Hoy voy a narrar la historia de
un personaje ciertamente sorprendente. La verdad es que en muchas de las fotos
que disponemos de él se le ve con uniforme militar y unas gafas que le dan un
aspecto que no parecen cuadrar con la imagen habitual de un militar. Como ya veremos,
las apariencias engañan.
Nuestro personaje de hoy se
llamaba Manuel Tagüeña Lacorte. Nació en Madrid en 1913, en el seno de una
familia burguesa. Su padre trabajaba como Topógrafo en el, por ento
nces,
denominado Instituto Geográfico y Catastral, hoy Instituto Geográfico Nacional.
Mientras que su madre era maestra.
Realizó sus estudios primarios en
una escuela pública, mientras que el Bachillerato lo realizó en el antiguo
colegio de los Maristas, sito en el número 15 de la calle de los Madrazo, en
Madrid. Actualmente, ese local pertenece al Ministerio de Educación.
Entre 1929 y 1933 estudió
Ciencias Físicas y Matemáticas en la Universidad Central, en Madrid. Llegando a
licenciarse con premio extraordinario fin de carrera. No pudo acabar su
doctorado en Físicas por la llegada de la Guerra Civil.
Una vez leído esto, supongo que
todos estaríamos de acuerdo con que nos encontramos ante la figura de un
intelectual muy alejado de las formas violentas que se necesitan para hacer la
guerra. Si habéis pensado eso, os habréis equivocado totalmente.
Parece ser que, desde pequeño, a
este hombre le metieron en la cabeza que tendría que luchar en la vida por algo
que mereciera la pena. Es posible que tuvieran que ver algo en ello uno de esos
abuelos, que siempre fue republicano, o una de sus abuelas, hija de un general
carlista.
En sus memorias, tituladas
“Testimonio de dos guerras”, comenta que, cuando era pequeño,
un viejo carlista
le dijo “quedarse al margen de la lucha es una cobardía”. Así que, desde ese
momento, se aficionó a leer narraciones sobre héroes y se puso a buscar una
razón por la que verdaderamente valiera la pena luchar. Algo así como un ideal
caballeresco. Desde un principio, tuvo muy claro que habría que recurrir a la
violencia para intentar cambiar al mundo.
Así que, en 1929, ingresó en la
Universidad Central, cuya facultad estaba situada en el antiguo edificio de la
calle de San Bernardo, en Madrid, y al
poco tiempo pasó a formar parte de la FUE, una organización estudiantil que se
había distinguido por sus protestas, durante la dictadura de Primo de Rivera.
Parece ser que allí comenzó a
militar en la izquierda y a tener frecuentes peleas con otros estudiantes
monárquicos o de organizaciones derechistas.
La muerte de su padre y,
posteriormente, la de su hermano mayor, que se producen entre 1927 y 1930, cambian profundamente su carácter y hace que
se haga más reflexivo.
No obstante, en 1930, parece ser
que tuvo un discreto papel en el fracasado golpe, conocido como la Sublevación
de Jaca. Se dice que le dieron una pistola y el mando de un grupo de milicianos
republicanos. Afortunadamente, no fue detenido.
En aquella época, un
acontecimiento que atraía mucho a aquellos jóvenes que aspiraban a cambiar el mundo
fue la Revolución Rusa.
Evidentemente, como todas las
informaciones que salían de allí habían pasado antes por una férrea censura,
casi nadie se estaba dando cuenta de que los rusos lo estaban pasando muy mal y
en el resto del mundo se veía como a unos héroes a los líderes comunistas
soviéticos.
Como es lógico, en 1932, nuestro
personaje ingresó en las Juventudes Comunistas, junto a su amigo, Fernando
Claudín, que, posteriormente, sería uno de los máximos dirigentes de ese
partido.
Como le vieron con muchas ganas
de estar en la lucha callejera, le destinaron a unas milicias antifascistas,
que tenía un cierto cariz paramilitar.
A partir de 1934, con la llegada
de los partidos de la derecha al Gobierno de la II República, se multiplica la
violencia, llegando a haber múltiples tiroteos en las calles contra los
falangistas. Con las correspondientes bajas producidas en ambos bandos. De
hecho, en aquella época, Tagüeña, acostumbraba a llevar siempre encima una
pistola, por si acaso.
Parece ser que, fue por entonces,
cuando conoció a su futura esposa, Carmen Parga Parada, nacida en La Coruña, militante de la organización comunista BEOR y
estudiante de Filosofía y Letras en la Universidad Central. Por entonces, su
Facultad ya se había mudado a la Ciudad Universitaria de Madrid.
Desgraciadamente, ella no pudo
licenciarse a causa de la Guerra Civil. No olvidemos que el frente de Madrid
estuvo, durante casi toda la guerra, justo en la Ciudad Universitaria.
