Hoy voy a narrar uno de los
hechos más escalofriantes que tuvieron lugar durante el reinado de Felipe II.
Parece ser que nació en 1530 en
la localidad cántabra de Colindres, aunque los expertos no se ponen de acuerdo sobre ello.
Por lo visto, su padre era un
hidalgo, que trabajaba como letrado en el Ayuntamiento de Santander. Es de
suponer que allí fue donde nuestro personaje realizó sus primeros estudios.
Se discute si realizó su carrera
universitaria en Salamanca o en Alcalá de Henares. Las dos grandes
universidades españolas de aquella época.
Incluso, algunos afirman que fue
entonces cuando se hizo amigo de Antonio Pérez, lo cual es un poco extraño,
porque Escobedo era 10 años mayor que él.
Hay quien dice que Escobedo fue
introducido en la corte, porque el príncipe de Éboli, Ruy Gómez de Silva era
pariente suyo, pero no indican qué tipo de parentesco.
Así que no sé si Escobedo fue
introducido en la Corte por ser, presumiblemente, pariente del príncipe de
Éboli o por ser amigo de Antonio Pérez.
Parece ser que nuestro personaje,
aparte de ir escalando puestos dentro del funcionariado de la Corte, también
fue aumentando su prestigio. Sólo hay que ver que realizó su primera boda con
una mujer cántabra, como él. Mientras que la segunda la hizo con otra mujer
procedente del prestigioso linaje de los Mendoza. Curiosamente, el mismo al que
pertenecía la princesa de Éboli.
La carrera de Escobedo empezó con
un modesto puesto dentro del Consejo de Hacienda para pasar, posteriormente, a
ser secretario del mismo Organismo.
Parece ser que a don Juan de
Austria, hermanastro de Felipe II, que estaba destinado como gobernador de
Flandes, le detectaron en la Corte que tenía grandes ambiciones políticas.
Por lo visto, había hecho una
gran labor diplomática y, además, había conseguido derrotar al Ejército del
príncipe de Orange, el cual tuvo que huir para no ser apresado.
Así que ahora estaba muy animado y pidió a su hermanastro los recursos suficientes para invadir Inglaterra. Evidentemente, esto iba en contra de la política que estaba realizando el monarca en ese momento.
Así que, en 1576, al rey, asesorado por Pérez, no se
le ocurrió otra cosa que enviar a Escobedo a Flandes para realizar las
funciones de secretario privado de don Juan de Austria. Lógicamente, la idea
era que nuestro personaje informase a la Corte de todo lo que estaba tramando
don Juan de Austria en Flandes.
Sin embargo, como se suele decir,
les salió el tiro por la culata, porque Escobedo se hizo muy amigo y confidente
de su jefe y no quiso informar de lo que tramaba.
También se dijo que don Juan de
Austria le pidió al monarca que trasladase a Alejandro Farnesio a Flandes.
Algunos dijeron que lo que pretendía era dejar a Farnesio a cargo de ese
territorio y volverse él a Madrid, porque no le gustaba vivir en Flandes.
Aunque no tuviera el permiso del rey para ello.
de sospechar de todo el mundo. Así que, como Escobedo le estaba empezando a hacer sombra, no le costó mucho trabajo convencerle de que don Juan de Austria quería volver a España para arrebatarle el trono.
Incluso, que se proponía casarse
con María Estuardo, reina de Escocia, a la que muchos consideraban legítima
reina de Inglaterra. Así, si conseguía fondos y tropas para invadir Inglaterra,
podría poner en el trono a María Estuardo y ser también rey de Inglaterra.
La llegada de Escobedo a Madrid,
enviado por don Juan de Austria con el objetivo oficial de recabar fondos para
esa campaña, aunque sospechaban que se dedicaría a otros asuntos, no fue del
agrado de Pérez y mucho menos del monarca.
También creo que, como Escobedo
conocía de sobra los asuntos de corrupción en los que estaba metido Pérez,
pues, seguramente, a éste no le gustaría que se los fuera a contar al soberano.
No obstante, supongo que también
se los podría contar por medio de una carta. Incluso, se habló de que Pérez
podría haber estado ayudando a los rebeldes flamencos.
Parece ser que Pérez y la princesa de Éboli, entre otras cosas, se dedicaban
a vender secretos de Estado a los banqueros genoveses.Así que, en un principio, Pérez,
dio la orden de envenenar a Escobedo en varias ocasiones. Lo cierto es que no
lo consiguió. En una de ellas, se le echó la culpa a una joven morisca, la cual
fue condenada y ejecutada por ello.
Cualquiera que hubiera estado en
la casa de Pérez sabía que le gustaba vivir muy bien y que llevaba una vida muy
por encima de sus posibilidades. Incluso, poseía una de las mejores colecciones
de pinturas de toda España. Algo que no podría haber comprado sólo con su sueldo.
