ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

martes, 5 de agosto de 2025

EL TERRIBLE CASO DE BARRERA Y CASTRO GIRONA

 

Hoy traigo al blog un lamentable suceso, ocurrido hace más de 100 años, donde, si leéis este artículo hasta el final, comprobaréis que la Justicia no ha sido nunca igual para todos.

Esta historia tiene dos personajes principales: el teniente coronel Carlos Castro Girona y el capitán Alfonso Barrera Campos.

Es posible que a muchos les suenen los apellidos del primero, pero seguro que lo habrán confundido con su hermano Alberto, que nació dos años antes y llegó a ser teniente general. Algunos dicen que Carlos, si hubiera sobrevivido, también podría haber llegado a ese empleo, porque era el militar más admirado de Larache, capital del Protectorado de Marruecos.

Carlos nació en 1877 en una pequeña localidad de Filipinas, llamada Puerto Princesa, donde su padre estaba destinado como alférez. Al ser una base naval, no me ha quedado claro si era militar de Infantería o de Infantería de Marina.

Volviendo a Carlos, ingresó en la Academia de Infantería y en 1910, siendo ya capitán, fue el número 1 de su promoción de Estado Mayor.

Entre 1913 y 1916 ascendió, por méritos de guerra, a teniente coronel. En 1921 fue propuesto para su ascenso a coronel.

En 1902 se había casado en Ceuta, pero no tuvo hijos.

Fue condecorado en diversas ocasiones. Incluso, con la prestigiosa Legión de Honor francesa. También fue 3 veces herido en combate.

Su dominio del francés y el árabe le hizo mantener buenas relaciones con gente de estas procedencias. Por ello, conocía perfectamente lo que estaba ocurriendo en el antiguo protectorado español en Marruecos.

Eso dio lugar a que todos los altos mandos militares lo buscaran para que fuera su consejero y hombre de confianza. Incluso, en cierta ocasión, lo enviaron a mantener una entrevista con El-Raisuni, uno de los moros notables de aquella zona.

Estuvo, como jefe del Estado Mayor de la Comandancia de Larache, a las órdenes del general Marina, que luego fue ministro de la Guerra. También del futuro general


de división Miguel Cabanellas. Secretario del general Gómez Jordana, de Dámaso Berenguer y, por último, del general Emilio Barrera Luyando, padre del otro personaje de esta historia.

Parece ser que el general Barrera le tenía en muy alta estima. Trabajaban juntos hasta muy tarde e, incluso, comía muchas veces en casa del general, acompañado de la mujer y la nuera de éste, ya que, en 1920, el capitán Barrera estuvo bastante tiempo dedicado, con el regimiento de cazadores de Las Navas, a reprimir una de las muchas sublevaciones, que se producían en ese territorio.

Así que, cuando Carlos fue llamado a Madrid para ser ascendido a coronel, tras un informe muy favorable del general Barrera, éste se despidió de él dándole un fuerte abrazo y deseándole mucha suerte.

El siguiente protagonista de esta historia es Alfonso Barrera Campos. Había nacido en 1895 y era hijo del general Barrera.

Como el anterior, ingresó en la Academia de Infantería, ascendiendo a capitán en 1918, aunque siempre por antigüedad.

Luchó en África a las órdenes del general Primo de Rivera y luego del general Berenguer y fue herido gravemente en 1919, aunque, tras unos meses, se recuperó y volvió al servicio activo.

En 1915, se casó con Clara Cabanellas Torres, hija del famoso general Miguel Cabanellas. Parece ser que la familia de Alfonso se negaba a que se realizara ese matrimonio. Sin embargo, Alfonso y Clara se casaron, sin que el novio hubiera pedido el correspondiente permiso, al que le obligaba el Ejército. Aunque luego fue perdonado por ello. De ese matrimonio nació una niña, también llamada Clara.

Hay quien dice que el nombramiento del general Barrera, como comandante general de Larache, podría ser debido a ser íntimo amigo del rey Alfonso XIII.

Tras el regreso de Alfonso Barrera a Larache, parece ser que algunos de sus compañeros le informaron de que habían visto en algunas ocasiones a su esposa Clara del brazo del teniente coronel Castro Girona. Supongo que ahí empezaría a preocuparse.

Posteriormente, parece ser que el capitán Barrera se percató de que algunas noches alguien silbaba cerca de su casa. Así que, en una ocasión, salió corriendo y pilló a un soldado, que llevaba una carta de Castro Girona para su esposa, Clara.

Por lo visto, interrogó a éste y otros varios soldados de la misma unidad y le dijeron que ya habían ido otras veces a llevarle algún mensaje.

Así que, tras informar el capitán de lo ocurrido a su familia, decidió separarse de su mujer y llevarla con sus padres, que entonces residían en Alcalá de Henares.

Por su parte, el general Barrera llamó al teniente coronel Castro Girona, exigiéndole que le explicara este asunto. Parece que no aceptó sus explicaciones y lo cesó de su cargo en Larache.

Castro Girona pidió entrevistarse con ese matrimonio. Así que todos quedaron para hablar y la entrevista tuvo lugar en Tánger.

La entrevista fue muy escandalosa y, al final, Clara afirmó que Castro Girona le había informado de que su marido le estaba siendo infiel y sólo quiso darle celos. Esa historia no convenció a nadie y dejaron a Clara con sus padres.

Parece ser que ambos oficiales regresaron a Larache. Mientras tanto, el general Barrera había hecho una investigación y llegó a la conclusión de que existía una relación amorosa entre Clara y Castro Girona. Así que le exigió a éste que se fuera a Madrid, alegando estar enfermo.

