Walther von Seydlitz-Kurzbach,
que así se llamaba nuestro personaje de hoy, fue un famoso militar alemán con
un historial muy controvertido.
Nació en 1888 en la conocida
ciudad de Hamburgo, en el seno de una familia noble y dentro de una de las principales estirpes de militares prusianos, cuyo origen se remota al siglo XIII. De hecho, varios de sus antepasados fueron famosos militares a los que se dedicaron estatuas y hasta bautizaron a un barco con el nombre de
uno de ellos.
Participó en la I Guerra Mundial,
tanto en el frente oriental, como en el occidental, y en ambos dio muestras de
su valor y de sus acertadas decisiones en el combate.
Aunque, a causa del Tratado de
Versalles, muchos militares alemanes abandonaron el Ejército, él se quedó y fue
destinado al Ministerio de Defensa. Allí fue ascendiendo, poco a poco, hasta
que en 1939 ascendió a general.
Es normal que los militares
alemanes ascendieran muy poco, durante el período de entreguerras, porque el Ejército
había quedado muy reducido, por exigencia del Tratado de Versalles.
En cambio, al llegar Hitler al
poder, cambió radicalmente la política alemana y se necesitaron muchas tropas y
mandos para las mismas. Así que muchos de los que habían permanecido dentro
ascendieron de golpe.
Nuestro personaje comenzó la II
Guerra mundial al mando de un regimiento de Artillería, que combatió en la
campaña de Francia. Como premio a sus méritos, recibió la Cruz de Caballero.
Una de las muchas condecoraciones que recibió a lo largo de su carrera.
Siguiendo las normas militares,
en enero de 1942, fue pasado a la reserva. No obstante, a mediados de ese año,
fue recuperado para el servicio a fin de que participara en la invasión de la
URSS a las órdenes del famoso general Paulus, al que tengo pensado dedicarle
otro artículo.
Poco después, nuestro personaje,
también consiguió hacerse famoso y llegó a ser uno de los generales favoritos
de Hitler gracias a lo bien que llevó la defensa y la salida de la llamada
“Bolsa de Demyansk”.
Este fue un hecho ocurrido entre
febrero y finales de marzo de 1942. Poco antes, había sido ascendido a teniente
general y se le dio el mando de varias divisiones en el frente ruso.
En ese lugar, al sureste de Stalingrado,
actualmente, Volgogrado, quedaron rodeadas unas 7 divisiones del Ejército
alemán, tras un rápido contraataque realizado por unas 18 divisiones del
Ejército soviético. En total, las tropas alemanas estaban compuestas por unos
100.000 combatientes. Lógicamente, los rusos eran casi el triple.
Hay que decir que los alemanes
tuvieron suerte, porque el tiempo estuvo de su parte. Por esa razón, fueron
continuamente avituallados por vía aérea e, incluso, pudieron evacuar a sus heridos por esta misma vía. Incluso, construyeron dos pistas de aterrizaje en esa
zona. Hasta se permitieron enviarles refuerzos por esa misma vía.
Así que, en marzo, cuando mejoró
el tiempo, las fuerzas alemanas, mandadas por nuestro personaje, realizaron
ataques por varios puntos, hasta que consiguieron romper el cerco soviético y
pudieron escapar de la bolsa.
Evidentemente, al Ejército
alemán, le vino muy bien esa obcecación del Alto Mando ruso por romper esa
bolsa. A causa de ello, el resto de las unidades alemanas no se vieron tan
agobiadas, pues disminuyó el número de unidades soviéticas que les tenían que
hacer frente.
De todos es sabido que la batalla
de Stalingrado fue un completo fracaso para los alemanes. Después de varios
meses de asedio, sin haber logrado su objetivo, las fuerzas alemanas, se
hallaban muy desanimadas.
Aparte de ello, a principios de
1943, el Ejército soviético, pareció tomar la iniciativa, trasladando muchas de
sus fuerzas desde Siberia hasta esa ciudad. Esta vez, el Ejército alemán, se vio
de nuevo rodeado, pero el tiempo no acompañó y el Alto Mando no les pudo suministrar
el avituallamiento por vía aérea.
Por otra parte, desde Berlín,
Hitler insistía al general Paulus que debía resistir y nunca retroceder, ni
rendirse. Incluso, llegó a ascenderle para obligarle a que le obedeciera
ciegamente.
