Hoy en día, cuando parece que se
quieren recuperar algunos personajes importantes e, incluso, otros un tanto
secundarios, de la guerra civil española, echo en falta un reconocimiento a
este médico suizo. Así que voy a narrar su vida para que todos podamos
conocerla.
Marcel Junod nació en 1904 en la ciudad suiza de Neuchâtel. Tenía cinco hermanos más, siendo él el penúltimo.
Su padre era un pastor
protestante, pero, desgraciadamente, murió joven. Así que su madre decidió
trasladarse, con sus hijos, a Ginebra, donde residía su familia.
Supongo que ese cambio de
residencia fue muy importante en la vida de Marcel, ya que en su localidad de
origen no había ninguna universidad y, por tanto, no podría haber realizado
estudios universitarios.
Por ello, y gracias a la ayuda de
unos familiares, consiguió licenciarse en Medicina, especializándose en
cirugía.
Por lo visto, empezó trabajando,
como cirujano, en un hospital en Mulhouse, al nordeste de Francia. Cerca de la
frontera entre Francia y Suiza.
Desconozco su relación inicial
con el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR). Lo cierto es que, en 1935,
este organismo le encarga que se traslade a Abisinia, actual Etiopía, para
informarles de lo que está ocurriendo, ya que ese país estaba siendo invadido
por Italia.
Hay que decir que los italianos ya habían intentado invadir ese país en 1895
y salieron derrotados con el rabo entre las patas.Así que esta vez, Mussolini se
jugaba todo su prestigio en esta guerra, ya que la anterior, donde sufrieron
muchas bajas, supuso la caída del gobierno que había en esa época en Italia.
Como Italia y Alemania se habían
unificado muy tardíamente, se pusieron a buscar, a toda prisa, unos territorios
para colonizar, a fin de igualarse al resto de las potencias occidentales. El
problema es que ya quedaban muy pocos territorios sin colonizar.
Junod llegó a Etiopía acompañado
por otro colega del CICR, llamado Sidney Brown. Un tipo al que se le veía de
lejos, porque medía 2 metros.
Evidentemente, esto provocó
muchas bajas entre las tropas etíopes y la victoria de las tropas italianas. Por
no hablar de los frecuentes asesinatos de los prisioneros, por parte de los
italianos. Se ve que, de otro modo, no hubieran vencido.
En 1936, regresó a Ginebra. En agosto de ese mismo año, le volvieron a llamar del CICR. Allí le recibió nada menos que Max Huber, entonces presidente de esa organización.
Le encargó que viniera a ver qué estaba pasando en España y cómo se podía ayudar.
Se ve que Huber tenía la misma
idea que muchos españoles. O sea, que este conflicto iba a durar sólo unas
pocas semanas y no que se iba a convertir en una guerra civil, que iba a durar
3 años.
Así que Junod vino a España. Empezó
por visitar Barcelona, donde los milicianos de la CNT-FAI se habían hecho con
el control de esa ciudad.
Luego fue a Madrid, donde vio que
esa ciudad también estaba bajo el control de los milicianos de varios partidos
y sindicatos de izquierda.
Posteriormente, fue a Pamplona, donde mandaban los militares y tenían a sus órdenes a las milicias de falangistas y requetés.
Parece ser que tuvo bastante éxito,
al organizar canjes de prisioneros entre los dos bandos. Uno de los canjeados
fue el famoso escritor Arthur Koestler.
También logró que pudieran comunicarse
por carta los prisioneros y sus familiares y saber que aún estaban vivos.
Parece ser que logró enviar varios millones de mensajes a través de la Cruz
Roja.
Como la guerra civil española duró
más de lo que pensaban en Ginebra, el CICR, envió 15 delegados, con el fin de
apoyar a las 9 oficinas de ese organismo, que ya existían en nuestro país. Por lo
visto, varios de esos delegados eran oficiales del Ejército suizo.
Parece ser que tomaron cientos de
fotos, cuyos originales se conservan en el CICR, en Ginebra. No obstante, en
2008, enviaron copias de estas fotos al Centro Documental de la Memoria
Histórica, situado en Salamanca.
Concretamente, se trata de unas
300.000 referencias con unas 600 imágenes. Curiosamente, en aquella época había
en España dos organismos de la Cruz Roja Española. Uno en cada bando.
