ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

viernes, 31 de mayo de 2024

LA OFICINA PRO CAUTIVOS DE ALFONSO XIII

 

Hace pocos años, se celebró una exposición sobre este tema en el Palacio Real, en Madrid. Así que supongo que, posiblemente, más de uno lo conozca. No obstante, voy a relatarlo, porque seguro que es algo desconocido para mucha gente.

Como es sabido, el acontecimiento que dio lugar a la I Guerra Mundial fue el asesinato del heredero a la corona del Imperio Austro-Húngaro y su esposa. Suceso ocurrido en junio de 1914 en Sarajevo. La guerra comenzó al mes siguiente.

Afortunadamente, entonces teníamos en España un político muy competente. Me refiero al malogrado Eduardo Dato, presidente del Consejo de Ministros y jefe del Partido Conservador, el cual consiguió que todos los partidos representados en las Cortes se comprometieran a defender una postura de neutralidad para España.

Precisamente, hace tiempo, dediqué un artículo a este personaje y
a los que lo asesinaron junto a la Puerta de Alcalá, en Madrid.

Ciertamente, esa fue una decisión muy acertada, porque dio lugar a que pudiéramos exportar nuestros productos a los dos bandos en conflicto y eso trajo mucha riqueza. Aunque, como de costumbre, los empresarios no quisieron compartirla con sus empleados.

Por otro lado, Alfonso XIII, aunque se tenía por un rey muy militarista, tampoco era partidario de meterse en ese conflicto, ya que eso le podría acarrear problemas familiares, pues su madre era austriaca, mientras que su esposa era británica.

Sin embargo, en el verano de 1914, llegó al Palacio Real de Madrid, una extraña carta, escrita por una joven lavandera francesa y dirigida al propio Alfonso XIII.

En esa misiva, le contaba que su marido había sido movilizado y no sabía nada de él desde la batalla de Charleroi. Estaba desesperada, porque no sabía si estaba vivo o muerto y le pedía que se interesara por este tema.

Ciertamente, era una carta muy extraña. Además, se suponía que la había escrito una ciudadana francesa a un rey extranjero, quizás porque se trataba de un país neutral.

Lo cierto es que Alfonso XIII movilizó al cuerpo diplomático y, en muy poco tiempo, localizaron vivo al marido, aunque se hallaba prisionero en un campo de concentración alemán. Así que el propio rey fue el que le escribió a la lavandera, comunicándole ese hecho.

Parece ser que esta francesa tenía un amigo periodista, que trabajaba en un periódico regional. Éste publicó un artículo sobre este hecho y eso dio lugar a que llegaran miles de cartas al Palacio Real, pidiendo que realizara más gestiones de ese tipo.

Parece ser que el organizador y alma máter de esta oficina fue el secretario privado del rey, Emilio María de Torres y González Arnao, futuro marqués de Torres de Mendoza.

Se trataba de un eficaz diplomático, que había estado trabajando

en varias embajadas y consulados y tenía un gran conocimiento de Alemania.

En un principio, la secretaría privada del rey sólo estaba compuesta por 6 funcionarios. Sin embargo, el aluvión de cartas provocó que el número creciera hasta los 53, ya que se calcula que, durante toda la guerra, recibieron casi 222.000 cartas.

No se trataba sólo de funcionarios, ya que la mitad de ellos eran gente contratada e, incluso, había muchos voluntarios. Uno de esos voluntarios fue el famoso historiador Julián Juderías, el cual hablaba varios idiomas.

También contaron con un centenar de oficiales del Ejército y de la Armada, algunos de ellos médicos, que se dedicaron a realizar miles de visitas a los campos de concentración.

Parece ser que el rey se negó a que los gastos de esa oficina figurasen dentro de los Presupuestos Generales del Estado. Por el contrario, dicen que los pagó de su propio bolsillo. Una cantidad, que, actualmente, serían unos 600.000 euros.

Ciertamente, los resultados de esta oficina fueron impresionantes. Ayudaron a 122.000 prisioneros belgas y franceses, 7.950 británicos, 6.350 italianos, además de portugueses, USA y rusos.

Incluso, tramitaron varios centenares de peticiones de indulto para otros tantos condenados a muerte. Parece ser que consiguieron el indulto para unos 100 de estos condenados a muerte.