Sin embargo, von Seydlitz, no era
de la misma opinión. Parece ser que había tenido fuertes discusiones con su
superior, el general Paulus, exigiéndole que ordenara la retirada del Ejército, aunque, con ello, tuviera que desobedecer las órdenes de Hitler. Como von Seydlitz tampoco podía retirarse,para no desobedecer a
Paulus, se dirigió a sus soldados y les dejó libertad para hacer lo que
quisieran.
En este punto, unos autores dicen
que nuestro personaje se pasó las líneas para entregarse al bando soviético.
Sin embargo, otros dicen que fue cogido prisionero.
Incluso, los que afirman que se
pasó a las líneas enemigas, también dicen que Seydlitz y los otros oficiales
que lo acompañaban fueron ametrallados desde las posiciones alemanas, causando
varios heridos.
Durante los interrogatorios, realizados por los soviéticos, pronto se vio
que este prisionero no era partidario del nazismo. Así que lo enviaron a Moscú,
para que lo interrogara directamente el Estado Mayor soviético.
Parece ser que el propio Stalin
ideó un plan por el que nuestro personaje debería de convencer a otros mandos
alemanes, también en manos de los soviéticos, a fin de que lucharan contra los
nazis y echaran del poder a Hitler. Otros dicen que fue una idea de nuestro personaje
y que se la propuso al propio Stalin.
Incluso, en septiembre de 1942, von
Seydlitz, hizo una serie de proclamas
por radio, animando a los alemanes a luchar contra el régimen de Hitler.
Es más, en varias ocasiones, los
aviones soviéticos lanzaron octavillas firmadas por nuestro personaje, donde se
incitaba a los soldados alemanes a dejar de luchar contra los rusos.
Evidentemente, esto enfureció al
Gobierno alemán. Así que ordenaron que fuera procesado por traición. En ese
juicio fue condenado a muerte, aunque fuera en ausencia.
La verdad es que en Alemania
debió de causar una profunda impresión la noticia de que un miembro de una
famosa estirpe de militares prusianos se había pasado al enemigo.
Lo curioso es que, en un
principio, Hitler llegó a fiarse más de nuestro personaje que de Paulus. Así
que segregó una parte del Ejército de Paulus para darle el mando a von
Seydlitz. Está visto que Hitler no estuvo muy acertado en la campaña de Rusia.
También parece ser que los
soviéticos dejaron de lanzar esa propaganda sobre los alemanes para que sus
aliados occidentales no fueran a pensar que estaban intentando hacer lo mismo
que ocurrió durante la I Guerra Mundial.
En aquella ocasión, los
soviéticos, sin contar con el resto de sus aliados, firmaron la paz, por separado,
con los alemanes, aunque perdieron buena parte de su territorio. Encima dejaron
solos a sus aliados frente a los alemanes, los cuales pudieron trasladar casi
todos sus efectivos del frente oriental al occidental.
Siguiendo en el campo ruso, en
1933, tras la llegada de Hitler al poder, muchos comunistas alemanes huyeron
hacia la antigua URSS. Allí tuvieron que sufrir los constantes cambios de la política de Stalin hacia Alemania. No olvidemos que, al comienzo de la II
Guerra Mundial, Alemania y la URSS eran aliados. Esta insólita alianza provocó
que la URSS entregara a algunos de esos comunistas exiliados a Alemania.
Sin embargo, cuando la URSS se
pasó a los aliados, llegaron a formar el
llamado Comité Nacional por una Alemania libre, el cual, estuvo, en un
principio, dirigido por el escritor comunista Erich Weinert.
Posteriormente, tras la derrota
alemana en Stalingrado, se les fueron uniendo a este comité una serie de
militares alemanes, encabezados por von Seydlitz. Estos llegaron a formar, en
1943, la Liga de oficiales alemanes. En esta organización llegó a estar hasta
el mismo general Paulus.
Algunos dicen que este último
sólo se unió al grupo cuando conoció la fuerte represión que Hitler estaba
llevando a cabo contra los acusados de haber participado en el intento de golpe
de Estado de von Stauffenberg.
La idea de estos militares era
intentar sublevar al Ejército alemán a fin de que se rebelase contra Hitler y
su gobierno.
