Cuando pensamos en Alemania
durante la época en que gobernaron los nazis, tenemos la sensación de que todos
los alemanes “comulgaban” con esa brutal ideología, pero no fue así.
Para empezar, habría que aclarar
que en las elecciones de 06/11/1932, tras de las cuales llegó Hitler al poder,
los votantes fueron 35.758.259. De éstos, el NSDAP de Hitler sólo obtuvo un
33,09% del total, habiendo perdido 34 escaños, con respecto a las anteriores
elecciones. O sea, nada menos que 2 millones de votos.
Mientras que el SPD
(socialdemócrata) obtuvo el 20,43% y el KPD (comunista), el 16,86%. Así que, si
se hubieran puesto de acuerdo estos dos partidos de izquierdas, Hitler no hubiera
llegado al poder, pero había demasiadas rivalidades entre ellos. Además,
argumentaba unos de sus líderes, que sólo se moverían cuando los nazis
quisieran tomar el poder.
Lo cierto es que, con tal de ir derrumbando la
República de Weimar, aunque parezca mentira,
más de una vez, el partido nazi, apoyó
las huelgas convocadas por los comunistas.
Hasta el partido Zentrum, que
estaba formado por católicos alemanes y grupos minoritarios de polacos que
vivían en Alemania, apoyó la llegada de Hitler al poder. En fin, supongo que
ellos sabrían por qué lo hicieron.
Bueno, también hay que decir que
los alemanes tuvieron que soportar el mismo año de 1932, nada menos que 3
elecciones legislativas al parlamento, por falta de mayoría para formar un
gobierno, y eso ya sabemos que cansa
mucho, tanto a los electores como a los candidatos. Como sabe todo el mundo, el
gran problema de fondo de Alemania en esa época era su mala situación
económica.
Se puede decir que el culpable de
la llegada de Hitler al poder fue el político Von Papen, el cual recomendó al
anciano presidente Hindenburg que le nombrara canciller, o sea, presidente del
Gobierno (para entendernos, el cargo que tiene actualmente la Sra. Merkel,) y
él quedaría como vicecanciller, en un puesto más político, desde donde pensaba aglutinar
a todos los partidos presentes en el Gobierno y vigilar de cerca a Hitler.
No hará falta deciros que el tiro
le salió por la culata. Además, hay que decir que en ese Gobierno de 11
ministros sólo había 3 nazis, sin embargo, les dejaron trabajar a su gusto y así
fueron echando a los demás.
Lo que fue una lástima es que, en la posguerra,
los jueces de los aliados absolvieran a Von Papen de todos los cargos en
su contra, y se paseara más de una vez
por Torremolinos, sin remordimiento alguno.
Bien, pues, Hitler, fue tan hábil
que logró que el Parlamento le diera plenos poderes, con la excusa de poder así
reflotar a Alemania en un tiempo menor y así anuló, literalmente, al parlamento
alemán.
Bueno, lo cierto es que las
elecciones fueron fijadas para el 05/03/1933, sin embargo, no podemos olvidar que los nazis
disponían ahora de toda la fuerza del Estado para lograr sus fines. Goering,
aparte de movilizar a las SA para amedrentar al pueblo, amenazó a los policías
para que utilizaran a discreción sus armas de fuego contra los manifestantes de
izquierdas.
Como todo el mundo debería de
saber a estas alturas, los nazis intentaron ganarse el apoyo de la gente a base
de inventarse pruebas contra los comunistas, acusándoles de querer dar un golpe
de Estado contra la República de Weimar. Como no fueron capaces de conseguir
así el apoyo solicitado, incendiaron el parlamento y le echaron la culpa a los
comunistas, presentando como culpable a un pobre infeliz y cargándole el “muerto”.
Tras el incendio, Hitler se presentó
ante Hindenburg y le obligó a firmar un Decreto donde se suprimieron un montón
de derechos civiles. Así que de “facto” la República de Weimar pasó a ser una dictadura.
Fue así, porque, a pesar de todos
estos manejos, Hitler no consiguió la mayoría suficiente para modificar
la Constitución a su favor. Así que promulgaron la famosa Ley Habilitante de
1933, por la que se traspasaban, por un período
de 4 años, todos los poderes del Parlamento, al Gobierno.
pudo modificar la Constitución a su
gusto.
De hecho, como prohibió el PC y
eliminó a 12 diputados del SPD, pues sólo quedaron 84 diputados del SPD para
oponerse a esa Ley. Los demás votaron a favor.
Para asegurarse la jugada, unos
meses más tarde todos los partidos, salvo el nazi, claro está, fueron disueltos
por el Gobierno.
Llegados a este punto, tras un
prólogo que me ha quedado un poco largo, aunque lo consideraba necesario para
poder explicar la trayectoria de este personaje, voy a presentarlo.
Se trata de Kurt Huber, el cual
nació en un pueblo de Suiza, en 1893, aunque sus padres eran alemanes, pero se
trasladó muy pronto con su familia a Alemania.
Empezaron viviendo en Stuttgart,
pero, tras la prematura muerte de su padre, toda la familia se mudó a Múnich.
Estudió nada menos que Música,
Filosofía y Psicología. Parece una mezcla un poco rara, pero alcanzó el
doctorado en Musicología en 1917 y en Psicología en 1920.
