ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 3 de agosto de 2014

LA PAZ DE LAS DAMAS O DE CAMBRAI

Cuando nos ponemos a pensar en el papel de la mujer en los siglos anteriores al XX, nos da por pensar que era poco menos que un cero a la izquierda. Es posible que ocurriera eso en muchos casos, pero no en todos.
Hoy traigo al blog un  episodio en el que fueron protagonistas dos mujeres, muy conocidas en su época, pero hoy totalmente olvidadas.
Para empezar, es preciso situarnos en el contexto de la época. Lo que hoy llamamos Italia, al final de la Edad Media,  estaba compuesta por múltiples Estados. Unos más grandes que otros.

De norte a sur, los principales eran los ducados de Milán y de Saboya, la república de Venecia, la república de Florencia, los Estados Pontificios, el reino de Nápoles y el de Sicilia.
Al renunciar, la Corona de Aragón, a su expansión por la Península Ibérica, vio su futuro en el dominio del Mediterráneo, ya que sus intereses eran más comerciales que militares y tenían que proteger a sus mercaderes, sobre todo, los radicados en Cataluña.
Por eso, convencieron a Jaime I de la conveniencia de invadir las Baleares a fin de eliminar las bases piratas en esas islas, que ponían en peligro el tráfico de las mercancías por ese mar.
Así empezó la Corona de Aragón, su ampliación territorial. Se anexionó Sicilia en 1282, Cerdeña en 1323 y Nápoles en 1442. Hoy en día igual nos parece poco, sin embargo, Nápoles era una de las ciudades más florecientes de aquella época.
También llegaron sus dominios hasta los ducados de Atenas y Neopatria, pero les duraron más bien poco, porque nunca estuvieron muy interesados en ellos, a causa de su lejanía.
Como los reyes de Aragón quisieron dejar de ser feudatarios del Papa, éste les sancionó otorgando sus reinos a otros señores de la época, como eran los segundones de la Casa de Anjou.
Alfonso V el Magnánimo invadió y se quedó con Nápoles, llamado por sus habitantes, para echar a los déspotas de los Anjou. Le debió de gustar mucho la ciudad, porque no volvió a poner más sus pies en Aragón. Dejó la Corona de Aragón  en manos de su esposa. A la muerte de Alfonso V reinó en Nápoles su hijo bastardo Fernando, separando, así,  este reino de la Corona de Aragón. De ahí surgió una nueva dinastía con su hijo Alfonso II, su nieto Fernando II y, para terminar, con Federico I.
Carlos VIII de Francia, que tenía parentesco con la dinastía Anjou de ese reino, intentó recuperar el trono de Nápoles, pero, a pesar de que firmó el Tratado de Barcelona con Fernando el Católico (1493) éste se opuso a sus deseos y le envió nada menos que al Gran Capitán, del que todos habremos oído hablar. Incluso, realizó una pequeña invasión de Francia, para que los franceses tuvieran que retirar parte de sus tropas de Italia. Esta primera guerra acabó en 1498, con un tratado firmado entre Luis XII y Fernando el Católico.
Aunque parezca mentira, la llegada de Fernando el Católico a Castilla cambió las relaciones internacionales de este reino. Hasta la fecha, Castilla había tenido buenas relaciones con Francia y no tan buenas con Inglaterra. En el caso de Aragón, era al contrario, así que Fernando, impuso los puntos de vista de Aragón y modificó las alianzas de Castilla en provecho propio, claro.
Otra cosa que siempre le gustó mucho a Fernando fue que en Castilla todo el mundo acataba las órdenes del rey, mientras que en Aragón había que pactar primero con las Cortes de cada uno de los reinos que formaban esa Corona, cosa que dilataba mucho cualquier decisión.
Al año siguiente al mismo Luis XII, le remordería la conciencia de haber abandonado Italia y se buscó alianzas con varias potencias de la zona, incluido el Papa Alejandro VI. Así que ese mismo año, invadió de nuevo el norte de Italia, tomando Milán sin problemas. Luego pactó de nuevo, en Granada,  con el rey Fernando el Católico para echar del trono a Federico I y repartirse el reino de Nápoles. Por ello, España ocupó la zona sur del reino y Francia el norte.   
Con estos territorios, se creó un virreinato que perteneció a España hasta el final de la de la Guerra de Sucesión, a principios del XVIII. El primer virrey fue el Gran Capitán.
En 1502, Felipe I el hermoso, nuevo rey de Castilla, acordó con Luis XII que el título de rey de Nápoles sería para Claudia,  la hija del soberano francés, y que ésta se casaría con el futuro Carlos V.
Evidentemente, al ver el soberano francés el auge de los Habsburgo y el peligro de que su reino fuera engullido por ellos, canceló en 1506 el compromiso de boda y casó a su hija con su sobrino, el futuro Francisco I.
La llegada de Francisco I al trono de Francia hizo que se reactivaran las apetencias francesas por Italia. Posiblemente, la rivalidad entre este soberano y Carlos V venía de que el francés también fue candidato, junto con Enrique VIII, al trono del Sacro Imperio.
