Como todos sabemos, al residente
en la Moncloa, le encanta colocar a sus afines en lugares estratégicos para tenerlo
controlado todo.
Precisamente, como hoy se celebra
la festividad de Santo Tomás Becket, al que ya dediqué uno de mis artículos, me
ha venido a la memoria lo ocurrido con este personaje.
Tomás fue siempre muy amigo de
Enrique II, rey de Inglaterra. De hecho, fue su primer ministro y su compañero
de todo tipo de juergas.
El caso es que el monarca andaba
escaso de presupuesto y quería hacerse con los bienes de la iglesia de su país.
Vio la ocasión más propicia,
cuando murió el arzobispo de Canterbury y no se le ocurrió otra cosa que
nombrar a Tomás para ese puesto. Alguien que ni siquiera era sacerdote.
Sin embargo, Tomás se tomó muy en
serio su nuevo trabajo y tenía muy claro que ya no le debía lealtad al rey,
sino a la Iglesia.
El primer conflicto surgió cuando
unos nobles asesinaron a unos frailes y Tomás le exigió al rey que se los
entregara para que los juzgaran los tribunales eclesiásticos. A lo que se opuso
el monarca, que era descendiente de Guillermo el conquistador.
Luego tuvieron varios roces más y
eso supuso que Tomás excomulgara al rey. Algo que, en aquella época, era muy peligroso,
pues podría dar lugar a que le obligaran a abdicar.
Tomás tuvo que exiliarse en
Francia. Sin embargo, regresó cuando obtuvo el perdón real.
No obstante, el rey quiso seguir
acaparando las riquezas de la Iglesia y Tomás se opuso a ello.
Así que una noche, en la que
estaba más borracho que de costumbre y le acompañaban tres de esos pelotas, que
suele haber en todas las Cortes reales, exclamó que si no había nadie en el
mundo que le quitara del medio a Tomás.
Así que tal día como hoy, pero de
1170, esos tres esbirros se presentaron en la abadía de Westminster y, cuando
Tomás estaba dando una misa, le asesinaron, dándole un tajo con la espada en la
cabeza.
Al día siguiente, el rey quedó
consternado por el asesinato cometido y condenó a muerte a sus asesinos.
No obstante, el fin de las
hostilidades no acabó hasta que el rey se presentó en la abadía y fue azotado,
públicamente, por un grupo de monjes.
Todo eso aparece en la gran
película Becket. Estrenada en 1964. Dirigida por Peter Glenville y con la actuación
magistral de sus dos protagonistas: Peter O’Toole y Richard Burton.
Una película muy recomendable, la
cual está basada en la obra teatral “Becket o el honor de Dios”, escrita por
Jean Anouilh y estrenada en 1959 en París.
Aprovecho para desearos a todos
un MUY FELIZ AÑO 2026.
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