ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

viernes, 18 de agosto de 2017

EL FAMOSO CASO MAYBRICK

Esta vez he conseguido reunir dos asuntos misteriosos en un solo artículo. Así que espero que os guste.
Desde hace unos 20 años, se viene sospechando que el famoso Jack el destripador pudiera haber sido un tipo llamado James Maybrick.
Parece ser que los que están a favor de ello alegan que en 1991 un chatarrero de Liverpool recibió un extraño regalo de un amigo suyo. Consistía en un diario que el otro había encontrado al hacer obras de reforma en una antigua casa.
En el citado diario, escrito a mano por James Maybrick, éste decía haber sido el famoso asesino en serie.
Evidentemente, el diario, tras haber pasado por una serie de pruebas, tiene partidarios y detractores.  Unos dicen que es una prueba que ha sido “fabricada” recientemente, por el mismo chatarrero, llamado Michael Barret. Curiosamente, su esposa, cuando estaba soltera se apellida Chandler. Es un dato que es muy importante, aunque ahora no lo parezca. El caso es que, en otra ocasión, su esposa, afirmó que ese diario siempre había pertenecido a su familia.
Por el contrario, otros argumentan que se sabe que Maybrick se hallaba en Londres, cuando sucedieron esos asesinatos y, casualmente, dejaron de producirse a la muerte de este hombre.
Incluso, en el diario se cita un detalle que no fue publicado por la prensa. Una de las víctimas de Jack fue hallada con una caja metálica en la mano, la cual se encontraba vacía. Ese dato figura con todo detalle en el diario.
No obstante, creo que debemos dejar a los investigadores que prosigan su tarea, hasta que nos ofrezcan algunas pruebas más fehacientes de la culpabilidad de Maybrick. Ya habréis visto que cada año aparece una nueva teoría sobre quién fue el verdadero Jack el destripador.
Por cierto, cuando consultamos la biografía de este personaje, nos encontramos con que murió envenenado a los 50 años. A partir de ahí, he supuesto que iba a encontrar una historia muy interesante y os voy a contar lo que he encontrado.
James Maybrick nació en 1838 en Liverpool (Reino Unido), en el seno de una familia más o menos burguesa. Tuvo tres hermanos más. Uno de ellos, Michael, fue un conocido compositor y cantante de música clásica. Los otros dos se dedicaron al comercio, al igual que James.