Por el contrario, Alfonso Barrera regresó a su unidad en Larache. Habló con algunos amigos y compañeros sobre lo ocurrido y les dijo que la única solución que veía era retar a duelo al teniente coronel. Por ello, el comandante Eduardo Muñoz y el capitán

Mariano Coello se pusieron a su disposición para acompañarle como padrinos.

Castro Girona tomó un tren y llegó a las 07.30 a la madrileña Estación de Atocha el día 21/06/1921. Se había citado en la capital con Alfonso Barrera para discutir este asunto.

Por otro lado, el capitán Barrera, acompañado por sus padrinos, llegó a la misma estación a las 09.30 de la mañana.

Ambos personajes, debidamente uniformados, se encontraron en la Estación y se encaminaron hasta el Parque del Retiro. Se sentaron en un banco, junto a la famosa estatua del Ángel caído.

La discusión empezó cuando el capitán Barrera le acusó de ser el que había provocado su deshonra. Sin embargo, parece ser que el teniente coronel le respondió, con cierto desdén, que eso no era cierto.

Sin embargo, uno de los padrinos le mostró un informe en el que se afirmaba que los hechos de los que le acusaban eran ciertos. No obstante, Castro siguió afirmando que eso era falso.

Parece ser que eso fue lo que encolerizó al capitán Barrera, el cual sacó su pistola y disparó nada menos que 5 veces contra el teniente coronel Castro Girona.

Éste recibió un par de balazos de frente, pero, al ir desarmado, intentó echar a correr, pero fue alcanzado por un tercer disparo, desangrándose en el suelo y muriendo.

El capitán ni siquiera intentó huir. Por el contrario, tomó un taxi, en compañía del comandante Eduardo Muñoz, que les llevaría hasta la prisión militar, que entonces estaba junto a la iglesia de San Francisco el grande.

Como suele ocurrir, siempre suele haber algún testigo de estos hechos. En este caso, fueron un jardinero y un guarda del Retiro, los cuales avisaron en el cercano Hospital del Niño Jesús y, desde allí, se trasladó un médico, el cual sólo pudo certificar que el teniente coronel ya estaba muerto.

Posteriormente, se trasladaron al Retiro los jueces de guardia, tanto el civil como el militar. Como era un asunto entre militares, el juez civil se inhibió, dejando el sumario en manos del militar. Éste, tras una primera inspección, ordenó el traslado del cadáver hasta el actual Hospital Militar Gómez Ulla.

Este asunto empezó a preocupar al ministro de la Guerra, Luis Marichalar, vizconde de Eza, al ver que las famosas juntas militares tomaban cartas en este asunto, debido a la rivalidad existente entre los diversos cuerpos y armas del Ejército. Algo que no podía admitirse en medio de la Guerra de África.

También las familias de estos protagonistas tomaron cartas en este asunto.
El entonces coronel Alberto Castro Girona exigía justicia para su hermano. Sin embargo, el general Miguel Cabanellas intentaba tapar, como fuera, el escándalo sobre lo ocurrido con su hija. Mientras que el general Barrera, como haría cualquier padre, empezó a mover sus hilos para proteger la vida de su hijo.

Mientras tanto, el juez militar interrogó tanto al acusado como a sus padrinos y a los testigos del suceso.

Más tarde, fue, personalmente, a informar de los hechos al capitán general de Madrid, el general Miguel Primo de Rivera, futuro dictador y padre de José Antonio.

Éste se entrevistó con el ministro de la Guerra, el cual hizo unas declaraciones ante la prensa, en las que dijo que este trágico suceso no tenía nada que ver con la disciplina militar, sino que había sido una riña entre particulares. Incluso, este ministro se puso en contacto con los familiares de los protagonistas para informarles de lo sucedido y asegurarles que se haría justicia.

Al día siguiente, tuvo lugar el entierro del teniente coronel Castro Girona. Sin embargo, los superiores de su hermano Alberto le recomendaron que no fuera, dado el estado emocional en el que se encontraba. Supongo que sería para que no se montara alguna bronca delante de todo el mundo, porque allí convergieron oficiales de Infantería y de Estado Mayor.

Por lo visto, ambos hermanos habían vivido siempre muy unidos, ya que su padre murió pronto y ellos estudiaron internos en un colegio para huérfanos de militares.

A finales de octubre comenzó el consejo de guerra. Lo presidía el general Ricardo Burguete. Los demás miembros de ese tribunal también eran generales.

Curiosamente, el fiscal no pidió la pena de muerte, sino la cadena perpetua. Mientras que su defensor, como es natural, pidió la libre absolución para su defendido.

El fallo del tribunal se publicó esa misma noche. Tuvieron en cuenta que el capitán había matado al teniente coronel por haber cometido adulterio.

Sin embargo, supongo que las muchas y buenas amistades del general Barrera hicieron su efecto y, por tanto, condenaron al capitán a 4 años de destierro a más de 50 km de Madrid y de Larache. Suspensión de empleo y sueldo durante esos años y el pago de 10.000 Ptas., que entonces era una cantidad importante, a los herederos del fallecido.

También le fue favorable que se declarase que hubo adulterio, lo cual le permitió que se pudiera separar y luego anular su matrimonio.

Ahora ya estamos acostumbrados a que un escándalo tape a otro. Con este ocurrió lo mismo, porque en agosto de ese mismo año se produjo el infame desastre de Annual, donde murieron varios miles de soldados españoles y eso hizo que dejara de publicarse en la prensa de la época.

Este hecho fue de tal magnitud que ninguno de los familiares militares de los protagonistas de esta historia pudo asistir al consejo de guerra, ya que se hallaban inmersos en la guerra.