También lograron que liberasen y repatriasen a 21.000 prisioneros militares y 70.000 civiles. Incluso, consiguieron que los países en guerra se comprometieran a no atacar a los barcos hospitales. Esos canjes de prisioneros solían realizarse en puertos españoles.

Por lo visto, también trabajaron, codo a codo, con la Cruz Roja Internacional.

Hubo algunas cartas, que llamaron la atención real. En una de ellas, una niña francesa, llamada Sylviane, le decía que su tío estaba preso de los alemanes y que su madre estaba sufriendo mucho y ambas podrían morir de hambre. El monarca se interesó mucho por este caso y consiguió que, en muy poco tiempo, fuera liberado y llevado a Suiza.

Incluso, el propio Gobierno francés, le pidió que se interesase por la suerte de unos 20.000 civiles franceses a los que el conflicto les había pillado en el extranjero y no les dejaban regresar. Sin embargo, el rey consiguió que volvieran en un plazo muy breve.

Parece ser que el principio por el que trabajaban en esa oficina era la “neutralidad activa”, desterrando la idea general de que no se podía hacer nada, mientras durase la guerra.

Como hemos visto, este grupo de españoles tuvo muchos aciertos, como la liberación de algunos personajes célebres. Por ejemplo, el cantante Maurice Chevalier, el pianista Rubinstein, el bailarín ruso Nijinski, etc.

Por el contrario, también tuvieron algunos fracasos. Por ejemplo, no consiguieron dar con el paradero del hijo del escritor británico Rudyard Kipling, cuyo cuerpo fue hallado unos años después de la guerra.

Tampoco consiguieron salvar la vida de la enfermera británica Edith Cavell, a la que dediqué otro de mis artículos. La cual fue condenada a muerte y ejecutada por colaborar 

con uno de los bandos en conflicto.

Por último, lo que el rey consideraba su mayor fracaso, fue el no haber conseguido salvar las vidas de los miembros de la familia imperial rusa, ya que otras monarquías y, especialmente, la británica, no quisieron apoyarle.

No obstante, parece ser que el rey no estaba muy seguro de que hubieran asesinado a toda la familia imperial rusa. Así que continuó buscándolos durante la posguerra.

Curiosamente, aunque Alfonso XIII no fue nominado una vez, sino dos para que le otorgasen el Premio Nobel de la Paz, lo cierto es que se lo dieron a la Cruz Roja Internacional, ya que no quisieron concederlo durante la guerra.

Incluso, en 1933, fue, nuevamente, nominado para este premio, cuando ya se hallaba exiliado en Roma, pero tampoco se lo otorgaron.

Precisamente, su secretario privado, el marqués de Torres de Mendoza, le acompañó durante su exilio y murió también en Roma, sólo un mes después que el rey.

En 1947, sus restos fueron repatriados y sepultados en el panteón familiar, situado en el Convento de San José en Ávila.

Otro diplomático español, que hizo un gran papel, durante la I Guerra Mundial, fue el marqués de Villalobar, embajador de España en Bélgica, al que también dediqué otro de mis artículos.

Lamentablemente, la labor de esta oficina apenas tuvo eco en España. Sin embargo, el rey se hizo muy popular en toda Europa.

De hecho, cuando el rey partió hacia el exilio, fue recibido por

multitudes entusiasmadas en Marsella, París y Londres, ya que la gente no había olvidado su gran labor realizada durante la guerra.

Por lo que se refiere al personal implicado en esta labor, Francia condecoró a los diplomáticos con la Medalla de la gratitud de Francia, las mujeres recibieron la Medalla de la Cruz Roja y los demás, la Orden de Isabel la Católica.

La labor de esta oficina fue reconocida por varios países y hasta por la Liga de Naciones, antecesora de la ONU.

Curiosamente, aunque recibió muchos elogios en la prensa internacional, su labor apenas tuvo eco en la prensa española. Lo que hizo que la figura del rey siguiera siendo muy impopular.

Incluso, el rey Alfonso XIII fue el primer español, que apareció en la portada de la prestigiosa revista Times.

 

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lunes, 27 de mayo de 2024

UN VISIONARIO LLAMADO BILLY MITCHELL

 

Hoy voy a relatar la vida de un curioso militar USA. Un hombre con una visión muy clara de lo que iban a ser los conflictos bélicos en el futuro.

