ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

lunes, 21 de agosto de 2023

WALTER KRIWITSKI Y LA LARGA MANO DE STALIN

 

Hoy voy a narrar la curiosa historia de uno de los grandes espías soviéticos, pero del que ya casi nadie se acuerda.

Su verdadero nombre era Walter Germanowitsch Kriwitski y nació

en 1899 en una pequeña localidad de la región de Galitzia, en el antiguo Imperio Austro-Húngaro. Actualmente, está situada al oeste de Ucrania.

Su familia era de origen judío y su padre era un rico comerciante con muchos negocios a nivel internacional. Eso hizo que Walter tuviera una buena educación y aprendiera varios idiomas.

Los que lo conocieron decían que era una persona muy educada. Mientras que su aspecto físico era el de una persona un poco baja, de pelo moreno y unos ojos de color azul muy claro.

Por lo visto, siempre fue muy amigo de otro espía, llamado Ignaz Reiss, al que ya dediqué otro de mis artículos.

Sin embargo, en 1917, cuando había cumplido los 18 años, se desató la Revolución Rusa. Junto con otros amigos, se apuntó al Partido Bolchevique, porque, según él mismo, pensaba que así terminaría la discriminación que había sufrido por el hecho de ser judío.

Empezó trabajando para la GRU, Inteligencia militar rusa. Primero, en la 

guerra civil rusa y después contra los polacos.

Parece ser que su misión era infiltrarse tras las líneas enemigas para realizar sabotajes e informar al Estado Mayor ruso. Digo ruso, porque la URSS no se fundó hasta 1922.

Incluso, organizaron huelgas en Polonia y en otros países para que no les llegasen las armas al Ejército polaco.

En 1923, fue enviado a Alemania, donde formó grupos comunistas para luchar contra el Ejército y la policía de ese país.

Por lo visto, no tuvo mucho éxito. Así que decidieron 

convencer a los combatientes alemanes más preparados para que actuaran como espías al servicio de la URSS.

Uno de estos jóvenes era Paul Wohl. Un joven muy prometedor, que había estudiado varias carreras y tenía un buen puesto en la Administración Pública. Sin embargo, era judío y odiaba a los nazis.

En 1925 estuvo dando clases en una academia militar soviética. En uno de sus viajes a Viena conoció a una joven llamada Antonina Porfirieva, destinada como agente en la Embajada soviética en Viena.

Al año siguiente se casaron, pero tuvieron muchos problemas

para estar juntos, ya que ella era considerada personal legal del servicio diplomático, mientras que él era ilegal. Por tanto, no podían ser vistos juntos, porque los podrían haber echado a los dos.

En 1929, empezó a trabajar para la antigua NKVD, que luego pasó a llamarse KGB, que es como la conocemos todos. Ese año, Stalin le ordenó a Yan Berzin, jefe de la Inteligencia soviética, que diseñara un plan para conseguir divisas en USA y los países de Europa Occidental.

Así que Kriwitski participó en esa operación contratando a un hábil falsificador alemán. Por lo visto, construyó unas placas de billetes de 100 dólares con los que se imprimieron unos billetes que eran casi idénticos a los originales. Incluso, con numeración diferente para cada uno de ellos.

Parece ser que Kriwitski los fue introduciendo a base de jugar en los casinos, perder parte de su dinero y cambiar el resto de las fichas por dinero legal.

Por lo visto, consiguieron mucho dinero. Sin embargo, pillaron a un 

agente, cuando quiso ingresar 19.000 dólares en un Banco y empezaron a sospechar.

Supongo que la Reserva Federal USA también sospecharía, porque cambió las emisiones de los dólares, imprimiéndolos en otros billetes un poco más pequeños.

Todo eso armó mucho revuelo en las oficinas de la Inteligencia soviética y dio lugar a que Berzin ordenase a sus mejores hombres, que regresaran, urgentemente, a la URSS para que no fueran capturados. Kriwitski y Reiss fueron destinados a labores burocráticas hasta que se tranquilizara todo.

En 1933, parece que se calmó todo y Kriwitski fue enviado a Rotterdam, como jefe de la Inteligencia soviética en Europa Occidental. Esta vez sí pudo vivir con su esposa y su hijo. A él le dieron un pasaporte a nombre del Dr. Martin Lessner, especialista en libros de arte.

