ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

sábado, 7 de diciembre de 2019

EL ASESINATO DE CALVO SOTELO


Hoy voy a hablar de uno de los hechos más abominables, que se produjo en una etapa inmediatamente anterior a la Guerra Civil española.
Como siempre, para empezar, vamos a ver quién era este personaje. José Calvo Sotelo nació en 1893 en la localidad gallega de Tuy, fronteriza con Portugal.

Supongo que el trabajo de su padre, que era juez, le hizo decidirse por el estudio del Derecho. Aparte de que los cambios de destino de su padre, en la carrera judicial, le obligaron a conocer varias zonas de España.
Parece ser que su familia residió muchos años en Zaragoza, donde nuestro personaje estudió el Bachillerato y la carrera de Derecho.
Posteriormente, hizo su tesis doctoral en la antigua Universidad Central de Madrid. Tras su lectura, que fue calificada con un premio extraordinario, fue fichado por Ángel Ossorio y Gallardo para el llamado “partido maurista”, que se solía reunir en el Ateneo de Madrid. Allí pudo debatir, en muchas ocasiones, con Azaña y otros líderes republicanos.
Posteriormente, aprobó las difíciles oposiciones para la Abogacía del Estado, sacando el número 1 de su promoción, siendo destinado a Toledo. Allí fue donde conoció a su futura esposa.
En 1918, formó parte de la secretaría personal de Antonio Maura, durante el corto período en que gobernó en ese año.
Parece ser que ahí fue donde empezó a interesarse por el funcionamiento de la política municipal, al mismo tiempo que lo hacía por el desarrollo de las mutualidades obreras.
Por lo visto, sus críticas al sistema político caciquil, que imperaba en esa época, hizo que no tuviera demasiada suerte en las siguientes elecciones generales.
En 1919, logró un escaño como diputado por Carballino, pero lo perdió en las elecciones del siguiente año.
En 1921, tras la vuelta de Maura a la presidencia del Gobierno, Calvo, fue nombrado gobernador civil de Valencia. Puesto en el que estuvo hasta el año siguiente. Bueno, ya sabemos que, desde la segunda mitad del siglo XIX, en España, se sucedían continuamente los gobiernos de uno u otro signo. Incluso, se turnaban los liberales y los conservadores. Algo a lo que se opuso Antonio Maura.
En 1923, tras el golpe de Estado del general Primo de Rivera, Calvo Sotelo, es nombrado director general de Administración Local. Durante ese período consigue que sea 
aprobado el Estatuto Municipal, obra fundamental del Derecho Local español, porque es donde se empieza a definir su forma de financiación. Incluso, en ese mismo texto, ya se habla de dar cierta autonomía a las regiones españolas.
En 1925 fue nombrado ministro de Hacienda. Por cierto, uno de los mejores que ha habido
en ese cargo. En ese puesto, también pretendió luchar contra los caciques locales, tal y como había hecho con el anterior texto legal. Evidentemente, esto de luchar contra el fraude fiscal no hizo ninguna gracia a los terratenientes y estuvo a punto de ser cesado de su cargo.
Lo cierto es que Primo de Rivera se negó a cesarle, pues su gobierno había aprobado muchas obras públicas. No olvidemos que muchas de las carreteras y vías ferroviarias, que hoy tenemos, se construyeron en esa época. Así que era prioritario aumentar los ingresos a toda costa.
Una de las realizaciones de ese período fue la creación de la CAMPSA, que tenía el monopolio de la venta de petróleo en toda España. Algo que no gustó nada en USA.
Otro de sus proyectos fue, en 1929, la creación el Banco Exterior de España, semipúblico y especializado en la financiación del comercio exterior. Del mismo modo, creó y fomentó el resto de la Banca Pública.
Algunos de esos Bancos ya estaban en funcionamiento, como el Banco Hipotecario de España, fundado en 1872 y nacionalizado en 1923.