Tenía una especie de palacete, al que llamaba la Casilla, situado en las afueras de Madrid, donde vivía con gran lujo. Parte de ese edificio está ahora dentro del Monasterio de Santa Isabel. En la madrileña calle del mismo nombre y cerca del Museo Reina Sofía.
Tampoco sé si Escobedo le querría
hacer algún tipo de chantaje, ya que Pérez le prometió un título nobiliario, el
ingreso en alguna orden militar o una encomienda, si se iba a Flandes. Sin embargo, no
había cumplido, porque no había conseguido convencer al rey de ello.
También hay quien dice que
querían matar a Escobedo para que no le dijese al rey que Pérez tenía una
relación amorosa con la princesa de Éboli, que ya se hallaba viuda. Según
parece, ella también había sido amante del rey.
Incluso, Pérez se permitió dar
una serie de órdenes a Escobedo para que, presuntamente, don Juan no siguiera
las instrucciones dadas por el monarca. Es posible que Pérez temiera que
Escobedo llevase esas cartas al monarca.
Así que Pérez consiguió convencer
a Felipe II de la traición de Escobedo y de que sería conveniente matarlo. Algo
que aprobó verbalmente el soberano.
Por ello, Pérez les encargó a dos de sus criados más fieles que buscaran a algunos que fueran capaces de cometer ese crimen.
Una vez que los encontraron, el
rey aprobó que les ayudasen a huir y les pagaran los fondos suficientes para
vivir holgadamente en otros de sus reinos.
En la noche del 31 de marzo de
1578, lunes de Pascua, Escobedo salió de la casa de la princesa de Éboli,
después de haber estado varias horas reunido con ella.
Recorrió la pequeña calle de la
Almudena a lomos de su caballo y acompañado por 3 sirvientes, que le precedían
con antorchas encendidas. Ya sabemos que, en aquella época, no había alumbrado
público.
Ésta es una calle perpendicular a
la calle Mayor y que bordea el muro izquierdo del Palacio de Abrantes, donde se
halla el Instituto Italiano de Cultura. Debía su nombre a que allí se hallaba
la antigua iglesia de Santa María de la Almudena, la cual fue demolida en 1869.
También, tal y como indica una de
las placas colocadas en esa calle, allí se hallaba el palacete donde vivió la
princesa de Éboli, antes de ser arrestada por orden del rey y encerrada en su palacio
de Pastrana (Guadalajara).
También está muy cerca del actual
Palacio Real, que se halla donde entonces estaba el Alcázar de los Austrias,
sede de la corte española.
No muy lejos de allí, se halla el
Palacio del Cordón, que está situado en el lugar donde estuvo la casa de
Antonio Pérez.
Lo único cierto es que 6 tipos
les salieron al paso. Uno de ellos consiguió asestarle una estocada, que le
hizo caer del caballo, muriendo pocos minutos más tarde a causa de la pérdida
de sangre.
Lógicamente, cuando le comunicaron
la noticia al rey, dio a entender que le había sorprendido mucho. Sin embargo,
parece ser que se alegró de haber eliminado al “verdinegro”, que era cómo le
llamaba, porque solía vestir ropas con esos colores.
Curiosamente, en 1589, cuando el
rey ordenó procesar a Antonio Pérez a causa de su corrupción, también dio la
orden de que le preguntasen por qué se había empeñado en que Escobedo debía
morir y si eran fundadas las acusaciones por las que consiguió que el rey
aprobase ese asesinato.
Parece ser que la detención de Antonio Pérez y la princesa de Éboli vino tras la muerte de don Juan de Austria, acaecida unos meses después de ese asesinato, pero esta
Por lo visto, en su despacho encontraron varios documentos que incriminaban, tanto a Antonio Pérez como a la princesa de Éboli.
Así que, tanto la familia de Escobedo como el sacerdote Mateo Vázquez, consejero del rey, le pidieron al monarca que investigase el asesinato y que detuviese a esos dos personajes.
Una anécdota que no se suele contar es que, unos años antes, la princesa de Éboli se encaprichó con ingresar en un convento. No obstante, se llevó a todos sus criadas para que estuviera tan bien atendida como en su palacio.
Por lo visto, esto no le hizo ninguna gracia a Santa Teresa de Jesús y la echó del convento, que era de su misma orden.
Así que la princesa enfureció y no se le ocurrió otra cosa que denunciarla ante la temida Inquisición. Afortunadamente, los inquisidores archivaron esa denuncia. De lo contrario, le podría haber costado un buen disgusto a la santa.
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Acabo de descubrir este blog, y he disfrutado mucho leyendo esta historia.
ResponderEliminarMuchas gracias por tu dedicación, seguiré aprendiendo y curioseandio.
Pues te invito a leer otros de los artículos, que he publicado en mi blog. Ya son 553, porque comencé en 2011.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y saludos.