Su misión era crear una red de agentes, basada en afiliados a partidos comunistas, que, en caso de guerra, ayudasen a las tropas soviéticas. Todo ello, a base de sabotajes en los transportes y en las vías de comunicaciones.

También ficharon a muchos intelectuales para su causa y hasta a un ministro

del Gobierno de Francia. Así consiguieron muchos documentos clasificados, los cuales fotografiaban y luego los devolvían a los archivos.

Las fotografías se enviaban sin revelar a través de las embajadas de la URSS en los diferentes países europeos. Iban dentro de unos pequeños botes, que, en caso de que los abrieran, las películas se velarían y no podrían ver sus imágenes.

Por lo visto, también fichó a un agente llamado Hans Brusse. Teóricamente, era su conductor y su ayudante en todos los sentidos. Sin embargo, no le temblaba la mano a la hora de apretar el gatillo.

Otro de sus mejores fichajes fue un artista llamado Henri Pieck. Éste consiguió atraerse a Ernest Holloway Oldham, responsable de cifrado en el Foreign Office o Ministerio británico de Asuntos Exteriores. De esa manera, en Moscú, disfrutaron de una información muy detallada de los mensajes cruzados dentro del Gobierno británico.

Parece ser que sus jefes empezaron a sospechar de Oldham, así que lo 

echaron. Unos días después, apareció muerto en su domicilio a causa de un escape de gas. Por lo visto, lo hicieron los propios soviéticos, temiendo que fuera interrogado por los británicos y confesara que existía esa red y los nombres de los que la formaban.

Posteriormente, ficharon a un capitán llamado John Herbert King, el cual estaba muy descontento del trato que le daban en el Ministerio por ser de origen irlandés. Así que les fue pasando todo tipo de mensajes y actas del mismo Ministerio.

Al comienzo de la guerra civil española, nuestro personaje, que seguía en Holanda, envió a dos de sus agentes a la Península Ibérica. Uno a la frontera hispano-francesa y otro a Lisboa para que le informasen de lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, en un principio, Stalin no mostró ningún interés por lo que estaba ocurriendo en España.

No obstante, a finales de agosto, recibe un mensaje de Moscú en el que le ordenan que cree una serie de empresas fantasma a fin de comprar armamento para enviarlo a España. Ya se sabe que hay políticos que suelen cambiar de opinión.

Esa red da sus primeros frutos y ya en octubre de 1936 empiezan a enviar

todo tipo de armas para el Gobierno republicano.

Posteriormente, fue enviado a España, donde coincidió con Alexander Orlov, al que ya dediqué otro de mis artículos. Las órdenes que recibió Kriwitski eran las de crear redes de espionaje y contraespionaje y la formación de guerrilleros para que actuasen en la zona nacional.

El cuartel general de la NKVD se instaló en el lujoso Hotel Gaylord’s, situado en el número 3 de la madrileña calle de Alfonso XI. Curiosamente, después de la guerra, ese edificio fue ocupado por el espionaje alemán y luego por el francés, hasta su demolición en los años 60.

Estos expertos llegados de la URSS tenían un doble objetivo: convertir España en una especie de país satélite de la URSS y eliminar a todos los trotskistas que hubiera en nuestro país. Era una forma de eliminar toda la oposición para que el PCE llegase a alcanzar el poder.

Según parece, para esto último, utilizaban brigadas llegadas de la URSS, que venían expresamente para eso y luego se iban. Curiosamente, solían utilizar pasaportes a nombre de soldados USA, que habían fallecido.

También se cree que fue uno de los principales responsables de la salida del oro y demás depósitos del Banco de España, en Madrid, hacia la URSS. Según el 

propio Kriwitski, si se hubieran colocado las cajas del último cargamento de oro llegado a la URSS en el terreno de la Plaza Roja de Moscú, la cubriría por completo. Hay que decir que esa plaza mide 70.000 m2.

También organizaron las famosas Brigadas Internacionales. Por lo visto, siguiendo las órdenes de Stalin, los primeros brigadistas fueron unos cientos de comunistas extranjeros, que vivían refugiados en la URSS y que se los quiso quitar del medio.

Realmente, estos agentes venidos de la URSS, se portaban de una manera independiente y gozaban de una total inmunidad. Como si fueran un Estado paralelo. 

