Hoy traigo al blog un caso muy
peculiar y que nunca fue resuelto del todo. No voy a adelantar más datos,
porque quiero que lo leáis con mucha atención y luego que cada uno opine lo que
quiera.
El personaje de hoy se llamó Enriqueta Martí Ripollés y nació en 1868 en la localidad barcelonesa de San Feliú de Llobregat.
Parece ser que siendo muy joven
emigró desde su localidad natal a Barcelona, yendo a residir al barrio del Raval. Se
empezó a ganar la vida trabajando como niñera.
No se sabe con exactitud, pero,
según parece, entre 1895 y 1902, se casó con Juan Pujaló. Un pintor que no tuvo
mucho éxito y al que sólo contrataban para hacer retratos. Curiosamente, ambos
habían nacido el mismo año y en la misma localidad.
Por lo visto, este matrimonio no
duró mucho, ya que se separaron en 1906. No conocemos el motivo. Según el
marido, ella era muy aficionada a irse con otros hombres y a frecuentar
prostíbulos. Evidentemente, no sabemos si eso era cierto o no.
Los que la conocieron decían que
Enriqueta llevaba una doble vida. De día se vestía con unos harapos y mendigaba
por las calles. Incluso, solía ir acompañada de algunos niños para dar más pena
a la gente.
Sin embargo, por la noche se
vestía de una forma elegante y solía ir a la puerta del Liceo o a la del Casino
de la Arrabasada, donde vendía unos ungüentos, que fabricaba ella misma e,
incluso, concertaba citas para personas de la alta sociedad con los mismos
niños que la acompañaban por las mañanas.
Por lo visto, Enriqueta fue
detenida en 1909 por sus actividades pedófilas. Sin embargo, se supone que
alguien muy poderoso consiguió que la pusieran en libertad y que se perdiera
ese expediente.
Precisamente, en aquella época, se estaban produciendo muchas desapariciones de niños y la gente estaba en guardia. Sin embargo, las autoridades actuaban con mucha mesura, porque no querían que se repitiera algo parecido a la Semana Trágica.
A mediados de febrero de 1912 se produjo otra de esas desapariciones. Se había hecho de noche, cuando Ana Congost y su hija Teresita Guitart, de 5 años, regresaban a su casa, situada en la barcelonesa calle de San Vicente, después de haber ido a ver los Carnavales.
Al llegar al portal, Ana abrió la
puerta y se puso a hablar con una vecina. Parece ser que soltó de la mano a la
niña.
Cuando terminó de hablar con la
vecina, se extrañó de que la niña no estuviera con ella, pero pensó que podría
haber subido a su casa.
Así que, cuando llegó arriba, le
preguntó a su marido, Juan Guitart, si había subido su hija y, cuando éste le
respondió negativamente, ella echó a correr escaleras abajo, pero no vio a la
niña por ninguna parte.
Por lo visto, los padres de
Teresita acudieron a la Comisaría de Policía más próxima. Un agente les rellenó
los datos en la denuncia, pero les dijo que estaban muy ocupados con los
Carnavales y que no tenían ningún agente libre para ocuparse de su caso.
Incluso, parece ser que, ante la
impaciencia de los padres, el inspector se enfadó con ellos y les obligó a
marcharse.
No sé si acudirían ellos mismos a
los periódicos. Lo cierto es que la mayoría de los periodistas trataron este
asunto con desdén y no le dieron apenas importancia. Sólo hubo un periodista,
que escribió un artículo, recordando a las autoridades que estaban obligadas a
investigar y esclarecer estas desapariciones infantiles.
Volviendo a nuestro personaje, lo
primero que hizo Enriqueta fue cortarle el pelo al cero a Teresita y vestirla
con unos vestidos viejos que tenía en casa. También le dijo que, a partir de
ahora, se iba a llamar Felicidad.
Hay que decir que en la casa de
Enriqueta también vivía su anciano padre, llamado Pablo Martí.
Sin embargo, aunque entonces no
había cámaras de vigilancia en todas partes, hubo algo que la secuestradora no
pudo prever.
