ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 1 de agosto de 2019

EL CASO DE MARY CARLETON


Como ya prometí, en mi anterior artículo, voy a seguir con el ciclo de las personas que vivieron su vida como impostoras. Incluso, algunas hicieron algo más que eso, como veremos más adelante.
Vayamos al principio de esta historia. Mary Carleton, que ese era el nombre de nuestro personaje de hoy, aunque su nombre de soltera era Mary Moders, nació en 1642, en la conocida ciudad de Canterbury, donde se encuentra la catedral y el arzobispo primado de la Iglesia Anglicana a nivel mundial.
Parece ser que nació en el seno de una familia muy modesta, pues su padre era un violinista profesional. De su madre sólo sabemos que solía cantar en el coro de la catedral de su ciudad.
Por lo visto, nuestro personaje, siempre fue una mujer muy ambiciosa. Muy joven, se casó con un zapatero, llamado Thomas Stedman, con el que llegó a tener dos hijos, pero que, desgraciadamente, murieron en la infancia. Algo muy habitual en esa época. Así que, con sólo 20 años, como no le veía mucho futuro a su matrimonio, se fue de casa, pues se veía a sí misma como una persona que debería de estar en la cima de la sociedad.
Algunos autores afirman que esta mujer era muy aficionada a la lectura y, concretamente, a los llamados “libros de caballerías”, como los que leía Don Quijote de la Mancha. Precisamente, la obra favorita de ambos era “Amadís de Gaula”, sobre la que aún se discute su autoría.
Dicen que se sabía de memoria esta obra y hasta se identificaba plenamente con el personaje de la princesa Oriana, que aparece en la misma.
Según sus contemporáneos, se trataba de una mujer muy atractiva. Así que no tuvo ningún problema en seducir a muchos hombres. Entre ellos a un cirujano en Dover, con el que se casó, sin haberse divorciado, previamente, de su primer marido.
Parece ser que, en 1658, alguien la denunció por bigamia y la llevaron ante los tribunales. Sin embargo, fue capaz de convencer al juez de que no existían pruebas para esa acusación y salió absuelta. Por lo visto, consiguió que su primer marido no compareciera ante el tribunal para testificar contra ella.
Más tarde, dejó también a ese segundo marido y se dedicó a estafar a todo el que se le puso a tiro, que ya veréis que fueron muchos.
Esta vez, encargó a un cómplice que le enviara cartas, donde le decían que su hermano, heredero de la enorme fortuna de su padre, había muerto y ahora la única heredera sería ella.
Mary se alojaba en una pensión, cuya dueña era muy entrometida. Ésta consiguió leer alguna de esas cartas e, inmediatamente, pensó que sería un buen partido para su sobrino.
Esta vez, Mary, pareció aceptar esa proposición. Sin embargo, mediante engaños, consiguió apropiarse de todo el dinero del sobrino y huir de allí.
Lo cierto es que, aunque se la apodaba “la viuda gris”, nunca tuvo la paciencia  de esperar a que murieran
sus esposos. Lo único que hizo fue seducirlos, casarse con ellos, quitarles su dinero y huir. Así estuvo durante unos 10 años. Por ello, ni siquiera se conoce cuántas veces se casó, ya que se cree que muchos hombres no quisieron denunciarla por miedo al ridículo.
Sin embargo, tras haberse casado con su tercer marido, que se llamaba John Carleton, éste recibió algunas cartas anónimas, donde la calificaban como “ese monstruo de dos patas” o “la alemana de Canterbury”.
Por lo visto, su marido la denunció y fue arrestada en una calle de Londres, cuando, un detective, que llevaba una orden para detener a otra persona, se cruzó con ella por la acera y la reconoció.
Fue llevada de nuevo ante la Justicia, por el mismo cargo de bigamia. Increíblemente, volvió a salir absuelta.
No se contentó con eso, sino que ella denunció a su marido por haberla engañado, pues le había dicho que era un hombre rico y eso no era cierto. Así que, incluso, ganó ese pleito.
Antes de su tercer matrimonio, Mary, había estado una temporada en Colonia (Alemania), donde se movió entre la alta sociedad de esa ciudad. Debió de ser una mujer muy inteligente. Incluso, se decía que hablaba varios idiomas con gran fluidez.
Allí conoció a un caballero ya mayor, que se enamoró de ella. Tan rápida fue la cosa que quedaron en casarse a los 3 días.
Sin embargo, por un exceso de confianza, él cometió la torpeza de encargarle a ella que se ocupara de todos los preparativos para la boda. Incluso, le dio una gran cantidad de dinero para cubrir todos los gastos. Ya os podréis suponer que ella, en cuanto pudo, escapó con ese importante botín.
Esta vez, contó con la complicidad de su casera para engañar al caballero. Ella llegó a pactar el reparto de ese botín con la casera. Sin embargo, también la engañó y se lo llevó todo.
Entre sus habituales cómplices estaba una doncella, que le decía dónde tenían guardado el dinero sus maridos y varios amigos que le escribían cartas falsas sobre su familia en Alemania.
Precisamente, con esa doncella, llegó a engañar a un tejedor de seda y a un sastre, a los que hizo unos buenos encargos, que recibió, pero no pagó.
Incluso, en otra ocasión, fue a una tienda de las más elegantes de Londres e hizo un buen pedido. Poco más tarde, se lo llevaron a su casa, pero dijo no poder ver lo que habían traído, pues se sentía indispuesta. Horas más tarde, cuando volvió la dueña de la tienda para ver si estaba conforme y para cobrar, se encontró con que nuestra protagonista había “volado” con todos esos artículos. Hasta se llevó los muebles más valiosos de esa casa, que había alquilado pocos días antes.
Curiosamente, a su vuelta a Inglaterra, entró en una taberna y se puso a llorar. Los clientes de la misma se interesaron por ella. Así que les dijo que era una
princesa alemana, que había huido de su país para no casarse con el hombre que había elegido su padre para ella y que ahora no tenía nada de dinero. De esa manera tan sencilla, consiguió que todos los clientes de la taberna le dieran bastante dinero.
En otra ocasión, se le ocurrió llamar a un joven abogado, al que le dijo que deseaba separarse de su marido, que era muy celoso.
Según parece, al poco rato, entró, corriendo, su doncella para advertirle de que su marido acababa de llegar, estaba abajo y venía con muy mal humor.
Mary le pidió al joven abogado que se escondiera en un armario de ese dormitorio. Al poco rato, entró su “marido” acompañado de un amigo.
Dando muchas voces, dio a entender que sabía que su mujer se había reunido allí con otro hombre y que no pararía hasta encontrarlo.
Buscó por todas partes, hasta que abrió la puerta del armario. Se encontró con el pobre abogado, que tenía un aspecto lívido, porque el otro le amenazaba con el sable en la mano.
Así que lo sacó y amenazó con matarlo. Mary y el amigo le sujetaron la mano, para que no lo hiciera y le dijeron que sería mejor para todos que olvidara esa afrenta, mediante el pago de una cierta cantidad. Estipularon esa indemnización en 500 libras, que era una cifra muy importante en esa época.
Ciertamente lo era, porque el abogado reconoció que no podría pagarla, pero se ofreció a pagar 100. Lo cual fue aceptado por todos. Así que, después de haber satisfecho esa cantidad, le dejaron que saliera corriendo de allí.
No sé si a estas alturas, más de uno, estará pensando que la historia que estoy narrando se parece bastante a la de la famosa obra “Moll Flanders”, del célebre escritor inglés Daniel Defoe. El mismo que escribió “Robinson Crusoe”. Sin embargo, Mary vivió en el siglo XVII, mientras que esa novela fue publicada en el XVIII. Es posible que Defoe se inspirara en la vida de nuestro personaje.
Hasta llegó a protagonizar una obra de teatro, que parecía escrita para ella. Se titulaba “La princesa alemana”. Lo cierto es que tuvo bastante éxito y hasta se permitió desplumar a algunos de sus admiradores, que cometieron la torpeza de acercarse a su camerino.