También en ese mismo año, durante
la llamada Revolución de Asturias, que también se produjo en otros rincones de
España, le fue encomendado el ataque a un cuartel militar en Madrid. El suceso
acabó con la muerte de un guardia de asalto, que es como se llamaba entonces a
una unidad de la Policía, y un joven del grupo de nuestro personaje.
Por ello, es detenido, pasando
varias semanas en la cárcel, de la que sale en libertad gracias a unas
gestiones realizadas por un tío suyo, que era diputado del partido gobernante.
Consigue una plaza de profesor en
el Instituto de Molina de Aragón, pero la Policía sigue su rastro. Así que se
traslada a Zaragoza, para esconderse en casa de unos familiares, hasta que pase
un tiempo.
Cuando ya no lo buscan, se decide
a realizar el servicio militar. En un principio, paga una tasa, que le permite
hacer sólo la mitad de tiempo en ese servicio. Le toca realizarlo en el
Regimiento de Ingenieros Zapadores nº 1, radicado en el famoso Cuartel de la
Montaña.
Lo cierto es que luego ve que le
gusta ese mundo. Así que va ascendiendo y se presenta a los exámenes para
oficial de complemento. Como los militares pudieron comprobar que ya estaba
fichado por la Policía no le dejaron examinarse y se quedó siendo brigada.
Cumplida la mili, retorna a su actividad
política. Reorganiza las Juventudes Socialistas para unificarlas con las comunistas
y fundar las Juventudes Socialistas Unificadas.
Curiosamente, indica en sus
propias memorias que, el día del asesinato del líder de la Oposición, Calvo
Sotelo, él se hallaba dentro del Cuartel de Pontejos, sito en la madrileña Puerta
del Sol, de donde partieron los asesinos, pero afirmó que no tuvo nada que ver con ese
crimen.
El 18 de julio de 1936 recibe la
orden de coger un grupo de milicianos, proveerlos de armas en una Casa del
Pueblo, junto al Puente de Segovia y con ellos ir a asediar el cuartel de
Artillería, en Getafe, el cual se ha rebelado contra el Gobierno. Curiosamente,
consiguen entrar muy fácilmente en ese recinto militar.
Poco más tarde, es destinado al
Alto del León, en la Sierra de Guadarrama, para combatir contra las milicias de
Falange.
Combate dentro de un batallón. Casualmente,
el capitán jefe de esa unidad cae muerto de un balazo. Así que él se hace cargo
del batallón y es nombrado capitán y luego comandante.
En 1937 el batallón se convierte
en una brigada mixta y él es designado para estar al frente de la misma.
Tras la batalla de Brunete, en
julio de 1937, con sólo 24 años, le encargan el mando de la 3ª División, a pesar
de la oposición del ministro Indalecio Prieto, que lo ve muy joven para ocupar
ese cargo.
Al año siguiente, destinan a su
unidad para reforzar el frente de Teruel, que ha sido roto por los nacionales.
Así y todo, consigue contener el avance de las tropas italianas en varios
puntos. Esto le hace ganarse el ascenso a teniente coronel. También recibió,
por ese hecho, la Medalla de la
Libertad.
En abril de 1938, le conceden el
mando del XV Cuerpo de Ejército, que, poco después, tuvo una importancia primordial en las operaciones
de la Batalla del Ebro. Aquí fue donde se demostró su valía como uno de los más
competentes militares republicanos.
Curiosamente, todas las unidades que participaron en esa
batalla estaban mandadas por comunistas. Los otros cuerpos de Ejército eran el
V, mandado por Enrique Líster, y el XII, a las órdenes de Etelvino Vega.
Con esta operación, ideada por el
general Vicente Rojo, sólo se buscaba quitar presión sobre Valencia y sobre
Madrid, ya que el bando nacional tuvo que retirar muchos de sus efectivos que
asediaban o se dirigían hacia esas dos ciudades y llevarlos a combatir en el
Ebro. De esa forma, consiguieron tener entretenidas a importantes unidades del
bando nacional entre los meses de julio y noviembre de 1938.
A mediados de noviembre, Tagüeña,
consiguió que sus tropas se retiraran ordenadamente del frente del Ebro con una
maestría tal que recibió elogios por parte de los Estados Mayores de ambos
bandos.
Posteriormente, su unidad se
dirige hacia Barcelona, donde destruyen los archivos del PSUC, el partido comunista
catalán. La capital de esa región cae a finales de enero de 1939.
En sus memorias, nos dice que los
líderes comunistas Francisco Antón y Santiago Carrillo le intentaron convencer
para que defendiera Barcelona y así estabilizar el frente, para dar más tiempo
a los que quisieran escapar. Era algo así como intentar repetir el asedio de
Madrid.