Posteriormente, el capitán Barrera, que había quedado en libertad, volvió a casarse. Esta vez, su pareja fue Consuelo Bachs Casterán. Con ellos vivió su hija, Clara Barrera Cabanellas.

Casualmente, como el general Barrera fue nombrado capitán general

de Cataluña, su hijo Alfonso fue admitido, en julio de 1924, como oficial de los mossos de escuadra.

Fue una época muy violenta, donde se dieron muchos casos de pistolerismo. Sin embargo, parece ser que el general tomó cartas en este asunto y consiguió que se redujeran estos hechos.

Sin embargo, en agosto de 1925 tuvo lugar un crimen en esa ciudad, que saltó a las portadas de todos los periódicos de Barcelona.

Se trataba de la muerte de una joven de 16 años, cuya profesión era la de modista, pero que también se dedicaba a la prostitución. Su nombre era Dolors Bernabeu, pero era conocida como Lolita.

A primera vista, parecía un suicidio, producido al tirarse desde un balcón a la calle. Sin embargo, muy pronto, los forenses se dieron cuenta de que tenía un tiro en la espalda y esa había sido la causa real de su muerte.

Así que todos los periódicos se llenaron de artículos, donde se opinaba sobre este hecho. Todo ello, hasta que, en mayo de 1926, apareció una nota en los principales de diarios de Madrid y Barcelona, donde se afirmaba que el juez había declarado que era un suicidio y no había más que discutir. No hará falta decir que el juez ordinario había recibido fuertes presiones de todo tipo.

Sin embargo, a partir de ahí, empezaron a verse en las paredes de las calles de Barcelona unos carteles en los que decían que el último amante de esta chica fue el ya mencionado capitán Alfonso Barrera. Evidentemente, nunca se supo quién mató a esta chica.

Supongo que el general Barrera tuvo que volver a mover sus hilos y contactaría con su amigo el general Primo de Rivera y con el juez militar de Barcelona, coronel Fernández Valdés, los cuales taparon, muy eficazmente, este asunto. Tal y cómo explica Josep Sala i Cullell en su obra sobre este suceso. Una lástima que sólo la hayan publicado en catalán.

Posteriormente, sabemos que, en 1931, Alfonso Barrera pidió la baja en el Ejército, acogiéndose a la famosa Ley Azaña.

Sin embargo, en 1932, participó, junto a su padre en la llamada Sanjurjada. Su padre, que era uno de los cabecillas, consiguió huir a Francia, mientras que el hijo y otros muchos oficiales fueron desterrados al antiguo Sáhara español.

Más tarde, la guerra civil le pilló a Alfonso en Madrid. No obstante, consiguió escapar y pasar a la zona nacional. En septiembre de 1936 fue nombrado comandante habilitado y estuvo luchado en el frente del norte.

Posteriormente, en agosto de 1938, fue herido de gravedad, cuando se hallaba en el frente de Extremadura, al mando de uno de los batallones del Regimiento Castilla nº3.

No conozco la gravedad de sus heridas, pero sí he visto que fue declarado mutilado de guerra. Muriendo en agosto de 1941a consecuencia de ellas.

En cuanto a su padre, fue detenido por los milicianos en Barcelona y trasladado a Guadalajara. Sin embargo, logró escapar y entrar en la Embajada de Francia, gracias a que tenía la Legión de Honor. De allí pasó a la zona nacional, nombrándole presidente del Tribunal Supremo de Justicia Militar, hasta enero de 1939, cuando le llegó la edad del retiro.

El general Miguel Cabanellas, que fue el general más antiguo de los implicados en el golpe de Estado de 1936, falleció de muerte natural en mayo de 1938. Parece ser que ya llevaba bastante tiempo enfermo.

Por lo que respecta al teniente general Castro Girona, le ofrecieron ser el jefe del Estado Mayor Central republicano y luego dirigir una sublevación en Marruecos para abrirles otro nuevo frente a los nacionales, pero no aceptó. Sin embargo, consiguió entrar en la Embajada de Francia y desde allí fue a la zona nacional, donde le dieron un puesto burocrático. Murió en 1969.

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

miércoles, 30 de julio de 2025

EL FRACASO DE LA OPERACIÓN POLO NORTE

 

Para terminar el mes de julio, se me ha ocurrido escribir un artículo sobre un tema de espionaje, que es algo que apetece mucho leer en verano. Por supuesto, en un lugar que esté situado a la sombra.

A mediados de 1940, el Reino Unido era uno de los pocos países de Europa, que aún no había sido invadido por los alemanes. No obstante, sufrían sus constantes bombardeos.

Así que como Churchill solía tener muchas ideas, se le ocurrió crear una especie de fuerza secreta para, como solía decir “incendiar Europa”.

Esta unidad se llamó Special Operations Executive, más conocida como SOE. Era una unidad dedicada a realizar todo tipo de actos, como los sabotajes y los atentados. Algo impropio de la guerra tradicional.

Una de sus misiones consistía en apoyar y fomentar la resistencia contra los alemanes en los países invadidos por estos.

No se sabe la cifra exacta de sus agentes, pero sí que eran varios miles. Curiosamente, una buena parte de ellos eran mujeres.

Se les solía dar una buena formación, consistente en manejo de explosivos, utilización de la radio y los códigos cifrados para enviar y recibir mensajes, ejercicios de tiro y lanzamiento en paracaídas.

El caso que nos ocupa es el del departamento N del SOE, dedicado, exclusivamente, a los Países Bajos.

