Ante todo, quiero daros las
gracias por la gran acogida que ha
tenido mi anterior artículo, lo cual me da las suficientes energías para seguir
escribiendo unos cuantos más.
Esta vez, siguiendo con el ciclo
sobre la esclavitud, me he atrevido a escribir un artículo sobre un esclavo muy
famoso, gracias al cine y, sobre todo, a Kirk Douglas. Su nombre fue Espartaco.
Para empezar, he de deciros que
sobre él no se sabe mucho, pues los historiadores romanos eran muy dados a
magnificar sus victorias, sin embargo, sobre sus derrotas no decían ni pío.
Seguramente, lo harían para no cabrear al cónsul o al emperador de turno.
De hecho, parece ser que el gran
poeta Ovidio dijo o escribió algo, que no gustó nada al emperador Augusto y
éste lo mandó a pasar los 25 últimos años de su vida a la costa del Mar Negro,
en la actual Rumanía, y allí se aburrió como una ostra.
Como todo el mundo sabe, la
sociedad romana, estaba sustentada por una amplia base de esclavos. De hecho,
se cree que muchas de las guerras las hacían sólo para eso. Para obtener mano
de obra barata.
Parece ser que casi todo el mundo
los tenía. Los más ricos llegaron a tener hasta unos 8.000 esclavos a su
servicio. Todo un auténtico ejército.
Es posible que, debido al
maltrato, no duraran mucho, pues en algunas fuentes se cita que el Imperio
Romano necesitaba, aproximadamente, medio millón de nuevos esclavos al año.
También se dice que, en cierta ocasión,
se debatió en el Senado la conveniencia de vestir con unos uniformes a los
esclavos, al objeto de que todos vistieran de igual manera. La moción se
desestimó, porque los propios senadores se horrorizaron al pensar que un día
los esclavos se podrían dar cuenta de que eran más que los romanos y les harían
frente.
Principalmente, los esclavos, se
obtenían como botín en las guerras. También podrían adquirirse en los mercados,
uno de los principales era Delfos, o también mediante rapto y otras cosas por
el estilo.
Volviendo al tema de hoy, sabemos
que Espartaco estaba formándose en una escuela de gladiadores, que se hallaba
en Capua, por entonces, una de las ciudades más prósperas de la Campania, al
sur de Italia.
Esta escuela se hallaba al mando
de un personaje conocido como Léntulo Baliato y se dice que trataba de una
manera brutal a estos gladiadores.
En el verano del 73 a. de C., un
grupo de unos 200 gladiadores comenzó a planear la huida. Parece ser que
Baliato se enteró y los conjurados no tuvieron más remedio que adelantar sus
planes, en previsión de que mandaran tropas para enfrentarse contra ellos.
En un principio, sólo escaparon
de allí unos 78 gladiadores, provistos de cuchillos y de hierros de los que
usan en las parrillas de asar.
A pesar de su escaso armamento,
no tuvieron muchos problemas para deshacerse de una simple centuria de
legionarios que mandaron para enfrentarse contra ellos.
Luego, se encontraron con una
caravana, que debía de llevar armas para los gladiadores, y se las confiscaron.
Con ello, ya se podría decir que estaban debidamente armados.
No es raro que el Gobierno sólo
les enviara esa pequeña cantidad de hombres, para interceptarles el paso. Hay
que tener en cuenta que ya habían tenido lugar dos guerras contra los esclavos
y siempre les habían derrotado. Con este episodio, comenzaba la tercera.
Espartaco pasó a ser el líder indiscutible
de este grupo de rebeldes. No está muy claro su origen. Parece ser que nació
alrededor del 113 a. de C. en una zona llamada Tracia, actualmente dentro e
Bulgaria.
Cada uno de los autores clásicos
tiene una teoría diferente. Unos dicen que fue un legionario que desertó y
luego fue hecho prisionero y enviado a esa escuela. Otros dicen que era un
guerrero de una tribu nómada. En fin, que nadie se ha puesto nunca de acuerdo
sobre su origen.
En su camino hacia el norte, se
les fueron uniendo infinidad de esclavos, que sólo buscaban su libertad.
Al ver que Roma les envió unos
3.000 legionarios para luchar contra ellos, no se les ocurrió otra cosa que
atrincherarse en la cima del Vesubio. Por entonces, este volcán no daba muchas
señales de estar en activo. El lugar estaba bien pensado, porque sólo se podía
ascender a la cima por un único camino. Así que era fácil de controlar.
