explosión se han hecho saltar las compuertas
que contenían el desbordamiento de las pasiones”.

Sin embargo, en un artículo en
Claridad, uno de los órganos del PSOE, se publicaba lo siguiente: “Si el estado
de alarma no puede someter a las derechas, venga, cuanto antes, la dictadura
del Frente Popular”.
La situación era tan tensa que el
presidente de las Cortes propuso cachear a todos los diputados y asistentes a
las sesiones, antes de entrar en la Cámara. No nos debe extrañar, porque se
sabe que algunos diputados, como Indalecio Prieto, solían llevar siempre una
pistola encima.
El mismo Prieto, en un artículo
suyo publicado en El Liberal, de Bilbao, ya daba por sentado que esto traería
la guerra civil, al decir: “Será una batalla a muerte, porque cada uno de los
bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel. Habiendo de
ocurrir así, sería preferible un combate decisivo a esta continua sangría”.


Curiosamente, la censura del Gobierno
prohibió que, en los periódicos, se calificara como asesinato la muerte de este
líder derechista.
Incluso, también se opuso a que
se velara su cadáver en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la que
era presidente el fallecido.
Casualmente, los documentos correspondientes
a la investigación de esa causa, fueron robados del propio Ministerio de la
Gobernación.
El juez encargado de la
instrucción de esta causa fue Ursicino Gómez Carbajo, un magistrado que tenía
fama de hacer bien su trabajo y ser políticamente neutral.


Posteriormente, una comisión de
abogados de izquierdas se hizo con el control del Colegio de Abogados de Madrid
y expulsaron del mismo a todos los abogados que habían protestado por el
asesinato de Calvo Sotelo.
Incluso, el 25/07, un grupo de
milicianos de izquierdas, penetraron en el Tribunal Supremo y robaron los
documentos relativos a esa causa.
El 14 de julio, día siguiente al
asesinato, se presentaron en el Cementerio de la Almudena los doctores Antonio
Piga, Blas Aznar y Águila Collantes, todos ellos médicos forenses, al objeto de
realizar la autopsia del cadáver. Comprobaron que el cadáver había recibido dos
tiros con un arma del calibre nueve corto. Una de las balas había entrado por
la nuca y había salido por el ojo izquierdo. Mientras que la otra también había
entrado por un lugar muy cercano, pero aún se hallaba alojada en el interior
del cerebro.

Durante la guerra, se apresó, en
la zona de batalla del Hospital Clínico de Madrid a un guardia de Asalto,
llamado Aniceto Castro Piñeiro.
Éste, durante su interrogatorio y
luego ante los periodistas, confesó que había participado en ese crimen, aunque
no fue el asesino, y dio todo lujo de detalles sobre cómo se cometió el mismo.
Por lo visto, dentro de la
furgoneta, que tenía varias filas de asientos, se sentaron de la manera
siguiente (aunque hay varias versiones al respecto): delante, el capitán Condés, junto al chófer, Orencio Bayo. En la
siguiente fila, se hallaban Calvo Sotelo, que tenía a los guardias José Rey, a
su derecha, y Castro Piñeiro, a su izquierda. Detrás de ellos se hallaban el
teniente Andrés León Lupiol, de la Guardia de Asalto, junto con varios
paisanos, que escoltaban a políticos socialistas. Curiosamente, José Rey, ya
había sido un pistolero, antes de ingresar en la Guardia de Asalto y en ese
momento pertenecía a la escolta de la diputada Margarita Nelken.

Todos los participantes se
juramentaron para que nadie contara nada. Uno de los policías dijo: “El que lo
diga es un suicida, pues lo mataremos como a ese perro”.
Para terminar, el, entonces
comandante y, posteriormente, coronel Ricardo Burillo, era el jefe de la unidad
que perpetró ese crimen, la segunda compañía de especialidades. Al final de la
guerra fue detenido cuando esperaba para ser embarcado en el puerto de
Alicante.
Se le acusó de estar implicado en
ese crimen, pero él siempre lo negó, no obstante, fue condenado y ejecutado.
Sin embargo, en la declaración de Aniceto
Castro se dice que, al regresar la furgoneta al Cuartel de Pontejos, Luis
Cuenca, se dirigió al despacho de Burillo y sólo le dijo: “Ya está”. Por lo que
ambos se abrazaron en silencio.
Aniceto Castro fue juzgado y
condenado a 30 años de cárcel, aunque luego se le redujo notablemente su
condena. En cambio, José del Rey, fue condenado y ejecutado en 1943.
Curiosamente, en ese suceso
participaron 4 gallegos: Calvo Sotelo, Condés, Cuenca y Castro Piñeiro o
Piñeira, como figura en otras obras.
En fin, reconozco que he escrito
un artículo demasiado largo, pero me parece que mis lectores verán que ha
valido la pena.
TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN
DE WWW.GOOGLE.ES
No hay comentarios:
Publicar un comentario