Parece ser que una vecina, que
vivía enfrente de esa casa vio a una niña con una cara muy triste, asomada a una
ventana, que daba a un patio interior. Le llamó la atención ver una niña en esa
casa, porque sabía que Enriqueta no tenía hijos.
Claudina Elías, que así se
llamaba la vecina, sospechó que podría tratarse de alguna de esas niñas, que
seguían desapareciendo en Barcelona. Había pasado una semana desde la desaparición
de Teresita.
Por eso, este agente de la
Guardia Urbana, que es como se llama la Policía Local de Barcelona, le informó
a su brigada. Éste tomó cartas en el asunto y dispuso una discreta vigilancia
hacia la vivienda de Enriqueta.
Al cabo de unos días, tomaron la
decisión de entrar en la vivienda. Alegaron que alguien se había quejado de que
allí tenían gallinas y molestaban al vecindario.
Allí encontraron a Enriqueta, que
era una gran experta en el arte del disimulo. También había dos niñas con ella.
Una decía llamarse Angelita y la otra era Teresita. Enriqueta alegó que no la
conocía y que se la había encontrado sola y hambrienta en la calle. Por lo que
le había dado de comer y luego la iba a llevar a la Policía.
También restos humanos con los
que, según parece, elaboraba sus ungüentos para luego venderlos a la gente de
la alta sociedad. Sobre todo, a los afectados por la tuberculosis, que entonces
estaba haciendo mucho daño en todas las clases sociales.
Posteriormente, fueron a buscar a
la madre de Teresita, pero no se hallaba en casa, pues estaba buscándola. Sin
embargo, trajeron a una vecina que la reconoció al instante.
Así que el juez ordenó que
detuvieran a Enriqueta para interrogarla y que también fueran al juzgado el
resto de los personajes de esta historia.
Cuando le preguntaron a Angelita si
Enriqueta era su madre dijo que no lo sabía. También dijo que había visto cómo
mataba a otro niño, llamado Pepito y que se deshizo de él.
El caso es que algunos de los
vecinos de Enriqueta dijeron que, a veces, su casa olía muy mal. Con un olor
parecido al de los cadáveres y se quejaron ante las autoridades, pero no les
hicieron ni caso.
Como Angelita ya no tenía dónde
vivir, el juez la entregó al portero del juzgado para que la trataran como una
más de su familia. El caso es que la niña parecía estar muy a gusto con su
nueva familia. Estaba muy contenta, porque le compraron calzado y ropa nueva.
Incluso, mucha gente acudió a entregarle regalos de todo tipo.
Por otra parte, Pablo Martí
también fue encarcelado, acusado de haber sido cómplice y encubridor de los
delitos cometidos por su hija.
Por lo que respecta a Enriqueta, también fue trasladada a la cárcel de mujeres Reina Amalia, también situada en el Raval de Barcelona y, curiosamente, allí preguntó en reiteradas ocasiones, si no había ido alguien importante a verla. Parece ser que tenía un amante de la alta burguesía barcelonesa.
Por lo visto, al observar que esa gente tan poderosa no se había preocupado por ella, intentó suicidarse. Las funcionarias la pillaron a tiempo y la pusieron en una celda con 3 presas para que la vigilaran.
Sin embargo, sospechosamente, las
autoridades habían relevado al juez de guardia de ese sumario, sustituyéndolo
por otro y luego otro más. En total, fueron nombrados 3 jueces en 7 días. Lo
cual es algo muy irregular.
Por lo visto, también aparecieron otras personas, alas que les habían arrebatado a sus hijos, y la reconocieron como la persona que se los había llevado.
Casualmente, esta vez compareció ante el juez María Pujaló, cuñada de Enriqueta, por ser hermana de su marido. Ésta trabajaba como criada de un párroco en Vilassar de Mar.
Declaró que, 7 años antes,
residía en Barcelona y dio a luz una niña, auxiliada por Enriqueta. Por lo
visto, ésta le dijo que la niña había nacido muerta, pero lo cierto es que se
quedó con ella.
También ocurrió algo increíble.
Parece ser que María tenía otro hijo, llamado Benedicto. En cierta ocasión,
tuvo que viajar fuera de Barcelona y dejó al niño al cuidado de Enriqueta.
se la encontró por la calle y le dijo que le devolviera su hijo. Sin embargo, Enriqueta negó que le hubiera dejado ningún niño.