Nuestro personaje se dedicó al comercio textil, concretamente, era corredor en la compra-venta de algodón,  y solía viajar mucho a donde hubiera plantaciones de este tipo.
Parece ser que en uno de esos viajes contrajo la malaria y, aunque hoy nos pueda causar sorpresa, le recetaron un medicamento a base de arsénico y estricnina. Así que se convirtió en un verdadero adicto a estos dos
peligrosos compuestos. No obstante, llegó a hacerse rico, aunque su estado de salud nunca fue muy bueno.
Ahora os voy a presentar al personaje más importante de esta historia. Se llamaba Florence Maybrick, porque fue su esposa, pero de soltera se llamaba Chandler. Supongo que ya os suena ese apellido de algo.
Nació en 1862 en una localidad de Alabama (USA). En plena Guerra Civil o Guerra de Secesión USA (1861-65). Era hija de un banquero local, el cual murió al poco tiempo de nacer ella. Así que su madre y ella se fueron a otro Estado, huyendo de la guerra.
En 1880, James volvía a Liverpool, navegando en el crucero Baltic de la célebre compañía White Star, la misma a la que perteneció el famoso Titanic. Esta nave hacía la ruta entre Nueva York y Liverpool.
Casualmente, en ese mismo crucero también viajaba una joven que sólo tenía 17 años, junto con su madre y un hermano pequeño. Se trataba de Florence. Así que allí se conocieron y estuvieron casi todo el tiempo juntos, durante los 8 días que duraba este viaje.
Como parece que congeniaban tan bien a pesar de que él ya había cumplido los 42 años, su madre dio su permiso y pocos meses después se casaron discretamente en la iglesia de Saint James, en Piccadilly, Londres.
No sé si se casaron de esa forma tan discreta, porque a los 8 meses ya tuvieron su primer hijo, al que llamaron James, como su padre.
Al principio, pasaron unos años viajando entre Liverpool y Norfolk (Virginia), por motivo de negocios. Precisamente, el mismo Estado donde se encuentra Richmond, la que fue capital de los Estados Confederados de América.
En 1884, se compraron una casa enorme en Liverpool, para residir habitualmente en ella. La llamaron Battlecrease. Tenía tres pisos y nada menos que 20 habitaciones. Así que contrataron a 5 personas para el servicio doméstico.
En Liverpool,  él siguió dedicándose a sus negocios y ella a administrar la casa y cuidar de sus hijos, porque luego tuvieron también una niña. Por supuesto, también se dedicó a hacer vida social con otras damas de las familias más importantes de esa ciudad.
Según parece, un día se enteró Florence que su marido llevaba varios años teniendo relaciones con otra mujer, incluso, desde antes de casarse y seguía teniéndolas después.
Es más, de esa relación habían nacido nada menos que 5 hijos, los cuales, desgraciadamente,  vivieron pocos años.
Así que se montó una discusión bastante fuerte entre los dos cónyuges, la cual fue escuchada por todos sus empleados. Incluso, parece ser que Florence amenazó con irse y su marido le dijo que, si iba, ya no volviera por allí. Así que se quedó, pero las cosas ya no fueron igual que antes.
Unos meses más tarde, pasó por su casa otro rico comerciante de tejidos, como James, sólo que éste era mucho más joven. Su nombre era Alfred Brierley. Ahí empezó una relación entre Florence y Alfred, que les llevó a verse a solas en algunos hoteles.
Incluso, unos meses más tarde, con motivo de la visita a las famosas carreras del Grand National, en el hipódromo de Aintree, el matrimonio coincidió allí con Brierley, que se hallaba con otros amigos. Florence y éste consiguieron escaparse entre la muchedumbre y estar solos en un lugar del hipódromo. Parece ser que alguien se lo contó a James y, cuando regresaron a casa,  éste le dijo a su esposa que este tema iba a llegar a los oídos de la gente y se convertiría en todo un escándalo. Lógicamente, esto le sentó muy mal a Florence, la cual pasó varios días en cama.
Está visto que  en esa rígida sociedad victoriana no se contemplaba de igual manera el adulterio del hombre que el de la mujer. Eso ya no ocurría en USA.
A mediados de abril, Florence, fue a su farmacia habitual y compró una serie de hojas de papel con mata-moscas, que eran muy populares por entonces, las cuales contenían cierta cantidad de arsénico. Parece ser que algunas jóvenes de la época, también las usaban para suavizar la cara.
Un dato muy importante fue que, al llegar a su cuarto,  Florence, metió estas hojas en una palangana con agua. Ese era un método que se utilizaba para extraer el arsénico de esas hojas de papel.
A finales de abril, James volvió de un viaje a Londres y parecía tener muy buena salud y estar muy animado.
Sin embargo, al día siguiente, James, se despertó enfermo y no paraba de vomitar. Incluso, dijo que no sentía las piernas.
Parece ser que había tomado una sobredosis de su peligroso medicamento y, cuando llegó el médico, su mujer le informó de lo que solía tomar su marido.
Posteriormente,  mejoró su estado de salud y al día siguiente acudió a su oficina. Incluso, siguió echando esos polvillos en su plato. Cosa que llamaba mucho la atención a los que comían con él.
Por alguna extraña razón, Florence fue de nuevo a la farmacia, para comprar más hojas de papel mata-moscas.