Como siempre, empezaré diciendo que William Lendrum Mitchell, que era su verdadero nombre, nació en 1879, en el seno de una familia USA muy acomodada.

Curiosamente, no nació en USA, sino en Niza (Francia). No sé si sería porque a su madre se le hubiera adelantado el parto.

Como ya he mencionado, se trataba de una familia muy acomodada. Su padre fue un senador demócrata por el Estado de Wisconsin y miembro de una familia de reconocidos empresarios. Por ejemplo, su abuelo fue el fundador de un Banco y una compañía ferroviaria.

Parece ser que su padre llegó a luchar, como oficial, en la guerra civil USA. Allí se hizo amigo de Arthur MacArthur, un colega suyo, que llegó a ser general y también fue el padre del famoso general Douglas MacArthur.

Billy inició sus estudios en la antigua Universidad Colombina de Washington DC, hoy Universidad George Washington. Sin embargo, muy pronto abandonó sus estudios para alistarse en la guerra de Cuba y Filipinas contra España.

Parece ser que su padre movió sus hilos para que fuera destinado a Filipinas, donde estaba MacArthur. Eso le valió para empezar la guerra como soldado y acabarla como oficial del Cuerpo de Señales.

También participó en el conflicto posterior, entre las tropas USA y los insurgentes filipinos.

Tras la guerra, continuó en el Ejército, pero fue destino a Alaska. Allí le fue encomendada la construcción de una serie de líneas telegráficas, que unirían ese territorio con Washington DC.

En 1908, tomó sus primeras lecciones como piloto. Ya en aquella época empezó a ver claro que la fuerza aérea iba a tener un papel muy importante en las próximas guerras.

En 1912 se convirtió en un joven oficial de Estado Mayor. Al año siguiente fue destinado como segundo jefe de la Sección de Aviación del Cuerpo de Señales del Ejército de Tierra. Más tarde, ocuparía, durante unos meses, el puesto de jefe de esa Sección a causa del cese de su jefe.

En 1917, tras haber declarado USA la guerra a Alemania, Mitchell se incorporó de inmediato, pues se hallaba en calidad de observador en Francia.

Así que coordinó los ataques de los aviones USA con el resto de las fuerzas aéreas de los aliados. Fue ascendido a teniente coronel y, poco después, ascendido, con carácter provisional, a coronel.

Al final de la guerra fue ascendido, con carácter provisional, a general de brigada y jefe del Servicio Aéreo de USA.

Desgraciadamente, ese nombramiento no se volvió efectivo, porque el general Pershing, jefe de todas las fuerzas USA en Europa, había recomendado para ese puesto a su amigo, el general Menoher, procedente del arma de Artillería. Un tipo que no sabía nada de aviones.

Aunque, tras la desmovilización en la guerra, tanto Mitchell como Menoher fueron descendidos a sus empleos de coronel, nuestro personaje fue, nuevamente, ascendido a general de brigada en 1921. En aquella época, esto era muy habitual en el Ejército USA.

Algo que pensaban muchos de sus coetáneos de la I Guerra Mundial es que esa sería la guerra, que, debido a su crueldad, pondría fin a todas las guerras.

Sin embargo, Mitchell solía decir: “Si una nación ambiciosa por la conquista universal tiene un buen comienzo en una guerra en el futuro, puede ser capaz de controlar el mundo entero más fácilmente de lo que una nación ha controlado un continente en el pasado”. Como ya he dicho, era un tipo con unas ideas muy claras.

Toda su vida defendió la creación de una Fuerza Aérea independiente del resto del Ejército y la Armada. Sin embargo, el nuevo jefe de ésta, que era otro militar con unas ideas muy antiguas, ordenó la disolución de la aeronáutica naval.

Afortunadamente, poco después, el nuevo subsecretario de Marina, el futuro presidente Franklin D. Roosevelt, revocó esa orden.

En 1921 consiguió que le permitieran demostrar que un bombardeo aéreo podría hundir cualquier buque. Algo que enfureció a la Armada. Consiguieron hundir un buque alemán, incautado tras la I Guerra Mundial.

Demostró que, con el dinero que se invertía en construir un acorazado, se podrían construir 1.000 bombarderos, que podrían hundir muchos barcos. Incluso, demostró que era mejor lanzar las bombas alrededor de los barcos, que hacerlo en la cubierta de los mismos.