Así que María acudió a la Policía
y estos encontraron con vida al niño en la nueva casa de Enriqueta. Por lo
visto, Enriqueta ya había ido al juzgado para inscribirlo como difunto. Contra
todo pronóstico, Enriqueta ni siquiera fue detenida por este hecho.
Otra noticia llamativa es que,
mientras Enriqueta se hallaba encarcelada, unos ladrones entraron en su casa y
se llevaron varias cosas. Eso me hace sospechar que fueron contratados por
gente importante para que no quedara ningún rastro de ellos en esa casa.
Por lo visto, cuando los
funcionarios del juzgado fueron a realizar un nuevo registro, se encontraron
con que los ladrones habían dejado la casa completamente vacía. No obstante, el
juez, que era un funcionario con mucha experiencia, indagó algo más y encontró
un hueco en una pared y dentro de él un saco lleno de huesos humanos.
Por lo visto, también encontraron
una especie de frascos, conteniendo líquidos y grasas, con los cuales elaboraba
sus ungüentos.
Parece ser que encontraron más restos humanos, correspondientes a esqueletos de niños en el jardín de una casa, donde había vivido Enriqueta unos años antes. Ella había cambiado varias veces de domicilio, porque la echaban por no pagar el alquiler.
También se ordenó el registro de una casa en el barrio de Sants, donde, unos años antes, habían vivido Enriqueta y su cuñada y donde ésta dio a luz a aquella niña que le dijeron que había nacido muerta.
Por lo visto, allí encontraron
enterrados en el jardín varios restos humanos, incluso, cráneos de niños de
edades correspondientes a los que habían ido desapareciendo en aquella época.
Según el juez, Enriqueta llevaba
unos 8 años dedicada al oficio de curandera y parece ser que uno de los que
vendía sus productos era su propio marido. Aquel que afirmaba que no había
sabido nada de ella en 6 años a pesar de que vivían en la misma calle.
Curiosamente, en uno de aquellos
ataques que solían darle, parece ser que ella dijo que picasen bien las paredes de
su casa, porque, en caso de ir al patíbulo, le gustaría que le acompañaran el
resto de los culpables.
Por otra parte, al saber que la
habían detenido, varias personas fueron a reconocerla y declararon que esa
mujer había intentado robarles a sus hijos, pero que no lo consiguió, porque la
hicieron frente y tuvo que salir huyendo.
También, parece ser que Enriqueta solía salir indemne de todas sus fechorías, porque era una confidente de la Policía y a sus agentes les interesaba que siguiera en libertad.
Otra de las casualidades fue que
la Policía consiguió detener a los ladrones, que robaron en el piso de
Enriqueta y descubrieron que eran íntimos amigos suyos.
Como ya sabemos que en España la
Justicia funciona muy lentamente, en mayo de 1913, Enriqueta seguía encarcelada
a la espera de juicio.
Hay quien dice que padecía un
cáncer de útero y eso le hacía sangrar y fue lo que la llevó a la muerte.
Sin embargo, lo más probable es que las mismas presas la asesinaran. Algo en lo que eran expertas muchas de ellas. Tampoco es de extrañar que se lo hubieran encargado gentes adineradas, para asegurarse de que no hablara, porque parece que ya tenía la intención de querer hacerlo.
Como epílogo de este artículo, voy a contar una anécdota muy curiosa. En 1966, un famoso jurista escribió, creo que, en ABC, un artículo en el que relataba este caso y calificaba como cotillas a las vecinas que habían denunciado a Enriqueta.
Lo que no esperaba este jurista
es que Teresa Guitart aún siguiera con vida y escribiera una atenta carta al
mismo diario, en la que relataba lo ocurrido y le reprochara los adjetivos
escritos en su artículo. Ya que, según ella, estaba viva gracias a la
intervención de estas vecinas, las cuales ya habían fallecido, pero les estaba
eternamente agradecida.
Espero que os haya gustado este
artículo, aunque me ha quedado un poco más largo que de costumbre.
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