Hoy vamos a hablar de la vida de una gran mujer, que siempre intentó ayudar a los demás y, aun así, nunca le perdonaron haber pertenecido a una familia muy distinguida.
Nació en 1864, en la ciudad de
Darmstadt, en el actual Estado federado alemán de Hesse, situado en el
centro-oeste de la actual Alemania.
Fue la segunda de los 7 hijos del
matrimonio formado por el gran duque Ludwig IV de Hesse y Alice, hija de la
famosa reina Victoria del Reino Unido. Su verdadero nombre fue Elisabeth von
Hessen-Darmstadt.
Desde su infancia, en casa la
llamaron siempre Ella. Parece ser que su educación se basó en vivir de una
forma modesta y religiosa. Como poner la mesa, hacer las camas y aprender a
coser sus ropas.
Incluso, algunos de ellos solían visitar a su abuela en Londres.
En 1878, cuando Isabel se hallaba
en una de esas estancias en Londres, con su abuela, la reina Victoria, se
desató una grave epidemia de difteria en Darmstadt. De hecho, se infectó casi
toda su familia.
Desgraciadamente, su hermana
menor, Marie, de sólo 4 años, murió a causa de la misma y, sólo un mes más
tarde, su propia madre, que se había contagiado por haberla cuidado durante su
enfermedad. Esta última, sólo tenía 35 años.
Así que, en cuanto regresó, junto
con su hermana mayor, Victoria, tuvieron que cuidar al resto de sus hermanos,
que eran menores que ellas. Una de esas hermanas fue Alix, que luego se casó
con Nicolás II, último zar de Rusia.
Hay que decir que, en 1884, su
padre se volvió a casar, sin embargo, muy pronto, tuvieron que anular ese
enlace, pues le llovieron las protestas de las demás casas reales, al haber
realizado un matrimonio morganático. O sea, con una persona que no era de
sangre real.
Desde su infancia, Isabel,
siempre tuvo fama de ser una chica muy guapa. Así que nunca le faltaron
pretendientes. Aunque, según parece, su pasatiempo era irlos rechazando uno a
uno. Empezando por uno de sus primos, el futuro Guillermo II, último Kaiser de
Alemania.
Incluso, su abuela, la reina
Victoria, le recomendó algún pretendiente, pero ella tampoco le hizo caso.
Unos años después, la zarina,
volvió a visitarles, acompañada de sus dos hijos, que ya eran unos jóvenes. Ahí
fue donde Sergio se fijó en la belleza de su prima Isabel y, enseguida, pidió
su mano. No obstante, ella, siguiendo su costumbre, lo rechazó.
Sin embargo, hubo dos
acontecimientos que les volvieron a unir. Uno fue la muerte de la zarina María,
madre de Sergio, la cual tuvo lugar en 1880.
Un año más tarde, cuando el padre
de Sergio, el zar Alejandro II, se dirigía en un carruaje, escoltado por varios
cosacos, a visitar un cuartel del Ejército, sufrió dos atentados consecutivos,
que le causaron la muerte.
En éste, como en otros
asesinatos, hay varios detalles que saltan a la vista. Uno es que este zar fue
el más liberal de todos los que han reinado en Rusia y consiguió dar la
libertad a todos los siervos, que vivían en un estado casi feudal. Esa fue una
de las muchas medidas, de carácter liberal, que tenía pensado llevar a cabo
durante su reinado. Otra de ellas fue reunir a la Duma o Parlamento ruso.
Sólo excluyó de sus medidas
liberalizadoras a los territorios de Polonia y Lituania, que entonces
pertenecían al Imperio Ruso y que pretendieron independizarse de una forma
violenta.
Así que es muy extraño que unos
presuntos anarquistas quisieran cargarse a un hombre que estaba a favor de dar
libertades a los rusos.
Los llamo presuntos anarquistas,
porque la mayoría de ellos pertenecían a la alta burguesía. De hecho, varios de
ellos eran hijos de empresarios o de generales.