En 1925, se fundó el Servicio Nacional del Crédito Agrícola, con el fin de emplear sus recursos para préstamos de campaña. También, en 1962, cambió su nombre por el de banco de Crédito Agrícola.
Tras la aprobación del Estatuto Municipal, se fundó el Banco de Crédito Local. Sin embargo, aunque Calvo Sotelo hubiera preferido que esa Entidad se autofinanciase con sus créditos a los ayuntamientos, el dueño del Banco de Cataluña, convenció al dictador para que su Banco fuera el accionista mayoritario de la misma. La cual, sería una entidad privada, pero con muchos privilegios otorgados por el Estado.
El Banco de Crédito Industrial se había fundado ya en 1920, tras un acuerdo entre los partidos conservador y liberal y con el apoyo financiero del político catalán Francesc Cambó. Lo que dio lugar a otra Entidad privada, con privilegios recibidos del Estado.
El Crédito Social y pesquero ya había sido fundado en 1919, pero tuvo poca relevancia, al depender del Ministerio de Marina.
La Caja Postal fue fundada en 1909 como un organismo adscrito a Correos. Era la única Caja de Ahorros que podía funcionar en todo el territorio nacional. Las demás, sólo lo podían hacer en sus provincias o regiones.
Posiblemente, a alguno le sonará el Banco de Crédito a la Construcción. Éste fue fundado en 1939, como Instituto de Crédito para la Reconstrucción Nacional, cambiando su nombre al ya mencionado con la Ley de Ordenación Bancaria, de 1962.
Curiosamente, por medio de esa Ley, también fue nacionalizado el Banco de España, que, hasta entonces había tenido clientes y accionistas privados. Así era cuando se llevaron el oro y sus depósitos allí custodiados, al comienzo de la guerra civil.
Seguramente, alguno me dirá que me he olvidado del ICO (Instituto de Crédito Oficial). Sin embargo, esta Entidad fue creada tras la mencionada Ley de 1962 para coordinar y dotar de fondos a la Banca Pública.

Curiosamente, esta gran Banca Pública en España, creada por los partidos de la derecha, unificada en 1991, con la creación de Argentaria y su posterior privatización por el gobierno del PP, es lo mismo que, hoy en día, propone crear el partido político de izquierda Podemos, precisamente, partiendo del ICO.
Volviendo a nuestro personaje, parece ser que, en 1930, tras el infame Crack del 29, sus efectos estaban llegando a nuestro país y la situación económica se tornó peligrosa. Por lo visto, Primo de Rivera no le dejó actuar libremente y tuvo que aceptar su dimisión en enero de ese año. A finales de ese mismo mes, Primo de Rivera, presentó su dimisión a Alfonso XIII.
Tras la muerte en el exilio del general Primo de Rivera, Calvo Sotelo, se reunió con antiguos compañeros de gabinete y con José Antonio, hijo del general, para crear el partido Unión Monárquica Nacional, a fin de no perder los logros alcanzados en España, durante el período dictatorial.
Sin embargo, la proclamación de la II República, dos días después de las elecciones municipales del 12 de abril, provocó su exilio, pues ya había sido amenazado. Así que salió de España a través de la frontera con Portugal.
A partir de entonces, recorrió con su familia varios países de Europa, donde pudo ver de cerca las distintas ideologías que imperaban en el continente. De hecho, se entrevistó con líderes de varios países para poder comparar sus sistemas de gobierno.
Curiosamente, fue el único diputado monárquico que obtuvo un escaño en las elecciones republicanas de 1931. También en 1933 fue elegido miembro del Tribunal de Garantías Constitucionales, mediante votación en los Colegios de Abogados de toda España. A pesar de ello, el Gobierno republicano, no le permitió regresar del exilio.
En 1933, fue elegido diputado por el partido Renovación Española. Sin embargo, tuvo que esperar a una amnistía, decretada por el nuevo Gobierno de derecha, para poder regresar.

