Hoy traigo al blog un lamentable
suceso, ocurrido hace más de 100 años, donde, si leéis este artículo hasta el
final, comprobaréis que la Justicia no ha sido nunca igual para todos.
Esta historia tiene dos personajes principales: el teniente coronel Carlos Castro Girona y el capitán Alfonso Barrera Campos.
Es posible que a muchos les
suenen los apellidos del primero, pero seguro que lo habrán confundido con su hermano
Alberto, que nació dos años antes y llegó a ser teniente general. Algunos dicen
que Carlos, si hubiera sobrevivido, también podría haber llegado a ese empleo,
porque era el militar más admirado de Larache, capital del Protectorado de
Marruecos.
Carlos nació en 1877 en una
pequeña localidad de Filipinas, llamada Puerto Princesa, donde su padre estaba
destinado como alférez. Al ser una base naval, no me ha quedado claro si era
militar de Infantería o de Infantería de Marina.
Volviendo a Carlos, ingresó en la
Academia de Infantería y en 1910, siendo ya capitán, fue el número 1 de su
promoción de Estado Mayor.
Entre 1913 y 1916 ascendió, por
méritos de guerra, a teniente coronel. En 1921 fue propuesto para su ascenso a
coronel.
En 1902 se había casado en Ceuta,
pero no tuvo hijos.
Su dominio del francés y el árabe
le hizo mantener buenas relaciones con gente de estas procedencias. Por ello,
conocía perfectamente lo que estaba ocurriendo en el antiguo protectorado
español en Marruecos.
Eso dio lugar a que todos los
altos mandos militares lo buscaran para que fuera su consejero y hombre de
confianza. Incluso, en cierta ocasión, lo enviaron a mantener una entrevista
con El-Raisuni, uno de los moros notables de aquella zona.
Estuvo, como jefe del Estado Mayor de la Comandancia de Larache, a las órdenes del general Marina, que luego fue ministro de la Guerra. También del futuro general
de división Miguel Cabanellas. Secretario del general Gómez Jordana, de Dámaso Berenguer y, por último, del general Emilio Barrera Luyando, padre del otro personaje de esta historia.
Parece ser que el general Barrera
le tenía en muy alta estima. Trabajaban juntos hasta muy tarde e, incluso,
comía muchas veces en casa del general, acompañado de la mujer y la nuera de
éste, ya que, en 1920, el capitán Barrera estuvo bastante tiempo dedicado, con el
regimiento de cazadores de Las Navas, a reprimir una de las muchas sublevaciones,
que se producían en ese territorio.
Así que, cuando Carlos fue
llamado a Madrid para ser ascendido a coronel, tras un informe muy favorable
del general Barrera, éste se despidió de él dándole un fuerte abrazo y
deseándole mucha suerte.
El siguiente protagonista de esta
historia es Alfonso Barrera Campos. Había nacido en 1895 y era hijo del general
Barrera.
Luchó en África a las órdenes del
general Primo de Rivera y luego del general Berenguer y fue herido gravemente
en 1919, aunque, tras unos meses, se recuperó y volvió al servicio activo.
En 1915, se casó con Clara
Cabanellas Torres, hija del famoso general Miguel Cabanellas. Parece ser que la
familia de Alfonso se negaba a que se realizara ese matrimonio. Sin embargo, Alfonso
y Clara se casaron, sin que el novio hubiera pedido el correspondiente permiso,
al que le obligaba el Ejército. Aunque luego fue perdonado por ello. De ese
matrimonio nació una niña, también llamada Clara.
Hay quien dice que el
nombramiento del general Barrera, como comandante general de Larache, podría
ser debido a ser íntimo amigo del rey Alfonso XIII.
Tras el regreso de Alfonso
Barrera a Larache, parece ser que algunos de sus compañeros le informaron de
que habían visto en algunas ocasiones a su esposa Clara del brazo del teniente
coronel Castro Girona. Supongo que ahí empezaría a preocuparse.
Por lo visto, interrogó a éste y otros
varios soldados de la misma unidad y le dijeron que ya habían ido otras veces a
llevarle algún mensaje.
Así que, tras informar el capitán
de lo ocurrido a su familia, decidió separarse de su mujer y llevarla con sus padres,
que entonces residían en Alcalá de Henares.
