ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 14 de abril de 2025

LA EXPULSIÓN DE LOS ALEMANES DE LA ANTIGUA CHECOSLOVAQUIA

 

Hoy voy a dedicar este artículo a un tema que, aunque parezca mentira, sigue siendo muy controvertido. Sigue ahí como una herida, que siempre ha enturbiado las relaciones entre Alemania, la República Checa y Eslovaquia.

No me estoy refiriendo a la expulsión de los militares alemanes, que invadieron la región de los Sudetes y luego toda Checoslovaquia, antes del comienzo de la II Guerra Mundial.

Es preciso decir que, antes de la II Guerra Mundial vivían casi 3.000.000 de personas de origen alemán en toda Checoslovaquia. Ciertamente, donde más había era en las zonas más cercanas a la frontera con Alemania.

Por ejemplo, en los Sudetes, alrededor del 75% de su población era de origen alemán y en el resto de Checoslovaquia, el 20% de sus habitantes tenían ese mismo origen.

No vayamos a pensar que se trataba de alemanes, que acababan de llegar, tras la invasión alemana en la época de Hitler. Todo lo contrario, la mayoría de ellos había llegado en el siglo XV a raíz de una invitación del emperador del Sacro imperio, que era quien gobernaba en ese territorio. Luego fueron llegando más con el Imperio Austro-Húngaro.

Parece ser que los grupos políticos checoslovacos en el exilio estuvieron presionando, durante toda la guerra, a los aliados para que les permitiesen expulsar a los alemanes que vivían en su país.

Por lo visto, empezaron por convencer al propio Churchill y éste logró el beneplácito del resto de los líderes aliados en la Conferencia de Postdam. Celebrada en agosto de 1945.

Antes de esa fecha, el presidente checoslovaco Edvard Benes ya había dado la orden de expulsar a todos los alemanes que vivieran en su país.

Así que, entre enero y octubre de 1946, alrededor de 1.300.000 ciudadanos de origen alemán fueron expulsados a la zona de Alemania ocupada por los USA. Mientras que otros 800.000 fueron a parar a la zona alemana ocupada por los soviéticos. Lo cierto es que unos 750.000 ya habían sido expulsados antes de la Conferencia de Postdam.

Parece ser que no todos fueron expulsados, sino que, alrededor de unos 200.000 les permitieron quedarse, por ser muy importantes para la industria de ese país, ya que eran ingenieros y obreros muy especializados. Aunque algunos de ellos fueron deportados a otras zonas alejadas de Alemania. 


Parece ser que, casi todos estos, también se fueron yendo hacia la República Federal de Alemania.

En 1958, un estudio del Gobierno de la República Federal Alemana estimó en unos 270.000 el número de muertos durante esas deportaciones. Sin embargo, expertos checos los han reducido a unos 30.000. Mientras que una comisión de la Iglesia alemana ha confirmado la cifra de, al menos. 14.215 asesinados con nombres y apellidos.

Parece ser que, en la posguerra, los gobernantes checoslovacos tomaron la decisión de que, en el futuro, en su país sólo habría tres tipos de etnias. O sea, checos, eslovacos y rutenos. Por tanto, decidieron expulsar no sólo a los de origen alemán, sino también a otros, como los de origen húngaro.

Como a los de estos dos últimos orígenes, durante la II Guerra Mundial, les habían dado pasaportes alemanes y húngaros, respectivamente, los gobernantes checoslovacos alegaron que sólo estaban expulsando a los extranjeros, como una buena excusa para poder expulsarlos.

Incluso, promovieron una campaña en los medios de comunicación en la que acusaron a esos alemanes de haber sido una especie de Quinta Columna para facilitar la ocupación alemana de Checoslovaquia. Lógicamente, con eso lograron que la mayoría de la población odiara a los alemanes.

También, a esta población de origen alemán en Checoslovaquia, se unió que, al final de la guerra, llegaran otro 1.500.000 de alemanes, que residían en Polonia y venían huyendo de las tropas soviéticas.

En abril de 1945, el presidente Edvard Benes, que se hallaba exiliado en Londres, regresó a su país y dio a conocer, en la ciudad de Kosice, el programa del nuevo gobierno. Uno de sus puntos principales era la expulsión de los alemanes y los húngaros.

No sólo los expulsaron, sino que les revocaron su nacionalidad checoslovaca, les confiscaron todos sus bienes, los encarcelaron, los condenaron a trabajos forzados y a unos setecientos, los condenaron a muerte y los ejecutaron.

El propio jefe del Ejército checoslovaco ordenó a sus tropas que trataran con extrema dureza a los ciudadanos de origen alemán, aunque fueran mujeres y niños.

Incluso, en julio de 1945, el Ministerio de Defensa ordenó a sus tropas que dieran máxima prioridad a esas expulsiones y que lo hicieran de una forma discreta para que el resto de los aliados no pudiera hacer nada para impedirlo.

Parece ser que las autoridades locales, policiales y militares se lo tomaron al pie de la letra. Por ello se produjeron abundantes masacres, que siempre han querido ser silenciadas.