En otra ocasión, tuvo menos suerte y la pillaron robando una cubertería de plata en una mansión de Covent Garden y la encerraron en la infame prisión de New Gate. Esta vez la condenaron por robo y la sentenciaron a ser deportada, de por vida, a la isla de Jamaica.
Dado que eso de estarse quieta en alguna parte iba en contra de sus principios, sólo permaneció en esa isla por espacio de dos años.
A su regreso, siguió diciendo que era una princesa alemana y volvió a casarse. Esta vez, el infortunado era un rico farmacéutico, residente en Westminster. Le llevó poco tiempo desplumarlo para luego huir de allí, como siempre.
Más adelante, se alojó, con su criada, en una casa donde vivían una relojera y su casera. Invitó a ambas al teatro, afirmando que le habían regalado unas entradas. 
Mientras tanto, la criada, se dedicó a robar todo lo que pudo, huyendo con el botín para repartirlo con Mary.
Curiosamente, en diciembre de 1672, pillaron a esta mujer de la forma más tonta. En cierta ocasión, robaron una fuerte cantidad en un mesón y el mesonero denunció este hecho ante lo que aquí llamaríamos los alguaciles.
Uno de ellos, apellidado Lowman, estuvo investigando el robo y se topó con Mary de frente. Parece ser que ella se indignó cuando empezó a interrogarla, pero él se dio cuenta enseguida que se trataba de nuestro personaje. Ya muy conocida por la Policía de la época.
En enero de 1673, la llevaron ante el famoso tribunal de Old Bailey y allí le preguntaron por qué había vuelto de su deportación en Jamaica. Ella se limitó a responder con evasivas para intentar ganar tiempo.
Unos días después, alegó que estaba embarazada. Como ya sabía que su condena podría ser a muerte, el embarazo impediría que fuera ahorcada. Sin embargo, el juez, llamó a unas matronas para que la reconocieran. Tras haberlo hecho, las expertas, informaron al juez de que eso era falso.
Así que fue condenada a muerte. No obstante, hasta que le llegó la hora de su ejecución recibió varias visitas, como la de un sacerdote, al que le confesó que era católica y que estaba muy arrepentida de todo lo que había hecho en su vida.
El 22 de enero de ese año, fue la fecha fijada para su ejecución. Se despidió de todos y entregó un par de libros a un amigo suyo.
Antes de ser ahorcada, parece ser que, más o menos, dijo que había sido una mujer muy vanidosa y que la habían condenado, pero que no la habían comprendido y que le rezaba a Dios, para que la perdonara, igual que rezaba por sus enemigos.
Poco después, fue ahorcada, con sólo 38 años. Su cuerpo fue colocado en un ataúd y enterrado en los alrededores de una iglesia cercana.





TODAS LAS ILUSTRACIONES HAN SIDO TOMADAS DE WWW.GOOGLE.ES

No hay comentarios:

Publicar un comentario