No obstante, el pretor Claudio
Glaber, al que el Senado había puesto al frente de esas tropas, no intentó en
ningún momento subir para atrapar a los esclavos. Se limitó a rodearlos y
esperar a que se rindieran por hambre o sed.
Seguramente, los esclavos
tendrían muy claro que Roma no iba a tener ninguna piedad con ellos, pues, un
siglo antes, no dudó en ordenar la ejecución de miles de ellos, para aplacar
una revuelta mucho más numerosa.
No sabemos si fue Espartaco u
otro de los rebeldes el que tuvo una idea prodigiosa. Se trataba de aprovechar
las ramas de unas vides silvestres, para hacer cuerdas y llegar abajo, hasta
una zona no controlada por los legionarios.
Así lo hicieron, bajaron sin
hacer ruido y les pillaron por sorpresa a los legionarios, matando a cuantos
encontraron en su camino.
Es posible que les ayudaran
algunos campesinos de la zona. No hay que olvidar que esa zona estaba habitada
por gente de origen etrusco y ahora había caído bajo el yugo de los romanos.
Parece ser que la noticia de la
derrota de los legionarios ante los esclavos corrió como la pólvora. Así que,
inmediatamente, al pequeño grupo inicial, se les unieron esclavos llegados de
toda la península. Ahora eran unos 7.000.
A la vista de los hechos
posteriores, los romanos, seguían sin darles demasiada importancia a estos
rebeldes.
Esta vez, el Senado romano, envió
contra ellos al pretor Publio Varinio con sus tropas. Fue un completo fracaso.
Por una parte, derrotaron a su
legado, Furio, y a sus 2.000 hombres.
Por otra, pillaron a su otro legado,
Cosinio, cuando estaba tomando un baño y masacraron a sus tropas.Evidentemente, los habitantes romanos de esas zonas empezaron a estar atemorizados. Es normal, a esas alturas, se sucedían los robos, incendios, violaciones y asesinatos por todas partes.
Aparte de ello, empezaron las
discusiones entre los rebeldes. La idea
de casi todos era salir de la península hacia su zona de origen. El problema es
que cada uno quería ir hacia un lado. De hecho, un grupo de unos 10.000, al mando
de uno de sus capitanes, Crixos, abandonó el grupo dirigiéndose hacia una
región de Italia.
Es de suponer que, a esas
alturas, a los senadores y a los cónsules de ese año, les dolería la cabeza, por
la cantidad de quejas, que habrían tenido que aguantar.
Aparte de eso, como los rebeldes
ya llegaban a los 30.000, prácticamente, se habían abandonado los campos
agrícolas del sur y eso podría dar lugar a una falta de aprovisionamiento en
Roma.
En el 72 d. de C., se ocuparon
del caso los dos cónsules de ese año, Gelio Publícola y Léntulo Clodiano.
El primero tuvo suerte y
consiguió derrotar a Crixos, masacrando a sus tropas. No obstante, tras su
victoria, decidió hacer lo mismo con Espartaco y ya no fue tan afortunado. Así
que fue vencido y tuvo que salir huyendo. Con ello, los rebeldes, se hicieron
con todo el armamento y las provisiones de los legionarios.
Para mayor escándalo del Senado,
a Espartaco no se le ocurrió otra cosa que organizar unos juegos, como una
especie de funeral por la muerte de su amigo Crixos. En esos juegos, obligaron
a combatir como gladiadores a unos 300 prisioneros romanos.
Más tarde, el enorme contingente
de los esclavos, continuó su camino para atravesar los Alpes. Allí les salió al
paso el gobernador Casio Longino al mando de sus tropas. Esta vez, los esclavos
no tuvieron ningún problema en derrotarles.
Sin embargo, lo que ocurrió
después es algo que nadie ha podido explicar claramente. Cuando los esclavos
tenían a la vista los Alpes y, con ello, la libertad, por alguna extraña razón
se dieron la vuelta. Algunos piensan que dentro del contingente de Espartaco
habría también varios miles de romanos procedentes de familias pobres, que no deseaban
abandonar su país. Otros dicen que los rebeldes se volvieron codiciosos y
quisieron seguir saqueando el territorio romano.