Para empezar, como los españoles se dieron cuenta de que la soberana de Navarra pretendía entregar su reino a Francia, la invadieron y la anexionaron. No olvidemos que Navarra siempre fue un territorio en disputa entre Francia y España y los reyes franceses llevaron también el título de reyes de Navarra hasta 1830.
Mientras tanto, Francisco I, aprovechó para atacar de nuevo Italia. No tuvo mucha suerte e, incluso, fue capturado en la batalla de Pavía, en 1525, y enviado preso a Madrid, donde firmó un nuevo tratado con Carlos V.
En cuanto fue devuelto a su país, el soberano francés firmó en 1526 una gran alianza con Venecia y Florencia, además de Génova y que fue bendecida por el Papa con el nombre de Liga Santa, también llamada Liga de Cognac.
La guerra no empezó muy bien  para los franceses, pero acabó fatal cuando sus aliados genoveses se pasaron al bando español, quizás porque habían “olido” el oro que nos estaba llegando ya desde América,  y el Papa tuvo que soportar el Sacco de Roma, en 1528.
Llegados a este punto, retomo el tema que inicié al comienzo de este artículo. Como el emperador Carlos V era muy aficionado a la caballería andante, algo más propio de la época medieval, se permitió retar a Francisco I a un duelo, donde combatirían sólo ambos soberanos. Por supuesto, esto fue rechazado por el monarca francés, más aficionado a la cultura renacentista.
Por algún  motivo no aclarado, esta vez eligieron los dos monarcas a dos mujeres para representarles en las conversaciones de paz entre ambos reinos.
No obstante, hay que mencionar que ambas mujeres eran ya muy famosas en su época. Una de ellas fue Margarita de Austria, hija de Maximiliano de Austria y hermana de Felipe I el hermoso, rey de Castilla por su matrimonio con Juana I la loca.
Margarita casó con Juan,  heredero de Castilla y Aragón por ser  hijo de los Reyes Católicos, el cual murió muy pronto a causa de la tuberculosis. Ella estaba embarazada cuando se quedó viuda y su hija también murió enseguida.
Más tarde, casó con Filiberto II, duque de Saboya, pero su matrimonio sólo duró 3 años, a causa de la muerte del duque.
A partir de ahí, su padre le ofreció la regencia de los países Bajos y la tutela de los 4 hijos de Felipe el hermoso y Juana la loca. Por supuesto, uno de ellos sería el futuro emperador Carlos V. En ese puesto pudo demostrar sus habilidades diplomáticas, negociando un  tratado con Inglaterra. También participó en las discusiones para organizar la Liga de Cambrai contra Venecia. Posiblemente, por esos antecedentes, fue nombrada por su sobrino para que le representara en las conversaciones de paz, que dieron  lugar a la Paz de Cambrai.
Por otra parte, Luisa de Saboya fue  la hija mayor de Felipe II de Saboya y heredó de su padre el título ducal de Saboya. Casó muy joven con Carlos de Valois con el que tuvo 2 hijos: Margarita, que fue madre de Juana III de Navarra y abuela de
Enrique IV de Francia, del que, posiblemente, hablaré en otra próxima entrada. Su otro hijo fue Francisco I, ya mencionado en este artículo.
Luisa, que tenía una gran inteligencia, enviudó cuando tenía solamente 19 años y se trasladó a vivir al palacio real, junto a Luis XII, que era primo de su marido.
Como Luis XII no tuvo hijos varones, consiguió que el rey considerara a su hijo Francisco como su favorito
para el trono y le casó con su hija Claudia. Con ello, consiguió ser el heredero del trono de Francia.
Luisa ganó varios pleitos sucesorios y pudo, así, disfrutar de varios títulos nobiliarios muy importantes en Francia.
Tuvo que asumir el papel de regente durante las ausencias de su hijo. Incluso, tras su captura en Pavía y su encierro en Madrid, tuvo que asumir plenos poderes en Francia.
Por ello, no es de extrañar que fuera nombrada por su hijo para que le representara en las conversaciones que llevaron a cabo la Paz de las Damas, firmada el 5/08/1529.
Este tratado venía precedido por una tregua firmada en Barcelona el 29/06 del mismo año y por la reconciliación entre el Papa, Clemente VII, y el emperador, tras el trágico episodio del Sacco de Roma.
Este cambio de actitud del Papa dio lugar a la coronación de Carlos V, realizada por este mismo Pontífice el 22/02/1530 en Bolonia. Precisamente, uno de los que acompañaron al nuevo emperador en el cortejo y llevó uno de sus símbolos imperiales fue el duque de Saboya.
Por lo que se refiere al Tratado de Cambrai, ambas partes tuvieron que aportar algo. Carlos V tuvo que ceder a Francia el ducado de Borgoña, algo muy duro para él, pues lo consideraba el origen de su familia. De hecho, le encargó a su hijo Felipe II, en su lecho de muerte, que intentara recuperarlo.