Sin embargo, cuando esos líderes
hicieron llamamientos a la población para ayudar en la fortificación de la
ciudad, de una población de un millón de habitantes, sólo acudieron unos 1.000
voluntarios para este trabajo. La mayoría de la gente estaba hambrienta y sólo
deseaba que la guerra se acabara cuanto antes. Más o menos, es lo que ocurría
en toda España.
Nada que ver con el entusiasmo de
esas masas, que derrotaron el 18/07/1936 a los militares sublevados en
Barcelona
A primeros de febrero, ordena que
su unidad atraviese la frontera con Francia y entre lo más ordenadamente
posible en ese país. Tal y como corresponde a una unidad militar, aunque haya
sido vencida. Con él llega también a Francia su esposa.
Allí se entera de que Negrín piensa
prolongar la resistencia al igual que los líderes del PCE. Así que vuela en un
avión hacia Albacete, junto con otros líderes militares republicanos.
De allí se va hacia Madrid, donde
la noticia de su llegada se publica en “Mundo Obrero”, y se entera de que el coronel Casado tiene
intención de rendir la ciudad a los nacionales, apoyado por los anarquistas de
Cipriano Mera.
Le ordenan que se presente en un
lugar llamado “Posición Yuste”, que está en una casa de campo cercana a la
ciudad de Elda (Alicante). Allí se entrevista con Negrín y con el resto del
Gobierno. Le dicen que el Gobierno ha tomado la decisión de abandonar el país y
que se lo vaya a anunciar a los líderes comunistas, que se hallaba en otro
lugar llamado “Posición Dakar”. Situado no muy lejos de allí.
En ese lugar estaban refugiados
varios dirigentes comunistas, como el ministro Vicente Uribe, Togliatti,
Dolores Ibarruri, Enrique Líster, Juan Modesto, Rafael Alberti, Mª Teresa León,
etc. Posteriormente, desde allí, volaron hacia el exilio. La mayoría de ellos
fueron a Orán.
Allí comprueba que sus compañeros
comunistas son partidarios de continuar la guerra a fin de que pase a ser un
episodio más de la II Guerra Mundial, que ya se adivina a lo lejos y así hacer
que los aliados derrotaran a Franco. Sin embargo, él se da cuenta de que todo
está perdido cuando comprueba que el gobernador de Alicante ya ha entregado la
ciudad a las fuerzas de Casado.
Lo cierto es que, desde 1938,
mucha gente piensa que es absurdo prolongar una guerra que ya está perdida.
Entre ellos, tenemos al propio presidente Azaña, su consejero Hernández
Saravia, Indalecio Prieto, el general Rojo y muchos otros más.
Así que el 07/03/1939, Tagüeña, toma un avión DC- 2 de la compañía LAPE, en el aeródromo
de Monóvar (Alicante) y unas horas más tarde llega a Toulouse. Luego
va hasta París, donde ya le está esperando su esposa y es donde se entera del
final de la guerra y de que muchos de sus amigos comunistas han sido asesinados
por las fuerzas del coronel Casado.
Otros comunistas fueron
encarcelados por las tropas afines a Casado y allí los encontraron los
nacionales, los cuales ordenaron su inmediato fusilamiento.
Muchos combatientes republicanos
no tuvieron la misma suerte de sus dirigentes. Se fueron al puerto de Alicante,
porque les habían dicho que irían varios barcos a recogerles. Sólo llegó uno,
llamado “Stanbrook”. Posteriormente, las
miles de personas que no pudieron embarcar en él, fueron capturadas por los
nacionales e internadas en campos de concentración. Posteriormente, muchos de
ellos, fueron ejecutados.
El mismo Tagüeña se lamenta de
que la flota republicana no quiso esperar a los que querían huir de España y se
fue con sus barcos casi vacíos hacia Túnez. Lo cierto es que podrían haber
embarcado a muchos de esos refugiados y así hubieran salvado sus vidas.
Poco después, la familia Tagüeña,
se traslada hasta la antigua URSS. En Moscú, nuestro personaje, ingresa en la
prestigiosa Academia Militar Frunze de la que, posteriormente, sale con el
mismo grado que tuvo en la Guerra Civil, o sea, el de teniente coronel.
No obstante, los soviéticos, no
le permiten combatir en la II Guerra Mundial y pasa todo el tiempo, en esa
academia, formando a los nuevos oficiales soviéticos.
Permanece en Moscú hasta 1946 y
luego lo envían como asesor militar a la antigua Yugoslavia. Al surgir las
disensiones entre la URSS y Yugoslavia, abandona ese país y se va a la antigua
Checoslovaquia. Parece ser que ya se muestra muy crítico con la política de su partido.
Nunca más volverá a vestir un uniforme militar.
