Todos sabemos que los ingleses
son muy dados a conservar sus tradiciones. Así que la monarquía británica no
podía ser menos y también tiene la misma costumbre.
Así que, durante la ceremonia de
la coronación de un nuevo rey, se pueden ver una serie de elementos, que se
utilizan para este rito a fin de hacer ver que es algo sagrado. Otra cosa será
que la gente se lo crea o no. Parece que en el Reino Unido todavía hay mucha gente
que cree en esas cosas.
Lo cierto es que siempre ha
habido dos cosas de este rito que me han llamado la atención. Una de ellas, es
el llamado rubí del Príncipe Negro, que está engarzado en el centro de la
llamada Corona Imperial del Estado.
Se trata de un enorme rubí que, según
parece, fue regalado por Pedro I el cruel, rey de Castilla,
al Príncipe Negro, también Príncipe de Gales, por su ayuda en la guerra contra su hermanastro, el futuro Enrique II de Castilla.
al Príncipe Negro, también Príncipe de Gales, por su ayuda en la guerra contra su hermanastro, el futuro Enrique II de Castilla.
Sin embargo, hoy voy a hablar de
otro elemento usado en la coronación real. Me refiero a la llamada Piedra del
destino.
Ya sé que a muchos les va a
parecer un tanto raro lo que voy a contar, pero es completamente cierto.
El objeto en cuestión es una
simple piedra, pero ahora veremos por qué le dan tanta importancia a la misma.
Se trata de un bloque de forma
rectangular, cuyas dimensiones son 66 cm x 42,5 cm x 26,5 cm. Pesando casi 152
kgs. Está realizada con una roca del tipo arenisca rojiza.
En la carta anterior, tiene grabada
una cruz latina y también tiene dos argollas. Una insertada en la parte de
arriba y otra en la parte de abajo de la cruz, cuyo posible fin era facilitar
el transporte de la misma.
Lo cierto es que no se conoce el
origen de la misma. Hay hasta quien se aventura a decir que fue donde Jacob
apoyó su cabeza, según aparece en el Génesis, después de haberse peleado con su
hermano Esaú. Parece ser que Jacob se quedó dormido y tuvo la visión de unos ángeles
subiendo y bajando del Cielo por medio de una enorme escalera.
También hay quien afirma que se
trata de una piedra utilizada para la ceremonia de coronación de los reyes de
Escocia y que fue traída desde Irlanda. Sin embargo, los geólogos la han estado
estudiando y han llegado a la conclusión de
que se trata de una roca extraída de una cantera cercana a la abadía de Scone, que es donde, tradicionalmente, se custodiaba.
que se trata de una roca extraída de una cantera cercana a la abadía de Scone, que es donde, tradicionalmente, se custodiaba.
Esta abadía estaba situada a poca
distancia de la ciudad escocesa de Perth. Fue construida a principios del siglo
XII y, por ello, también es conocido este objeto como “Piedra de Scone”.
Tras una de sus varias campañas
contra los escoceses, Eduardo I de Inglaterra, se llevó esta piedra a Londres.
Supongo que lo haría para que no pudieran coronar más reyes en Escocia, pero
fracasó, porque siguieron haciéndolo.
Hay que decir que éste fue un rey
muy curioso. Se empeñó en unificar Gran Bretaña y, durante todo su reinado,
mantuvo guerras contra los galeses y luego contra los escoceses.
En el primer caso, tuvo mucho
éxito, pues consiguió anexionar Gales a Inglaterra. De hecho, fue el creador
del título de Príncipe de Gales.
Por lo visto, los galeses, le
dijeron que no podrían obedecer a ningún rey que no hubiera nacido en Gales.
Así que llevó a la reina, que estaba embarazada, a que diera a luz en Gales. De
ese modo, su hijo, Eduardo II, fue el primer príncipe de Gales, siendo proclamado
como tal por su padre en 1301.
No tuvo tanto éxito en sus
guerras contra los escoceses. Los derrotó en diversas ocasiones, pero eso no
hizo que se sintieran vencidos, sino que sólo consiguió que se reorganizaran
continuamente nuevos focos de resistencia contra sus tropas.
