ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 19 de marzo de 2015

ESTANISLAO FIGUERAS, UN POLÍTICO QUE SE DIO A LA FUGA



Esta vez voy a hablar de un político un poco extraño. En una época, como esta, donde los políticos están tan pegados a sus respectivas poltronas, que no hay manera de echarlos, ni con aguarrás, creo que sería interesante conocer la historia de uno que se fue él solito al exilio, sin que lo echara nadie.
Nuestro personaje de hoy, Estanislao Figueras i Moragas,  nació en Barcelona un día del mes de noviembre de 1819.
Estudió Derecho, licenciándose en 1840. En esa misma fecha se inició en la política, a la vez que abrió un bufete de abogados en Tarragona, que luego trasladaría a  Madrid.
Se hizo muy famoso por su dominio de la oratoria. Empezó siendo miembro del Partido Progresista, pasando luego a ser uno de los fundadores del Partido Demócrata.
Tuvo un papel importante en la conspiración que dio lugar a la revolución de 1848, siendo elegido en 1851 diputado a Cortes por Tarragona, pero ya dentro del sector republicano. De hecho, en 1854, formó parte de la Junta Revolucionaria de Barcelona.
Repitió su acta de diputado a Cortes en los años 1855, 1862 y 1865. Teniendo las primeras citadas el carácter de Cortes constituyentes. O sea, unas Cortes, cuyo único objetivo es redactar y aprobar una nueva Constitución.
En 1867 no tuvo más remedio que marcharse al exilio, para evitar ser capturado por
los secuaces del Gobierno de Narváez.
Al año siguiente, volvió a España para tomar parte en la famosa revolución de 1868, conocida como la Gloriosa,  a cuya cabeza estaban los generales Prim y Serrano y el almirante Topete.
Formó parte de la redacción del periódico republicano federal “La Igualdad”. Todavía los republicanos formaban una minoría.
Es curioso, porque la mayoría de los miembros del Gobierno, surgido tras la revolución del 68, se consideraban monárquicos, pero querían simplemente cambiar una dinastía por otra, que fue lo que intentó Prim, al conseguir que las Cortes eligieran  a Amadeo de Saboya.
Nuestro personaje, con su gran oratoria, consiguió que en unas Cortes tan monárquicas como esas, se debatiera si convendría poner en España otra monarquía o una república. Lógicamente, la gran mayoría monárquica, se decidió por lo primero y aprobó el nombramiento del nuevo rey venido de Italia. Sin embargo, él permaneció en su escaño. Toda una lección de democracia.
Con la abdicación del rey Amadeo I, el 11/02/1873, no quedó otra que proclamar la I República Española.
Figueras fue elegido por esas mismas Cortes como nuevo presidente del Poder Ejecutivo, lo que ahora se llama Presidente del Gobierno. En muchos manuales de Historia se cita mal su cargo, pues se le llama a él y a sus sucesores, como presidentes de la I República. Esto es incorrecto, pues se comprometieron a que no hubiera ningún presidente de la República hasta que se promulgase la Constitución de la misma, algo que nunca llegó a suceder.
La I República heredó los mismos problemas que tuvo el rey Amadeo I, o sea, la guerra de Cuba, la guerra contra los carlistas y la oposición de los fieles a los Borbones.
Aunque, en un principio, parezca que fueran 3 asuntos distintos, existe entre ellos un nexo muy claro. Por una de esas casualidades de la vida, el hermano del político Cánovas, jefe del partido Borbónico, era el presidente del Banco de la Habana. No hay que olvidar que la principal ayuda a los carlistas les venía de Cuba.
Así que no fue una mera casualidad que, cuando volvió Alfonso XII, se acabara la guerra carlista y se tranquilizara bastante la situación en Cuba.
Tampoco se improvisaron las guerras. Fue una maniobra muy bien meditada. Una de las consignas principales de los republicanos era “abajo las quintas”. Se referían a los reclutamientos masivos de los jóvenes para hacer el servicio militar. Si había guerra, no podrían
suspender las quintas.
Otra de las peticiones populares era el reparto de las fincas. Sobre todo, las que se habían quedado los ricos, tras las desamortizaciones y que, en muchas ocasiones, habían sido de propiedad comunal. Tampoco se pudo realizar por falta de dinero, ya que el Estado afrontaba una grave crisis económica, dentro de la famosa crisis europea de 1870.
El 24/02/1873 se formó el primer gabinete, bajo la presidencia de Figueras, teniendo 3 ministros republicanos y 5 radicales.
Más adelante, tuvieron que luchar contra todo tipo de presiones. Unas veces venían de los intentos de derrocamientos por parte del grupo de Cristino Martos o de los Borbónicos, capitaneados por Cánovas.
También abundaron las revueltas en diversas provincias y se constituyeron los famosos cantones. Realmente, los organizaron algunos grupos que habían apoyado la llegada de la I República, pero que ahora se rebelaban contra ella, por estar descontentos, al no haberse realizado aún las reformas anunciadas.
Además, ya en aquella época estaban surgiendo las organizaciones del proletariado y organizaban con frecuencia marchas y huelgas para defender sus derechos y sus puestos de trabajo.
El Gobierno consiguió disolver la mayoría de las juntas que se habían organizado por todo el país, usurpando el poder de los ayuntamientos.
Tras el primer intento de golpe de Estado por parte de Cristino Martos, los republicanos echaron a los ministros radicales del Gobierno y organizaron un nuevo gabinete, formado en exclusiva por republicanos. Además, disolvieron la Asamblea nacional, porque allí los radicales tenían la mayoría absoluta.
Esta vez los catalanistas aprovecharon para proclamar el estado catalán. Desde Madrid, Pi i Margall, les frenó, tras el envío de unos cuantos telegramas. Sólo depusieron su actitud cuando se presentó el propio Figueras en Barcelona.
Las elecciones a las Cortes constituyentes tuvieron lugar entre los días 10 y 13 de mayo de 1873. Como los republicanos habían sido anteriormente muy beligerantes con los radicales, la mayoría de los partidos ordenó la abstención a sus afiliados. Llegando a ser ésta nada menos que del 60%.
Las Constituyentes aprobaron ya el 8 de junio la nueva república democrática y federal. No obstante, no llegaron a ponerse de acuerdo prácticamente en ningún asunto. Los debates eran constantes y no se llegaba a ninguna decisión.

