Nuestro personaje de hoy es de
esos que, actualmente, no suelen
aparecer en la prensa, porque, según parece, no les interesa a determinados
colectivos.
Senén Ordiles González nació a
finales de 1900 en lo que hoy es el barrio de Carabanchel Alto, en Madrid.
Parece ser que siempre tuvo muy
claro que quería ser militar. Así que en 1916 ingresó en la famosa Academia de
Artillería, situada en Segovia.
Por si no lo sabéis, este año se
cumple el 225 aniversario de la apertura del Laboratorio de Química en lo que
entonces se llamaba Real Colegio de Artillería de Segovia. Esto tuvo lugar
durante el reinado de Carlos III.
No deberíamos de olvidar que esta
academia fue, en su momento, uno de los
centros científicos más punteros del mundo.
Incluso, el Gobierno español,
llegó a contratar durante varios años al famoso científico francés Louis
Proust. Un personaje que aparece en todos los libros de textos, referidos a la
Química.
Precisamente, en el laboratorio
de esta academia fue dónde, en 1799, enunció su famosa Ley de las Proporciones
Definidas, también llamada Ley de Proust. Actualmente, se considera una de las
Leyes Fundamentales de la Química.
Parece ser que este químico francés
gozó de tal libertad de trabajo y de tan buenos medios en nuestro país, que
renunció a muy buenas ofertas, que le solían llegar desde Francia.
Desgraciadamente, en 1806, tuvo
que regresar a su país por motivos familiares y ya no volvió a causa de la guerra
entre ambos países.
Si a alguno le suena esto un poco
extraño, le puedo indicar que los artilleros, aparte de disparar con sus
cañones, también los fabricaban, así como a las municiones de los mismos. Por
eso, deberían de tener amplios conocimientos en diversas materias científicas.
Aparte de ello, para que veáis
que siempre han tenido relación con otras materias, os puedo decir que, tras
varios ensayos en esa Academia, bajo la dirección de Proust, en noviembre de
1792, los artilleros hicieron una demostración de vuelo en globo ante Carlos
IV, que se hallaba en El Escorial.
Con ello demostraron que este
artefacto podría servir para observar desde el aire las posiciones del enemigo
y apoyar el avance de nuestras propias tropas.
Desgraciadamente, a causa de la
guerra y del lamentable estado financiero del país, este avance no fue
aprovechado, en España, hasta casi 100 años más tarde.
Volviendo a nuestro personaje, a
su salida de la Academia de Artillería es destinado a un regimiento de esta
arma ubicado en Valencia.
Como es un hombre muy inquieto,
en 1922, solicita y consigue ser destinado a África, donde, desde hace varios
años, se está desarrollando una guerra entre
España y las tribus de lo que hoy es Marruecos.
Allí tuvo su bautismo de fuego,
luchando contra esos feroces guerreros africanos. Parece que esa vez salió sin
un rasguño.
La Aviación militar española ya
llevaba unos cuantos años actuando en esa guerra. No olvidemos que el Servicio
Aeronáutico Militar fue creado por un decreto de 28 de febrero de 1913. En
España, el Ejército del Aire, no se creó hasta después de la Guerra Civil.
Así que eso le debió de atraer
mucho y en 1923 fue enviado al aeródromo militar de Tablada, en Sevilla, para
hacer un curso elemental de vuelo.
De allí partió para el aeródromo
de Cuatro Vientos, en Madrid, donde obtuvo su título de piloto militar, en
abril de 1924. Posiblemente, estuvo dentro de la promoción 19 de este centro.
Posteriormente, fue destinado al aeródromo militar de Nador,
donde se reincorporó a la guerra de África.
Por cierto, todo el mundo podría
pensar que la aviación comercial española nació en el aeropuerto de Barajas, en
Madrid, pues no es así. El primer vuelo comercial lo hizo, el 15.10.1921, un
avión DH-9 de la antigua compañía CETA, presidida por el empresario e ingeniero
Loring, desde el aeródromo de Tablada
hasta el de Larache, transportando exclusivamente sacas de correo.
Volviendo al personaje del que
nos ocupamos hoy, cumplió decenas de misiones, siendo la mayoría de ellas
consistentes en el bombardeo de las posiciones enemigas. Durante las cuales se
distinguió por descender hasta una altura casi temeraria a fin de bombardear
con mayor precisión sus objetivos.
Tras el Desastre de Anual,
participó en la llamada “campaña de desquite”, donde atacaron cientos de
objetivos y comprobaron las fuerzas del enemigo, mientras llegaban refuerzos de
la Península. Lo cierto es que de esa manera consiguieron parar de una manera
muy efectiva el avance de los moros hacia ciudades importantes, como Melilla.
También hay que decir que el
ametrallamiento a baja altura produjo muchas bajas entre los pilotos, pues los
rifeños se acostumbraron a esa maniobra y ya los esperaban parapetados en lo
alto de las colinas, desde donde disparaban a los aviones, que volaban por
debajo de ellos. Por cierto, no vayáis a pensar que los rifeños sólo disponían
de fusiles. También
tenían algunas ametralladoras.
Aparte de que la mayoría de esos
aviones estaban construidos a base de una estructura de madera forrada de lona.
Lo cual les hacía muy frágiles ante los disparos del enemigo.
Incluso, se dio el caso de que un
hidroavión fue derribado cerca de la costa, por una parada del motor, y los pilotos tuvieron que defenderse a tiros,
pues los rifeños les atacaron desde unas barcas, para intentar hacerse con el aparato. Cosa
que no consiguieron, porque se presentó un torpedero para ayudarles. No
obstante, uno de los oficiales resultó muerto por los disparos de los rifeños.