Así que, con la llegada al trono
de su hijo, Alejandro III, se terminaron las medidas liberales y se optó por el
retorno a la política absolutista y represora. La clásica de todos los zares de
Rusia, aunque los siervos continuaron siendo libres.
Volviendo a nuestro personaje de
hoy, a Isabel le conmovió la tristeza de Sergei por haber perdido a sus padres
en menos de un año. Eso fue lo que hizo que se fueran conociendo y se
enamoraran.
Sin embargo, esta vez fueron
algunos miembros de la familia de Isabel los que se opusieron a este enlace.
Especialmente, la reina Victoria, que argumentaba que los zares siempre habían
sido unos tiranos.
Aun así, la pareja consiguió
derribar todos los obstáculos que les pusieron para impedir su boda y se
casaron en 1884, en la bonita ciudad de San Petersburgo.
Precisamente, en esa misma boda,
fue donde se conocieron el futuro zar Nicolás II y Alix, una de las hermanas de
Isabel, que luego fue la última zarina de Rusia. Algo que disgustó aún más a la
reina Victoria.
Por cierto, como a Nicolás le
gustó tanto Alix, muy pronto, fue a pedir su mano y ella lo rechazó. No sé si
eso debía de ser una costumbre familiar. Aunque más tarde, lo aceptó y se
casaron.
No obstante, como la esposa de
Paul, el hermano de Sergei, murió al dar a luz su tercer hijo y éste cayó en
una depresión, se quedaron, temporalmente, con sus dos sobrinos. Más tarde, los
adoptaron, definitivamente, cuando Paul se casó con una mujer, que no
pertenecía a la realeza y el zar les obligó a que se exiliaran.
Victoria.
En 1891, el zar, nombró a Sergei
gobernador de Moscú. No sé si él ya tendría un carácter despótico o le
exigieron portarse de esa manera, lo cierto es que reprimió muy duramente todo
tipo de manifestaciones, desde las pacíficas hasta las revueltas de tipo
revolucionario.
El ejemplo más palpable fue el
llamado Domingo sangriento, que tuvo lugar en enero de 1905. Comenzó con una
manifestación, en la que iban hombres, mujeres y niños, encabezados por un
sacerdote y en la que pedían mejores condiciones de trabajo, reformas agrícolas
y unos salarios decentes para no pasar hambre.
Sin embargo, mucho antes de que llegaran, el Gobierno, desplegó a varias unidades del Ejército con la orden de disparar, si se acercaban al Palacio…y eso hicieron. No se sabe con seguridad, pero se cree que mataron a unas 400 personas.
Esa exhibición de crueldad sin
sentido les vino muy bien a las organizaciones revolucionarias. Antes de eso,
muchos rusos hablaban del zar como del “padrecito”. Como alguien sagrado, que
velaba por la vida de todos ellos. A partir de entonces, comenzaron a odiarle y
se multiplicaron las huelgas y las revueltas por todo el país.
Como los anarquistas ya le tenían
en el punto de mira, el 15/02/1905, cuando el matrimonio y sus hijos volvían en
un coche de caballos de ver una función en el Teatro Bolshoi, un terrorista los
estaba esperando para lanzarles una bomba. Sin embargo, en el último momento,
al ver que también iban los niños, se contuvo y no lo hizo.
Como este atentado se produjo muy
cerca de su residencia, situada dentro del Kremlin, Isabel, pudo escuchar la
explosión y salió a la calle a ver lo ocurrido. Aunque no la dejaron que se arrimase
mucho, pudo ver el coche de caballos destrozado y los restos de su marido
esparcidos por el asfalto.
Posteriormente, ella le pidió que
se arrepintiera e intentaría que el zar le perdonara. Sin embargo, el criminal
era un tipo muy radical y se negó a ello, argumentando que su muerte le sería
muy útil a su causa. Así que, tras ser juzgado, fue sentenciado a muerte y
ahorcado.
La muerte de su marido supuso un
cambio radical en su vida. En 1909, vendió todas sus posesiones y con lo que
obtuvo fundó un convento en Moscú, en el cual ella fue la abadesa.