Figueras, llegó a decir en un Consejo de ministros: “Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡Estoy hasta los cojones de todos nosotros!”
Intentó, sin éxito, dimitir y que nombraran en su lugar a su ministro de Gobernación, Pi i Margall.
Tras enterarse de que dos generales republicanos del ala intransigente, Contreras y Pierrad, estaban organizando un golpe de Estado, le entró un pánico terrible.
El 10 de junio les dijo a sus colaboradores que se iba a dar un paseo por el cercano parque del Retiro. Sin embargo, había dejado una nota sobre la mesa de su despacho, en la que dimitía de su puesto, como presidente del Ejecutivo.
Realmente,  se fue a la Estación de Atocha, donde cogió el primer tren que salía hacia el norte y no descansó hasta llegar a París, donde se exilió voluntariamente.
Ante ese vacío de poder, no quedó más remedio que buscar un nuevo presidente. Así que, en su lugar, fue nombrado Pi i Margall para ese puesto, por ser el dirigente más prestigioso de ese partido.
Figueras regresó al año siguiente, pero ya la I República estaba herida de muerte. Intentó, pero no consiguió, unir a las distintas tendencias republicanas.
El 30/12/1874, con la llegada de la Restauración, tras la proclamación del general Martínez Campos, su figura cayó en declive.
No obstante, se unió al exiliado Ruiz Zorrilla para fundar el partido federal orgánico, pero nunca tuvieron mucho éxito a nivel popular.
Sin embargo, siguió dedicándose a su actividad, dentro de la abogacía, donde consiguió unos éxitos muy importantes, que le había negado la política. Fue considerado como uno de los mejores abogados del país.
Continuó con esta actividad, hasta su muerte, en 1882. Lógicamente, fue enterrado en una ceremonia civil y, posteriormente, sus restos fueron trasladados al nuevo cementerio civil de Madrid.
Aunque se opuso a la secesión de Cataluña, su retrato figura en la Galería de Catalanes Ilustres del Ayuntamiento de Barcelona.

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