En las elecciones de ese año obtuvo la victoria una coalición de partidos de la derecha. Curiosamente, la izquierda echó la culpa de su derrota a haberle dado el voto a las mujeres. Eso que tanto reivindican ahora como una idea suya y al que tanto se opusieron en su momento.
Yo creo que nada tuvo que ver el voto femenino en el resultado de esas elecciones, porque en las elecciones de 1936 votaron las mismas mujeres y venció el Frente Popular.
El caso es que, en 1933, el presidente de la República, Niceto Alcalá-Zamora, desconfiaba de los partidos de la derecha y, aunque habían ganado las pasadas elecciones, no les dejaba formar un gobierno. En cambio, les encargó la formación de los mismos a sus amigos centristas Chapaprieta y Portela Valladares. Este último, ni siquiera era diputado.
Tras las elecciones de 1936, cuando ya estaba muy revuelto el ambiente político y social, Calvo Sotelo, pasó a ser el jefe de Renovación Española, pues su anterior jefe, Antonio Goicoechea, se había quedado sin escaño.
Dado que existía censura sobre la prensa, Calvo Sotelo, gracias a su condición de diputado, pudo meter en sus habituales discursos las cifras de las víctimas que se producían a diario a causa de la violencia callejera.
Ciertamente, siempre estuvo a favor de sacar el Ejército a la calle para intentar imponer el orden, ya que las fuerzas de seguridad se hallaban completamente colapsadas o, en muchos casos, eran cómplices de los que provocaban esos desórdenes.
Sus intervenciones en las Cortes fueron muy seguidas por la prensa, porque, aparte de ser un buen orador, denunciaba todo lo que estaba ocurriendo en las calles. Algo a lo que el Gobierno no le estaba dando la menor importancia y no le hizo ninguna gracia que lo “pregonara” en las Cortes.
En varias ocasiones discutió desde la tribuna con el presidente del Gobierno, Casares Quiroga, el cual le acusó de incitar a un golpe de Estado.
Por lo visto, el ambiente, tanto en las Cortes como en las calles, era sumamente tenso. Muchos esperaban un golpe de Estado en cualquier momento.
Parece ser que la diputada Dolores Ibarruri “La Pasionaria”, le amenazó, en la sesión parlamentaria del 16/06 con que ese iba a ser su último discurso.
Incluso, el diputado Ángel Galarza, que, más tarde, sería ministro de la Gobernación, habló, el 01/07/1936, con el presidente de las Cortes, Martínez Barrio, para decirle que el uso de la violencia contra Calvo Sotelo estaría justificada para que no triunfara el fascismo en España. También se dice que eso lo dijo en medio de una sesión parlamentaria, pero, según parece, no figura en la trascripción de los diarios de sesiones. Por lo visto, Martínez Barrio también impuso la censura en el diario de sesiones.
Tras varios días de violencia callejera, con muertos y heridos por uno y otro bando, el 12/07/1936, se produjo, en Madrid, el asesinato del teniente Castillo, oficial de la Guardia de Asalto (una especie de Policía antidisturbios a la americana). Aquella noche, salió de su casa en la calle Augusto Figueroa, para ir a su trabajo en el Cuartel de Pontejos, situado junto a la Puerta del Sol. Al girar a la izquierda para entrar en la calle Fuencarral, fue asesinado junto a un oratorio que se halla en esa esquina. Según las últimas investigaciones, los asesinos no fueron unos falangistas, sino unos carlistas. Parece ser que la razón por la que lo mataron fue porque el 16/04, este agente había matado a un militante carlista, que participaba en una manifestación.
Curiosamente, este oficial vinculado al PSOE, era pariente lejano de José Antonio Primo de Rivera, fundador y jefe de la Falange. Aparte de ser uno de los instructores de “la motorizada”, un grupo de guardaespaldas de los jerarcas del PSOE.