Junto con las monjas de su
convento, se dedicaron a atender a niños y ancianos necesitados. Dándoles de
comer y atendiendo a los que estuvieran enfermos. Así que, posteriormente,
abrió un hospital y un orfanato en los aledaños del convento.
En 1916, visitó a su hermana, la
zarina Alexandra, que también era muy impopular por ser alemana. Parece ser que la conversación se puso un poco tensa, pues
criticó que estuviera tan influida por el monje Rasputín.
Es muy posible que alguien le
hubiera convencido a Isabel para que realizara esa visita. Como no consiguió
nada, algunos, como el príncipe Yusupov, decidieron matar a Rasputín, aunque,
por lo visto, ella ya había advertido de ello al zar.
El haber armado al pueblo para
combatir en la I Guerra Mundial y las sucesivas derrotas de su Ejército,
provocaron una serie de revueltas, que dieron lugar a la abdicación del zar en
marzo de 1917.
La situación se puso muy
peligrosa y el Kaiser, que no la había olvidado, intentó realizar gestiones
para sacarla de Rusia, pero ella se negó a exiliarse.
Como era de esperar, en mayo de
1918, fue detenida por orden directa de Lenin. Unos agentes entraron en su
convento de Moscú y la recluyeron en la ciudad de Perm, junto a los Urales.
En Perm fue recluida en un
antiguo hotel, junto con varios parientes suyos y una monja, que la acompañó
voluntariamente.
Posteriormente, todos ellos,
fueron trasladados a la ciudad de Alapayev, donde fueron encerrados en una
escuela.
A mediados de julio de ese año,
llegaron un grupo de bolcheviques, que les informaron que les iban a trasladar
a otro lugar más seguro. No olvidemos que, por entonces, había una guerra civil
en Rusia.
Esos hombres pertenecían a la
cheka, predecesora de la NKVD, que luego dio lugar a la KGB. Estos ataron y
vendaron los ojos de los prisioneros. Los subieron a unos carros y los llevaron
hasta una mina abandonada.
Para terminar la “faena”, les
lanzaron varias bombas de mano al interior del pozo. Curiosamente, uno de los
asesinos, afirmó que les oyó entonar cánticos religiosos. Por ello, les
arrojaron una gran cantidad de ramas secas a las que prendieron fuego.
Unos meses más tarde, la ciudad
de Alapayev, fue conquistada por el Ejército Blanco, partidario de los zares,
pero, lógicamente, ya no encontraron allí a los prisioneros.
Posteriormente, se enteraron de
dónde habían ido a parar los rehenes y encontraron sus cadáveres en el fondo
del pozo. Parece ser que sus cuerpos se conservaban bastante bien y, por ello,
pudieron hacerles las autopsias.
En un principio, todos los
cadáveres fueron enterrados en el interior de la catedral de Alapayev. Sin
embargo, unos meses más tarde, ante la proximidad del Ejército Rojo, fueron exhumados
y enterrados en Irkutsk, cerca de la frontera con Mongolia. De allí, fueron
trasladados, nuevamente. Esta vez, su destino era Pekín.
Finalmente, en 1921, los cuerpos
de Isabel y de la hermana Bárbara, que era la monja que le acompañaba, fueron
trasladados a Jerusalén y enterrados en un templo de esa ciudad, donde reposan
actualmente. Tal y como era su deseo, desde que visitó esa ciudad.
En 1981, Isabel fue canonizada,
al igual que la hermana Bárbara, por la Iglesia Ortodoxa rusa y en 1992, como
mártir, por el Patriarcado de Moscú.
Curiosamente, en 1992, como el,
recientemente fallecido, duque de Edimburgo, era nieto de Victoria, hermana de
Isabel y de la zarina Alejandra de Rusia, se le extrajo a éste su ADN para
compararlo con el de los presuntos cadáveres de la familia imperial de Rusia,
que fueron asesinados en 1918 en Ekaterimburgo.
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