En ese país existía un gran movimiento de resistencia, pero funcionaba de una manera caótica. Eso daba lugar a que los alemanes los detuvieran muy pronto. Así que la labor del departamento N era la de enviar agentes allí para suministrarles armamento y coordinar la labor de esos movimientos.

Por otro lado, los alemanes, tampoco se quedaron quietos. A finales de 1941, enviaron allí al teniente coronel Hermann Giskes, agente de la Abwehr y todo un experto en contrainteligencia. Lo primero que intentó fue crear una red de nazis holandeses para que se infiltraran en los movimientos de resistencia.

Parece ser que un preso holandés afín a los nazis contactó en la cárcel con miembros de la resistencia, que también se hallaban encarcelados. Así supo que el SOE había decidido lanzar a sus agentes en paracaídas sobre Holanda.

Optaron por este sistema, ya que no había posibilidad de acercarse con un barco a la costa, sin ser visto. Ni tampoco había muchas zonas, donde pudiera aterrizar un avión de manera clandestina.

Por ello, este preso, llamado Ridderhof, informó de ello a Giskes y éste tomó las medidas necesarias para detener a esos agentes.

En noviembre de 1941 fueron lanzados los primeros agentes sobre Holanda. Estos fueron el sargento holandés Thys Taconis y el operador de radio Huub Lauwers.

Parece ser que la Policía alemana, que tenía unos excelentes medios técnicos para localizar emisiones de radio, localizó el lugar en el que había instalado su emisora de radio. Estaba en la casa de unos amigos de Lauwers y allí los detuvieron en marzo de 1942, junto con su emisora de radio.

Como es de suponer fueron llevados ante Giskes, el cual les interrogó una y otra vez. Muy pronto vio que el más importante era Lauwers. Así que se centró en él hasta que consiguió que enviara mensajes a Londres redactados por el propio Giskes.

Por lo que se ve, a Lauwers le habían insistido mucho, durante su formación con el SOE, en que, durante sus transmisiones no olvidase el código de seguridad. Éste consistía en que, cada 16 letras tenían que escribir una mal. Eso quería decir que el agente no había sido atrapado por el enemigo. Por el contrario, si el mensaje no contenía ningún error gramatical, eso quería decir que el agente estaba detenido o ni siquiera era el propio agente el que lo había enviado.

Así que Lauwers optó por colaborar, enviando los mensajes sin errores de ningún tipo. En ellos solicitaba, a requerimiento de los alemanes, que enviasen más agentes de refuerzo, así como más entregas de armamento y munición.

Así que no hace falta decir que, cuando estos agentes y este material llegaban en paracaídas, eran, inmediatamente, capturados por los alemanes. De esa forma, capturaron nada menos que a 59 agentes.

Parece ser que Leo Marks, jefe del Departamento de Criptografía ya advirtió que era muy raro que los mensajes procedentes de Holanda eran los únicos que les llegaban sin errores. O sea, sin el código de seguridad. Así que se lo fue a decir a su jefe, pero éste no quiso hacer nada. No sé si sería porque el MI6, que era el que descifraba esos mensajes, no le dio demasiada importancia.

También hay que decir que, según algunos expertos, el SOE y el MI6 (servicio de espionaje británico) se convirtieron en rivales.

Parece ser que al MI6, que tenía muy buenos profesionales infiltrados en la Europa ocupada por los alemanes, le molestaba que también hubiera agentes del SOE por las zonas donde estaban ellos, ya que atraían a la Gestapo y podían poner en peligro las vidas de sus agentes.

Así que no solían colaborar mucho con ellos, porque los consideraban unos aficionados. De hecho, les echaron la culpa de la detención de varios agentes del MI6, que estaban destinados en Holanda.

Volviendo a Lauwers, para su desesperación, el SOE, siguió contactando con él, como si todavía gozara de libertad. No podía entender que estuviera ocurriendo eso. Incluso, en algunos de sus mensajes colocó las letras “cau”, al principio, y “ght”, al final. O sea, capturado, pero ni siquiera eso hizo efecto en Londres.

Es más, como los alemanes ya tenían los códigos del SOE, se atrevieron a enviar mensajes por su cuenta a la central en Londres. El propio Leo Marks comentó que uno de los mensajes recibidos terminaba con las letras HH (Heil Hitler). Algo que sólo podía proceder de un radiotelegrafista alemán, porque estaban obligados a terminar todos sus mensajes con esas dos letras.

Así que Marks quiso hacer una prueba. Envió a un agente en Holanda un mensaje que debería de ser ilegible para él. Sin embargo, consiguieron decodificarlo y respondieron. Así que eso sólo lo podía haber hecho un experto alemán.

También hicieron varias pruebas, consistentes en ordenar a algunos agentes que regresaran a Londres. Evidentemente, siempre respondían que no podían volver por diversos motivos. A esas alturas, unos todavía estaban en la cárcel, mientras que otros ya habían sido llevados a los infames campos de exterminio de los nazis.

A finales de 1943, dos de los agentes del SOE, que estaban encarcelados en una prisión holandesa, consiguieron evadirse e intentaron ponerse en contacto con la resistencia. Estos les ayudaron para escapar hacia España y desde allí ir a Portugal para volver a Londres.

Desgraciadamente, Giskes se enteró muy pronto de esta huida y, como era muy astuto, se le ocurrió enviar un mensaje a Londres, en el que les advertía que estos no habían huido, sino que se habían convertido en agentes alemanes. Así que, para su sorpresa, cuando pisaron suelo británico, fueron encarcelados durante un año, hasta que el Gobierno de Holanda en el exilio aclaró este asunto.