En abril de 1925 le ocurrió una
cosa impensable con los actuales aviones. Cuando bombardeaba una posición,
junto a otro avión, éste fue derribado por el enemigo.
Aunque ya había visto que los
tripulantes del otro aparato habían perecido, no quiso dejarlos allí al
capricho de los moros, los cuales solían tratar muy mal los cadáveres de los
soldados españoles.
Así que, ni corto ni perezoso,
aterrizó con su aparato modelo Bristol y tanto él como su artillero, se
pusieron a disparar con sus fusiles contra el enemigo, hasta que pudieron
llegar a esa zona unas fuerzas españolas para relevarles.
Acto seguido, despegaron y continuaron
su misión de bombardeo , para luego retornar a su
base, como si no hubiera
ocurrido nada. Por este acto, le fue concedida la Medalla Militar individual.
Posteriormente, también participó
activamente en el famoso desembarco de Alhucemas, bombardeando la cabeza de
playa, donde luego llegarían las tropas españolas.
Poco después, siempre acompañado
por su ametrallador, el sargento Gutiérrez Lanzas, que procedía de Intendencia,
pudieron ver que un grupo de moros
estaba instalando un cañón para bombardear a las tropas de desembarco.
Así que, como ya era habitual en
su forma de pilotar, descendió hasta unos pocos metros del suelo, y desde allí
bombardeó la posición donde estaban instalando el cañón.
Desgraciadamente, en una primera
pasada, el piloto es herido en la cabeza. Posteriormente. Lo fue también en la
muñeca derecha y se lo vendó con una corbata.
Así y todo, consiguieron destruir
el cañón y volver a su base. Esta vez tuvieron que ingresarlo urgentemente en un
hospital por haber perdido mucha sangre.
En 1927, se reincorporó al
servicio activo, como jefe de una escuadrilla en Marruecos, con el grado de
capitán. Ese mismo año, por su anterior actuación, le conceden la preciada Cruz
Laureada de San Fernando, máxima condecoración militar española. Ese mismo año,
también le condecoraron con la medalla de sufrimientos por la Patria.
El uso de los aviones se hizo
casi imprescindible en esta campaña. No sólo en las misiones de
observación, bombardeo y ametrallamiento
de las posiciones enemigas. También se utilizaron, habitualmente, para llevar
suministros a aquellas pequeñas e indefensas fortificaciones en mitad de la
nada, llamadas blocaos, que se erigían conforme avanzaba el Ejército español.
Aparte de lanzarles víveres y
municiones, una de sus labores más importantes era lanzarles agua. Evidentemente,
no la llevaban en estado líquido, sino
en barras de hielo de 12 kg, que era más fácil de transportar y no se les
deshacía por el camino.
Tras la guerra de África, en
1929, es destinado a la Escuadrilla de Experimentación, ubicada en la base de
Cuatro Vientos, en Madrid.
Esta escuadrilla estaba formada
por pilotos e ingenieros aeronáuticos y se dedicaba a probar los nuevos aviones
y las modificaciones realizadas en los que ya había. Digamos que eran una
especie de pilotos de pruebas. Algo muy arriesgado, por cierto.
No obstante, como los pilotos
siempre se han tomado estas cosas con un envidiable sentido del humor, crearon
un emblema con mucha gracia.
En él, podemos ver un conejo de
indias subido en una escoba y con un lema que dice: “Echar paja que no vuelo”.
Allí estuvo destinado durante
varios años. Es preciso decir que la Aviación española, cuando se proclamó la
II República, el 14/04/1931, en su mayoría, se demostró pro republicana.
De hecho, es posible que
estuviera implicado en el intento de golpe de Estado a favor de la
República, que intentaron realizar algunos pilotos de Cuatro Vientos. En un diario madrileño de febrero de 1931, aparece su nombre dentro de una larga lista de militares, que según parece, habían sido cesados por el Gobierno como pilotos militares.
De todas formas, parece que esa
situación duró poco y muy pronto se reintegraron al servicio.
Sin embargo, en julio de 1936, se
vió que este cuerpo estaba dividido, como le ocurrió al resto del Ejército o la
Armada.
Parece ser que nuestro personaje
se negó a combatir a favor del gobierno republicano del Frente Popular y, por
tanto, fue encerrado en la, desgraciadamente,
famosa Cárcel Modelo de Madrid.
No se sabe que estuviera adscrito
a ningún partido o sindicato. Supongo que, simplemente, quiso ser neutral en
ese conflicto y no le dejaron.
Desafortunadamente, en una de las
habituales sacas de prisioneros, ocurrida el 18 de agosto de 1936, fue
conducido por unos milicianos fuera de la cárcel y asesinado. Precisamente, el
mismo día en que se supone fue también asesinado Federico García Lorca, en
Granada, por parte de las tropas del bando nacional.
Estaréis conmigo en que fue un
triste final para todo un héroe de la Aviación española. Parece ser que no fue
el primer piloto condecorado con la Cruz Laureada de San Fernando, sino el
noveno.
Así que hubo antes muchos más
héroes de la Aviación que son prácticamente desconocidos hoy en día. Lo cual me
parece toda una injusticia y creo que la sociedad española debería
reivindicarlos como suyos.
Que tragedia, si estabas en el bando vencido, ay de ti. Y si no estabas en ningún bando? igual, ay de ti.
ResponderEliminarEsa fue otra de las tragedias de esa guerra. Ninguno de los dos bandos admitió ni tibios, ni neutrales. Como el caso del general García Aldave, en Alicante.
EliminarMuchas gracias por tu comentario y saludos.