ESCRIBANO MONACAL

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martes, 5 de agosto de 2025

EL TERRIBLE CASO DE BARRERA Y CASTRO GIRONA

 

Hoy traigo al blog un lamentable suceso, ocurrido hace más de 100 años, donde, si leéis este artículo hasta el final, comprobaréis que la Justicia no ha sido nunca igual para todos.

Esta historia tiene dos personajes principales: el teniente coronel Carlos Castro Girona y el capitán Alfonso Barrera Campos.

Es posible que a muchos les suenen los apellidos del primero, pero seguro que lo habrán confundido con su hermano Alberto, que nació dos años antes y llegó a ser teniente general. Algunos dicen que Carlos, si hubiera sobrevivido, también podría haber llegado a ese empleo, porque era el militar más admirado de Larache, capital del Protectorado de Marruecos.

Carlos nació en 1877 en una pequeña localidad de Filipinas, llamada Puerto Princesa, donde su padre estaba destinado como alférez. Al ser una base naval, no me ha quedado claro si era militar de Infantería o de Infantería de Marina.

Volviendo a Carlos, ingresó en la Academia de Infantería y en 1910, siendo ya capitán, fue el número 1 de su promoción de Estado Mayor.

Entre 1913 y 1916 ascendió, por méritos de guerra, a teniente coronel. En 1921 fue propuesto para su ascenso a coronel.

En 1902 se había casado en Ceuta, pero no tuvo hijos.

Fue condecorado en diversas ocasiones. Incluso, con la prestigiosa Legión de Honor francesa. También fue 3 veces herido en combate.

Su dominio del francés y el árabe le hizo mantener buenas relaciones con gente de estas procedencias. Por ello, conocía perfectamente lo que estaba ocurriendo en el antiguo protectorado español en Marruecos.

Eso dio lugar a que todos los altos mandos militares lo buscaran para que fuera su consejero y hombre de confianza. Incluso, en cierta ocasión, lo enviaron a mantener una entrevista con El-Raisuni, uno de los moros notables de aquella zona.

Estuvo, como jefe del Estado Mayor de la Comandancia de Larache, a las órdenes del general Marina, que luego fue ministro de la Guerra. También del futuro general


de división Miguel Cabanellas. Secretario del general Gómez Jordana, de Dámaso Berenguer y, por último, del general Emilio Barrera Luyando, padre del otro personaje de esta historia.

Parece ser que el general Barrera le tenía en muy alta estima. Trabajaban juntos hasta muy tarde e, incluso, comía muchas veces en casa del general, acompañado de la mujer y la nuera de éste, ya que, en 1920, el capitán Barrera estuvo bastante tiempo dedicado, con el regimiento de cazadores de Las Navas, a reprimir una de las muchas sublevaciones, que se producían en ese territorio.

Así que, cuando Carlos fue llamado a Madrid para ser ascendido a coronel, tras un informe muy favorable del general Barrera, éste se despidió de él dándole un fuerte abrazo y deseándole mucha suerte.

El siguiente protagonista de esta historia es Alfonso Barrera Campos. Había nacido en 1895 y era hijo del general Barrera.

Como el anterior, ingresó en la Academia de Infantería, ascendiendo a capitán en 1918, aunque siempre por antigüedad.

Luchó en África a las órdenes del general Primo de Rivera y luego del general Berenguer y fue herido gravemente en 1919, aunque, tras unos meses, se recuperó y volvió al servicio activo.

En 1915, se casó con Clara Cabanellas Torres, hija del famoso general Miguel Cabanellas. Parece ser que la familia de Alfonso se negaba a que se realizara ese matrimonio. Sin embargo, Alfonso y Clara se casaron, sin que el novio hubiera pedido el correspondiente permiso, al que le obligaba el Ejército. Aunque luego fue perdonado por ello. De ese matrimonio nació una niña, también llamada Clara.