Curiosamente, quien impidió que detuvieran a más agentes del SOE fue la propia RAF. Parece ser que se dieron cuenta que sus aviones podían llegar con facilidad a Holanda y lanzar a los agentes sin mayores problemas. Sin embargo, a la vuelta, solían ser derribados por la artillería antiaérea alemana. Eso dio lugar a que se negaran a enviar más aviones a Holanda.

Como ya no llegaban más agentes, el propio Giskes, envió, en abril de 1944, un mensaje a Londres en tono de burla, en el que se quejaba de tener ya muy pocos negocios con ellos, pero que, si volvían a enviar más agentes del SOE, tendrían la misma bienvenida que los anteriores. Supongo que eso les habría dolido a muchos miembros del SOE. Giskes llamó a esta operación el Juego de Inglaterra.

Al final, casi todos los agentes del SOE, que habían sido capturados en Holanda, fueron llevados al campo de Mauthausen. De aquellos 59 agentes, sólo sobrevivieron 5.

Parece ser que el Alto Mando británico no tenía muy claro cómo habían sido capturados tantos agentes del SOE. Así que desconfiaron de la resistencia holandesa y a las tropas que desembarcaron en Normandía les dieron la orden de no confiar en ellos.

Esa pudo ser una de las causas por las que fracasó la famosa Operación Market Garden, ya que esas tropas no conocían el terreno y también carecían de contactos entre la resistencia. Por ello, tuvieron que retirarse, después de sufrir muchas bajas en combate.

Algunos de esos supervivientes del SOE sufrieron, durante muchos años, serios problemas de salud, debidos al trato recibido en ese campo. Como le ocurrió a Beatrix Terwindt, una antigua azafata de KLM. En la posguerra, quiso continuar con su trabajo como azafata, pero tuvo que dejarlo debido a sus problemas de salud, tanto de índole física como mental.

No sé si Giskes le estaría agradecido a Lauwers, lo cierto es que no lo envió a uno de esos campos y lo dejó preso en una cárcel holandesa. Aunque luego lo trasladaron a un campo cercano a Berlín, de donde lo liberaron los soviéticos.

No obstante, a pesar de ser condecorado por la reina de Holanda, él seguía dudando sobre lo ocurrido. No podía creer que esto se hubiera debido a una negligencia por parte del SOE.

Incluso, hay una cierta teoría, que defienden algunos, en la que dicen que Londres sabía que habían detenido a esos agentes y que los sacrificó para hacer creer a los alemanes que el desembarco aliado se iba a producir en las costas holandesas. Evidentemente, esto no se podrá demostrar hasta que a los británicos les dé la gana de abrir sus archivos.

El teniente Hubert Lauwers volvió a Holanda y allí vivió hasta su muerte, acaecida en 2004.

Por lo que respecta a Hermann Giskes, había participado como soldado en la I Guerra Mundial. Luchó en unidades de montaña y gracias a su valor, terminó la guerra con el grado de teniente. Como fue herido en varias ocasiones, no pudo terminar la guerra combatiendo. Por ello, fue destinado a un campamento como profesor de esquí para unidades de montaña.

No obstante, durante el período de entreguerras, permaneció en el Ejército y fue ascendiendo, como oficial en la reserva. Fue durante esa época en la que se especializó en labores de contraespionaje, tras ser fichado para ello por otro militar, sobrino del célebre almirante Canaris.

El estallido de la II Guerra Mundial, le pilló como comandante en la sede de la Abwehr en Hamburgo.

Tras la invasión de Francia, fue trasladado a París, para seguir haciendo labores de contraespionaje.

En el verano de 1941 fue ascendido a teniente coronel y trasladado a Holanda para liderar el servicio de contraespionaje.

Allí colaboró muy activamente con Joseph Schreieder, jefe de la Policía alemana en Holanda.

Como ya he mencionado, Giskes se enteraba de cuándo y dónde iba el SOE iba a lanzar a sus agentes en paracaídas. Esa información se la daba a Schreieder y éste enviaba a unos policías para que los detuvieran, cuando llegaran a tierra. También confiscaron toneladas de armamento que lanzaban en paracaídas.

Parece ser que Giskes no permitió que ejecutaran a los agentes del SOE, que había detenido, alegando que debería de tenerlos a su disposición para nuevos interrogatorios. Sin embargo, eso dejó de tener valor cuando la RAF suprimió los vuelos hacia Holanda y sus superiores le ordenaron enviarlos a uno de esos infames campos, donde fueron asesinados por las tropas SS.

Por lo visto, uno de los últimos éxitos de Giskes fue fichar a un ciudadano holandés, llamado Chistiaan Lindemans. Se trataba de un miembro de la resistencia holandesa. Sin embargo, se ofreció a trabajar para Giskes a cambio de la liberación de su hermano y su esposa, que habían sido detenidos por la Gestapo.

Lindemans trabajó tanto para la inteligencia británica como para los alemanes. Parece ser que le dieron unos datos importantes sobre la Operación Market Garden y se los entregó a Giskes.

Posteriormente, fue detenido y encarcelado por sus compatriotas y se suicidó en su celda.

Al final de la guerra, tanto Giskes como Schreieder fueron detenidos e interrogados, durante varios meses, por los servicios de Inteligencia de los aliados. Posteriormente, fueron enviados a Holanda, donde los juzgaron, pero los pusieron en libertad por falta de pruebas.