Por ejemplo, a mediados de junio de 1945, unos 265 civiles alemanes, incluidos mujeres y niños, viajaban en un tren para ser deportados. Al llegar a la ciudad eslovaca de Prerov, los militares les obligaron a bajar de los vagones. Luego, los llevaron a un campo cercano, donde les obligaron a cavar sus propias tumbas y allí les asesinaron.

Unos 20.000 ciudadanos de origen alemán fueron expulsados de Brno, la segunda ciudad más importante de la actual República Checa. Fueron enviados a campos de concentración ubicados en Austria. Se cree que, al menos, 800 de ellos murieron antes de llegar a esos campos.

También muchos ciudadanos particulares decidieron asesinar a sus antiguos vecinos de origen alemán. En la localidad de Usti se calcula que asesinaron a unos 100, mientras que en la actual Postoloprty mataron a unos 760. Evidentemente, el Gobierno Checoslovaco no hizo nada por impedirlo, ni tampoco castigó a los culpables.

Precisamente, en 2006, la Policía checa se decidió a investigar este último suceso. Un comisario consiguió probar que los que dieron las órdenes para esta masacre fueron un capitán del Ejército y el jefe de la Policía de esa localidad. Ya no podrían asumir ninguna responsabilidad, ya que ambos habían fallecido.

Por otro lado, la Sociedad Alemana contra la expulsión publicó un informe en el que afirmaba que unos 350.000 ciudadanos de origen alemán fueron encerrados en 1.215 campos de concentración y 846 de trabajos forzados, donde murieron muchos de ellos, debido al maltrato y al hambre que padecieron. Algunas de estas instalaciones eran campos nazis reutilizados, como el de Theresienstadt.

Casualmente, en mayo de 1946, la Asamblea Nacional Provisional de Checoslovaquia aprobó la Ley 115/1946, que otorgaba protección a todos los actos de represalia realizados contra estos ciudadanos de origen alemán. Así que hasta 1997 no reconoció el Gobierno checoslovaco estos hechos y lamentó lo ocurrido en una declaración firmada junto a los gobernantes de Alemania.

Por supuesto, el gobierno alemán también lamentó, en esa misma declaración, todos los sufrimientos ocasionados desde que Checoslovaquia fue invadida por las tropas alemanas.

Como se suele decir: “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Traigo esta conocida frase, porque, tras el golpe de Estado de 1948, con el que el PC checoslovaco se hizo con el poder en ese país, se incrementaron las confiscaciones de los bienes de los alemanes y se repartieron entre los checoslovacos. Eso hizo que una gran mayoría de checoslovacos apoyaran y, ya antes del golpe, votaran a favor del PC.

Parece ser que,  entre 1949 y 1952, algunos de estos alemanes, que habían sido expulsados, pretendieron regresar a sus hogares. Sin embargo, fueron obligados a residir en lugares deshabitados en el centro del país y ni siquiera se les permitió visitar las tumbas de sus familiares, ya que siempre estuvieron vigilados muy de cerca por la policía comunista.

En varias ocasiones, el Comité de Derechos Humanos de la ONU se pronunció a favor de que se pagaran indemnizaciones o se devolvieran sus bienes a los alemanes, que habían sido expulsados. Sin embargo, nunca les hicieron caso, porque alegaron que lo consideraban como una parte del pago por las indemnizaciones que debía pagar por la guerra Alemania a Checoslovaquia. Por ello, Alemania se negó a pagar reparaciones a Checoslovaquia, ya que tuvo que pagar miles de millones de los antiguos marcos alemanes a los expulsados de ese país.

Sin embargo, el Gobierno de Checoslovaquia sí que accedió a pagar indemnizaciones a los ciudadanos de origen húngaro que fueron expulsados de su país.

En 1978, los opositores checoslovacos, que firmaron la famosa Carta 77, declararon que, cuando privaron de sus derechos a esos ciudadanos de origen alemán, fue sólo un ensayo para luego privar de sus derechos a todos los checoslovacos.

Desde luego, fue una declaración muy valiente, ya que siempre había sido un tema censurado por el gobierno comunista de Checoslovaquia.

Incluso, en 2002, el Gobierno checo tuvo que contratar a unos juristas extranjeros para que se pronunciaran a favor de que el mencionado decreto Benes, por el que se expulsó a los alemanes de ese país, no constituía un obstáculo para su ingreso en la UE.

En 2010, a raíz de la emisión de un documental sobre este tema, en la televisión pública checa, muchos testigos se decidieron a hablar y se encontraron muchas fosas comunes, donde habían enterrado a muchos de esos expulsados. Eso dio lugar a que se colocaran placas y monumentos en esos lugares.

En 2018, la antigua canciller de Alemania, Angela Merkel, pronunció un discurso que levantó muchas ampollas en el Gobierno checo, al decir que la expulsión de los ciudadanos de origen alemán de los países de Europa oriental fue un acto injusto. Algo que les pareció inaceptable, tanto al presidente de la República Checa como al de su gobierno. A ese rechazo gubernamental se sumaron muchos líderes políticos checos.

 

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

No hay comentarios:

Publicar un comentario