Por su parte, Francisco I, cedió los derechos sobre Nápoles, Milán y Génova, con lo que el emperador ya era dueño de casi toda Italia. Flandes y el Artois ya no serían vasallos de Francia y no tendrían que pagarle tributos. Las deudas del emperador con Enrique VIII tuvo que pagarlas Francia, así como todos los gastos derivados de la coronación imperial. Una pasta, vaya.
En 1530, acabó otro trágico episodio, con la entrega en el Bidasoa de los hijos de Francisco I, que habían continuado presos en Madrid, aunque se había liberado ya a su padre, y que no fueron devueltos hasta que Francia pagó su rescate.
Otra de las cláusulas que se firmaron para acercar más las coronas de ambos reinos, fue el matrimonio de Francisco I, ya viudo de Claudia, con la hermana de Carlos V, Leonor de Austria, que por entonces era la viuda del rey de Portugal.
Este matrimonio no tuvo mucho éxito. No sé si sería porque fue forzado por ese tratado o porque, según parece, a pesar de que Leonor había sido muy bella en su juventud, ahora padecía muchas enfermedades, entre ellas, elefantiasis, las cuales le desfiguraron mucho.

Sin embargo, al morir Francisco I en 1547, Leonor aprovechó para volver a España y vivir el resto de sus días junto a su hermano Carlos V.
Realmente, la Paz de Cambrai fue un tratado más de los firmados durante las llamadas Guerras de Italia. También Venecia firmó la paz con España y Florencia fue gobernada a partir de entonces por la familia Médici.
En 1536, Francisco I volvió a las andadas, tras la muerte del duque de Milán, pues, según parece, no estaba de acuerdo en que Felipe II de España heredara ese ducado, ya que el duque había muerto sin descendencia.
Conquistó Turín, pero no pudo hacer lo mismo con Milán. Mientras tanto, Carlos V invadió la Provenza francesa. La guerra acabó con la tregua de Niza, que dejó Turín en manos de Francia.
En 1542, la desesperación de Francisco I le hizo aliarse nada menos que con los turcos, consiguiendo algunas victorias. Mientras tanto, Carlos V se alió con Enrique VIII de Inglaterra para atacar el norte de Francia. Los dos bandos decidieron para las hostilidades y se retiró cada uno a sus posiciones anteriores.
Como no habían tenido bastante, en 1547, Enrique II, el sucesor de Francisco I, atacó los dominios del emperador, con la “sana” intención de siempre de tomar Italia. En esta ocasión, el emperador, ya andaba un poco viejo y achacoso, pero su sucesor, Felipe II, era joven y con ganas de demostrar sus poderes a los galos, así que decretó la invasión total de Francia y derrotó a éstos en San Quintín, en 1557. Los franceses llegaron a tomar Calais, pero se vieron forzados a firmar la trascendental paz de Cateau Cambresis, por la que Francia renunció definitivamente a sus derechos sobre Italia.
Supongo que todo el mundo sabrá que Felipe II, que no era muy dado a estar junto a sus tropas, sí lo estuvo, por primera y
única vez, en la batalla de San Quintín y conmemoró esta victoria con la construcción del Monasterio de El Escorial.
Por otra parte, una de las cláusulas del Tratado de Cateau Cambresis indicaba que Felipe se casaría con Isabel de Valois, hija del rey de Francia. Cosa que hizo y fruto de ese matrimonio nacieron las infantas Isabel Clara Eugenia y Catalina Micaela, que fue duquesa de Saboya.
También, durante los festejos por esta boda, Enrique II, quiso demostrar su habilidad en un torneo y tuvo la fatalidad que la lanza de su adversario entrara por un agujero de su casco, atravesando su ojo y haciendo que muriera casi instantáneamente. Esa circunstancia dio lugar a una gran inestabilidad en ese país y a las famosas guerras de religión, de las que hablaré en otro momento.
Espero no haberme enrollado demasiado y que os haya gustado el artículo.