A primeros de mayo, James, se encontraba tan mal que tuvo que guardar cama en casa y contrataron a una enfermera. El médico le diagnosticó dispepsia crónica.
En tanto que la niñera, Alice Yapp, se dedicó a seguir continuamente a Florence y llegó a la conclusión de que estaba envenenando a su marido. Así se lo dijo a la enfermera.
Es más, un día en que iba a salir a pasear con los niños, Florence, le entregó una carta para que la echara al correo. Iba dirigida a Brierley. Así que lo único que se le ocurrió a la niñera fue decir que se le había caído en un charco y la tinta de la dirección no se veía muy bien. Por lo que compró otro sobre nuevo.
No hará falta decir que se sirvió de esa argucia infantil para leer la carta. Parece ser que en la misma, Florence, le decía a su amante que su marido “estaba enfermo de muerte”. Algo que, más tarde,  fue utilizado en contra de Florence.
Dado que tanto la enfermera como el médico tenían ciertas sospechas, éste analizó unas muestras de heces del enfermo y no encontró nada raro. Sin embargo, al día siguiente, analizó el contenido de una botella de caldo de carne, que estaba junto al enfermo, y encontró en su interior restos de arsénico.
Llegó tarde, porque esa misma noche del 11 de mayo de 1889 murió James. Por entonces, Florence tenía 26 años y su marido ya había cumplido los 50.
Los hermanos de James, que también habían sido advertidos por la niñera, consiguieron que Florence fuera encerrada en su cuarto. Luego, acompañados del servicio, registraron la casa, encontrando varios recipientes con un veneno para gatos, hecho a base de arsénico.
Posteriormente, siguieron buscando y encontraron cientos de medicamentos y una cantidad de arsénico suficiente para matar a más de 100 personas.
Ciertamente, como dijo su abogado durante el juicio, si Florence hubiera sabido que su marido tenía esa cantidad de arsénico en su casa ¿para qué iba a ir a comprar esas tiras mata-moscas en la farmacia?
Incluso, si ella hubiera sido culpable de su muerte, lo normal es que se hubiera deshecho de esas pruebas, antes de que la acusaran de ello.
Tres días después del fallecimiento de James, la Policía detuvo a Florence y se la llevó a una prisión, como sospechosa de la muerte de su marido.
Tras la exhumación del cadáver, se comprobó que había restos de arsénico en su cuerpo, pero en una cantidad muy inferior
de la que le podría haber causado la muerte. No obstante, el 6 de junio, Florence, fue procesada por asesinato.
Curiosamente, durante la autopsia, sólo se encontraron restos de arsénico en el hígado, los intestinos y el bazo. Sin embargo, no hallaron ese compuesto en el corazón, los pulmones o el estómago.
También hallaron en su cuerpo, pequeños restos de otros compuestos, pero, seguramente, procedían de otros medicamentos que había tomado, pues siempre había sido muy hipocondriaco y le gustaba mucho automedicarse. De hecho, decía que los polvos blancos de arsénico “le daban la vida”.
Tampoco hay que desdeñar la influencia de la madre de Florence. Parece ser que, en solo un año, perdió a dos maridos. William Chandler, el padre de Florence, que no tenía antecedentes de padecer ninguna enfermedad, un día se encontró muy mal. Su esposa se quedó varios días junto a él, sin dejar que entrase nadie en la habitación. Lo cierto es que a los pocos días murió, con sólo 32 años. Parece ser que hubo muchas conjeturas sobre esa muerte. No obstante, la madre junto con sus hijos, se trasladaron a vivir a otro Estado.
Unos meses después, su madre, Caroline, se volvió a casar con un oficial de la Armada Confederada, llamado Franklin Bache du Barry. Éste también murió mientras navegaba en su barco con su esposa. Ella se negó a que se llevara su cadáver a tierra y exigió que se le lanzara al mar, como es habitual entre los marinos. Así que no se le pudo realizar la autopsia.
En 1872, se volvió a casar. Esta vez el elegido fue un oficial prusiano de Caballería. El matrimonio nunca fue muy bien y acabaron separándose. No obstante, ella siguió utilizando el aristocrático apellido de su ex marido, von Roques.
Volviendo a Florence, su juicio comenzó el 31/07/1889. Era la primera vez que una ciudadana USA iba a ser juzgada por un tribunal británico y eso no le gustó nada al Gobierno de Washington.
El juicio estaba presidido por un anciano juez, llamado Stephen. El jurado estaba compuesto, exclusivamente, por 12 hombres, traídos desde Lancashire. Ninguno de ellos era de Liverpool.
El fiscal era John Addison. Mientras que el abogado defensor, que había sido contratado por la madre de Florence, era uno de los mejores del Reino Unido. Se trataba de sir Charles Russell.
El fiscal comenzó su disertación refiriéndose a la relación entre Florence y su amante Brierley. Donde más cargó las tintas fue en la frase “mi marido está enfermo de muerte”, que había escrito ella en la carta interceptada por la niñera. El abogado defensor demostró que esa frase era muy utilizada en USA, de donde procedía Florence, pero no en el Reino Unido.
El principal testigo aportado por el fiscal, fue Michael, el músico hermano de James. Al abogado defensor no le costó demasiado rebatir su declaración. Sobre todo, cuando le preguntó si sabía que hubo adulterio por ambas partes. Él contestó afirmativamente. Eso era muy importante, porque ella podría haber pedido el divorcio y no le hubiera hecho falta asesinarle.