Incluso, tuvieron sus propias cárceles secretas, donde torturaban y mataban a quien les daba la gana. Con total impunidad.

Para dar una idea de la anarquía en la que estaba la zona republicana, contaba que, en cierta ocasión, le hicieron responsable de la llegada de un barco soviético cargado de aviones. Cuando contactó con el Gobierno republicano, le prohibieron que lo llevase al puerto de Barcelona, para que no se los quedase el Gobierno catalán.

Luego le dieron instrucciones para llevarlo hasta Alicante, pero tampoco podía ser, porque ese puerto estaba vigilado por la flota nacional.

Así que el barco estuvo dando vueltas por el Mediterráneo, hasta que decidieron llevarlo a Marsella, donde el Gobierno francés confiscó su cargamento.

En 1937, Stalin encargó al sanguinario Nikolai Yezhov que crease una unidad, llamada AST, la cual se encargaría de hacer purgas dentro de la NKVD, incluso entre los más altos cargos públicos de la URSS. Se trataba de eliminar a los que supieran demasiado y pudieran poner en un aprieto al propio Stalin.

En el verano de ese año, unos 40 agentes soviéticos fueron llamados a Moscú, con la promesa de recibir ascensos o condecoraciones. Todos ellos fueron asesinados. 

Afortunadamente, Kriwistki y Orlov habían oído rumores sobre lo que estaba ocurriendo y se negaron a volver, alegando cualquier pretexto.

Nuestro personaje creía que la mayoría del pueblo soviético estaba en contra del régimen dictatorial de Stalin y que era posible que la guerra civil española diera ánimos al Komintern para derrocarlo.

Poco después, se reunió con su amigo Reiss y éste le dijo que deberían desertar. Kriwitski rechazó la idea, porque no le gustaría tener que pasarse a los servicios occidentales o a los trotskistas, donde no serían muy bien acogidos.

Mientras tanto, Stalin, en previsión de lo que podía ocurrir, decretó que la deserción se castigaría con la pena de muerte y, si al desertor se le ocurría revelar secretos al enemigo, también podrían asesinar a sus familiares.

Orlov y Kriwistki estaban viendo que todos los que habían acudido a la llamada de las autoridades de la URSS habían desaparecido misteriosamente. Así que estaba claro que habían sido encarcelados o asesinados.

Como ya dije en mi artículo dedicado a Reiss, no se le ocurrió nada

mejor que escribir una carta a Stalin, donde decía que ya no quería seguir trabajando para él y que prefería la forma de gobernar de Lenin, antes que la suya. Eso hizo que Stalin se enfadara y ordenara buscar y asesinar a Reiss y a su familia.

Afortunadamente, la misión de matar a la mujer y el hijo de Reiss se la encargaron a Brusse, el ayudante de nuestro personaje. Así que se lo contó y éste le recomendó que la aceptase, pero que no la cumpliese. Por eso se salvaron.

Posteriormente, Kriwitski tomó la decisión de huir con su familia. Contó con la ayuda de Paul Wohl. Éste le alquiló una casa en una pequeña localidad de la costa mediterránea francesa. Se tuvieron que mudar varias veces. Como si estuvieran jugando al escondite con los agentes soviéticos. Cuando se les escapó, Stalin ordenó el asesinato de nuestro personaje y su familia. Incluso, llegó a acusarle de haberse apropiado algunas cajas de oro del Banco de España que se perdieron durante el viaje.

Aun así, todavía estuvieron varios meses viajando por Francia y reuniéndose con otros agentes de su confianza. Aunque ya se sabe que en esa profesión nadie se puede fiar de nadie.

El 05/11/1938 se embarcaron, rumbo a Nueva York, en

el trasatlántico francés Normandie. Viajaban Paul Wohl, el cual iba en calidad de refugiado alemán y como corresponsal de un diario checo. También Kriwitski, su mujer y su hijo.

Wohl no tuvo ningún problema en la aduana. Sin embargo, no permitieron la entrada a Kriwitski y su familia. Así que tuvieron que permanecer varios días en la famosa isla de Ellis hasta que un amigo escritor los sacó de allí.

