Hace pocos años, concretamente en
2009, un coleccionista turco, al pasear por un mercado de objetos de segunda
mano, en Ankara (Turquía) se encontró, de pronto, en uno de los puestos, una
caja a la venta llena de papeles antiguos. Su fino olfato hizo que se parara
ante este envase y, tras echar una ojeada dentro de ella, se decidió por
comprarla y llevársela a su casa, para revisarla.
Unos años después la encontró
allí y tuvo tiempo de revisar su contenido. Se quedó de piedra cuando encontró
papeles correspondientes a la correspondencia del marqués de Villalobar e,
incluso, documentos firmados por el mismo Alfonso XIII.
También hay cartas de una gran
cantidad de personas, entre ellas de un tal Herbert Hoover, antes de que fuera
presidente de USA, durante el cataclismo bursátil de 1929.
Había más de 4.000 documentos,
incluso algunos con el estampillado de “secreto”. Incluso, ejemplares de
algunas viejas revistas, como “La libre Belgique”.
Rodrigo de Saavedra y Vinent, II
marqués de Villalobar, nació en Madrid, en 1864. Uno de sus abuelos fue el
famoso escritor español, conocido en el Romanticismo como el duque de Rivas.
Como siempre fue muy aficionado a
las relaciones internacionales, ganó su título en 1887 y ya en 1891 trabajó
como agregado a la legación de España en USA. También estuvo en la Feria
Colombina de Chicago, en 1893.
En 1900 lo encontramos en la
Exposición Universal de París representando los intereses de España y al año
siguiente es nombrado secretario de la embajada española en París.
En 1904 pasa a Londres, con el
mismo cargo, y luego es ascendido. Allí estuvo hasta 1909.
Tras un corto período como
ministro plenipotenciario en Washington, en 1910 es trasladado, con el mismo
cargo, a nuestra embajada en Lisboa. Está allí presente durante la revolución
que derrocó al monarca portugués.
En 1913 se va, como enviado
extraordinario y ministro plenipotenciario, a la embajada en Bélgica. Este
traslado es fundamental en su carrera, pues allí es donde realizó un gran
papel, por el que hoy en día sigue siendo muy reconocido en ese país.
Es importante, antes de nada,
indicar que su labor fue mucho más meritoria por su condición de minusválido,
sobre todo, en una época donde no gozaban de tantos avances como ahora.
Siempre tuvo muchas deformidades
físicas y, precisamente, en Bélgica, cuando era joven, le construyeron una
especie de armazón, con piernas y brazos articulados, para que se pudiera mover
libremente.
Se cuenta que el baile de
presentación en sociedad de una de las hijas de María Cristina de Habsburgo,
también la madre de Alfonso XIII, en mitad de éste se oyó un golpe. Todo el
mundo se paró, incluso los músicos. Las miradas convergieron en la figura del
marqués, que había caído al suelo y no podía levantarse.
Cuando intentaron ayudarle, dijo
simplemente: “tranquilos todos, no me toquen, avisen, por favor, a mi criado, que sabe cómo se monta todo otra
vez”. Este criado es el que se encargaba de ponerle la armadura por la mañana y
quitársela cuando se iba a la cama.
Cuando estuvo destinado en
Londres participó en las conversaciones con la Casa real británica para
realizar la boda entre Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Allí también consiguió
buenos contactos, como su amistad con el rey Eduardo VIII y otros miembros de
la nobleza de ese país.
Durante su estancia en USA trató
a menudo con el presidente Taft y con los miembros de su gobierno, a pesar de
que las relaciones entre los dos países no eran muy buenas, pues no hacía
muchos años que habíamos tenido que cederles las últimas colonias.
En Lisboa no tuvo una actuación
muy destacada, pues el Gobierno español había optado por apoyar al monarca
portugués, Manuel II, que luego fue depuesto. Además, intentó crear un estado
de opinión propicio para una fusión entre los dos países. Algo que no les gustó
mucho a nuestros vecinos. No hay que olvidar que en aquella época estaba de
moda el Iberismo, que propugnaba la unión entre los dos países.
En 1914, en plena I Guerra
Mundial, con la invasión de Bélgica por parte de Alemania, la mayoría de las
embajadas se cierran y se van con el Gobierno belga camino del exilio francés.