Parece ser que el Departamento de Guerra era partidario de fundar una especie de cuartel general para la fuerza aérea, donde estarían los pilotos y los marinos, pero desistió tras la negativa de la Armada.

Continuaban haciéndole la vida imposible a Mitchell. Esta vez le trasladaron a una base de poca importancia, situada en Texas.

Tras el accidente del dirigible Shenandoah, de la Armada USA, donde, entre otros, murió un amigo suyo, se atrevió a realizar una rueda de prensa, donde calificó como incompetentes a los altos mandos del Ejército y la Armada y de “administración casi traidora de la defensa nacional”.

Lógicamente, ya sabía que esto le iba a costar un disgusto. Éste vino muy pronto en forma de consejo de guerra de generales, al haber sido denunciado por el propio presidente Coolidge.

Por lo visto, no se trató de uno de esos consejos de guerra, que se tramitan en pocas horas, sino que sus sesiones duraron nada menos que 7 semanas.

Uno de aquellos 13 jueces fue el famoso general Douglas MacArthur, que se hizo muy famoso en Filipinas.

Una de las cosas más impactantes que dijo Mitchell fue que habría que prepararse para un ataque a las bases de Hawai, por parte de la Armada japonesa. Algo que parece que hizo mucha gracia a los miembros de aquel tribunal y al público presente en la sala.

Parece ser que esas ideas fueron las que le enemistaron con varios de sus jefes en el escalafón militar.

Al final, como era de esperar, el tribunal lo declaró culpable de todas las acusaciones presentadas contra él.

Por ello, le condenó nada menos que a 5 años fuera el servicio activo y sin sueldo. Aunque el presidente Coolidge lo dejó en la mitad del sueldo.

Así que Mitchell se dedicó a escribir libros y dar conferencias por todo el país para demostrar la importancia del poder aéreo en las próximas guerras y la necesidad de invertir mucho más en la compra de aviones más modernos. Tal y como estaban haciendo varios países de Europa.

Incluso, llegó a entrevistarse con el nuevo presidente, Franklin D. Roosevelt, el cual pareció muy interesado en sus ideas, pero no le dio ningún puesto en su gobierno.

Desgraciadamente, en 1936, Mitchell falleció a causa de una obstrucción coronaria. Sólo tenía 56 años.

Curiosamente, un primo hermano de Mitchell, un piloto canadiense llamado George Croil, consiguió crear una Fuerza Aérea independiente en su país.

Por lo que se refiere a Mitchell, se presentaron varias peticiones para su ascenso póstumo a mayor general, pero todas fueron desestimadas a causa de la negativa de la Armada.

Finalmente, en 2004, se consiguió que se autorizara ese ascenso para Mitchell. Sin embargo, no fue promovido ni por el Pentágono, ni por el presidente, así que nunca fue efectivo.

Curiosamente, el primer sitio en el que fue atacado un buque de guerra por unos bombarderos, fue en aguas españolas. Durante la guerra civil, el crucero alemán Deutschland, cuando patrullaba cerca de Baleares, fue atacado por bombarderos republicanos españoles. Lo cual le produjo bajas y daños materiales.

Como represalia, la Armada alemana bombardeó a fondo el puerto y la ciudad de Almería.

Posteriormente, ya durante la II Guerra Mundial, fueron atacadas las bases de Tarento y, más tarde, la de Pearl Harbor. Tal y como había pronosticado Mitchell.

En el primer caso, fue un ataque de las aeronaves británicas contra la flota italiana y, en el segundo, como es sabido, de aeronaves japonesas contra la flota USA en Hawai.

Posteriormente, se produjeron múltiples combates, sobre todo, en el Pacífico entre aeronaves y buques de Japón y USA.

Supongo que sería para lavar su conciencia, la razón por la que, en 1941, le pusieron al bombardero B-25 el nombre de Mitchell. Estos modelos fueron los utilizados por el general Doolittle para bombardear Tokio.

Posteriormente, recibió muchos honores. Por lo visto, no sólo ocurre en España eso de que todo el mundo habla bien de alguien, sólo cuando se ha muerto.

Sólo me queda decir que la USAF, Fuerza Aérea de USA, fue fundada en 1947.


 

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