Parece ser que esa noche se juntaron en la sede de la Dirección General de Seguridad, sita también en la Puerta del Sol, algunos militantes de izquierdas, junto con varios guardias de asalto. Consiguieron que el ministro de Gobernación, Juan Moles, les permitiera detener a algunos líderes de la derecha.
Por lo visto, primero fueron a por Gil Robles, pero, como era verano, se hallaba de vacaciones en el sur de Francia. También es posible que se hubiera ido de España por si acaso.
De hecho, José Díaz, entonces secretario general del PCE, había dicho en la sesión parlamentaria del 02/07: “No puedo asegurar cómo va a morir el señor Gil Robles, pero sí puedo afirmar que, si se cumple la justicia del Pueblo, morirá con los zapatos puestos”. Pasionaria añadió: “Si os molesta eso, le quitamos los zapatos y le ponemos unas botas”.
Así que decidieron ir a buscar a Calvo Sotelo, que vivía en la calle Velázquez, 89, de Madrid. Llegaron allí sobre las 3 de la madrugada y aporrearon la puerta de su domicilio. Al político le habían puesto una escolta policial, pero buscaron que fuera contraria a sus ideales políticos. Así que no opusieron resistencia a la entrada de este grupo de gente.
Al fin, consiguieron que les abrieran la puerta. El diputado se mostró muy sorprendido, pues gozaba de inmunidad parlamentaria y, en principio, no quería ir con ellos. Quiso llamar al ministerio de Gobernación, pero no se lo permitieron. Le dijeron que únicamente lo llevaban para interrogarle y él sólo se decidió a acompañarles, cuando el jefe del grupo se identificó como el capitán Condés, oficial de la Guardia Civil, aunque iba de paisano.
Lo que desconocía era que ese oficial acababa de salir de la cárcel por haberse negado a intervenir en la lucha contra la famosa Revolución de Asturias.
No obstante, al despedirse de su familia, les dio un beso a su mujer y a cada uno de sus 4 hijos y les tranquilizó diciendo que volvería pronto, “a no ser que estos señores se me lleven para darme 4 tiros”.
Bajaron y entraron todos en su camioneta número 17, perteneciente a la Guardia de Asalto, la cual tenía muchos asientos. Parece ser que, al bajar la calle Velázquez, a unos 300 metros de su domicilio, uno de los que iban detrás del político, le disparó dos tiros en la nuca.
Hasta ahora, siempre se ha dicho que el asesino fue un pistolero, miembro de la escolta de Indalecio Prieto y muy amigo del teniente Castillo, llamado Luis Cuenca Estevas, el cual ya había sido fichado como tal, durante su larga estancia en Cuba. Sin embargo, según las últimas investigaciones, se cree que fue un oficial de la Guardia de Asalto, que viajaba en la misma furgoneta.
Es preciso decir que Luis Cuenca murió en combate, el 22/07/1936, junto con otros milicianos, en el frente de Somosierra. Parece ser que su hermano lo enterró, en el Cementerio Civil, frente al de la Almudena, en el mismo lugar donde tenía reservada su tumba el teniente Castillo, aunque a ese oficial no lo enterraran en ella. El capitán Condés también murió, por esas mismas fechas, en el frente de Somosierra.
Por lo visto, los demás no supieron qué hacer con el cadáver y giraron hacia la izquierda para dejarlo en la puerta del Cementerio de la Almudena, también llamado Cementerio del Este, en Madrid.
Parece ser que Condés no tenía previsto matar a Calvo Sotelo, sino sólo secuestrarle para sacarle información, aunque eso no está muy claro. Así que se presentó en la sede del PSOE y allí le comentó a Juan Simeón Vidarte lo ocurrido. Le causó una honda impresión y le aconsejó esconderse en la casa de Margarita Nelken, dirigente socialista y amiga del militar.
