En una época como la actual, donde muchos organismos internacionales suelen estar pendientes de la actividad solar, ya que de ella depende la vida en la Tierra, conviene recordar que, a mediados del siglo XIX ocurrió este evento, que trajo unas consecuencias muy desagradables y que podría volver a repetirse.
Parece ser que esta gran tormenta
solar, que se produjo a primeros de septiembre de 1859, vino después de la
aparición de una serie de manchas en la zona ecuatorial solar, tan grandes que,
casi podían ser vistas sin necesidad de un telescopio.
Los expertos dicen que esas manchas
y tormentas solares son muy habituales y suelen aparecer cada 11 años. El último
ciclo tuvo lugar entre los años 2008 y 2019.
Sin embargo, el denominado Evento
Carrington, llamado así en honor a su descubridor, el astrónomo británico Richard
Carrington, fue el más potente de los últimos 500 años.
También es cierto que no fue el
único que observó este evento, sino que también lo hizo otro astrónomo
británico llamado Richard Hodgson, situado en otro lugar de Gran Bretaña.
Parece ser que en este evento no
participó sólo una, sino dos eyecciones de masa solar. Por lo visto, la primera
le abrió el paso a la segunda y esa podría ser la razón por la que ésta sólo
tardó 17 horas en llegar hasta nuestro planeta, cuando lo normal es que tarden
varios días.
Normalmente, las tormentas
solares suelen afectar a las zonas polares y sus alrededores. Esto es así,
porque la capa que nos protege de estas radiaciones, llamada Magnetosfera, es
más delgada en esas zonas.
Estos dos astrónomos escribieron,
separadamente, unos informes muy detallados sobre estas llamaradas y hasta
realizaron dibujos con esas manchas solares, antes y después de aquella
formidable tormenta solar.
Parece ser que el resplandor visto en algunos lugares dio lugar a que gente, como los mineros de las montañas, pensaran que ya era de día, aunque todavía era de noche, y se dispusieran a desayunar antes de ir a trabajar.
Incluso, se publicó en algunos
periódicos que se podía leer de noche la prensa, sin necesidad de ningún tipo
de luz artificial.
Evidentemente, no todo fueron
alegrías. Como en aquella época todavía existían muy pocos aparatos eléctricos,
la mayoría de los daños se produjeron en las comunicaciones telegráficas.
Ciertamente, muchos de esos
cables salieron ardiendo. No es que fueran muy antiguos, pues aquella
tecnología tenía sólo 5 años.
Incluso, algunos operadores telegrafistas
resultaron heridos por sobrecargas de tensión.
Se sabe que algunos telegrafistas
llegaron a trabajar durante dos horas sólo con esa corriente eléctrica, que les
llegaba desde el espacio.
Evidentemente, esto no habría
sido igual en el mundo actual. Ahora tenemos miles de aparatos eléctricos, que
se hubieran estropeado con un evento como éste.
Incluso, una llamarada solar como
esa habría achicharrado a muchos de los satélites, que hay en órbita y habrían perjudicado,
muy seriamente, nuestras comunicaciones.
Afortunadamente, en 1859, no se
reportó ninguna víctima de este evento. Supongo que, desgraciadamente, hoy en
día, podrían contarse por miles.
Posteriormente, han ocurrido
otras tormentas solares destacables, como las de 1872, 1921, 1938, 1941, 1958,
etc.
Ciertamente, nos han llegado
algunas tormentas solares muy potentes, como las de 1972 o 1989, pero no
produjeron una potente tormenta geomagnética, porque nos protegió nuestra
Magnetosfera.
Sin embargo, en 2012 y en 2024, tuvimos más suerte, porque las llamaradas producidas por unas muy potentes tormentas solares no llegaron a impactar sobre nuestro planeta y pasaron de largo.
En 2013, la afamada compañía aseguradora londinense Lloyd's contrató a unos laboratorios para calculasen las indemnizaciones, que habría que pagar, en el caso de que nos afectase otro evento del mismo tipo que el de Carrington.
El resultado del informe era estremecedor,
pues, sólo para los USA, se calculaba que tendría un coste de entre
600.000.000.000 y 2.6 billones de dólares. Evidentemente, ahora sería mucho más
caro. O sea, casi el 15% del PIB de USA.