Hay quien dice que el nombramiento del general Barrera, como comandante general de Larache, podría ser debido a ser íntimo amigo del rey Alfonso XIII.

Tras el regreso de Alfonso Barrera a Larache, parece ser que algunos de sus compañeros le informaron de que habían visto en algunas ocasiones a su esposa Clara del brazo del teniente coronel Castro Girona. Supongo que ahí empezaría a preocuparse.

Posteriormente, parece ser que el capitán Barrera se percató de que algunas noches alguien silbaba cerca de su casa. Así que, en una ocasión, salió corriendo y pilló a un soldado, que llevaba una carta de Castro Girona para su esposa, Clara.

Por lo visto, interrogó a éste y otros varios soldados de la misma unidad y le dijeron que ya habían ido otras veces a llevarle algún mensaje.

Así que, tras informar el capitán de lo ocurrido a su familia, decidió separarse de su mujer y llevarla con sus padres, que entonces residían en Alcalá de Henares.

Por su parte, el general Barrera llamó al teniente coronel Castro Girona, exigiéndole que le explicara este asunto. Parece que no aceptó sus explicaciones y lo cesó de su cargo en Larache.

Castro Girona pidió entrevistarse con ese matrimonio. Así que todos quedaron para hablar y la entrevista tuvo lugar en Tánger.

La entrevista fue muy escandalosa y, al final, Clara afirmó que Castro Girona le había informado de que su marido le estaba siendo infiel y sólo quiso darle celos. Esa historia no convenció a nadie y dejaron a Clara con sus padres.

Parece ser que ambos oficiales regresaron a Larache. Mientras tanto, el general Barrera había hecho una investigación y llegó a la conclusión de que existía una relación amorosa entre Clara y Castro Girona. Así que le exigió a éste que se fuera a Madrid, alegando estar enfermo.

Por el contrario, Alfonso Barrera regresó a su unidad en Larache. Habló con algunos amigos y compañeros sobre lo ocurrido y les dijo que la única solución que veía era retar a duelo al teniente coronel. Por ello, el comandante Eduardo Muñoz y el capitán

Mariano Coello se pusieron a su disposición para acompañarle como padrinos.

Castro Girona tomó un tren y llegó a las 07.30 a la madrileña Estación de Atocha el día 21/06/1921. Se había citado en la capital con Alfonso Barrera para discutir este asunto.

Por otro lado, el capitán Barrera, acompañado por sus padrinos, llegó a la misma estación a las 09.30 de la mañana.

Ambos personajes, debidamente uniformados, se encontraron en la Estación y se encaminaron hasta el Parque del Retiro. Se sentaron en un banco, junto a la famosa estatua del Ángel caído.

La discusión empezó cuando el capitán Barrera le acusó de ser el que había provocado su deshonra. Sin embargo, parece ser que el teniente coronel le respondió, con cierto desdén, que eso no era cierto.

Sin embargo, uno de los padrinos le mostró un informe en el que se afirmaba que los hechos de los que le acusaban eran ciertos. No obstante, Castro siguió afirmando que eso era falso.

Parece ser que eso fue lo que encolerizó al capitán Barrera, el cual sacó su pistola y disparó nada menos que 5 veces contra el teniente coronel Castro Girona.

Éste recibió un par de balazos de frente, pero, al ir desarmado, intentó echar a correr, pero fue alcanzado por un tercer disparo, desangrándose en el suelo y muriendo.

El capitán ni siquiera intentó huir. Por el contrario, tomó un taxi, en compañía del comandante Eduardo Muñoz, que les llevaría hasta la prisión militar, que entonces estaba junto a la iglesia de San Francisco el grande.

Como suele ocurrir, siempre suele haber algún testigo de estos hechos. En este caso, fueron un jardinero y un guarda del Retiro, los cuales avisaron en el cercano Hospital del Niño Jesús y, desde allí, se trasladó un médico, el cual sólo pudo certificar que el teniente coronel ya estaba muerto.