Al cadáver de Calvo Sotelo le hicieron la autopsia en el mismo cementerio y, al día siguiente, 14 de julio, tuvo lugar su entierro, donde varios líderes de derechas se juramentaron para vengar su muerte. Incluso, hubo un tiroteo, durante el regreso del cortejo fúnebre, por el que fueron asesinados 4 asistentes a causa de los disparos recibidos desde un coche que pasó a toda velocidad por aquel lugar.
Lo cierto es que este asesinato conmocionó a la opinión pública y, como, en ese momento, aún quedaban militares indecisos sobre si debían unirse al golpe, fue lo que les decidió a hacerlo. Como fue el caso del general Franco y tantos otros.
Incluso, Martínez Barrio, entonces presidente de las Cortes, dijo: “Este atentado ha tenido para España los efectos de una bomba, con cuya explosión se han hecho saltar las compuertas que contenían el desbordamiento de las pasiones”.
También el líder socialista Julián Zugazagoitia, al que dediqué otro de mis artículos, dijo lo siguiente: “Este atentado es la guerra”. Sin embargo, algunos líderes socialistas seguían pensando que la República tenía al proletariado de su parte y eso la haría invencible. Lógicamente, eran optimistas, porque ahora creían tener en su mano todo el poder del Estado.
Así que el Gobierno decretó el cierre de todos los centros de reunión y de los medios de comunicación de los partidos de derecha. Es preciso recordar que España se hallaba en estado de alarma, decretado por el Gobierno en febrero de ese mismo año.

Sin embargo, en un artículo en Claridad, uno de los órganos del PSOE, se publicaba lo siguiente: “Si el estado de alarma no puede someter a las derechas, venga, cuanto antes, la dictadura del Frente Popular”.
La situación era tan tensa que el presidente de las Cortes propuso cachear a todos los diputados y asistentes a las sesiones, antes de entrar en la Cámara. No nos debe extrañar, porque se sabe que algunos diputados, como Indalecio Prieto, solían llevar siempre una pistola encima.
El mismo Prieto, en un artículo suyo publicado en El Liberal, de Bilbao, ya daba por sentado que esto traería la guerra civil, al decir: “Será una batalla a muerte, porque cada uno de los bandos sabe que el adversario, si triunfa, no le dará cuartel. Habiendo de ocurrir así, sería preferible un combate decisivo a esta continua sangría”.
Por otra parte, al general Mola, el organizador del golpe, le llegó la noticia de ese asesinato, cuando se hallaba reunido con otros mandos militares. Pronunció estas palabras: “No se puede esperar ni un minuto más. El Gobierno nos ha cogido la delantera y acabará por anularnos o exterminarnos”.
De nada valieron las llamadas a la paz, pronunciadas por Portela Valladares: “Piénsese que el hecho que lamentamos y condenamos, puede abrir un nuevo ciclo en la historia de España”…”estamos obligados, unos y otros, a decir ¡Alto el fuego!”.

Curiosamente, la censura del Gobierno prohibió que, en los periódicos, se calificara como asesinato la muerte de este líder derechista.
Incluso, también se opuso a que se velara su cadáver en la Academia de Jurisprudencia y Legislación, de la que era presidente el fallecido.
Casualmente, los documentos correspondientes a la investigación de esa causa, fueron robados del propio Ministerio de la Gobernación.
El juez encargado de la instrucción de esta causa fue Ursicino Gómez Carbajo, un magistrado que tenía fama de hacer bien su trabajo y ser políticamente neutral.
Posiblemente, por eso mismo, le pusieron todo tipo de obstáculos. Empezando por haber limpiado a fondo la camioneta, donde se produjo el asesinato y luego ocultando a los que iban en la misma. Sin embargo, le enviaron a unos 170 agentes a la rueda de reconocimiento para que se dificultara su identificación. Lógicamente, no enviaron a los 4 guardias que participaron en ese suceso.

Como se ve que estaba haciendo bien su trabajo, sustituyeron a este juez por otro, llamado Eduardo Iglesias del Portal, que fue el mismo que, más tarde, condenó a muerte a José Antonio.
