Ante todo, quiero daros las
gracias por la gran acogida que ha
tenido mi anterior artículo, lo cual me da las suficientes energías para seguir
escribiendo unos cuantos más.
Esta vez, siguiendo con el ciclo
sobre la esclavitud, me he atrevido a escribir un artículo sobre un esclavo muy
famoso, gracias al cine y, sobre todo, a Kirk Douglas. Su nombre fue Espartaco.

De hecho, parece ser que el gran
poeta Ovidio dijo o escribió algo, que no gustó nada al emperador Augusto y
éste lo mandó a pasar los 25 últimos años de su vida a la costa del Mar Negro,
en la actual Rumanía, y allí se aburrió como una ostra.
Como todo el mundo sabe, la
sociedad romana, estaba sustentada por una amplia base de esclavos. De hecho,
se cree que muchas de las guerras las hacían sólo para eso. Para obtener mano
de obra barata.

Principalmente, los esclavos, se
obtenían como botín en las guerras. También podrían adquirirse en los mercados,
uno de los principales era Delfos, o también mediante rapto y otras cosas por
el estilo.
Volviendo al tema de hoy, sabemos
que Espartaco estaba formándose en una escuela de gladiadores, que se hallaba
en Capua, por entonces, una de las ciudades más prósperas de la Campania, al
sur de Italia.
Esta escuela se hallaba al mando
de un personaje conocido como Léntulo Baliato y se dice que trataba de una
manera brutal a estos gladiadores.

En un principio, sólo escaparon
de allí unos 78 gladiadores, provistos de cuchillos y de hierros de los que
usan en las parrillas de asar.
A pesar de su escaso armamento,
no tuvieron muchos problemas para deshacerse de una simple centuria de
legionarios que mandaron para enfrentarse contra ellos.
Luego, se encontraron con una
caravana, que debía de llevar armas para los gladiadores, y se las confiscaron.
Con ello, ya se podría decir que estaban debidamente armados.


En su camino hacia el norte, se
les fueron uniendo infinidad de esclavos, que sólo buscaban su libertad.
Al ver que Roma les envió unos
3.000 legionarios para luchar contra ellos, no se les ocurrió otra cosa que
atrincherarse en la cima del Vesubio. Por entonces, este volcán no daba muchas
señales de estar en activo. El lugar estaba bien pensado, porque sólo se podía
ascender a la cima por un único camino. Así que era fácil de controlar.

No sabemos si fue Espartaco u
otro de los rebeldes el que tuvo una idea prodigiosa. Se trataba de aprovechar
las ramas de unas vides silvestres, para hacer cuerdas y llegar abajo, hasta
una zona no controlada por los legionarios.

Parece ser que la noticia de la
derrota de los legionarios ante los esclavos corrió como la pólvora. Así que,
inmediatamente, al pequeño grupo inicial, se les unieron esclavos llegados de
toda la península. Ahora eran unos 7.000.

Esta vez, el Senado romano, envió
contra ellos al pretor Publio Varinio con sus tropas. Fue un completo fracaso.
Por una parte, derrotaron a su
legado, Furio, y a sus 2.000 hombres.

Evidentemente, los habitantes romanos de esas zonas empezaron a estar atemorizados. Es normal, a esas alturas, se sucedían los robos, incendios, violaciones y asesinatos por todas partes.

Es de suponer que, a esas
alturas, a los senadores y a los cónsules de ese año, les dolería la cabeza, por
la cantidad de quejas, que habrían tenido que aguantar.
Aparte de eso, como los rebeldes
ya llegaban a los 30.000, prácticamente, se habían abandonado los campos
agrícolas del sur y eso podría dar lugar a una falta de aprovisionamiento en
Roma.
En el 72 d. de C., se ocuparon
del caso los dos cónsules de ese año, Gelio Publícola y Léntulo Clodiano.

Para mayor escándalo del Senado,
a Espartaco no se le ocurrió otra cosa que organizar unos juegos, como una
especie de funeral por la muerte de su amigo Crixos. En esos juegos, obligaron
a combatir como gladiadores a unos 300 prisioneros romanos.
Más tarde, el enorme contingente
de los esclavos, continuó su camino para atravesar los Alpes. Allí les salió al
paso el gobernador Casio Longino al mando de sus tropas. Esta vez, los esclavos
no tuvieron ningún problema en derrotarles.

Por supuesto, a más de un senador
se le pusieron los pelos de punta, cuando se enteró de que se habían dado la
vuelta y podrían dirigirse hacia Roma.


Las fuerzas de Espartaco siguieron
su camino hacia el sur de Italia, acosadas continuamente por las tropas de
Craso. Allí contactaron con unos piratas cilicios, para que los transportaran por
barco a Sicilia.
Esta vez, le engañaron, porque
les pagó la cantidad prometida, sin embargo, los barcos nunca aparecieron.
Mientras tanto, Craso, se dedicó
a sitiar a los rebeldes, estableciendo un

Los rebeldes estaban atrapados y
sin suministros. Le pidieron negociaciones a Craso, pero éste se negó.
Así que, en el invierno del 71 a.
de C., después de varios intentos fracasados, consiguieron abrir una brecha en
el cerco y le dieron la vuelta a la situación.
Parece ser que, para abrir la
brecha, engañó a los romanos. Envió un montón de reses con antorchas encendidas
atadas a los cuernos, contra la valla romana. Los legionarios fueron a rechazar
a los intrusos y, cuando se dieron cuenta del engaño, los rebeldes ya habían
cruzado por otra parte.
Craso, pidió inmediatamente refuerzos
al Senado. Sin embargo, luego se lo pensó mejor y antes de que llegara Pompeyo,
decidió ponerse él la “medalla”.
En la primavera, cuando unos
legionarios excavaban un foso alrededor

El líder, luchando a pie, intentó
llegar hasta el propio Craso, pero no lo consiguió, aunque mató a muchos
romanos. El problema es que los suyos no pudieron seguirle y, al quedarse
rodeado de enemigos, lo acuchillaron por todas partes. De hecho, su cadáver nunca
fue encontrado.
En la batalla murieron alrededor
de 60.000 rebeldes y sólo unos 1.000 romanos. Mientras que Craso se dedicó a
perseguir y aniquilar a los supervivientes.
Incluso, como se ve en la película,
parece ser que crucificó a unos 6.000, en tramos de unos 10 metros de uno a
otro, a lo largo de la vía Apia. Entre Capua
y Roma. Se dice que sólo crucificó a los que no fueron identificados por sus
dueños.

No obstante, a su regreso a Roma,
a Craso sólo le premiaron con una ovatio, mientras que a Pompeyo le otorgaron
la ceremonia del triunfo, por sus victorias en Hispania.
Esta rebelión le provocó grandes pérdidas
a Roma, tanto a nivel de producción como de esclavos.
Los propietarios ya no se fiaron
tanto de sus esclavos y se deshicieron de muchos de ellos. En algunos casos,
hasta les cedieron pequeñas parcelas de tierra a cambio de una parte de la
cosecha.
A pesar de esta bajada en la producción,
el Estado romano siguió exigiendo cada día más impuestos, a fin de poder pagar
los gastos de un Ejército cada vez más grande y con un mayor territorio que defender. Para algunos, ese fue el comienzo de la decadencia de Roma.
Buen artículo Aliado, recomiendo a los que les interesa más sobre Espartaco leer Los Gladiadores de Arthur Koestler
ResponderEliminarTambién es una buena opción.
EliminarSaludos.