De esa forma, empezó a escribir artículos, donde narraba la vida en la URSS. Incluso, llegó a decir que USA estaba llena de agentes soviéticos y eso no le hizo ninguna gracia al poderoso Edgard Hoover, jefe del FBI y responsable del contraespionaje. No obstante, una de las frases que solía repetir Kriwitski era: “En nuestro tiempo, informar es un deber”.

Por lo visto, se hizo muy amigo de Whittaker Chambers, un 

antiguo miembro del PC de USA y que también solía hablar muy mal de los comunistas.

En mayo de 1939, Stalin cesó a Litvinov de su cargo como ministro de Relaciones Exteriores. Curiosamente, un periodista le preguntó a nuestro personaje qué le parecía esta medida. Éste le respondió que eso había sido porque Litvinov era judío y Stalin quería firmar un tratado nada menos que con Hitler.

Lógicamente, esas declaraciones levantaron una inmensa polvareda en USA. La mayoría de las organizaciones de izquierda le pusieron a parir.

Hasta Earl Browder, el jefe del PC de USA le insultó y éste le respondió afirmando que la hermana de Earl fue una espía soviética, que había estado a sus órdenes en Europa.

En julio de 1939, Kriwitski fue interrogado, por primera vez, por el FBI. Recordemos que el FBI lleva el contraespionaje en USA. Ahí empezó a hablarles de los agentes soviéticos que conocía, que estuvieran destinados en USA.

También se asoció al Comité para la libertad cultural, un organismo 

que estaba en contra de todos los regímenes totalitarios. Tanto los de extrema derecha como los de extrema izquierda. Eso dio lugar a que los comunistas de USA exigieran su deportación a la URSS.

A principios de septiembre de 1939, un enviado de Kriwitski se reunió con el embajador británico en USA y le comunicó que había, al menos, 3 espías soviéticos en el Gobierno británico. Consiguieron detener y procesar a uno de ellos. Incluso, lord Halifax, ministro de Asuntos Exteriores, parece que ya no se fiaba de nadie y ordenó el traslado urgente de todo el personal de su Ministerio a otros y la llegada de nuevos funcionarios.

Parece ser que Kriwitski también tuvo que comparecer ante el Comité de actividades antiamericanas. Sin embargo, el presidente Roosevelt le dio, a este comité, unas órdenes estrictas de investigar solamente a los nazis y fascistas, pero no a los comunistas, porque no se quería enemistar con Stalin.

Así que sólo le pudieron preguntar si, antes de la firma del Tratado Ribbentrop-Molotov, habían estado cooperando Alemania y la URSS y él dijo que sí.

Parece ser que le contó esto a uno de esos investigadores: “Si alguna 

vez me encuentran muerto y parece ser un suicidio, por favor, no acepte esa creencia. Sólo parecerá un suicidio. Pero, en realidad, será un asesinato. Trotsky y yo debemos ser asesinados”. Posteriormente, ese investigador fue a México a contárselo a Trotsky y éste le dio la razón.

Por lo visto, empezó a ser famoso tras una conferencia que dio, en octubre de 1939, acompañado de grandes personalidades USA, y que fue transmitida por varias emisoras de radio de todo el país. En ella, habló de los planes conjuntos de Hitler y Stalin, que entonces eran aliados, y que ambos países habían estado cooperando desde 1922. Esto ya lo comenté en mi artículo sobre el Tratado de Rapallo.

Al mes siguiente, se publicó su famoso libro “Yo fui un agente de Stalin”, el cual tuvo una gran acogida. En él explicaba los manejos de Stalin y, sobre todo,

la intervención de la URSS en la guerra civil española. Para él, el gran objetivo de Stalin era colocar a la España republicana dentro del área de influencia soviética. O sea, ser un país cautivo de la URSS. Como lo fueron luego los del Bloque comunista europeo.

En enero de 1940 fue llamado por el Gobierno británico para que les aclarase el tema de los espías soviéticos dentro de su gobierno.

Para empezar, les dijo que su objetivo era ayudar en la lucha contra Hitler y también hacerse perdonar los años que estuvo al servicio de Stalin. También les quiso dejar muy claro que nunca estuvo al mando de los espías soviéticos destinados en el Reino Unido, porque su objetivo era espiar en Alemania.

Una de las cosas que dijo era que el sistema que utilizaban 

los soviéticos era crear sus propios agentes. Una de las formas era buscar estudiantes con buenos expedientes, pagarles los estudios y hacer que fueran nombrados para cargos importantes en el Gobierno británico.

