ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 21 de febrero de 2021

LOS OTROS PROCESADOS POR EL ASESINATO DE LINCOLN

 

Como ya anuncié, en mi anterior artículo, en éste voy a referirme solamente a los procesados por esa causa, que también fueron condenados, pero no a muerte.


En principio, todos ellos fueron confinados en barcos de la Armada USA, pero después, el Gobierno, aceptó la sugerencia de un asesor del Departamento de Guerra, y los trasladaron a la antigua penitenciaría del viejo arsenal de la Armada en Washington DC. Un lugar muy seguro, porque se hallaba en una pequeña península y su única vía de entrada era muy fácil de controlar.

Es lógico pensar que todas estas medidas estaban encaminadas a prevenir que las tropas de la Confederación intentaran rescatar a los implicados en ese complot.

Al general Hartranft lo nombraron alcaide de la prisión y le dieron unas instrucciones muy detalladas sobre la seguridad de la misma y la conducta que debía tener el personal hacia los prisioneros.

Parece ser que el general cumplió, muy diligentemente, las órdenes recibidas. No obstante, más adelante, pidió permiso para que se permitiera quitar las capuchas a la mayoría de los prisioneros y también que les enviaran papel y tinta para escribir cartas y hasta tabaco para mascar. Algo muy popular en aquella época. Todo eso se lo concedieron.

El cadáver de Booth también fue llevado a ese Arsenal y enterrado, provisionalmente, en el suelo de uno de los almacenes de la misma.

Dado que vieron que ese edificio era muy seguro, aprovecharon que en la tercera planta del mismo había una sala muy espaciosa y allí organizaron el Consejo de guerra.

En 1867, el secretario de Guerra, Stanton, ordenó que se demoliera es edificio, excepto algunos pabellones, que fueron usados como residencia de oficiales. Así que tuvieron que exhumar a los presos ahorcados por este complot y enterrarlos en otro lugar del Arsenal. Hasta que, en 1869, el presidente Andrew Johnson, dio permiso para que esos cuerpos fueran enterrados a sus familiares.

No obstante, seguiré con el relato por donde lo dejé en mi anterior artículo. Empezaremos por el doctor Samuel Mudd. Fue un médico nacido en 1833, también en el Estado de Maryland, como la mayoría de los implicados.

Por lo visto, perteneció a una familia acomodada y católica. Su padre
tenía una plantación de tabaco, con unos 90 esclavos, porque la esclavitud estaba permitida en ese Estado, aunque estuviera en el norte.

Parece ser que su padre le dio, como regalo de bodas, un terreno de labor, y también tuvo esclavos, que se lo trabajaban. De hecho, era un convencido esclavista.

Curiosamente, estudió Secundaria en el Georgetown College, perteneciente a la Universidad del mismo nombre, fundada y regentada por los jesuitas. Posteriormente, estudió la carrera de Medicina en la Universidad de Maryland, en Baltimore.

Dado que Maryland abolió la esclavitud en 1864, muchos propietarios, como Mudd, se quedaron sin poder atender su terreno. Así que pensó en venderlo y entonces alguien le presentó a John Wilkes Booth, que decía tener la intención de invertir en tierras de labor.

Realmente, parece ser que Booth lo que estaba buscando era un sitio donde esconder a Lincoln, tras haberlo secuestrado. Tal y como lo habían planeado desde un principio.

Sin embargo, se tiene constancia de que Booth y Mudd se volvieron a encontrar en Washington DC en la Navidad de 1864. Parece ser que Mudd se había desplazado a la capital con el fin de comprar una nueva estufa de hierro para su casa, ya que acababa de ampliarla.

En aquella ocasión, Booth estaba acompañado por John Surratt y Louis Weichmann, a los que ya he mencionado en anteriores artículos.

Algunos autores dicen que Mudd estuvo siempre al corriente de la conspiración para secuestrar a Lincoln, pero no del cambio de planes, que incluía su asesinato y el de dos personajes importantes del Gobierno.