Curiosamente, algunos investigadores
han estado estudiando la posibilidad de otros eventos de este tipo, ocurridos
en siglos pasados.
Increíblemente, han encontrado lo
que buscaban en los anillos de los árboles y en las muestras de hielo de los
polos.
En los años 775 y 993, parece ser que se produjeron fenómenos parecidos al Carrington. Concretamente, en el 775 se ha comprobado que se produjo uno que fue unas 10 veces superior al de Carrington.
Incluso, se cree que hubo otro
muy superior al del 775, sufrido por nuestros antepasados en el siglo VIII a.
de C.
Como hemos visto, en la mayoría de
las ocasiones, nos hemos salvado gracias a la Magnetosfera que rodea la Tierra.
Sin embargo, muchas veces parece
que los científicos, en lugar de solucionar nuestros problemas, nos quieren
complicar la vida. Alguien debería decirles que los experimentos se hacen con
gaseosa.
Todos sabemos que se han
efectuado más de 2.000 pruebas nucleares de todo tipo. Sin embargo, seguro que
muchos desconocerán que, en la década de los 60, se puso en marcha la llamada
Operación Fishbowl, consistente en lanzar una serie de misiles nucleares para
que estallaran en el espacio.
Ciertamente, hubo varios fracasos. Sin embargo, en julio de 1962, se pasaron de la raya con el lanzamiento de la Operación Starfish Prime, consistente en alterar el cinturón de Van Allen para comprobar si así pudieran frenar en ese lugar a los misiles, que podrían ser lanzados contra ellos por la URSS.
Parece ser que el tiro les salió por la culata. Ya sabemos lo que pasa cuando uno escupe al cielo, pues entonces les ocurrió algo parecido.
Por lo visto, la explosión fue
tan potente que averió redes telefónicas, aparatos eléctricos y hasta los
primeros satélites que se había lanzado al espacio. Incluso, averió cientos de
farolas en Hawai. Unas islas situadas a unos 1.500 km del lugar del
lanzamiento.
La explosión pudo ser vista en
todos los rincones del Pacífico. Parece ser que, durante unos 7 minutos, se
pudo observar una especie de aurora boreal de color rojo.
Por lo visto, el llamado Pulso
Electromagnético fue tan potente que las agujas de los instrumentos se salieron
y no fueron capaces de medirlo.
No sé si las autoridades de USA y
la antigua URSS se asustaron por las consecuencias de estas pruebas. Lo cierto
es que, en 1963, firmaron un acuerdo para no hacer más pruebas nucleares en la
atmósfera.
Aparte de ello, se ha comprobado que la Magnetosfera también sirve para confinar la atmósfera, ya que los planetas que han perdido esa capa también han perdido su atmósfera. Por eso mismo, lo mejor es no volver a tocar esa capa.
Hay muchas discusiones
científicas. Sin embargo, hay muchos expertos que afirman que buena parte de la
oleada actual de casos de cáncer en todo el mundo es consecuencia de esas más
de 2.000 pruebas nucleares que se han efectuado en todo el planeta.
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Gracias
ResponderEliminarGracias a tí por haberlo leído.
EliminarMuy interesante. Gracias.
ResponderEliminarGracias a tí por haberlo leído.
EliminarMuy enriquecedor. Espanta ver lo suicidas que pueden llegar a ser los científicos. Comprobado: inconscientes abundan por todo el mundo.
ResponderEliminarBueno, ahí están los científicos y los que aprueban esos experimentos, que son los políticos.
EliminarNo se si tiene algo que ver el gas Radón que emana del suelo, se produce por desintegración radiactiva natural del uranio presente en suelos y rocas que también es causa de mucho cáncer de pulmón y en algunas zonas de España es bastante intenso.
ResponderEliminarSobre todo, en las zonas donde abunda el granito.
EliminarTambién hay varias zonas donde ha habido accidentes y escapes de elementos radiactivos, que han dejado sin vigilar.
No hace mucho, el Consejo de Seguridad Nuclear, hizo un informe sobre ese tema.
Muchas gracias y saludos.