En 1946, a Reinhard Gehlen, uno de los jefes del espionaje alemán y al que ya dediqué otro de mis artículos, los aliados le encargaron la organización de un servicio de Inteligencia para espiar a la URSS, ya que USA no disponía de agentes en ese país, mientras que los alemanes todavía los tenían. No olvidemos que había comenzado la Guerra Fría. Así que estos dos individuos fueron los primeros que ingresaron en ese nuevo servicio. También trabajaron para Radio Free Europe, una emisora de propaganda de la CIA.

En el caso de Giskes se sabe que, hasta 1956, estuvo trabajando para Gehlen. Luego pasó a trabajar para la BND, la agencia de Inteligencia de la República Federal Alemana.

Por lo visto, siempre se declaró contrario a los nazis, pero cumplió con su obligación como militar, porque estaban en guerra. También se lamentó de que los británicos les enviaran a unos simples jóvenes aficionados con muchas ilusiones, en lugar de profesionales del espionaje, como eran ellos.

En 1950, publicó un libro, donde relataba lo que había sido su trabajo como agente de Inteligencia y, lógicamente, su labor en el Juego de Inglaterra. Murió en 1977.

Parece ser que eso llegó a oídos del Partido Laborista británico, que se hallaba en la oposición y quiso llevarlo a un debate en la Cámara de los Comunes. Sin embargo, el Gobierno británico se opuso a ello.

Por lo visto, entre los años 50 y 70, el Gobierno británico puso en marcha la llamada Operación Legacy, por la que se dedicaron a destruir o a esconder todos los informes de operaciones, que pudieran avergonzar a sus gobernantes. Así que es muy probable que nunca sepamos lo que ocurrió, realmente, en este caso.

De hecho, hay algunas organizaciones británicas, dedicadas al estudio de los archivos, que van siendo desclasificados, pero todavía no han desclasificado ninguno en relación con esta operación.

 

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

martes, 22 de julio de 2025

EL CASI DESCONOCIDO MANUEL ESCORZA DEL VAL

 

Hoy traigo al blog una figura un tanto siniestra del que se sabe muy poco, pero que, en su momento, gozó de admiradores y detractores a partes iguales.

Manuel Escorza del Val nació en 1912 en Barcelona. Su familia era muy modesta. Su padre, Bernardo Escorza Tello, había nacido en Alcañiz (Teruel) y emigró muy joven a Barcelona.

Curiosamente, se sabe que Bernardo era afiliado al sindicato de la madera de la CNT. Sin embargo, se dice que su profesión era la de barbero.

Por lo visto, también trabajó como conserje en una de las sedes barcelonesas de la CNT y allí fue asesinado, el 29/09/1938, junto con otro compañero, llamado Juan Rascón. Nunca fue resuelto ese crimen.

Supongo que entre mis lectores habrá muchos aficionados a la Historia y es posible que les haya llamado la atención ver a un tipo con muletas en las fotos de las reuniones del Comité de milicias antifascistas de Cataluña. Pues ese tipo era Manuel Escorza del Val.

Desgraciadamente, cuando era muy pequeño resultó afectado por la poliomielitis, que dejó a tanta gente inválida. A él le dejó con una deformación en la espalda, no le permitió crecer y le obligó a moverse con dos muletas.

Sin embargo, parece ser que siempre fue una persona con un gran amor propio. Nunca permitió que nadie le ayudara a levantarse.

Por otro lado, siempre fue un lector muy voraz, lo cual le permitió ser también un orador seguido por las masas.

Obviamente, no pudo afiliarse a la CNT, porque para poder serlo había que trabajar en algún sitio y él no podía hacerlo. Así que se afilió a la temida FAI.

Parece ser que toda su familia militaba en la CNT. Se sabe que tuvo una hermana, llamada Dolores, la cual fue detenida, en 1934, junto con otra amiga, llamada Concepción Gallart, a las que se les intervinieron dos cestos en los que llevaban varias granadas de mano.

Por lo visto, a Concepción la condenaron a 6 años, mientras que, a Dolores, al ser menor de edad, sólo la condenaron a 6 meses de cárcel. Por entonces, la mayoría de edad estaba en los 23 años.

Supongo que la primera, como tantos otros, sería liberada en 1936, con la llegada al poder del Frente Popular.

Dicen que nuestro personaje siempre fue un tipo muy retraído. Ni siquiera fumaba, ni bebía, que eran los vicios normales entre los jóvenes de aquella época.

Sólo estaba concentrado en sus lecturas y también solía escribir artículos en revistas anarquistas.

Aunque parezca mentira, tanto él como su futuro cuñado, Liberto Minué, casado con Dolores, ingresaron en la Masonería. Algo que parece inaudito por ser ambos anarquistas.

Sin embargo, ahí dicen algunos autores que estuvo el nexo entre algunos anarquistas y algunos nacionalistas catalanes. Un tema que podría explicar muchas de las alianzas ocurridas durante la guerra civil.

No obstante, no deberíamos olvidar que el propio Lluís Companys, presidente de la Generalitat de Cataluña fue, durante muchos años, abogado defensor de muchos anarquistas y tuvo amistad con muchos de ellos.

Volviendo a nuestro personaje, parece ser que también se hizo famoso entre los jóvenes anarquistas, porque solía dar muchas charlas sobre diversos temas en los ateneos libertarios.

Sin embargo, tras el fallido golpe de Estado del 18/07/1936, parece ser que hubo un gran debate en el seno de la CNT de Cataluña.

Tras haber derrotado a los sublevados, discutieron que habría que hacer en esta situación casi revolucionaria.

Por un lado, estaba el grupo, encabezado por Juan García Oliver, que preconizaba tomar el poder por las armas. Mientras que enfrente tenían a otro grupo, encabezado por Manuel Escorza que proponía infiltrarse en las instituciones de la Generalitat y, utilizando las competencias delegadas por el Gobierno central, empezar a hacer actividades, como la socialización de las propiedades agrarias.