Posteriormente, se trasladaron al Retiro los jueces de guardia, tanto el civil como el militar. Como era un asunto entre militares, el juez civil se inhibió, dejando el sumario en manos del militar. Éste, tras una primera inspección, ordenó el traslado del cadáver hasta el actual Hospital Militar Gómez Ulla.

Este asunto empezó a preocupar al ministro de la Guerra, Luis Marichalar, vizconde de Eza, al ver que las famosas juntas militares tomaban cartas en este asunto, debido a la rivalidad existente entre los diversos cuerpos y armas del Ejército. Algo que no podía admitirse en medio de la Guerra de África.

También las familias de estos protagonistas tomaron cartas en este asunto.
El entonces coronel Alberto Castro Girona exigía justicia para su hermano. Sin embargo, el general Miguel Cabanellas intentaba tapar, como fuera, el escándalo sobre lo ocurrido con su hija. Mientras que el general Barrera, como haría cualquier padre, empezó a mover sus hilos para proteger la vida de su hijo.

Mientras tanto, el juez militar interrogó tanto al acusado como a sus padrinos y a los testigos del suceso.

Más tarde, fue, personalmente, a informar de los hechos al capitán general de Madrid, el general Miguel Primo de Rivera, futuro dictador y padre de José Antonio.

Éste se entrevistó con el ministro de la Guerra, el cual hizo unas declaraciones ante la prensa, en las que dijo que este trágico suceso no tenía nada que ver con la disciplina militar, sino que había sido una riña entre particulares. Incluso, este ministro se puso en contacto con los familiares de los protagonistas para informarles de lo sucedido y asegurarles que se haría justicia.

Al día siguiente, tuvo lugar el entierro del teniente coronel Castro Girona. Sin embargo, los superiores de su hermano Alberto le recomendaron que no fuera, dado el estado emocional en el que se encontraba. Supongo que sería para que no se montara alguna bronca delante de todo el mundo, porque allí convergieron oficiales de Infantería y de Estado Mayor.

Por lo visto, ambos hermanos habían vivido siempre muy unidos, ya que su padre murió pronto y ellos estudiaron internos en un colegio para huérfanos de militares.

A finales de octubre comenzó el consejo de guerra. Lo presidía el general Ricardo Burguete. Los demás miembros de ese tribunal también eran generales.

Curiosamente, el fiscal no pidió la pena de muerte, sino la cadena perpetua. Mientras que su defensor, como es natural, pidió la libre absolución para su defendido.

El fallo del tribunal se publicó esa misma noche. Tuvieron en cuenta que el capitán había matado al teniente coronel por haber cometido adulterio.

Sin embargo, supongo que las muchas y buenas amistades del general Barrera hicieron su efecto y, por tanto, condenaron al capitán a 4 años de destierro a más de 50 km de Madrid y de Larache. Suspensión de empleo y sueldo durante esos años y el pago de 10.000 Ptas., que entonces era una cantidad importante, a los herederos del fallecido.

También le fue favorable que se declarase que hubo adulterio, lo cual le permitió que se pudiera separar y luego anular su matrimonio.

Ahora ya estamos acostumbrados a que un escándalo tape a otro. Con este ocurrió lo mismo, porque en agosto de ese mismo año se produjo el infame desastre de Annual, donde murieron varios miles de soldados españoles y eso hizo que dejara de publicarse en la prensa de la época.

Este hecho fue de tal magnitud que ninguno de los familiares militares de los protagonistas de esta historia pudo asistir al consejo de guerra, ya que se hallaban inmersos en la guerra.

Posteriormente, el capitán Barrera, que había quedado en libertad, volvió a casarse. Esta vez, su pareja fue Consuelo Bachs Casterán. Con ellos vivió su hija, Clara Barrera Cabanellas.