Por su parte, el general Barrera
llamó al teniente coronel Castro Girona, exigiéndole que le explicara este
asunto. Parece que no aceptó sus explicaciones y lo cesó de su cargo en
Larache.
Castro Girona pidió entrevistarse
con ese matrimonio. Así que todos quedaron para hablar y la entrevista tuvo
lugar en Tánger.
Parece ser que ambos oficiales
regresaron a Larache. Mientras tanto, el general Barrera había hecho una investigación
y llegó a la conclusión de que existía una relación amorosa entre Clara y
Castro Girona. Así que le exigió a éste que se fuera a Madrid, alegando estar
enfermo.
Por el contrario, Alfonso Barrera regresó a su unidad en Larache. Habló con algunos amigos y compañeros sobre lo ocurrido y les dijo que la única solución que veía era retar a duelo al teniente coronel. Por ello, el comandante Eduardo Muñoz y el capitán
Mariano Coello se pusieron a su disposición para acompañarle como padrinos.Castro Girona tomó un tren y
llegó a las 07.30 a la madrileña Estación de Atocha el día 21/06/1921. Se había
citado en la capital con Alfonso Barrera para discutir este asunto.
Por otro lado, el capitán
Barrera, acompañado por sus padrinos, llegó a la misma estación a las 09.30 de
la mañana.
Ambos personajes, debidamente
uniformados, se encontraron en la Estación y se encaminaron hasta el Parque del
Retiro. Se sentaron en un banco, junto a la famosa estatua del Ángel caído.
Sin embargo, uno de los padrinos
le mostró un informe en el que se afirmaba que los hechos de los que le
acusaban eran ciertos. No obstante, Castro siguió afirmando que eso era falso.
Parece ser que eso fue lo que
encolerizó al capitán Barrera, el cual sacó su pistola y disparó nada menos que
5 veces contra el teniente coronel Castro Girona.
Éste recibió un par de balazos de
frente, pero, al ir desarmado, intentó echar a correr, pero fue alcanzado por
un tercer disparo, desangrándose en el suelo y muriendo.
Como suele ocurrir, siempre suele
haber algún testigo de estos hechos. En este caso, fueron un jardinero y un guarda
del Retiro, los cuales avisaron en el cercano Hospital del Niño Jesús y, desde
allí, se trasladó un médico, el cual sólo pudo certificar que el teniente
coronel ya estaba muerto.
Posteriormente, se trasladaron al
Retiro los jueces de guardia, tanto el civil como el militar. Como era un
asunto entre militares, el juez civil se inhibió, dejando el sumario en manos
del militar. Éste, tras una primera inspección, ordenó el traslado del cadáver
hasta el actual Hospital Militar Gómez Ulla.
Este asunto empezó a preocupar al
ministro de la Guerra, Luis Marichalar, vizconde de Eza, al ver que las famosas
juntas militares tomaban cartas en este asunto, debido a la rivalidad existente
entre los diversos cuerpos y armas del Ejército. Algo que no podía admitirse en
medio de la Guerra de África.
El entonces coronel Alberto Castro Girona exigía justicia para su hermano. Sin embargo, el general Miguel Cabanellas intentaba tapar, como fuera, el escándalo sobre lo ocurrido con su hija. Mientras que el general Barrera, como haría cualquier padre, empezó a mover sus hilos para proteger la vida de su hijo.
Mientras tanto, el juez militar
interrogó tanto al acusado como a sus padrinos y a los testigos del suceso.
Más tarde, fue, personalmente, a
informar de los hechos al capitán general de Madrid, el general Miguel Primo de
Rivera, futuro dictador y padre de José Antonio.
Éste se entrevistó con el
ministro de la Guerra, el cual hizo unas declaraciones ante la prensa, en las
que dijo que este trágico suceso no tenía nada que ver con la disciplina
militar, sino que había sido una riña entre particulares. Incluso, este
ministro se puso en contacto con los familiares de los protagonistas para
informarles de lo sucedido y asegurarles que se haría justicia.
Por lo visto, ambos hermanos
habían vivido siempre muy unidos, ya que su padre murió pronto y ellos
estudiaron internos en un colegio para huérfanos de militares.
A finales de octubre comenzó el consejo
de guerra. Lo presidía el general Ricardo Burguete. Los demás miembros de ese
tribunal también eran generales.