En ese archivo, cuyas copias han sido entregadas a España, no sólo hay
documentos de la guerra civil, sino también de la suerte corrida por los exiliados republicanos españoles en los campos de concentración en Francia y en Alemania. También sobre los prisioneros, que lucharon en la División Azul.Muy pronto, Junod se dio cuenta
de que esto no era una simple guerra, sino algo que muchos estaban aprovechando
para resolver viejos prejuicios, deudas y envidias entre familias o entre
patronos y obreros.
De hecho, hubo varios meses en
los que se produjeron más muertes en la retaguardia que en el frente de
batalla.
Llegó a escribir en sus informes: “Es un país, donde el asesinato y las ejecuciones han llegado a un grado que la Historia no ha conocido jamás”. Ahí podemos
apreciar la impotencia en la que se encontraba, porque no le dejaron salvar muchas vidas.No obstante, su labor no quedó circunscrita
al canje de prisioneros, sino que también se dedicó a otras tareas. Entre ellas,
la visita a las cárceles, pero no creo que le dejaran entrar a ver las infames
checas.
Aparte de ello, también organizó
la distribución de ropa, comida y medicinas, la asistencia de las víctimas, que
habían perdido su hogar a causa de los bombardeos, etc.
Parece que en el CICR quedaron contentos con la labor desempeñada por Junod en la guerra civil española.
Así que fue uno de los primeros delegados de la CICR en la II Guerra Mundial.
Viajó por muchos países azotados
por esta guerra. El problema es que el Convenio de Ginebra daba competencias al
CICR para efectuar visitas a los campos de concentración en los que hubiera
prisioneros militares, pero no en los que hubiera civiles. Como fue el caso de
los campos de concentración nazis.
También se entrevistó con los
gobernantes de varios países. Gracias a ello pudo organizar la llamada “flota
del CICR”, compuesta por una serie de barcos mercantes, que se dedicaron a
distribuir miles de Tm de alimentos en los países donde se estaba pasando más
hambre.
Sin embargo, su organización no
le da mucho descanso a Junod, pues, a finales de ese año, lo envía a Japón, ya
que desconfían del trato que les estén dando allí a los prisioneros del bando
aliado.
Parece ser que tardó bastante en
llegar a Japón, ya que tuvo que atravesar todo el territorio de la antigua
URSS.
Por lo visto, en agosto de 1945,
estaba en Tokyo y hasta allí le llegan rumores de que los USA han utilizado una
nueva arma, que ha causado mucha destrucción.
Un colega suyo había acudido a Hiroshima y desde allí le envía
un informe aterrador. Por ello, Junod se comunica con el alto mando USA para que envíe, urgentemente, medicamentos a esas dos ciudades, pues Japón ya se había rendido.Posteriormente, fue a visitar
Hiroshima, siendo el primer médico extranjero que visitó esa ciudad y quedó
horrorizado con lo que vio.
En 1946 consiguió regresar a su
casa y conocer a su hijo mayor, que había nacido el año anterior.
Posteriormente, fue nombrado jefe
del Departamento de Anestesiología en el Hospital de Ginebra.
En 1947, publicó su famosa obra
El tercer combatiente, que en algunos países fue titulada El guerrero sin
armas, la cual ha sido traducida a varios idiomas. Allí explicó su actividad en
varias guerras, como delegado del CICR.
Sin embargo, no lo dejaron en
paz. En 1948, fue nombrado representante de UNICEF en China, pero, debido a sus
problemas de salud, no estuvo mucho tiempo en ese puesto.
En 1952, fue nombrado miembro del
comité central del CICR. Era un puesto que le obligaba a realizar muchos viajes
y también tuvo que dejarlo. Posteriormente, fue nombrado vicepresidente del
CICR.
Por lo visto, murió en el
hospital, cuando estaba reanimando a una paciente, que acababa de ser operada.
Aunque en España sea alguien,
prácticamente desconocido. En otros países han erigido varios monumentos en su
honor.
Parece ser que tenía muy claro
que el mundo dejaría de existir si las bombas atómicas volvieran a utilizarse
en otra guerra.
Esto lo deberían de tener muy
presente esos que ahora parecen estar deseando que comience otra guerra
mundial.
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