8 comentarios:

  1. Para que luego digan que detrás de todas la guerras y las desavenencias están las mujeres siempre. También las hay que arreglan desaguisados de otros. Otra cosa es que se les reconozca el mérito.
    Un saludo.

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  2. A lo mejor, las enviaron, porque, si se hubieran reunido los reyes, igual se hubieran peleado allí delante de sus dignatarios. De hecho, el emperador le había retado a un duelo al rey de Francia, pero éste no quiso.

    Saludos.

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  3. Me ha gustado mucho la entrada, Aliado; la verdad es que no dejas de sorprenderme aportando datos que desconocía. No obstante, yo no hubiera descartado que las damas llegaran a batirse en duelo: eran mujeres que, a pesar de estar en un segundo plano, no eran de quedarse únicamente bordando en casa.

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  4. Efectivamente, no eran unas amas de casa o, lo que se entiende habitualmente por ello, pero yo creo que tampoco eran gente de acción. Supongo que las escogieron para este puesto por su buen hacer anterior y porque eran personas de toda confianza para ambos monarcas.

    Saludos.

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  5. Por suerte, Maraiana de Pineda aún es recordada por quienes tienen memoria o aman la historia. En las facultades de Historia por lo menos aún se le dedica alguna clase a tratarla.

    Un ejemplo de espíritu de lucha y coraje.

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    1. El tema de Mariana Pineda ya lo traté en otro de mis artículos En mi opinión, fue una mujer muy valerosa, pero que tuvo la desgracia de caer en manos de la "justicia" de Fernando VII.

      El que la interrogaba sabía que, si le dejaban más tiempo, podría hacerle confesar los nombres de sus compañeros.

      Éstos, debían de estar atemorizados, porque ella los conocía a todos. Así que la convencieron para que no les delatara, diciéndole que la iban a rescatar. Ella se lo creyó hasta el último momento.

      Esta mujer era un gran problema para los liberales y me parece que lo que más les interesaba era que la ejecutaran cuanto antes. Luego, de una manera hipócrita, le hicieron homenajes y monumentos por todas partes. Sin embargo, yo pienso que la dejaron, literalmente, tirada.

      El rey también lo tuvo claro, así que metió prisa, para que la ejecutaran cvuanto antes, proque sólo quiso dar una lección a los nobles liberales, pero no cargárselos a todos, porque podría caer la base que siempre había sustentado a la monarquía.

      Saludos.

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  6. Me gusto mucho vuestro blog. Hace un resumen histórico donde resalta el papel de la mujer, y la confianza depositada en ellas tanto por Carlos V como por Francisco

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    1. Me alegra que le haya gustado mi blog y más aún que me haya enviado un comentario, porque, como habrá visto, no estoy muy sobrado de ellos.

      Los dos personajes femeninos de esta historia no eran unas simples mujeres, que ya es mucho, sino unas especialistas en la alta política, que ya llevaban muchos años de dedicación, cuando fueron nombradas para esta importante misión.

      Muchas gracias y saludos.

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