Lo cierto es que, como ya sabemos, Booth se lesionó una pierna, al lanzarse desde un palco hasta el escenario del Teatro Ford, y necesitó asistencia médica. Como sabían dónde vivía el Dr Mudd, se presentaron en su casa, la madrugada del 15 de abril.

Por ello, el médico cumplió con su labor, entablillándole la pierna y, además, contactó con un carpintero para que le hiciera un par de muletas.

Sin embargo, no cumplió con su deber, al no haber notificado, inmediatamente, la presencia de unos fugitivos en su casa a las autoridades. Ciertamente, lo hizo, pero ya fue el domingo 16 de abril.

Así que la Policía lo detuvo, como sospechoso de estar entre los conspiradores. De hecho, hizo varias declaraciones totalmente contradictorias. Incluso, omitió contar el encuentro de las pasadas Navidades, mientras que Weichmann, afirmó que estuvo con ellos, eso hizo que se le investigara más a fondo.

Durante el juicio, Mudd, fue representado por el general Thomas Erwing jr. Realmente, este abogado fue un hombre muy curioso. Siendo muy amigo de Lincoln, luego defendió a varios de los que colaboraron en su asesinato y consiguió librar a todos sus defendidos, en ese proceso, de la pena de muerte. Este abogado también fue cuñado del famoso general Sherman.

Realmente, la discusión estribaba en saber si Mudd había sido uno de los conspiradores o, simplemente, fue un médico, que atendió a un herido que llamó a su casa. Todavía hay opiniones para todos los gustos.

Mudd tuvo mucha suerte y se libró de la pena de muerte, sin embargo, fue condenado a cadena perpetua en una prisión militar situada en Florida. Vigilado por soldados de color.

En 1867, se produjo en la prisión un brote de fiebre amarilla, que afectó tanto a los presos como a sus guardianes. Como el médico de la prisión murió por esa epidemia, Mudd tuvo que ejercer como tal y eso hizo que llovieran los mensajes a favor de dejarlo en libertad. Cosa que consiguió su abogado en marzo de 1869, tras obtener el indulto presidencial.

La culpabilidad de Mudd siempre ha estado en entredicho. Incluso, los expresidentes Reagan y Carter afirmaron que era inocente, aunque decían que no tenían autoridad para poder revocar esa condena.

Incluso, pidieron la anulación de su juicio, pues los civiles no podían ser juzgados por tribunales militares, pero no prosperó. Al igual que tampoco lo hizo una apelación al Supremo.

Así que volvió a su casa en Maryland, donde siguió ejerciendo la Medicina y explotando sus tierras de labor. Murió en 1883.

Otro de los encausados fue Samuel Arnold. Se trataba de un simpatizante de los Confederados. Sin embargo, había nacido en 1834, en Washington DC.

Poco después, se mudó con su familia a Baltimore, donde coincidió en un colegio con John Wilkes Booth.

Tras el comienzo de la guerra, se alistó en el bando confederado, pero, como se puso muy enfermo, fue dado de baja en 1864.

Por lo visto, fue por entonces cuando contactó con Booth, ya que se hallaba desesperado por no encontrar trabajo. Así que aceptó formar parte del complot para secuestrar a Lincoln, sin embargo, tuvieron que modificar el plan, porque el presidente solía cambiar de planes muy a menudo.

Después, consiguió un trabajo como administrativo en un pueblo de Virginia. Allí fue localizado y detenido por la Policía, tras el asesinato de Lincoln.

Fue enjuiciado con los demás implicados y condenado a cadena perpetua, pues se demostró que no quiso participar en el asesinato.

Posteriormente, también fue encarcelado en Florida e indultado en 1869. Tras haber sido puesto en libertad, volvió a su casa y apenas se supo nada de él. Murió en 1906.

Es muy llamativo el caso de Edmund Spangler. Se trataba de un hombre nacido en 1825, en una localidad de Pensilvania. Curiosamente, era hijo de un sheriff.