Desde 1926 fue un famoso profesor
de Filosofía en la Universidad de Múnich y también se dedicó a investigar sobre
el folklore popular.
Se dedicó a recuperar la música
popular alemana, sobre todo la de Baviera y organizó muchos festivales. Incluso, se dedicó a grabar muchas canciones
antiguas y animó a la gente para que le cantara las que conociera, para poder recuperarlas
del olvido.
También se hizo amigo de Carl
Orff, junto al cual recopilaron los cantos de la famosa obra “Carmina Burana”.
Esa de los “frailes marchosos medievales” que conoce casi todo el mundo.
Esto hizo que atrajera la
atención de los nazis, pues no tenían buenos filósofos para que les prepararan
una buena base ideológica a su movimiento. Supongo que también pensarían en él para
falsificar la Historia de la música alemana a su gusto. Como hicieron algunos
de sus colegas que colaboraron gustosamente con el régimen nazi.
En 1937, para convencerlo, le crearon especialmente para él el puesto de
director de música popular en el Instituto de Música de Berlín.
Lo cierto es que no quiso aceptar
el ofrecimiento nazi, pues era incompatible con sus profundas creencias católicas.
También es posible que no tuviera buenas
relaciones con los nazis, pues, tiempo atrás, se negaron a darle un puesto como
profesor de Psicología, alegando que padecía desde su infancia un desorden
neurológico. Lo cual era falso.
También es cierto que, en un
principio, le dejaron publicar algunos de sus artículos en el Deutsche Musikkultur, periódico nazi
especializado en Música.
Sin embargo, en algunas de sus
conferencias atacó el enfoque racial que se estaba dando en los estudios sobre
música en su país y eso no les gustó nada.
Eso no se lo perdonaron. Así que
lo degradaron y lo mandaron de vuelta a Múnich, con un puesto inferior al que
tenía antes de ser catedrático.
Allí conoció a algunos integrantes
de la organización “La Rosa Blanca”, formada en su mayoría por jóvenes estudiantes
universitarios opuestos al régimen nazi.
Parece ser que conoció a alguno
de sus integrantes en las conferencias que dio en ese centro universitario.
Realmente, en un principio, su
ideología era más bien anticomunista y confió en que los nazis pudieran parar
el peligro de que los soviéticos invadieran Europa, pero luego se dio cuenta,
por las narraciones de sus alumnos, que habían estado combatiendo en el frente,
de que la ideología nazi era igual de perniciosa que la soviética y luchó para
derrotarla.
Parece ser que él fue el que
redactó alguno de sus folletos, donde se definían claramente los ideales
políticos de esa organización clandestina.
El 27/02/1943 fue detenido en su
casa, acusado de pertenecer a esa organización de oposición al régimen nazi.
El 19/04/1943 fue juzgado en el
segundo proceso contra esta organización. El juicio también fue presidido por
Freisler, que era el juez de confianza de los jerarcas nazis. Evidentemente,
fue condenado a muerte.
La esposa de Huber apeló, sin
éxito, a Carl Orff, el cual le dijo que no podía hacer nada, porque, de lo
contrario, él también estaría perdido. Es lo que suele ocurrir cuando se confía
demasiado en las amistades, que te dejan tirado.
Por supuesto, los pelotas de su Universidad,
tras haber sido detenido por la Gestapo, le retiraron su puesto y hasta su
doctorado.
Parece ser que Orff, en la posguerra,
escribió una célebre carta dirigida a su antiguo amigo, pidiéndole perdón por
haberse portado de ese modo y también estrenó una obra que estaban realizando
juntos.
Precisamente, lo que le salvó a
Carl Orff de pasar por los tribunales de los aliados, fue “confesar” al agente
de la Inteligencia USA, que le estaba interrogando, que fue muy amigo de Huber.
Esto provocó que fuera puesto en libertad inmediatamente.
Aunque Huber había pedido que se
aplazara su ejecución, pues estaba acabando una de sus obras, fue ejecutado,
mediante la guillotina, en una prisión de Múnich, el 13/07/1943.
Junto a él fue ejecutado otro
miembro de la Rosa Blanca, llamado Alexander Schmorell, que fue uno de los que
lo ficharon para ingresar en ese grupo.
Como era un personaje muy conocido
a nivel internacional, su ejecución provocó un escándalo en todo el mundo de la
cultura.
Es curioso, porque si Huber
hubiera aceptado el encargo de trabajar como filósofo para el partido nazi, no
le hubiera pasado nada. Aunque parezca mentira, en la posguerra, nadie tocó un
pelo a los filósofos que habían creado la ideología criminal que movió a los
nazis.
Su ejecución también produjo
otros efectos indeseados. Algunos estudiantes promovieron una recogida de
dinero para entregarlo a su viuda, que se había quedado en la ruina. Estos
estudiantes fueron denunciados por sus profesores.
De esa forma, fueron detenidos
Hans Conrad Leipelt y Marie Luise Jahn. La segunda sólo fue condenada a 12 años
de cárcel y luego fue liberada por los aliados. Sin embargo, el chico, que
tenía 23 años, no tuvo tanta suerte. Fue condenado a muerte y guillotinado a
finales de enero de 1945.
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