Para hablar de la vida de nuestro personaje de hoy, me voy a remontar más atrás para que se puedan comprender mejor sus decisiones.
En 1875 se produjo una rebelión
en Bosnia-Herzegovina contra los turcos, que llevaban casi 4 siglos ocupando
esa zona. La razón alegada fue que los otomanos habían aumentado demasiado sus
impuestos a los habitantes de los Balcanes y estos se negaban a pagarlos.
Eso degeneró en focos de
violencia, que se fueron contagiando hacia lo que ahora es Rumania y Bulgaria.
Incluso, intervinieron Serbia y Montenegro que, aunque tenían una cierta
autonomía, seguían siendo, nominalmente, territorios del Imperio Otomano.
Aquello degeneró en una guerra
abierta y, evidentemente, los turcos no tuvieron ningún problema en
derrotarlos.
Yo creo que no fue una casualidad
que esa guerra empezara en Bosnia-
Herzegovina, cuya capital es Sarajevo, el
mismo sitio donde comenzó la I Guerra Mundial.
Así que Rusia, haciendo el papel
de hermano mayor de estos pueblos, en 1877, le declaró la guerra al Imperio
Otomano.
No voy a decir que el Ejército
ruso fuera una maravilla, pero parece ser que el turco era mucho peor, así que
no fue muy difícil vencerles. A principios de 1878, las tropas rusas se estaban
aproximado a Estambul, la antigua capital turca. Así que los británicos
enviaron a su Armada para disuadir a los rusos de conquistar esa ciudad.
Así que en marzo se reunieron en
Estambul los representantes de los beligerantes y firmaron el Tratado de San
Stefano.
De esa manera, se reconoció la
independencia de Serbia, Rumania y Montenegro. El Imperio Austro-Húngaro
aprovechó la coyuntura para quedarse con Bosnia-Herzegovina, en calidad de
protectorado, aunque luego se anexionó su territorio.
Desafortunadamente, a Bulgaria no
la dejaron ser independiente y crearon el llamado Principado autónomo de
Bulgaria, que era vasallo del Imperio Otomano.
Sin embargo, los turcos enviaron
a un gobernador para que representase el poder que seguía teniendo su sultán
sobre ese territorio.
Con la llegada al poder del zar
Alejandro III de Rusia, las relaciones entre ambos gobiernos se hicieron más
tensas, pues el gobernante ruso sólo veía a Bulgaria como a una más de sus
provincias.
Así que en 1883 intentaron
sacudirse el potente influjo ruso. Dos años después, los búlgaros, invadieron
el territorio autónomo de la Rumelia Oriental.
No sé si estarían siguiendo las
instrucciones de Rusia, lo cierto es que Serbia le declaró la guerra a
Bulgaria, la cual terminó con una victoria de esta última.
en generales y políticos búlgaros. Estos dieron un golpe de Estado, que mandó a Alejandro de Battenberg al exilio.
El político liberal Stambolov, que había actuado como regente, propuso, en 1887, a la Asamblea nacional, como nuevo príncipe, a Fernando de Sajonia-Coburgo. Se trataba de un nieto del rey Luis Felipe de Francia. Su padre era primo de la reina Victoria y de su marido, el príncipe Alberto. El nombramiento fue aprobado por la cámara.
No obstante, hubo bastante
oposición y Stambolov gobernó como si fuera un dictador. Esto produjo mucho
rechazo a nivel internacional.
Así que Fernando logró la caída
de ese político en 1894 y, tras la muerte del zar, se retomaron las relaciones
con Rusia.
En octubre de 1908, el príncipe
Fernando proclamó la independencia de Bulgaria y asumió para sí el título de
zar, que habían tenido los anteriores monarcas de ese país. Para ello, contó
con el apoyo del Imperio Austro-Húngaro.
Esta vez no hubo respuesta por
parte turca, pues estos se hallaban en plena revolución de los Jóvenes Turcos,
que colocó en el poder a Mustafá Pachá Kemal Ataturk.
Lo cierto es que siempre quiso
que Bulgaria tuviera buenas relaciones con sus poderosos vecinos, al igual que
con Francia, Reino Unido o Italia.
Por ello, el rey decidió abdicar
en la persona de su hijo, que sería el zar Boris III. Fernando no volvió a
pisar Bulgaria.
Con ello, llegamos a nuestro
personaje de hoy. Su nombre fue Boris Clement Robert María Píus Stanislaw
Saxe-Coburg-Gotha y nació en 1894. Tuvo dos padrinos. El católico fue el Papa
León XIII, mientras que el ortodoxo fue el zar Nicolás II de Rusia.
Participó en la I Guerra Mundial,
como oficial de enlace entre el Estado Mayor central y los de las diferentes
unidades búlgaras.
Casó en 1930 con la princesa
Giovanna de Saboya, hija del rey de Italia Víctor Manuel III. También hermana
de Mafalda de Saboya a quien, hace tiempo, dediqué otro de mis artículos.