Tampoco le costó demasiado al abogado hacer descender de “su pedestal” a la niñera. Conforme llegó le preguntó si cuando vio lo que estaba haciendo Florence en su cuarto con las hojas mata-moscas es porque ella tenía que hacer algo allí o, simplemente, la estaba vigilando. Así que la convirtió en una especie de espía, cuyo testimonio carecía de validez, por tener animadversión a su señora. También le echó en cara que hubiera leído una carta de Florence dirigida a otra persona.
Los peritos médicos, presentados por ambas partes, sólo llegaron a la conclusión de que el fallecido había muerto a causa de una gastroenteritis. Sin embargo, el que presentó la defensa dijo que James no presentó casi ninguno de los síntomas de una muerte por arsénico. Mientras que el presentado por el fiscal afirmó que no todos los muertos por este tipo de envenenamiento muestran los 
mismos síntomas y que, en su opinión, había muerto por sobredosis de arsénico.
De todas formas, la viuda declaró que, en cierta ocasión, unos días antes del fallecimiento, le dio unos polvos de arsénico a su marido, porque así se lo pidió él. No olvidemos que este hombre los había estado tomando durante toda su vida. Luego dijo  ella que le había alejado el envase de los polvos de la habitación, para que su marido no tomara más.
Tampoco deberíamos de olvidar las malas relaciones entre Florence y  Michael, uno de los hermanos de James. Éste fue el que la denunció. Es posible que estuviera interesado en administrar la suculenta herencia del fallecido. Como, después, así sucedió.
El juicio llegó el 6 de agosto a la fase de conclusiones. Allí se vio que el juez no era imparcial, pues intentó convencer, durante dos días,  al jurado de la culpabilidad de Florence.
De esa forma,  con sólo 45 minutos de deliberación, los miembros del jurado la declararon culpable y Florence fue condenada a morir en la horca.
Así de sencillo era, en aquella época, condenar a una persona a la pena de muerte. Curiosamente, el juez que la condenó fue ingresado pocos años después en un sanatorio para enfermos mentales y allí murió.
La ejecución de Florence fue fijada para 20 días después. Parece ser que hubo miles de personas que estuvieron en contra del veredicto y escribieron cartas al Gobierno y al palacio Real, para que fuera indultada.
Hasta los mismos consumidores habituales de arsénico, que lo solían tomar como afrodisiaco, opinaron que la muerte de James no se debió a una sobredosis de este producto, sino todo lo contrario.
En el bando contrario, también había mucha gente que opinaba que Florence había matado a su marido, porque él se quería divorciar y eso la iba a dejar en la miseria y, posiblemente, sin sus hijos.
Enseguida llegaron más de medio millón de firmas, entre ellas, las de algunos prestigiosos médicos británicos, donde se pedía el indulto, pues no estaba claro que el arsénico hubiera sido el causante de la muerte de James, sino, quizás, la gastroenteritis crónica, producida por el consumo habitual de diversos productos farmacéuticos.
Incluso, el ministro del Interior llegó a convocar al juez, el fiscal y el abogado defensor de este juicio, junto con notorios especialistas científicos en esta materia.
Afortunadamente, este movimiento consiguió que el 22 de agosto la reina, aconsejada por el ministro del Interior,  firmara la conmutación de esa condena por la de cadena perpetua. Parece ser que encontraron muchas dudas razonables sobre su culpabilidad en la muerte de su marido.
Su abogado siguió intentado que se pusiera en libertad a su defendida. Incluso, en 1895, cuando fue nombrado ministro de Justicia.
Es más, cuando lord Asquith fue nombrado nuevo ministro del Interior, recibió la visita de
la madre de Florence, acompañada por algunos sirvientes de su hija, junto con un abogado francés. Éste le mostró un informe de un conocido médico USA, que alababa las virtudes del arsénico para mejorar la piel de la cara. Aun así, el ministro, se negó a concederle el indulto.
Por fin, en 1904, tras 15 años de cárcel, fue puesta en libertad bajo palabra. Poco después, regresó a los USA y allí se enteró de que su hijo, al que no veía desde que fue arrestada, había muerto. Nunca más volvió a ver a sus hijos.
El resto de su vida lo dedicó a dar conferencias sobre la necesidad de una reforma penitenciaria. También escribió un libro al que tituló “Mis quince años perdidos”.
A partir de 1907 se creó en el Reino Unido una corte de apelaciones, que no existía, cuando se juzgó a esta mujer.

Florence Elizabeth Maybrick murió en 1941, pobre, sola y rodeada de gatos, en una pequeña localidad del Estado de Connecticut, cuando acababa de cumplir los 79 años.
Parece ser que tras su muerte, se encontró, entre sus escasas pertenencias, una Biblia, dentro de la cual, se hallaba una receta escrita a mano, donde se explicaba cómo extraer arsénico para utilizarlo como maquillaje para la cara.

Se dice que Isabel I de Inglaterra, también llamada “la reina virgen” solía utilizar muy a menudo el arsénico para empolvarse la cara.

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