Curiosamente, aunque dio muchas pistas sobre Kim Philby, éste nunca fue arrestado. Incluso, cuando dijo que la misión que le dieron en la guerra civil fue la de asesinar al propio Franco. Sin embargo, fue herido en un bombardeo y condecorado por el mismo Franco.

Es muy llamativo que diera una lista completa de agentes soviéticos operando en el Reino Unido, sin embargo, las autoridades británicas no quisieron detener a casi ninguno de ellos.

Casualmente, decía que una derrota ante un enemigo extranjero podría causar la caída de Stalin. Eso es lo mismo que dicen ahora muchos sobre Putin.

A finales de 1940 alquiló un apartamento en el Bronx y matriculó a su hijo en una escuela cercana. Realmente, su mayor preocupación no era su seguridad, sino la de

su mujer y su hijo. No obstante, él tenía muchos remordimientos por sus actividades, durante su época como espía. Una lástima que no se hubiera arrepentido, antes de que sus agentes cometieran esos múltiples asesinatos, durante la guerra civil española.

En enero de 1941, Paul Wohl le dijo a alguien muy cercano a Kriwitski que había sabido de la llegada de Hans Brusse a Nueva York. Nuestro personaje entendió enseguida que había venido a matarle.

El 6 de febrero de 1941, visitó a unos amigos, que residían en una granja en mitad del campo, en Virginia. Compró un revólver y la correspondiente munición y ambos se dedicaron a practicar el tiro al blanco.

Tres días más tarde, se registró en el Hotel Bellevue, situado en Washington DC. Curiosamente, lo hizo con un nombre falso.

Era algo raro, porque se trataba de un hotel muy modesto, cuando lo normal es que fuera a hoteles más grandes.

Sobre las 09.30 de la mañana, una empleada del hotel llamó a la puerta de su habitación. No recibió respuesta y supuso que estaría vacía, por lo que abrió con su llave 

maestra para realizar la limpieza.

Lo que encontró allí la dejó despavorida. Vio a un hombre acostado en la cama, pero con los pies sobre la almohada. Sin embargo, la cabeza estaba llena de sangre.

Inmediatamente, llamaron a la Policía. El agente que acudió pensó que se trataba de un suicidio. Algo que confirmó el forense.

Curiosamente, dejó 3 notas de suicidio, escritas en 3 idiomas diferentes, según la nacionalidad del destinatario. Una de ellas, dirigida a su esposa.

Posteriormente, un perito de la Policía aseguró que esas notas fueron escritas por la misma persona, que había firmado el registro en ese hotel.

Sin embargo, Louis Waldman, abogado de Kriwitski, dijo que no se creía nada y que lo más seguro es que hubiera sido asesinado por Hans Brusse con la colaboración de expertos en caligrafía de la NKVD.

También dijo que Kriwitski no estaba pensando en suicidarse. Todo lo contrario. Había pedido la nacionalidad USA y pensaba comprarse una casa en Virginia.

Incluso, les había dicho a algunos miembros del Gobierno USA: “Si 

alguna vez intentan demostrar que me quité la vida, no les crean”.

El mismo Alexander Kerensky, antiguo presidente de Rusia, tras la caída de los zares, y que ahora estaba exiliado en USA, dijo que desde el primer momento vio muy claro que se trataba de un asesinato de la NKVD y era del estilo de Brusse.

Algún antiguo agente de la NKVD también opinó que se trataba de un asesinato. Dijo que esa organización solía matar a los antiguos agentes para evitar que pudieran contar lo que sabían, para evitar que pudieran trabajar con el enemigo y para evitar que hubiera más deserciones en sus filas.

En cambio, la opinión de su mujer es que su marido se había visto obligado a suicidarse y a escribir esas cartas, porque de esa manera, le habrían prometido no meterse con su familia.

Curiosamente, nadie escuchó un disparo en esa habitación a pesar de que no tuviera silenciador el arma encontrada en la misma.

En marzo de ese mismo año, un ruso se dirigió al FBI, diciendo que tenía algunas pruebas de ese asesinato. Sin embargo, el propio Hoover paralizó esas investigaciones.

Siento que este artículo haya quedado un poco largo, pero creo que el tema lo requería.

 

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