
Seguramente que todos habréis
visto la famosa película “La lista de Schindler” (1993), basada en la vida del
empresario alemán Oskar Schindler. En ese caso, este empresario salvó la vida
de muchos judíos a base de emplearlos en su fábrica, multiplicando la plantilla
mucho más de lo necesario. Lo cual está muy bien, pero obtuvo un beneficio del
trabajo de esos refugiados.

Evidentemente, hubo muchos casos
de diplomáticos y gentes de otras procedencias que hicieron la misma labor,
pero hoy sólo voy a hablar de nuestro personaje.
Nuestro hombre se llamaba Edwin
Christopher Lance y había nacido en junio de 1893, en una ciudad del Reino
Unido.
En su juventud, debió de ser un
tipo muy aventurero, pues, nada más estallar la I Guerra Mundial, fue uno de
los primeros en alistarse en el regimiento West Yorkshire y en él combatió
durante todo ese conflicto bélico. Por ello, fue condecorado con la medalla de
servicios distinguidos.
Supongo que no tendría bastante,
pues, cuando llegó el armisticio, participó en la Guerra Civil de Rusia, combatiendo
en el bando del Ejército Blanco.

Posteriormente, estudió
ingeniería civil y, tras graduarse, trabajó durante varios años en Argentina y
Chile, donde aprendió a hablar perfectamente en español.
Parece ser que en 1926 tuvo su
primer contacto con España, pues la empresa donde trabajaba fue contratada para
la construcción de una vía férrea que uniría Santander con la costa levantina.

Como cualquier ciudadano
británico en apuros, se dirigió a la embajada de su país en Madrid. Como era el
mes de julio, encontró el edificio casi vacío, pues tanto el embajador como el
resto de los diplomáticos se hallaban de vacaciones.

En un principio, la gente pensó
que se trataría de una simple asonada militar y que podría ser derrotada con
facilidad, como ocurrió en 1932, con el intento de golpe de Estado del general
Sanjurjo.

De pronto, el Gobierno se quedó
paralizado, algo que ya hemos visto que suele suceder, de vez en cuando, en
España e, incluso, varios ministros se refugiaron en el Ministerio de Marina,
donde parece ser que estaban más seguros.

Evidentemente, enseguida
comenzaron a escasear los víveres, pues aquel edificio no estaba preparado para semejante avalancha y, aunque era bastante extenso, no lo suficiente para tanta cantidad de gente, residiendo en su interior, día y noche, y, además, en pleno verano.

Así que, de esa manera, siempre
con un brazalete con la bandera británica, pudo visitar cárceles y otros
lugares, haciendo ver que se trataba de un diplomático británico.

Poco a poco, en Madrid fueron
faltando las provisiones, pues la ciudad se hallaba rodeada por las tropas
nacionales, salvo por la salida hacia Valencia, y, además, las tradicionales
zonas agrícolas del país habían quedado en manos del enemigo. Así que en la
embajada notaron enseguida la escasez de víveres.

La verdad es que Lance no debió
de pasarlo muy bien, pues un comité de obreros se apoderó de su empresa y lo
echaron. Así que, de pronto, se encontró en la calle y sin sueldo.
Posteriormente, el Gobierno
británico, les informó que había fletado el barco Devonshire para que recogiera
en el puerto de Valencia al mayor número posible de refugiados británicos.

Poco después, consiguieron que
las autoridades republicanas les cedieran un par de camiones militares con los
que transportar a otro grupo de refugiados, según la lista aportada al
Gobierno. Todos ellos llegaron sin novedad.

No olvidemos que los infames
fusilamientos de Paracuellos tuvieron lugar entre los meses de noviembre y
diciembre de 1936. No se sabe con certeza, pero se cree que en ellos asesinaron a unas 6.000 personas. Un tercio de ellos eran menores de edad.
Parece ser que Lance también
trabajó como traductor de los periodistas ingleses y USA, que llegaron para
informar sobre el conflicto. También, de esa forma, Lance, podía enterarse de
lo que ocurría de verdad en el frente y así poder informar a la embajada y que
ésta hiciera llegar sus noticias al Gobierno británico.
Desafortunadamente, en una de
estas visitas al frente de la Ciudad Universitaria, en Madrid, se despistaron y
su grupo fue capturado por las tropas nacionales.

Por lo visto, como Lance era un
tipo muy simpático y con mucho don de gentes, consiguió hacer amistad con algunos
mandos militares y civiles. Entre ellos, el marqués de Merry del Val, diplomático español,
que, junto con el duque de Alba, gestionaron que el Gobierno de Franco fuera
reconocido por el británico.
Así que lo soltaron y le
encargaron que volviera a Madrid para continuar con su labor de proteger y
evacuar a personas con simpatías hacia el bando nacional y que habían quedado
emboscadas en la capital. Cosa que hizo en un largo viaje desde Francia hasta
Alicante.
En enero de 1937, el Gobierno
británico, informó a su embajada, cuya sede se había trasladado a Valencia, junto
con el Gobierno republicano, que había fletado otro barco para recoger otra
tanda de refugiados en el puerto de Alicante.


Afortunadamente, después de
muchas vicisitudes, los más de 70 refugiados que iban en la expedición,
consiguieron embarcar en esa nave de la Armada británica, que les esperaba en
el puerto de Alicante.
Desgraciadamente, fue detenido
cuando faltaba poco menos de un año para final de la guerra. Por lo visto,
llevaban tiempo vigilándole, porque sospechaban de él.
En principio, lo encarcelaron en
Segorbe (Castellón). Tras un largo interrogatorio, lo llevaron al barco
prisión Uruguay, y de ahí a una checa en Gerona.
Aunque ya habían decidido
fusilarle, afortunadamente, llegó a tiempo el cónsul del Reino Unido en
Barcelona y consiguió su liberación y su traslado a Londres. Antes de partir,
hubo de comprometerse a no regresar nunca más a España.

Sin embargo, hubo un caso muy
curioso. El general Villalba Riquelm e, del que ya hablé en otro de mis artículos.
Había sido ministro de la Guerra, durante el reinado de Alfonso
XIII. No obstante, como había sido condecorado por Jorge V, por su labor de
apaciguamiento, mientras fue gobernador militar del Campo de Gibraltar y recibió
el título británico de Sir, su domicilio fue protegido como si fuera otra sede
diplomática británica. Incluso, dispuso de vigilancia armada británica, pues ya
habían intentado llevárselo a una cheka para asesinarlo. Así que no le ocurrió
absolutamente nada.

En 1965, se publicó en España el
libro “El pimpinela de la Guerra española”, escrito por C. E. Lucas Phillips,
donde se da cuenta de todas las aventuras de nuestro personaje durante ese
conflicto bélico.
La primera edición de ese libro ya
había sido publicada en el Reino Unido en 1960. De esa manera, se pudo conocer
la gran labor que hizo durante la guerra.
Por ello, en 1961, nuestro
personaje vino a Madrid, invitado por el Ayuntamiento, procedente de la isla de
Jersey, donde residía desde hacía muchos años. Se le hizo un gran homenaje como
agradecimiento a los cientos de vidas que consiguió salvar.
Incluso, en noviembre de ese
mismo año, fue recibido por el mismo Franco en su residencia habitual del Palacio
del Pardo.
En ese acto estuvieron presentes centenares
de personas de todas las edades. Todas ellas fueron a testimoniarle su gratitud
por haberles salvado la vida durante la Guerra Civil.
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