Posteriormente, una comisión de abogados de izquierdas se hizo con el control del Colegio de Abogados de Madrid y expulsaron del mismo a todos los abogados que habían protestado por el asesinato de Calvo Sotelo.
Incluso, el 25/07, un grupo de milicianos de izquierdas, penetraron en el Tribunal Supremo y robaron los documentos relativos a esa causa.
El 14 de julio, día siguiente al asesinato, se presentaron en el Cementerio de la Almudena los doctores Antonio Piga, Blas Aznar y Águila Collantes, todos ellos médicos forenses, al objeto de realizar la autopsia del cadáver. Comprobaron que el cadáver había recibido dos tiros con un arma del calibre nueve corto. Una de las balas había entrado por la nuca y había salido por el ojo izquierdo. Mientras que la otra también había entrado por un lugar muy cercano, pero aún se hallaba alojada en el interior del cerebro.
Parece ser que sus resultados fueron tan contundentes que, algo más tarde, el informe fue robado por unos milicianos que asaltaron el juzgado donde se hallaba custodiado. No obstante, como estos médicos habían tomado muchas notas durante la autopsia, en 1941, pudieron redactar un nuevo informe para incorporarlo a la Causa General.
Durante la guerra, se apresó, en la zona de batalla del Hospital Clínico de Madrid a un guardia de Asalto, llamado Aniceto Castro Piñeiro.
Éste, durante su interrogatorio y luego ante los periodistas, confesó que había participado en ese crimen, aunque no fue el asesino, y dio todo lujo de detalles sobre cómo se cometió el mismo.
Por lo visto, dentro de la furgoneta, que tenía varias filas de asientos, se sentaron de la manera siguiente (aunque hay varias versiones al respecto): delante, el capitán Condés, junto al chófer, Orencio Bayo. En la siguiente fila, se hallaban Calvo Sotelo, que tenía a los guardias José Rey, a su derecha, y Castro Piñeiro, a su izquierda. Detrás de ellos se hallaban el teniente Andrés León Lupiol, de la Guardia de Asalto, junto con varios paisanos, que escoltaban a políticos socialistas. Curiosamente, José Rey, ya había sido un pistolero, antes de ingresar en la Guardia de Asalto y en ese momento pertenecía a la escolta de la diputada Margarita Nelken.
Según Castro, los dos disparos fueron efectuados por Luis Cuenca, que estaba sentado justo detrás de Calvo Sotelo. Primero le disparó de abajo hacia arriba, para no herir a los que iban delante y, cuando el cuerpo cayó, le disparó de arriba hacia abajo.
Todos los participantes se juramentaron para que nadie contara nada. Uno de los policías dijo: “El que lo diga es un suicida, pues lo mataremos como a ese perro”.
Para terminar, el, entonces comandante y, posteriormente, coronel Ricardo Burillo, era el jefe de la unidad que perpetró ese crimen, la segunda compañía de especialidades. Al final de la guerra fue detenido cuando esperaba para ser embarcado en el puerto de Alicante.
Se le acusó de estar implicado en ese crimen, pero él siempre lo negó, no obstante, fue condenado y ejecutado. 
Sin embargo, en la declaración de Aniceto Castro se dice que, al regresar la furgoneta al Cuartel de Pontejos, Luis Cuenca, se dirigió al despacho de Burillo y sólo le dijo: “Ya está”. Por lo que ambos se abrazaron en silencio.
Aniceto Castro fue juzgado y condenado a 30 años de cárcel, aunque luego se le redujo notablemente su condena. En cambio, José del Rey, fue condenado y ejecutado en 1943.
Curiosamente, en ese suceso participaron 4 gallegos: Calvo Sotelo, Condés, Cuenca y Castro Piñeiro o Piñeira, como figura en otras obras.
En fin, reconozco que he escrito un artículo demasiado largo, pero me parece que mis lectores verán que ha valido la pena.

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