Casualmente, como el general Barrera fue nombrado capitán general

de Cataluña, su hijo Alfonso fue admitido, en julio de 1924, como oficial de los mossos de escuadra.

Fue una época muy violenta, donde se dieron muchos casos de pistolerismo. Sin embargo, parece ser que el general tomó cartas en este asunto y consiguió que se redujeran estos hechos.

Sin embargo, en agosto de 1925 tuvo lugar un crimen en esa ciudad, que saltó a las portadas de todos los periódicos de Barcelona.

Se trataba de la muerte de una joven de 16 años, cuya profesión era la de modista, pero que también se dedicaba a la prostitución. Su nombre era Dolors Bernabeu, pero era conocida como Lolita.

A primera vista, parecía un suicidio, producido al tirarse desde un balcón a la calle. Sin embargo, muy pronto, los forenses se dieron cuenta de que tenía un tiro en la espalda y esa había sido la causa real de su muerte.

Así que todos los periódicos se llenaron de artículos, donde se opinaba sobre este hecho. Todo ello, hasta que, en mayo de 1926, apareció una nota en los principales de diarios de Madrid y Barcelona, donde se afirmaba que el juez había declarado que era un suicidio y no había más que discutir. No hará falta decir que el juez ordinario había recibido fuertes presiones de todo tipo.

Sin embargo, a partir de ahí, empezaron a verse en las paredes de las calles de Barcelona unos carteles en los que decían que el último amante de esta chica fue el ya mencionado capitán Alfonso Barrera. Evidentemente, nunca se supo quién mató a esta chica.

Supongo que el general Barrera tuvo que volver a mover sus hilos y contactaría con su amigo el general Primo de Rivera y con el juez militar de Barcelona, coronel Fernández Valdés, los cuales taparon, muy eficazmente, este asunto. Tal y cómo explica Josep Sala i Cullell en su obra sobre este suceso. Una lástima que sólo la hayan publicado en catalán.

Posteriormente, sabemos que, en 1931, Alfonso Barrera pidió la baja en el Ejército, acogiéndose a la famosa Ley Azaña.

Sin embargo, en 1932, participó, junto a su padre en la llamada Sanjurjada. Su padre, que era uno de los cabecillas, consiguió huir a Francia, mientras que el hijo y otros muchos oficiales fueron desterrados al antiguo Sáhara español.

Más tarde, la guerra civil le pilló a Alfonso en Madrid. No obstante, consiguió escapar y pasar a la zona nacional. En septiembre de 1936 fue nombrado comandante habilitado y estuvo luchado en el frente del norte.

Posteriormente, en agosto de 1938, fue herido de gravedad, cuando se hallaba en el frente de Extremadura, al mando de uno de los batallones del Regimiento Castilla nº3.

No conozco la gravedad de sus heridas, pero sí he visto que fue declarado mutilado de guerra. Muriendo en agosto de 1941a consecuencia de ellas.

En cuanto a su padre, fue detenido por los milicianos en Barcelona y trasladado a Guadalajara. Sin embargo, logró escapar y entrar en la Embajada de Francia, gracias a que tenía la Legión de Honor. De allí pasó a la zona nacional, nombrándole presidente del Tribunal Supremo de Justicia Militar, hasta enero de 1939, cuando le llegó la edad del retiro.

El general Miguel Cabanellas, que fue el general más antiguo de los implicados en el golpe de Estado de 1936, falleció de muerte natural en mayo de 1938. Parece ser que ya llevaba bastante tiempo enfermo.

Por lo que respecta al teniente general Castro Girona, le ofrecieron ser el jefe del Estado Mayor Central republicano y luego dirigir una sublevación en Marruecos para abrirles otro nuevo frente a los nacionales, pero no aceptó. Sin embargo, consiguió entrar en la Embajada de Francia y desde allí fue a la zona nacional, donde le dieron un puesto burocrático. Murió en 1969.

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