Por supuesto, a más de un senador
se le pusieron los pelos de punta, cuando se enteró de que se habían dado la
vuelta y podrían dirigirse hacia Roma.
Esta vez, pusieron toda la carne
en el asador y le dieron un proconsulado especial al multimillonario Marco
Licinio Craso. A lo mejor, lo hicieron porque andaban un poco escasos de
presupuesto y el potentado se pagó nada menos que 10 legiones con sus propios
recursos. No obstante, a esas alturas, el contingente de los esclavos era casi
el doble, unos 120.000.Craso, para empezar, encargó a su lugarteniente, Mumio, que, con sus tropas, vigilara las de los esclavos, pero sin enfrentarse a ellos. Como se le ocurrió hacer justo lo contrario, pues los esclavos le machacaron y luego se llevó una buena bronca de su jefe. Incluso, Craso, llegó a realizar ejecuciones entre las tropas que habían rehuido el combate.
Las fuerzas de Espartaco siguieron
su camino hacia el sur de Italia, acosadas continuamente por las tropas de
Craso. Allí contactaron con unos piratas cilicios, para que los transportaran por
barco a Sicilia.
Esta vez, le engañaron, porque
les pagó la cantidad prometida, sin embargo, los barcos nunca aparecieron.
Mientras tanto, Craso, se dedicó
a sitiar a los rebeldes, estableciendo un
cerco de unos 55 km, de una costa a
la otra.
Los rebeldes estaban atrapados y
sin suministros. Le pidieron negociaciones a Craso, pero éste se negó.
Así que, en el invierno del 71 a.
de C., después de varios intentos fracasados, consiguieron abrir una brecha en
el cerco y le dieron la vuelta a la situación.
Parece ser que, para abrir la
brecha, engañó a los romanos. Envió un montón de reses con antorchas encendidas
atadas a los cuernos, contra la valla romana. Los legionarios fueron a rechazar
a los intrusos y, cuando se dieron cuenta del engaño, los rebeldes ya habían
cruzado por otra parte.
Craso, pidió inmediatamente refuerzos
al Senado. Sin embargo, luego se lo pensó mejor y antes de que llegara Pompeyo,
decidió ponerse él la “medalla”.
En la primavera, cuando unos
legionarios excavaban un foso alrededor
El líder, luchando a pie, intentó
llegar hasta el propio Craso, pero no lo consiguió, aunque mató a muchos
romanos. El problema es que los suyos no pudieron seguirle y, al quedarse
rodeado de enemigos, lo acuchillaron por todas partes. De hecho, su cadáver nunca
fue encontrado.
En la batalla murieron alrededor
de 60.000 rebeldes y sólo unos 1.000 romanos. Mientras que Craso se dedicó a
perseguir y aniquilar a los supervivientes.
Incluso, como se ve en la película,
parece ser que crucificó a unos 6.000, en tramos de unos 10 metros de uno a
otro, a lo largo de la vía Apia. Entre Capua
y Roma. Se dice que sólo crucificó a los que no fueron identificados por sus
dueños.
Incluso, Pompeyo, que acababa de
entrar en la Península Itálica, haciendo uso de su afamada crueldad, llegó a
matar a unos 5.000, que habían huido hacia Etruria, con la intención de cruzar
los Alpes.
No obstante, a su regreso a Roma,
a Craso sólo le premiaron con una ovatio, mientras que a Pompeyo le otorgaron
la ceremonia del triunfo, por sus victorias en Hispania.
Esta rebelión le provocó grandes pérdidas
a Roma, tanto a nivel de producción como de esclavos.
Los propietarios ya no se fiaron
tanto de sus esclavos y se deshicieron de muchos de ellos. En algunos casos,
hasta les cedieron pequeñas parcelas de tierra a cambio de una parte de la
cosecha.
A pesar de esta bajada en la producción,
el Estado romano siguió exigiendo cada día más impuestos, a fin de poder pagar
los gastos de un Ejército cada vez más grande y con un mayor territorio que defender. Para algunos, ese fue el comienzo de la decadencia de Roma.
Buen artículo Aliado, recomiendo a los que les interesa más sobre Espartaco leer Los Gladiadores de Arthur Koestler
ResponderEliminarTambién es una buena opción.
EliminarSaludos.