También, a causa de sus
constantes guerras, exprimió a los financieros judíos. Por lo visto, a cambio,
les había dejado practicar la usura contra la población. Sin embargo, llegó un
momento en que la presión popular llegó a ser máxima y en
1290, ordenó la expulsión de todos los judíos de su reino. Norma que no fue derogada hasta el siglo XVII. Por lo visto, Eduardo I, aprovechó para quedarse con todos los bienes que les fueron incautados.
1290, ordenó la expulsión de todos los judíos de su reino. Norma que no fue derogada hasta el siglo XVII. Por lo visto, Eduardo I, aprovechó para quedarse con todos los bienes que les fueron incautados.
Volviendo al tema de hoy, Eduardo
I, dejó esta piedra en la famosa Abadía de Westminster y, en 1296, ordenó que
se construyera un trono, al que llamaron “Silla de San Eduardo”, donde
colocaron la citada piedra en un lugar ubicado bajo el asiento del mismo.
Por otra parte, siempre han
existido teorías acerca de que los frailes escoceses no les dieron la piedra
auténtica a los soldados ingleses, sino que la escondieron en un río o que la
enterraron al borde de una colina. Se basan en que las descripciones de la misma,
que figuran en obras medievales, no coinciden con las características actuales
de esa piedra.
A pesar de que Inglaterra firmó
varios tratados con Escocia, donde se comprometían a devolverles su piedra, lo
cierto es que nunca lo hicieron.
Así que, desde entonces, todos
los reyes de Inglaterra han sido coronados en ese trono y con la piedra debajo
de ellos. También los de Escocia, pero sólo a partir del siglo XVII, cuando se
unieron los dos reinos.
Sin embargo, algo ocurrió en
1950. El día de Navidad, cuatro estudiantes escoceses, procedentes de la
Universidad de Glasgow, consiguieron entrar en la Abadía de Westminster y
llevarse esta piedra. Por lo visto, se trataba de unos chicos que pertenecían a
una organización, que proponía restaurar el Parlamento escocés, como germen
para ir hacia la independencia de Escocia.
Realmente, trataban de crear un
nuevo estado de opinión entre la población de Escocia. A fin de que se empezara
a discutir sobre sus posibilidades para lograr la independencia. Para ellos,
esa piedra no podía estar ahí, pues era algo que daba a entender que el rey de
Inglaterra
también era el soberano de Escocia.
también era el soberano de Escocia.
Desgraciadamente, al intentar
sacar la piedra de debajo del trono, ésta se partió en dos trozos, debido a su
peso. No obstante, se llevaron los dos y los metieron en un coche que les
estaba esperando en la puerta.
Parece ser que ésta era tan
pesada, que optaron por enterrarla en un jardín en la zona de Kent, mientras
pensaban como llevarla hasta Escocia.
Por lo visto, dos de los
ladrones, optaron por llevarse el trozo más pequeño. Para ello, tomaron un tren
en dirección a Escocia.
Increíblemente, llegaron a su
destino sin ningún problema. A pesar de que, cuando se descubrió el robo, las
autoridades cortaron todas las comunicaciones entre Inglaterra y Escocia. Cosa que
no se había hecho en varios siglos.
Según parece, los ladrones
regresaron unos quince días después. Recuperaron el trozo mayor de la piedra,
que había sido enterrado en Kent, y regresaron con él a Glasgow.
Posteriormente, contrataron a un cantero
para que uniera los dos trozos de la piedra y la volvieron a esconder.
La policía británica se dedicó a
buscar la piedra, pero no tuvo éxito en sus pesquisas. No obstante, en aquella
época, se había hecho muy famoso un vidente holandés, conocido como Peter
Hurkos, así que, en abril de 1951, lo contrataron para ayudarles.
Por lo visto, los agentes sólo le
mostraron la palanca con la que los jóvenes habían removido la piedra. Aunque
parezca increíble, con este único dato, fue capaz de describir perfectamente a
los autores del delito. Así que, al día siguiente, sus retratos robot fueron publicados
en todos los diarios británicos.
