
Vayamos al principio de esta
historia. Mary Carleton, que ese era el nombre de nuestro personaje de hoy, aunque
su nombre de soltera era Mary Moders, nació en 1642, en la conocida ciudad de
Canterbury, donde se encuentra la catedral y el arzobispo primado de la Iglesia
Anglicana a nivel mundial.
Parece ser que nació en el seno
de una familia muy modesta, pues su padre era un violinista profesional. De su
madre sólo sabemos que solía cantar en el coro de la catedral de su ciudad.

Algunos autores afirman que esta
mujer era muy aficionada a la lectura y, concretamente, a los llamados “libros
de caballerías”, como los que leía Don Quijote de la Mancha. Precisamente, la
obra favorita de ambos era “Amadís de Gaula”, sobre la que aún se discute su autoría.
Dicen que se sabía de memoria
esta obra y hasta se identificaba plenamente con el personaje de la princesa
Oriana, que aparece en la misma.
Según sus contemporáneos, se
trataba de una mujer muy atractiva. Así que no tuvo ningún problema en seducir a
muchos hombres. Entre ellos a un cirujano en Dover, con el que se casó, sin
haberse divorciado, previamente, de su primer marido.

Más tarde, dejó también a ese
segundo marido y se dedicó a estafar a todo el que se le puso a tiro, que ya
veréis que fueron muchos.
Esta vez, encargó a un cómplice
que le enviara cartas, donde le decían que su hermano, heredero de la enorme
fortuna de su padre, había muerto y ahora la única heredera sería ella.
Mary se alojaba en una pensión,
cuya dueña era muy entrometida. Ésta consiguió leer alguna de esas cartas e,
inmediatamente, pensó que sería un buen partido para su sobrino.
Esta vez, Mary, pareció aceptar
esa proposición. Sin embargo, mediante engaños, consiguió apropiarse de todo el
dinero del sobrino y huir de allí.
Lo cierto es que, aunque se la
apodaba “la viuda gris”, nunca tuvo la paciencia de esperar a que murieran

Sin embargo, tras haberse casado
con su tercer marido, que se llamaba John Carleton, éste recibió algunas cartas
anónimas, donde la calificaban como “ese monstruo de dos patas” o “la alemana
de Canterbury”.
Por lo visto, su marido la
denunció y fue arrestada en una calle de Londres, cuando, un detective, que llevaba
una orden para detener a otra persona, se cruzó con ella por la acera y la
reconoció.
Fue llevada de nuevo ante la
Justicia, por el mismo cargo de bigamia. Increíblemente, volvió a salir
absuelta.

Antes de su tercer matrimonio,
Mary, había estado una temporada en Colonia (Alemania), donde se movió entre la
alta sociedad de esa ciudad. Debió de ser una mujer muy inteligente. Incluso,
se decía que hablaba varios idiomas con gran fluidez.
Allí conoció a un caballero ya
mayor, que se enamoró de ella. Tan rápida fue la cosa que quedaron en casarse a
los 3 días.

Esta vez, contó con la
complicidad de su casera para engañar al caballero. Ella llegó a pactar el
reparto de ese botín con la casera. Sin embargo, también la engañó y se lo
llevó todo.
Entre sus habituales cómplices
estaba una doncella, que le decía dónde tenían guardado el dinero sus maridos y
varios amigos que le escribían cartas falsas sobre su familia en Alemania.
Precisamente, con esa doncella,
llegó a engañar a un tejedor de seda y a un sastre, a los que hizo unos buenos
encargos, que recibió, pero no pagó.
Incluso, en otra ocasión, fue a una tienda de las más elegantes de Londres e hizo un buen pedido. Poco más tarde, se lo llevaron a su casa, pero dijo no poder ver lo que habían traído, pues se sentía indispuesta. Horas más tarde, cuando volvió la dueña de la tienda para ver si estaba conforme y para cobrar, se encontró con que nuestra protagonista había “volado” con todos esos artículos. Hasta se llevó los muebles más valiosos de esa casa, que había alquilado pocos días antes.

En otra ocasión, se le ocurrió llamar a un joven abogado, al que le dijo que deseaba separarse de su marido, que era muy celoso.
Según parece, al poco rato, entró, corriendo, su doncella para advertirle de que su marido acababa de llegar, estaba abajo y venía con muy mal humor.

Dando muchas voces, dio a entender que sabía que su mujer se había reunido allí con otro hombre y que no pararía hasta encontrarlo.
Buscó por todas partes, hasta que abrió la puerta del armario. Se encontró con el pobre abogado, que tenía un aspecto lívido, porque el otro le amenazaba con el sable en la mano.
Así que lo sacó y amenazó con matarlo. Mary y el amigo le sujetaron la mano, para que no lo hiciera y le dijeron que sería mejor para todos que olvidara esa afrenta, mediante el pago de una cierta cantidad. Estipularon esa indemnización en 500 libras, que era una cifra muy importante en esa época.
Ciertamente lo era, porque el abogado reconoció que no podría pagarla, pero se ofreció a pagar 100. Lo cual fue aceptado por todos. Así que, después de haber satisfecho esa cantidad, le dejaron que saliera corriendo de allí.
Hasta llegó a protagonizar una obra de teatro, que parecía escrita para ella. Se titulaba “La princesa alemana”. Lo cierto es que tuvo bastante éxito y hasta se permitió desplumar a algunos de sus admiradores, que cometieron la torpeza de acercarse a su camerino.

Dado que eso de estarse quieta en alguna parte iba en contra de sus principios, sólo permaneció en esa isla por espacio de dos años.
A su regreso, siguió diciendo que era una princesa alemana y volvió a casarse. Esta vez, el infortunado era un rico farmacéutico, residente en Westminster. Le llevó poco tiempo desplumarlo para luego huir de allí, como siempre.
Más adelante, se alojó, con su criada, en una casa donde vivían una rel ojera y su casera. Invitó a ambas al teatro, afirmando que le habían regalado unas entradas.

Curiosamente, en diciembre de 1672, pillaron a esta mujer de la forma más tonta. En cierta ocasión, robaron una fuerte cantidad en un mesón y el mesonero denunció este hecho ante lo que aquí llamaríamos los alguaciles.
Uno de ellos, apellidado Lowman, estuvo investigando el robo y se topó con Mary de frente. Parece ser que ella se indignó cuando empezó a interrogarla, pero él se dio cuenta enseguida que se trataba de nuestro personaje. Ya muy conocida por la Policía de la época.

El 22 de enero de ese año, fue la fecha fijada para su ejecución. Se despidió de todos y entregó un par de libros a un amigo suyo.
Antes de ser ahorcada, parece ser que, más o menos, dijo que había sido una mujer muy vanidosa y que la habían condenado, pero que no la habían comprendido y que le rezaba a Dios, para que la perdonara, igual que rezaba por sus enemigos.
Poco después, fue ahorcada, con sólo 38 años. Su cuerpo fue colocado en un ataúd y enterrado en los alrededores de una iglesia cercana.
TODAS LAS ILUSTRACIONES HAN
SIDO TOMADAS DE WWW.GOOGLE.ES
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