Prometían a los soviéticos que,
si llegaban a triunfar, dejarían las fronteras alemanas tal y como se las
encontró Hitler, cuando llegó al poder, y el procesamiento de todos los
jerarcas nazis. Para diferenciarse de estos, incluso, adoptaron la antigua bandera
del Imperio alemán, o sea, la negra, blanca y roja.
Estos militares alemanes
propusieron a Stalin organizar un Ejército con los prisioneros alemanes en
manos de los rusos, junto con los comunistas alemanes exiliados en la URSS y llevarlos tras las líneas alemanas. A fin de
que montaran una guerra de guerrillas, que hiciera caer al régimen nazi.
Realmente, la idea de formar un
Ejército con los prisioneros alemanes no tuvo mucho éxito, porque estos no se
fiaban nada de los comunistas de su país y menos de los rusos.
De hecho, sólo consiguió dividir
a los prisioneros en dos bandos, según su lealtad a Hitler. No olvidemos que
Hitler había obligado a todos los miembros de las Fuerzas Armadas de Alemania a
jurar lealtad a su persona y no a su país, como se solía hacer habitualmente.
Por otro lado, a Stalin, que
nunca se fió de nadie, no pareció gustarle mucho la idea de liberar a unos
40.000 prisioneros alemanes, como pedía nuestro personaje, darles armas y
enviarlos de vuelta a su país, donde no podría tener ningún control sobre
ellos. Lo más lógico es que volvieran a tomar las armas contra los soviéticos.
Lo que desconocía von Seydlitz es
que ya no había tantos prisioneros alemanes en manos de los soviéticos, porque
las tres cuartas partes de los 42.000 prisioneros alemanes capturados en
Stalingrado ya habían muerto a causa del frío y del maltrato recibido por parte
de los rusos.
De todas formas, viendo los
soviéticos el poco éxito que había tenido nuestro personaje, al intentar
alistar a sus compatriotas prisioneros para su causa, lo volvieron a
encarcelar. Parece ser que esto le causó una profunda depresión.
Para colmo, en la posguerra, como
von Seydlitz se negó a cooperar con los soviéticos en la ocupación de Alemania,
fue sometido a juicio, acusado de que las
tropas a su mando habían cometido crímenes de guerra. Por ese motivo fue
condenado a muerte, pena que fue conmutada por la de 25 años de prisión.
En 1956, tras las exitosas
gestiones del canciller alemán Adenauer, consiguió salir en libertad y volver a
su país, al igual que varios miles de prisioneros de guerra alemanes. Parece ser que fueron los últimos prisioneros de guerra alemanes, que fueron repatriados a su país. En la foto se ve a una mujer alemana agradeciendo las gestiones del canciller Adenauer, que consiguió repatriar a su hijo.
A su vuelta, se reencontró con su
esposa y otros familiares a los que el Gobierno de Hitler había encerrado como
venganza por la actitud de nuestro personaje. Incluso, habían exigido a su
esposa que se divorciara de él, cosa que hizo. Además, ella fue encerrada en un
campo de concentración, junto con su hija mayor. Le quitaron la custodia de las
dos más pequeñas, las cuales fueron ingresadas en un orfelinato.
Von Seydlitz, también intentó
recuperar sus bienes y su pensión por su alto cargo en el Ejército. Consiguió
lo primero, pero no lo segundo. Las autoridades alemanas nunca le perdonaron
haber colaborado con el enemigo. Incluso, le volvieron a juzgar por ello en su
país. Esta vez, muchos de sus compañeros testificaron a su favor y el tribunal
revocó su anterior condena a muerte.
Todavía se sigue discutiendo, hoy
en día, si obró con lealtad a su país. Algunos argumentan que no se podía ser
leal a Hitler, un tipo que se dedicó a ordenar la muerte de millones de
personas. Entre ellas, muchos militares y civiles opuestos a su política.
Por eso se discute la validez de un juramento de lealtad hacia una persona que se
dedicó a conculcar cualquier tipo de derecho. En cambio, sí lo es intentar derrocarlo,
porque ejerce la tiranía sobre su país.
Lo cierto es que von Seydlitz murió en 1976,
en Bremen. Abandonado por todos, incluso por sus propios camaradas militares.
En 1996, tras el fin de la URSS, los tribunales rusos,
revocaron la condena a 25 años de prisión, que habían dictado, anteriormente, contra él y por la que estuvo encarcelado
hasta que fue repatriado a su país.
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