Parece ser que eso fue lo que
llevó a los jóvenes a que, sólo unos días después, dejaran la piedra en el
altar mayor de la Abadía de Arbroath, dedicada a Santo Tomás Becket y, actualmente,
en ruinas.
No fue un sitio escogido al azar.
Precisamente, allí fue donde se firmó la declaración de independencia de
Escocia, en 1320.
Posteriormente, llamaron a la
Policía para que fuera a recogerla. Eso fue justo a tiempo, porque el rey Jorge
VI, que ya se hallaba muy enfermo, murió en febrero de 1952 y, unos meses más tarde,
fue coronada su hija, Isabel II.
Aunque parezca una tontería, si no
la hubieran devuelto, hubieran puesto en peligro su coronación.
Otra cosa muy curiosa es que, aunque
llegaron a detener e interrogar a todos los implicados en el robo, sin embargo,
no quisieron procesarles. Supongo que no lo harían para no enturbiar aún más
las relaciones entre Inglaterra y Escocia.
Parece ser que este suceso hizo
que, en Escocia, se tratara a estos jóvenes como a unos héroes. Incluso, el
Partido Nacionalista Escocés, que se encontraba en sus horas bajas, recibió
muchos votos en las siguientes elecciones. Es posible que este fuera el motivo
por el que les devolvieron la piedra en 1996.
Dado que ya no existe la Abadía
de Scone y, en su lugar, se construyó un palacio en el siglo XIX, la piedra ha
sido depositada en el Castillo de Edimburgo, con la condición de que tiene que
ser devuelta a Westminster cada vez que se vaya a realizar una nueva coronación
real.
El día 30/11/1996, día de San
Andrés, la piedra fue llevada en solemne procesión, escoltada por las tropas
del Ejército, desde el palacio de Holyrood hasta el castillo de Edimburgo. Este
palacio era la residencia habitual de los reyes de Escocia.
Previamente, se hizo una parada
en la catedral de Saint Giles, donde el sacerdote oficiante expresó que el regreso
de la piedra “fortalecería el orgullo distintivo de la gente de Esc ocia”.
Posteriormente, el cortejo llegó hasta el castillo de Edimburgo, donde, el príncipe Andrew, en representación de la reina, hizo entrega oficial de la piedra al secretario de Estado de Escocia y ésta fue colocada en el gran salón, sobre una pequeña mesa de roble, situada frente a la chimenea.
Igualmente, se le rindieron los honores reservados a los jefes de Estado, disparando 21 salvas de artillería, tanto desde una batería situada en el castillo, como desde un barco anclado en el puerto.
Por supuesto, se respetaron escrupulosamente todas las formalidades. En aquella ocasión, en lugar de izar la bandera escocesa en la torre más alta, en su lugar, se colocó la bandera del Reino Unido, por hallarse dentro del castillo el hijo de la reina, en representación de su madre.
Posteriormente, el cortejo llegó hasta el castillo de Edimburgo, donde, el príncipe Andrew, en representación de la reina, hizo entrega oficial de la piedra al secretario de Estado de Escocia y ésta fue colocada en el gran salón, sobre una pequeña mesa de roble, situada frente a la chimenea.
Igualmente, se le rindieron los honores reservados a los jefes de Estado, disparando 21 salvas de artillería, tanto desde una batería situada en el castillo, como desde un barco anclado en el puerto.
Por supuesto, se respetaron escrupulosamente todas las formalidades. En aquella ocasión, en lugar de izar la bandera escocesa en la torre más alta, en su lugar, se colocó la bandera del Reino Unido, por hallarse dentro del castillo el hijo de la reina, en representación de su madre.
En la actualidad, para prevenir posibles robos o daños a la piedra, ésta se encuentra dentro de una urna, realizada con un cristal blindado y rodeada por una gran cantidad de dispositivos de alarma.
TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
Muy interesante, me gusta la historia
ResponderEliminarMe alegra mucho que le haya gustado. Le animo a leer otros artículos de mi blog.
EliminarMuchas gracias y saludos.