Uno de los primeros obstáculos
con los que tuvo que lidiar el nuevo rey fue el primer ministro Stamboliyski,
jefe del Partido Agrario. O sea, un partido conservador y opuesto a la
modernización del país. Aparte de que, anteriormente, durante la I Guerra
Mundial, se había enfrentado con Fernando I, por ser proaliado, mientras que el
monarca se decidió por el bando de los Imperios Centrales.
El primer ministro no era
partidario de una democracia parlamentaria y sí de unir a todos los eslavos
alrededor de Rusia, aparte de crear una milicia propia. Por ello, en 1923, el
Ejército le derrocó, mediante un golpe de Estado.
Dicen que el rey no fue ajeno a
este golpe, así que los comunistas y los agrarios se unieron para enfrentarse
al monarca. Afortunadamente, logró salir ileso de los dos atentados que
realizaron contra él, no obstante, produjeron muchas víctimas.
A partir de entonces, aumentaron
los poderes del monarca, sin llegar a tener poderes dictatoriales. Incluso, se
aprobó el voto femenino.
Ciertamente, tuvo una política muy hábil y mucho valor para enfrentarse a los grandes líderes del momento. De hecho, siempre fue muy popular entre los búlgaros.
Cuando comenzó la II Guerra
Mundial, quiso jugar la carta de la neutralidad, pero no tuvo más remedio que
alinearse en el bando del Eje y, de hecho, permitió que las tropas alemanas
invadieran desde su territorio Yugoslavia y Grecia.
Digo que no tuvo más remedio,
porque las tropas alemanas se colocaron a lo largo de la frontera de Bulgaria,
esperando a ver si se aliaba con ellos.
Sin embargo, siempre se negó a
entregar a los judíos que vivían en Bulgaria a Alemania, aunque no consiguió
parar la deportación de los que residían en Macedonia y Tracia. Territorios
anexionados por Bulgaria.
No olvidemos que Bulgaria se
consideraba en deuda con Rusia por haberles liberado del yugo del Imperio
Otomano. De hecho, siguió habiendo una Embajada de la URSS en Sofía.
Tampoco permitió que se
organizara un alistamiento de voluntarios para combatir junto a los alemanes
contra la URSS.
Por el contrario, tras las derrotas alemanas en El Alamein y en
Stalingrado, el monarca se reunió con el embajador de Suiza y también con un
antiguo primer ministro de Bulgaria. Es de suponer que pretendía hacer lo mismo
que acababa de hacer Italia. O sea, cambiar de bando o salir cuanto antes de la
guerra. El problema fue que alguien filtró el contenido de esa reunión a los
alemanes.
La reunión entre los dos
mandatarios tuvo lugar el 15/08/1943. Parece ser que tuvieron una fuerte
discusión, pero se desconoce de qué hablaron.
Tampoco le permitieron a Boris
hablar con su cuñado, Felipe de Hesse, esposo de la hermana de su mujer,
Mafalda de Saboya.
A su regreso, se vio al rey muy
fatigado. El día 23 vomitó en varias ocasiones y llamaron a los médicos. Estos
no se pusieron de acuerdo, pues aquello no parecía una enfermedad normal, sino
un caso de envenenamiento.
Incluso, el gobierno búlgaro se planteó
enviar un avión a Estambul para traer a un famoso médico hindú, residente en
esa ciudad, y gran especialista en el tratamiento de los envenenamientos. Sin
embargo, los médicos que le atendían les advirtieron que ya no había ninguna
esperanza.
Su cadáver fue velado, durante
varios días, y por su capilla ardiente desfilaron cientos de miles de búlgaros,
muy tristes por haber perdido un rey tan querido.
Posteriormente, siguiendo sus
deseos, su cuerpo fue trasladado hasta el Monasterio de Rila, al oeste de
Bulgaria, donde sería enterrado en la iglesia del mismo.
En 1989, un comité del parlamento
se propuso buscar los restos del zar, pero sólo encontraron una urna con su
corazón, la cual trasladaron, en 1993, a su enterramiento original en el
Monasterio de Rila. El resto de su cuerpo reposaba en un ataúd de zinc, que
nunca ha sido hallado.
Nunca se ha conocido quién fue el
autor de ese supuesto envenenamiento. Por una parte, la Policía de Bulgaria
sospechó de los servicios de Inteligencia británicos. Otros creyeron que se debió
a una orden de Hitler, ya que parecía que el rey no quería seguir siendo aliado
de Alemania. Por último, parece ser que la familia del monarca pensaba que lo
habrían matado los soviéticos. Incluso, esa fue la versión que dieron algunos
jerarcas nazis, durante los famosos Juicios de Nüremberg.
Como tampoco está muy claro lo que
habló con Hitler, hay algunos que afirman que éste le pidió que negociara, en
nombre de Alemania, una paz con la URSS. No olvidemos que la URSS mantenía su
embajada en Bulgaria y tenía buenas relaciones con el Gobierno de ese país. De
hecho, parece ser que, cuando Hitler se enteró de su muerte, lanzó con furia un
jarrón, que se hizo añicos contra el suelo.
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