Sólo se quedan los embajadores de España, USA y Holanda. Estos defendieron los
intereses de los ciudadanos del resto de los países. También le tocó hacerlo,
en 1917, con los intereses de USA, por entrar este país también en la guerra.
Estableció muy buenas relaciones
con las autoridades militares alemanas de ocupación y eso evitó que
bombardearan Bruselas y Amberes.
También defendió a muchos civiles
ante el Gobierno alemán. Algunos tan conocidos como Henri Pirenne.
Al mismo tiempo, actuó
coordinadamente con la oficina de auxilio a los cautivos, creada por el mismo
Alfonso XIII en España. Su agenda de contactos fue muy valiosa para conseguir
este objetivo.
En el caso de Edith Cavell, una
enfermera británica acusada de haber ayudado a escapar a los prisioneros que
estaban b ajo su custodia, no tuvo mucho éxito.
Se dice que en la noche del 12 al
13 de agosto de 1915 estuvo moviendo cientos de hilos para intentar aplazar su
ejecución, incluso a nivel de contactar con el mismo Káiser. Es más, se comenta
que, ya a la desesperada, llegó a coger
por la pechera a todo un general alemán y zarandearle para que le hiciera caso,
pero no consiguió que la perdonaran.
Sin embargo, tuvo un éxito
rotundo cuando luchó para que no pasara hambre la población belga a causa de la
I Guerra Mundial. Los británicos habían creado un bloqueo marítimo y los alemanes
se empeñaron en alimentar a la población con los productos del país. Todo ello
hacía que los alimentos fueran claramente insuficientes para 7 millones de
personas, pues Bélgica solía importar buena parte de los alimentos que
consumían.
Así que se dedicó a conseguir financiación
para traer productos de USA. Luego convenció a los británicos y a los alemanes
para no obstaculizaran el paso de esa mercancía.
También hubo de convencerles
para que sus tropas no se quedaran con esos alimentos.
Parece ser que uno de sus
ayudantes en este empeño fue Herbert Hoover, futuro presidente USA en la época
de la caída de la Bolsa, en 1929.
Ambos consiguieron inmiscuir en
este proyecto a varios importantes empresarios belgas, los cuales financiaron y
distribuyeron estos productos por todo el país.
En las últimas semanas de guerra
llegó a coordinar tanto la representación diplomática de varios países como la
retirada alemana y el avance de las tropas aliadas. Así, luego, le invitaron a
un montón de actos donde se conmemoraría
la victoria y el final de la guerra.
En todo momento tuvo muy buenas
relaciones con todos los bandos enfrentados y muchos personajes de la época le
recuerdan en sus memorias. Incluso, en la posguerra, cedió
una finca de su propiedad al Ayuntamiento de Bruselas para que crear allí un
parque.
Poseía diversas condecoraciones
de varios países, aparte de ser gentilhombre de cámara de Alfonso XIII.
En 1926, a causa de su frágil
salud, murió en Bruselas a consecuencia de una peritonitis. En agradecimiento,
el gobierno belga le dedicó todo un funeral de Estado, reservado a las grandes
autoridades. Posteriormente, su cuerpo fue trasladado a Madrid.
Hay varios bustos con su efigie
dedicados a su memoria y es curioso que haya varias calles en Bélgica con su
nombre, pero ninguna en Madrid. Hasta le pusieron, los belgas, su nombre a una
orquídea.
Como siempre, es muy triste que
una persona que defendió tan eficazmente los intereses de España en el
exterior, sea muy conocida en otros países y aquí, simplemente, haya sido siempre
ignorada.
Una entrada muy, muy interesante, Aliado. Ya sabes que tengo debilidad por los asuntos de esta época, pero me has dejado con la curiosidad de ver una ilustración donde sale el marqués con su armadura.
ResponderEliminarDe verdad muy buena: haz más como éstas, por favor.
ResponderEliminarEs que, por lo visto, no era una armadura, sino un aparato ortopédico, del estilo de esos que llevan algunas personas que han sufrido poliomielitis, en una pierna, que les permite andar sin caerse.
ResponderEliminarSaludos y muchas gracias por tus comentarios.