Ya sabemos que ésta sería una de las grandes discusiones entre los anarquistas y los comunistas. Los primeros priorizaban realizar la revolución antes que la guerra. Mientras que los segundos mantenían que lo más urgente era ganar la guerra.

No obstante, tras la derrota de los sublevados y la inactividad, tanto del Gobierno central como del de la Generalitat, el 21/07/1936, se constituyó el Comité Central de Milicias Antifascistas de Cataluña (CCMA).

En este comité figuraban algunos personajes muy conocidos, como García Oliver, Durruti o Abad de Santillán, representando a la CNT. Manuel Escorza, en representación de la FAI. Andreu Nin, representando al POUM. Rafael Vidiella y África de las Heras (a la que dediqué otro de mis artículos) por el PSUC. Artemi Aiguadé y Jaume Miravitlles, por ERC. También hubo representantes de la UGT, sindicato minoritario en Cataluña, y de otros grupos más pequeños.

Aunque fue un organismo colegiado, realmente, se podría decir que su presidente fue García Oliver, que llegó a ser ministro de Justicia.

Pocos días más tarde, se creó la Comisión de Investigación, cuya misión era detener a todos los que considerasen sospechosos de simpatizar con los sublevados. Aunque, la verdad es que detuvieron hasta a los que iban, diariamente, a misa.

Su sede estuvo en un edificio incautado al sindicato patronal Fomento del trabajo, que estaba situado en la llamada Casa Cambó, en la Vía Layetana, 30 de Barcelona.

El despacho de Escorza estaba en el último piso de ese edificio y supongo que, por su seguridad, sólo permitían llegar hasta él a su cuñado, Liberto Minué, y a su secretario, un portugués apellidado Sousa.

Más concretamente, su cuñado fue el encargado de vigilar los movimientos de los exiliados derechistas y los agentes del bando nacional en Francia.

No sé si el modelo de Escorza fue Robespierre, pero se parecía mucho, porque se le consideraba igual de incorruptible.

Así que se sirvió de las denominadas Patrullas de control, formadas por miembros de todas las organizaciones del CCMA, para atemorizar a todos los que vivían en Cataluña. Parece ser que era el propio Escorza el que elaboraba las listas de los individuos a detener.

Luego los llevaban detenidos a la antigua casa de Cambó, donde los interrogaban con mucha dureza.

Posteriormente, si no morían en los interrogatorios, los trasladaban a una checa, instalada en un convento de monjas clarisas en la calle San Elías, 23. En el barrio barcelonés de Sarriá.

No está claro si Escorza formaba parte del grupo, que decidía qué prisioneros deberían asesinar.

Normalmente, no asesinaban a los presos en las checas, para que no se sublevaran los demás. Lo normal era trasladarlos a otros lugares, como el Tibidabo, Montjuich, etc. Incluso, se sabe que muchos de esos cadáveres fueron enviados a los hornos de la cementera de Montcada i Rexach para eliminar todas las pruebas.

Según varios autores, parece ser que estos grupos no surgieron de la noche a la mañana, sino que habían sido organizados a partir de 1934 y estaban muy bien estructurados.

Incluso, tuvieron la colaboración de varios exiliados alemanes en España para investigar a grupos nazis, que ya estarían trabajando en nuestro país.

Parece ser que Escorza también organizó unos pequeños grupos de jóvenes matones, que sólo trabajaban para él. Por lo visto, también participó en la organización de esos grupos un amigo suyo, llamado Dioniso Eroles.

Por otro lado, también tuvieron que ejercer labores de contraespionaje contra organizaciones nazis y fascistas e, incluso, contra otras de tipo socialista y comunista, que actuaban en Cataluña.

Otra de las cosas, que simplificó mucho la labor de investigación del grupo de Escorza fue que los empleados de Fomento del Trabajo habían abandonado, apresuradamente, su sede, que ahora había sido ocupada por la CNT-FAI. Así que estos encontraron allí los ficheros con los nombres y las direcciones de los afiliados al Fomento y a la Lliga y sólo tuvieron que ir a buscarlos.

Ya sabemos que, cuando se quiere dar un golpe de Estado o un proceso revolucionario, es fundamental controlar las comunicaciones. Por ello, la CNT tomó posesión del edificio de la Telefónica, situado en la Plaza de Cataluña. Así, desde sus centralitas, podían escuchar todas las conversaciones de los personajes barceloneses más importantes.


Es de destacar que Escorza pudo realizar su labor en un contexto en el que, tanto el Gobierno central como el de la Generalitat de Cataluña no sabían qué hacer y fueron otras organizaciones las que tomaron el relevo. Por el ejemplo, el PCE, al crear el Quinto Regimiento de milicias y la CNT al crear este comité.

Parece ser que en la retaguardia republicana se le tenía más miedo a la Quinta Columna que a las tropas nacionales, que avanzaban por toda la Península. Por eso mismo, durante varios meses, se produjeron más muertes en la retaguardia de ambos bandos que en los frentes de batalla.

No está clara la responsabilidad de Escorza en las torturas y los asesinatos, que tuvieron lugar en el primer año de guerra, aunque sí parece que fue el encargado de confeccionar las listas de las personas a detener. Realmente, el jefe de las patrullas de control fue José Asens.

A partir de mayo de 1937 ocurrieron una serie de hechos en Barcelona, que dieron lugar a una pequeña guerra civil dentro del bando republicano.