Muy joven, se trasladó a Maryland, donde trabajó como carpintero. Precisamente, uno de sus trabajos fue la construcción de la casa de verano, encargada por el padre de Booth. Por lo visto, allí fue donde conoció al asesino, que entonces era sólo un niño.

Posteriormente, Spangler, se trasladó a Washington DC, donde estuvo trabajando como carpintero tramoyista en el Teatro Ford, lugar donde asesinaron a Lincoln. Allí se reencontró con Booth y se hicieron buenos amigos. Por lo visto, Spangler, siempre se mostró muy servicial y orgulloso de tener un amigo tan famoso.

Precisamente, Spangler fue uno de los que arreglaron el palco, donde el presidente, su esposa y la otra pareja iban a presenciar aquella obra de teatro.

Por la noche, apareció Booth por el teatro e invitó a los tramoyistas a tomar una copa. Después, volvió con una yegua y le pidió a Spangler que se la cuidara un momento, en una puerta trasera del teatro. Sin embargo, éste se hallaba muy ocupado y le pidió a otro de sus compañeros que lo hiciera. Tras el asesinato, Booth, volvió a por su cabalgadura y así escapó de la capital. 

El Gobierno federal vio el caso como un acto de guerra de los Confederados. Por ello, los acusados, aunque eran todos civiles, fueron llevados ante un Consejo de guerra, sin posibilidad de jurado.

Concretamente, a Spangler, se le acusó de ayudar a escapar a Booth y de bloquear la puerta del palco del presidente para que no pudieran entrar a auxiliarle. Parece ser que se demostró que la cerradura del palco fallaba desde un mes antes del asesinato y esa zona no era responsabilidad de Spangler, sino del jefe de tramoyistas.

Al final, sólo le condenaron a 6 años de cárcel, por ayudar a escapar a Booth y fue llevado a la misma prisión de Florida. Aunque siempre estuvo muy claro que nunca formó parte del complot.

Como ya mencioné, en la misma se produjo un brote de fiebre amarilla. Así que Spangler ayudó al Dr Mudd y también construyó los ataúdes de los muchos enfermos que fueron muriendo.

En 1869, tras su indulto, volvió a trabajar para el empresario teatral Ford y, posteriormente, se fue a vivir con el Dr Mudd, el cual le cedió una parte de su tierra para que la labrase y pudiera vivir de ella. También siguió trabajando como carpintero. Murió en 1875.

El último de los enjuiciados fue Michael O’Laughlen, nacido en 1840, en Baltimore (Maryland). Parece ser que conocía a Booth por haber vivido ambos en la misma calle de Baltimore.

Era escayolista y simpatizante de la Confederación. Así que, al comienzo de la guerra, se alistó en el Ejército Confederado. Sin embargo, a causa de su mala salud, fue dado de baja en 1862.

Posteriormente, contactó con Booth y se unió al grupo de conspiradores para secuestrar al presidente. Parece ser que Booth le envió algunos telegramas para avisarle de las reuniones de los conspiradores.

Lo que no sabemos es si estuvo de acuerdo en el cambio de planes para asesinar a Lincoln. Él siempre dijo que se había negado a participar en el asesinato. En cambio, parece ser que sí estuvo en la capital, cuando se produjo el magnicidio, pero no intervino en él.

Ni siquiera se acercó al teatro, sino que estuvo tomando unas copas con unos amigos hasta altas horas de la noche. No hay que olvidar que se había acabado la guerra y se habían organizado grandes festejos en la capital.

No obstante, se le acusó de vigilar, durante mucho tiempo, al general Grant, con la intención de asesinarle. Sin embargo, logró demostrar que nunca estuvo cerca de la casa del general.

Parece ser que se entregó voluntariamente en casa de su cuñado, porque no quería que su madre presenciara su detención.

No obstante, al demostrarse que formaba parte de la conspiración, fue condenado a cadena perpetua y enviado a la citada prisión militar de Florida.

Desgraciadamente, enfermó de fiebre amarilla y murió, a causa de ella, en 1867. Por tanto, falleció con 23 años, dos años antes de que fueran indultados los demás.

 

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