El fallo del tribunal se publicó
esa misma noche. Tuvieron en cuenta que el capitán había matado al teniente
coronel por haber cometido adulterio.
Sin embargo, supongo que las muchas
y buenas amistades del general Barrera hicieron su efecto y, por tanto,
condenaron al capitán a 4 años de destierro a más de 50 km de Madrid y de
Larache. Suspensión de empleo y sueldo durante esos años y el pago de 10.000
Ptas., que entonces era una cantidad importante, a los herederos del fallecido.
También le fue favorable que se
declarase que hubo adulterio, lo cual le permitió que se pudiera separar y
luego anular su matrimonio.
Este hecho fue de tal magnitud
que ninguno de los familiares militares de los protagonistas de esta historia
pudo asistir al consejo de guerra, ya que se hallaban inmersos en la guerra.
Posteriormente, el capitán Barrera,
que había quedado en libertad, volvió a casarse. Esta vez, su pareja fue Consuelo
Bachs Casterán. Con ellos vivió su hija, Clara Barrera Cabanellas.
Casualmente, como el general Barrera fue nombrado capitán general
de Cataluña, su hijo Alfonso fue admitido, en julio de 1924, como oficial de los mossos de escuadra.Fue una época muy violenta, donde
se dieron muchos casos de pistolerismo. Sin embargo, parece ser que el general
tomó cartas en este asunto y consiguió que se redujeran estos hechos.
Sin embargo, en agosto de 1925
tuvo lugar un crimen en esa ciudad, que saltó a las portadas de todos los
periódicos de Barcelona.
Se trataba de la muerte de una joven
de 16 años, cuya profesión era la de modista, pero que también se dedicaba a la
prostitución. Su nombre era Dolors Bernabeu, pero era conocida como Lolita.
Así que todos los periódicos se
llenaron de artículos, donde se opinaba sobre este hecho. Todo ello, hasta que,
en mayo de 1926, apareció una nota en los principales de diarios de Madrid y Barcelona,
donde se afirmaba que el juez había declarado que era un suicidio y no había
más que discutir. No hará falta decir que el juez ordinario había recibido
fuertes presiones de todo tipo.
Sin embargo, a partir de ahí, empezaron a verse en las paredes de las calles de Barcelona unos carteles en los que decían que el último amante de esta chica fue el ya mencionado capitán Alfonso Barrera. Evidentemente, nunca se supo quién mató a esta chica.
Supongo que el general Barrera
tuvo que volver a mover sus hilos y contactaría con su amigo el general Primo de
Rivera y con el juez militar de Barcelona, coronel Fernández Valdés, los cuales
taparon, muy eficazmente, este asunto. Tal y cómo explica Josep Sala i Cullell
en su obra sobre este suceso. Una lástima que sólo la hayan publicado en
catalán.
Posteriormente, sabemos que, en
1931, Alfonso Barrera pidió la baja en el Ejército, acogiéndose a la famosa Ley
Azaña.
Más tarde, la guerra civil le pilló
a Alfonso en Madrid. No obstante, consiguió escapar y pasar a la zona nacional.
En septiembre de 1936 fue nombrado comandante habilitado y estuvo luchado en el
frente del norte.
Posteriormente, en agosto de
1938, fue herido de gravedad, cuando se hallaba en el frente de Extremadura, al
mando de uno de los batallones del Regimiento Castilla nº3.
En cuanto a su padre, fue
detenido por los milicianos en Barcelona y trasladado a Guadalajara. Sin embargo,
logró escapar y entrar en la Embajada de Francia, gracias a que tenía la Legión
de Honor. De allí pasó a la zona nacional, nombrándole presidente del Tribunal
Supremo de Justicia Militar, hasta enero de 1939, cuando le llegó la edad del
retiro.
El general Miguel Cabanellas, que
fue el general más antiguo de los implicados en el golpe de Estado de 1936,
falleció de muerte natural en mayo de 1938. Parece ser que ya llevaba bastante
tiempo enfermo.
Por lo que respecta al teniente general
Castro Girona, le ofrecieron ser el jefe del Estado Mayor Central republicano y
luego dirigir una sublevación en Marruecos para abrirles otro nuevo frente a
los nacionales, pero no aceptó. Sin embargo, consiguió entrar en la Embajada de
Francia y desde allí fue a la zona nacional, donde le dieron un puesto
burocrático. Murió en 1969.
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