Según parece, una de las cosas que más les marcó tanto a él
como a su esposa, durante su estancia en la URSS, fue el suicidio de su cuñada
rusa. La esposa de Antonio Parga, que era hija de un político, el cual había sido represaliado por Stalin.
Lo cierto es que siempre hubo
muchas disensiones en el seno del Comité Central del PCE, en Moscú. Hubo diversas
camarillas, que solían acusarse entre ellas. Sin embargo, Tagüeña, siempre
quiso permanecer neutral en estos conflictos y, según parece, no se lo permitieron.
De esa manera, se puede decir que
se va dando cuenta de que ha dedicado su vida a una causa injusta. En pocas
palabras, él siempre fue una especie de
idealista revolucionario. Algo que hubiera tenido algún futuro en las
revoluciones del siglo XIX, pero que ya no lo tenía en pleno siglo XX.
De hecho, en sus escritos, se
queja amargamente del poder que tiene la burocracia en los países comunistas,
que ni siquiera deja pensar por su cuenta a la gente que, en teoría, debería de
mandar sobre ella. Incluso, dice que han discriminado a las mentes más
preclaras y han puesto a los mediocres al frente de esas Instituciones, porque
los primeros suelen criticar a los dirigentes y eso no se lo permiten a nadie.
Él no llega a entender que, en esos países, el Socialismo haya quitado la
libertad a la gente y dice que así no puede progresar ningún país.
Incluso,
en sus memorias, hace unas interesantes reflexiones sobre la Guerra Civil: "La responsabilidad del fracaso no era
sólo de los gobernantes, sino de la oposición de la derecha e izquierda que no
habían dado sosiego al nuevo régimen desde el 14 de abril. Hubiera sido mejor
encontrar una fórmula aceptable para la mayoría, pero intransigencias,
intereses creados, impaciencias y demagogias, se opusieron a ello. Ya no
quedaba más salida que la guerra a muerte".
Tanto su mujer como él, imparten
clases en la Universidad de Brno. Uno en la Facultad de Medicina y la otra en
la de Filosofía.
En 1955, tras una larga espera,
consigue salir de la URSS y se traslada a México, junto con su mujer y sus dos
hijas y allí se sale del partido comunista (“Me aparté del comunismo, no por sus fines, sino por sus métodos”). Al
principio, tardó en encontrar un empleo estable. Posteriormente, en la capital
federal, trabajó como asesor médico de un laboratorio farmacéutico. No
olvidemos que él también estudió Medicina, mientras estaba exiliado.
Parece ser que, tras el
fallecimiento de Stalin, en 1953, se relajó el régimen y él lo aprovechó para
intentar que le dejaran marchar. Incluso, presentó un escrito, gestionado por
unos familiares de su esposa, que vivían en México, donde una universidad de
ese país le invitaba a que impartiera clases en sus aulas. Lo cierto es que
también tuvo que vencer la enemistad de ciertos dirigentes del PCE, pues ellos también
tenían que autorizar su marcha hacia México.
Parece ser que, con el tiempo, se
fue dando cuenta de que el principal interés del PCE, durante la Guerra Civil,
no fue exclusivamente defender a la II República, sino, principalmente, cumplir
las órdenes que les llegaban de Stalin.
Aunque, en México, algunos
dirigentes del PCE, quisieron recuperarlo para su causa, él se negó a ello. No se
sabe si por eso mismo, en cierta ocasión, estuvo a punto de ser expulsado de
ese país, acusado de ser un espía soviético. Menos mal que la cosa no fue a
más, de lo contrario, lo hubieran devuelto a la URSS y a saber cómo habría
acabado.
En 1960, también tras varios años
esperando que le concedieran un visado, hizo un corto viaje a España, para visitar a
su madre, que se encontraba muy enferma. Incluso, se le propone quedarse en
nuestro país, pero él no lo acepta, porque no quiere ser utilizado por la
propaganda del régimen franquista.
En 1962, fallece su madre y
consigue llevarse a su hermana Encarna a México, la cual había pasado varios
años encerrada en las cárceles franquistas.
Nuestro personaje continuó con su
exilio en México, donde murió en 1971, con sólo 58 años, víctima de un cáncer.
En España no se publicaron sus obras hasta 1978.
¿Pero qué es eso de hablar todo el rato de "nacionales" y "bando nacional" para referirse a los franquistas? Por favor, ya está bien de plegarse borreguilmente a la terminología acuñada por los propios facciosos. ¿Es que hay que ser cornudos y apaleados? El auténtico bando nacional no era otro que el republicano, el que representaba el Gobierno legítimo. De los otros hay que hablar como "franquistas", "fascistas", "rebeldes", "bando rebelde", etc. A ver si dejamos de ser tan pardillos. Gracias
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