Seguro que todos hemos aprendido en el Instituto
que Fernando VII fue un rey de muy ingrato recuerdo, a pesar de que antes del
comienzo de su reinado se le llamaba “El Deseado”. Evidentemente, fue un apodo
que le pusieron sus seguidores y lo corearon los que aún no le conocían.
Evidentemente, durante su reinado, se organizaron
un montón de intentos de revueltas, golpes de Estado, etc. Unas llegaron a
ponerse en práctica y otras se quedaron sobrevolando el universo de las ideas
teóricas. En ese campo, el siglo XIX español estuvo plagado de ese tipo de
ideas.
Hoy traigo al blog una conspiración de la que casi
nunca se habla, pues se montó tan en secreto, que muchos especialistas aún hoy
dudan sobre la cantidad de gente que estuvo implicada en esa acción. Tuvo lugar
en febrero de 1816.
A un grupo de masones, encabezados por el general Ramón
Vicente Richart, un antiguo jefe guerrillero de la Guerra de la Independencia, no
se le ocurrió otra cosa mejor que intentar secuestrar al monarca para forzarle
a reinstaurar el liberalismo y la Constitución de 1812, también llamada de
Cádiz.
Como ya habían aprendido de otros intentos
anteriores, protagonizados por otros sujetos, esta vez se decidieron por
organizarse de forma triangular. Eso quiere decir que, siguiendo la doctrina de
la secta de los Illuminati, cada conspirador sólo conocería a otros dos y nadie
podría sacarle ningún nombre más, aunque fuera bajo tortura, porque desconocía
quiénes eran los demás.
Así, se dice que formaban esta conspiración
militares tan conocidos como Espoz y Mina, Riego, Porlier, Lazy, etc y hasta
funcionarios de Palacio.
El plan inicial, consistente en el secuestro del
rey, se desechó por ser demasiado arriesgado, así que pensaron en matarle
directamente.
Solía irse de parranda, disfrazado para que no le
conocieran, acompañado de un tal Chamorro y del duque de Alagón.
Es preciso aclarar que el tal Chamorro no se
llamaba así, sino que, cuando conoció al entonces príncipe de Asturias, era un
simple aguador de los que acudían a llenar sus cacharros a la famosa Fuente del
Berro, en Madrid. Su nombre real era Pedro Collado, natural de Colmenar Viejo y
divertía mucho al rey, gracias a sus ocurrencias, propias del habla popular.
En principio, fue contratado por el entonces
príncipe, para que espiara al resto de los criados, pues no se fiaba de
ninguno, ya que le habían llegado algunos avisos de que le querían envenenar.
Bueno, volviendo a las francachelas del rey, éste,
por entonces, se había aficionado a ir a la casa donde trabajaba una conocida
prostituta llamada “Pepa, la malagueña”, en la calle del Ave María, de Madrid.
La idea era esperarlo allí y asesinarle.
Lo malo es que este plan, como otros muchos,
falló, pues dos sargentos de la Armada, que habían sido fichados para el
complot, no pudieron retener el secreto y fueron a contárselo al capitán Rafael
Morales.
Como Richart se enteró de que la conspiración
había sido descubierta, sin saber quién los había traicionado, fue a avisar a
estos dos sargentos para que huyeran. Lo que ocurrió fue algo insólito, los dos
sargentos detuvieron al general, a punta de pistola, y lo llevaron ante el
capitán Morales.
Como cabecillas de este complot, las autoridades
detuvieron al general Richart o Richard, pues su apellido aparece de ambas
formas, y a un tal Baltasar Gutiérrez, que algunos dicen que era barbero y
otros, sastre. Junto a ellos fueron detenidos otros 50 sospechosos, que luego
fueron puestos en libertad, por falta de pruebas.
Estos dos individuos fueron juzgados y sentenciados
a la pena de muerte por este intento de magnicidio.
El 6 de mayo de 1816 fueron ahorcados públicamente
en la plaza de la Cebada, de Madrid y luego, decapitados.
Este complot contra el rey fue uno de los muchos
que se dieron en esa época. Como antecedentes tenemos el de Espoz y Mina, en
1814, y el de Díaz Porlier, de 1815.
Lejos de frenar los ánimos contra el rey, hubo
otros intentos dignos de mención, como el del general Lacy, en 1817, el de Van
Halen, el mismo año, el del coronel Vidal, en 1819, etc.
Al fin, en 1820, el coronel Riego, tuvo más
suerte. Aunque, en un principio, ellos mismos pensaron que habían fracasado y
huyeron, dispersándose por el país. Luego se enteraron de que su llamada a la
rebelión había tenido éxito a nivel nacional, al rebelarse varias guarniciones
en distintos lugares de la península.
Así, muy a su pesar, al rey, no le quedó más
remedio que pronunciar su célebre frase: “vayamos todos, y yo el primero, por
la senda de la Constitución”.
Me ha gustado mucho tu post, Aliado. Es muy difícil hacer atractivo algo sobre Fernando VII. Sería estupendo que pudieras escribir más sobre él.
ResponderEliminarEs cierto que, sobre Fernando VII, se pueden decir muy pocas cosas agradables, pero hay que reconocer que, gracias a él tenemos el Museo del Prado. Mejor dicho, gracias a su esposa, que fue la que lo convenció.
EliminarEs una pena que no se pueda ampliar mucho esta historia, pues se tienen muy pocos datos sobre ella y sólo la citan los historiadores locales.
Saludos.
Salve.
ResponderEliminarFernando VII es la mayor calamidad que le ha podido caer a España en su toda su historia.
Debería ser juzgado post mortem y quemado en efigie.
A éste si que le teníamos que haber rebanado el pescuezo como hicieron ingleses y franceses. Otro gallo nos hubiese cantado.
Muchas gracias y un abrazo amigo.
Bueno, la Constitución de Cádiz fue una norma que todos sabían, desde el principio, que era imposible aplicarla en España, porque aquí abundaron siempre los absolutistas.
ResponderEliminarTampoco fue una norma tan liberal, porque lo que más había entre los diputados eran clérigos y se cuidaron muy mucho de recalcar el carácter católico de España, desde el artículo 1º.
Fernando VII yo creo que fue simplemente un rey que fue educado de una forma no válida para esa época. Él tampoco hizo nada por cambiar, pero no olvidemos que en Europa se constituyó algo llamado Santa Alianza, que se ocupó de derribar todos los intentos liberales en el continente. O sea, que España no fue la única absolutista, como quieren hacernos ver ahora.
Muchas gracias y saludos.
Sobre Fernando VII repetís las mismas cosas que os han enseñado los profesores masones. Bien dicen que somos esclavos de nuestra educación, hasta que aprendemos a leer. Un saludo
ResponderEliminarSobre Fernando VII repetís las mismas cosas que os han enseñado los profesores masones. Bien dicen que somos esclavos de nuestra educación, hasta que aprendemos a leer. Un saludo
ResponderEliminarPues no tengo constancia de haber sido educado por profesores masones. De hecho, no conozco a ningún masón o, por lo menos, ellos no me han dicho nunca que lo fueran.
ResponderEliminarDe todas formas, si Vd., como dice, sabe leer las cosas de otra manera, no estaría de más que me enseñara a hacerlo. Estoy abierto a ello.
Saludos.