Parece ser que a la Generalitat no le hizo ninguna gracia que los anarquistas escucharan sus conversaciones telefónicas. Así que se aliaron con el PSOE, el PSUC, o sea, los comunistas catalanes, para echarlos de esos edificios importantes.

También hay que decir que el POUM se puso del lado de la CNT, ya que los comunistas enviados desde la URSS tenían órdenes de acabar con todos los afiliados a ese partido, ya que eran trotskistas y no estalinistas.

Así que el 03/05/1937 el consejero de orden público de la Generalitat, que ya tenía las competencias de orden público, envió a unos 200 policías para tomar la sede de la Telefónica en Barcelona.

Por lo visto, no fueron muy bien recibidos, porque algunos trabajadores anarquistas les dispararon desde los pisos superiores. Así que, Rodríguez Salas, consejero de orden público, pidió refuerzos a la Guardia Civil, que ahora se llamaba Guardia Nacional Republicana.


También se personaron allí Eroles y Asens. Estos convencieron a sus compañeros para que dejaran de disparar y entregaran sus armas.

La cosa no terminó ahí, pues los miembros de diversas organizaciones comenzaron a construir barricadas en varias calles de Barcelona y, al anochecer de ese día, se oían disparos por todas partes.

Al día siguiente, varios dirigentes anarquistas fueron a las emisoras de radio y lanzaron llamamientos a cesar los combates y dejar las armas.

Afortunadamente, algunas columnas de milicianos anarquistas y del POUM, que ya pensaban regresar a Barcelona, para incorporarse a los combates, al oír esas emisiones radiofónicas, se quedaron en el frente de Aragón, que era donde estaban combatiendo.

No obstante, el 04/05/1937, siguieron produciéndose varios tiroteos en Barcelona, donde los policías mataron a algunos anarquistas.

En la tarde del 05/05/1937, el presidente Largo Caballero y Companys mantuvieron una conversación telefónica en la que se pusieron de acuerdo para enviar refuerzos a Barcelona.

Por ello, al día siguiente, unos 5.000 efectivos partieron desde Madrid y Valencia hacia Barcelona. La mayoría de ellos eran guardias de asalto.

Durante la madrugada, comenzaron a llegar estos refuerzos, los cuales consiguieron desarmar a los miembros de las milicias de la CNT-FAI y del POUM.

Por ello, el 08/05/1937, se da por concluida esta rebelión, con el resultado de 500 muertos y unos 1.000 heridos de diversa consideración. No sólo se luchó en Barcelona, sino también en algunas localidades de esa provincia y también de Tarragona.

Al final, el Gobierno central no se atrevió a tomar medidas contra los anarquistas, por miedo a que estallara otra sublevación. Sin embargo, esto supuso el cese de los 4 ministros de la CNT, que había en el gobierno de Largo Caballero.

Por otro lado, el gobierno ilegalizó al POUM y detuvo a sus principales dirigentes: Andreu Nin y Julián Gorkin. El primero fue detenido por los agentes soviéticos y nunca más se supo de él.

Por supuesto, no vayamos a pensar que la CNT-FAI fueron los únicos que tuvieron checas en Barcelona. Concretamente, el PSUC, empezó instalando una en el Hotel Colón y otra en el Círculo ecuestre. En tanto que ERC instaló una en el Centro Federal, situado en Paseo de Gracia, 54.

En cuanto a las cifras de represión durante la guerra civil, la mayoría de los autores aceptan la de unos 8.360 asesinados en toda Cataluña. No obstante, también hay algunos que elevan esa cifra hasta los 26.600, aunque estos últimos no distinguen entre muertos en el frente o en la retaguardia.


Sin embargo, en lo que están todos de acuerdo es en que la mayoría de esos crímenes se cometieron entre la segunda mitad de 1936 y mayo de 1937.

El propio García Oliver, que solía decir de Escorza que era “un tullido de cuerpo y alma”, sin embargo, también alababa su temible eficacia en el cometido que se le había asignado.

A partir de los sucesos de mayo de 1937 la CNT-FAI perdió todo su protagonismo en las labores represivas, dejándolas al SIM, el cual estaba dominado por los soviéticos de la NKVD, un servicio antecesor del KGB. Estos fueron aún peores que los anarquistas.


No obstante, aunque desaparecieron las infames patrullas de control, Escorza fue fichado por la Generalitat para dirigir la Brigada especial de investigación. Un puesto en el que hacía lo mismo, pero dentro de un organigrama en el que él no era el jefe.

Al terminar la guerra civil tuvo mejor suerte que otros, ya que consiguió llegar a Francia. No obstante, también fue recluido en uno de sus infames campos de concentración.


Sin embargo, como su cuñado, Liberto Minué, residía en Francia y tenía allí muchos contactos, se puso al habla con el cónsul de Chile en Toulouse, el cual también era masón y, gracias a sus gestiones, consiguieron sacar a Escorza del campo y meterlo en un barco 
rumbo a América.

Así que llegó a Chile y se asentó en la localidad de Valparaíso, donde
se dedicó a la labor de crítico literario y teatral, hasta su muerte, ocurrida en 1968. Sólo se sabe que tuvo una hija.

Me llama la atención que se dedicara a la crítica de arte. Lo digo porque Segundo Serrano Poncela, aquel que solía firmar las listas de presos, que iban a matar en Paracuellos, también se dedicó, durante su exilio en Venezuela, a la crítica de arte.

Con la diferencia de que Escorza siempre fue autodidacta, mientras que Serrano Poncela había acabado las carreras de Derecho y Filosofía y Letras. Curiosamente, ambos nacieron en el mismo año de 1912.

 

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES