ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 23 de octubre de 2014

VICENTE BLASCO IBÁÑEZ, UN HOMBRE AFORTUNADO

Una vez escribió el famoso autor español Mariano José de Larra, también conocido por sus varios seudónimos, como el de Fígaro, que “escribir en España es llorar”.
Más tarde, otro conocido autor español, llamado Luis Cernuda, dijo que “escribir en España no es llorar, sino morir”.
Hoy en día, algunos autores noveles opinan que, en nuestro país, escribir no es llorar, sino algo muy placentero. Lo realmente difícil es publicar. Menos mal que, gracias a Internet, los autores se empiezan a dar a conocer a sus lectores directamente, sin pasar por las respectivas editoriales. Por lo menos, en ese aspecto, parece que hemos avanzado un poco.
Esta vez, traigo al blog a un personaje muy peculiar. Su nombre fue Vicente Blasco Ibáñez y se puede decir que fue uno de los autores españoles que han tenido más éxito en toda la Historia y que vivió muy bien gracias a sus escritos.
Nació en Valencia en 1867, en el seno de una familia aragonesa dedicada al comercio, pocos años del inicio de la I República española.
Ese espíritu rebelde que el guió toda su vida, quizás fue debido a sus recuerdos infantiles. No había cumplido aún los 7 años cuando fue testigo directo de la rebelión cantonal. Precisamente, los insurrectos levantaron una barricada en su propia calle, donde el chiquillo pudo ver pululando por allí a algunos de los jefes del cantón.
Es posible que, influido por ese hecho revolucionario, sus primeras lecturas fueron “La historia de los girondinos”, de Lamartine y “Los miserables” de Víctor Hugo. Obras que hoy en día no se considerarían muy apropiadas para un niño de esa edad.
Debió de ser algo parecido a un superdotado, pues presumía de haber aprobado la carrera de Derecho, estudiando en cada curso sólo 15 días antes de los exámenes y aprobando todas las asignaturas. La verdad es que parece poco creíble, pero, ya se sabe, que hay gente para todo.
Siguiendo con sus aficiones revolucionarias, en su juventud militó en la Masonería y, dado que era profundamente anticlerical, junto con su pandilla se dedicaban a incordiar a todas las manifestaciones religiosas.
Un poco más tarde se afilia al partido republicano y allí descubre que, aparte de escribir bastante bien, también está dotado para la oratoria.
Utiliza su palabra para combatir el conservadurismo propio de su época y esa convicción que tenían los pobres de que no había ninguna manera para mejorar su forma de vida.
Fundó al periódico “La Bandera federal”, el cual utilizó para difundir sus ideas, que podríamos calificar de bastante revolucionarias.
 En una ocasión, cuando visitó Valencia el marqués de Cerralbo, representante del Partido Carlista y senador del reino, boicoteó su estancia allí, promoviendo todo tipo de algaradas. Así que fue buscado por la Justicia y tuvo que exiliarse en París.

El marqués de Cerralbo también fue un personaje muy curioso y, posiblemente, le dedique en el futuro otra de mis entradas. 
La verdad es que este país es muy curioso. En plena guerra carlista, durante la I República española, el partido carlista continuó legalizado y funcionaba como si tal cosa.
La estancia forzosa de Blasco en la capital francesa, entre 1890-91,  le vino bien para conocer la
Literatura que se hacía más allá de nuestras fronteras y, concretamente, el movimiento del Naturalismo.
Esto se puede apreciar muy claramente en su primera novela de tipo valenciano, “Arroz y tartana”, publicada en 1894.
Ese mismo año, fundó el periódico “El pueblo”, el cual utilizó para dar a conocer las ideas del republicanismo federal, que estaba encabezado entonces por Pi y Margall, y luego las suyas propias. Su ideario fue calificado como “blasquismo” por sus duros ataques a los gobiernos de la época de la Restauración.
Es curioso que este periódico, en su primera fase, bajo la batuta de nuestro autor, tuviera una ideología republicana muy radical. Luego,  fue desplazándose hacia una posición más moderada, con la llegada de otros directores y terminó, durante la II República y bajo la dirección de su hijo Sigfrido, apoyando la sublevación militar de 1936. Por lo que fue incautado por el gobierno republicano.
Es preciso mencionar que concibió este diario no sólo para la propaganda política, sino también para acercar la cultura al pueblo, pues también publicó por entregas novelas y cuentos de autores muy reconocidos, como Galdós, Valera, Kipling, Dickens, Maupassant, su admirado Zola, Tolstoi, etc.
Esta aventura empresarial le llevó momentáneamente a la ruina y tuvo que vender su casa para poder pagar sus deudas. Más tarde, cuando se hizo famoso, se pudo construir una casa en la playa de “la Malvarrosa”.
En 1898 publicó su gran obra “La Barraca”, dentro de su ciclo de novelas sobre su región. Esta obra es bastante conocida en España por haber sido emitida por TVE, junto a “Cañas y barro”.
Su actividad revolucionaria era incansable y fue procesado en 1892 por molestar con su grupo a una expedición de peregrinos en viaje hacia Roma. Ese mismo año, publicó una novela tipo folletín increpando a la orden de los Jesuitas.
En 1896 intentó soliviantar a las masas para manifestarse en contra de la guerra de Cuba, aunque todavía no combatía España contra USA, sólo contra los rebeldes cubanos.
Por estos actos fue procesado y condenado de nuevo al exilio en 1896, del cual regresó dos años más tarde, siendo elegido diputado a Cortes en las siguientes 6 legislaturas, hasta  que dejó la política en 1908.
Se dice que, al regresar de la cárcel, muchos partidarios suyos fueron a su casa y allí, desde el balcón de la misma, les dio un discurso, donde al final todos acabaron cantando “La Marsellesa”. En fin, genio y figura…
Entre 1894 y 1906 publicó sus obras más conocidas: Arroz y tartana, Flor de Mayo, La Barraca, etc. Fue siempre un trabajador infatigable. Se dice que escribía 14 horas seguidas y luego se iba a descansar con alguna de sus múltiples amantes.
También en estos años comenzó una nueva actividad. Fundó con un amigo la Editorial Prometeo y se dedicó a publicar novelas de autores clásicos y otros más contemporáneos a precios muy populares, para fomentar la cultura entre las clases obreras.
Volvió a París y allí publicó en 1914 la obra que le dio la fama universal, “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”.
Ya cansado, en 1921, se retiró a una casa que poseía en la Costa Azul, concretamente en Niza, para escribir sus últimas novelas, dirigidas a un público más amplio que las anteriores.
Pese a su popularidad, algunos autores afirman que no se le agrupa dentro de la Generación del 98 por  tener sus obras un menor contenido intelectual.
Volviendo a su aspecto político, organizó en Valencia un movimiento de masas, que, seguramente, pondría más de una vez los pelos de punta a los numerosos gobiernos de la Restauración, el cual estaba compuesto por las llamadas “clases trabajadoras”. O sea, las clases arruinadas por la Revolución Industrial: el proletariado y el antiguo artesanado.
Solían reunirse en varios casinos, donde aparte de su labor política, también fomentaban el conocimiento de la cultura.
Aparte de eso, formaban una especie de “milicia” que se movilizaba enseguida por cualquier cosa, pues ellos afirmaban que la soberanía popular había que ejercerla diariamente y no se le podía delegar en nadie.
Consiguieron ser la fuerza política más importante de Valencia hasta la llegada del Frente Popular, durante la II República.
Algunos autores afirman que el éxito de su partido estuvo en que fue un movimiento populista, muy cercano a los intereses de la gente. También intentaron siempre utilizar expresiones populares, organizar todo tipo de fiestas, fomentar las relaciones de barrio, etc.
En 1903 hubo una escisión dentro de su grupo, el PURA, pues su “segundo de a bordo”, Rodrigo Soriano, aspiraba a ocupar el liderazgo de todo el partido. Hubo discusiones de todo tipo y hasta un tiroteo al final de un mitin, con varios muertos y heridos.
Así, en 1905, Blasco se decidió a trasladarse a Madrid, para intentar rebajar la tensión política que se vivía entonces en Valencia.
Otras de las características de su política es que bloquearon cualquier intento de anexión cultural o política de Valencia por parte del nacionalismo catalán.
También intentaron no chocar directamente con los intereses de la burguesía, por ello, les concedieron algunos negocios urbanísticos.
Tras pasar varios líderes por el partido, en 1929 llegó a ocupar ese cargo Sigfrido, hijo menor de nuestro personaje. Por este nombre, podemos adivinar que fue un gran admirador de Wagner y su música. Como le fue dando al partido un tono más conservador, eso hizo que poco a poco se fuera acercando a la CEDA, lo cual le restó muchos votos y provocó su fracaso electoral en 1936.
Un aspecto de Blasco Ibáñez que no es muy conocido consiste en su afición por los duelos. Ya se sabe que en aquella época se retaba a cualquiera por un “quítame allá esas pajas”. Nuestro personaje nunca se acobardó y se batió en duelo contra todo el que le retó. Eso sucedió en muchas ocasiones.
En una ocasión, en 1904, cuando participaba en una manifestación para celebrar el aniversario de la I República y pedir la llegada de otra, se formó un gran alboroto, donde hubo varios heridos, como el mismo Blasco,  y él le echó la culpa del mismo a la propia Policía.
Como esto provocó una gran indignación en el cuerpo, le exigieron que se arrepintiera de lo dicho. Lógicamente, nuestro autor se negó, así que los policías eligieron a un buen tirador, el teniente Alestuei.

Se citaron una mañana en una finca de los alrededores de Madrid. El duelo fue a pistola, lo cual daba una gran ventaja al representante policial.
Blasco disparó el primero y su proyectil fue hacia el aire. Luego lo hizo el policía, el cual falló. El segundo disparo de nuestro autor también se fue al aire. Sin embargo, esta vez el policía apuntó mejor y le disparó al cuerpo, con lo que Blasco cayó al suelo, pero resultó ileso, porque la bala rebotó en la hebilla del cinturón. Con esto terminó el duelo.
Como detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, no deberíamos olvidar a su primera esposa, María Blasco del Cacho. Perteneció a la burguesía acomodada, siendo su padre presidente de la Audiencia de Castellón. Se conocieron en Valencia, porque ella se refugió allí en casa de unos parientes, huyendo, como otros
muchos de una cruel epidemia de cólera que mató, entre otros, a su padre.
Seguro que su callada labor fue de una gran ayuda para nuestro escritor a pesar de su vida tan aventurera, llena de duelos, amantes, exilio, cárcel, la ruina en varias ocasiones, etc. Juntos tuvieron cuatro hijos y permanecieron casados más de 30 años.
Hacia 1905, cuando Blasco ya era famoso gracias a sus novelas, conoció a una mujer muy distinguida. Su nombre era Elena Ortúzar, a la que él llamó Chita. Se trataba de una hermosa chilena, esposa del agregado cultural de esa embajada. Un hombre mucho mayor que ella.
Como, en un principio, no tuvo mucho éxito con ella, escribió un folletín llamado “La voluntad de vivir”, donde se narraba la vida de una bella sudamericana casada, pero no satisfecha sexualmente, que llevaba a un hombre al suicidio. Poco antes de su publicación, ella
se puso en contacto con nuestro personaje y esa reconciliación hizo que Blasco quemara esta obra en su casa, sin llegar a ser publicada.
Convivieron durante el exilio del escritor en Menton y sólo se casaron en 1925, al enviudar el autor, aunque ella ya era viuda desde 1917.
Pareció una relación un tanto extraña entre una mujer muy católica y adinerada con un autor extremadamente anticlerical, republicano y muy populista.
Chita le acompañó en todos sus viajes, cuando, tras la publicación de “Los cuatro jinetes del Apocalipsis”, su fama se hizo internacional, no habiendo sido superada al día de hoy por ningún otro autor español.
Esta obra contra la I Guerra Mundial, fue un gran éxito, que, sólo en USA, alcanzó la cifra de 1.000.000 de ejemplares vendidos. Hoy en día se considera el primer “best seller” internacional.
Este éxito internacional no podía pasar desapercibido por los productores del entonces incipiente “Séptimo arte”. Me refiero, claro, al cine.
Le llaman desde USA, donde todo el mundo desea conocer al autor de este libro. Da infinidad de conferencias sobre todos los temas imaginables y gana mucho dinero con ellas. Incluso, una cadena de prensa le contrata para que escriba artículos para ella, pagando a precio de oro. De hecho, cuando vuelve a Europa, lo primero que hace es comprarse un Rolls Royce.
En Hollywood firmó la cesión de derechos para filmar una versión en cine mudo de su famosa obra, que fue protagonizada por el luego célebre actor Rodolfo Valentino.
La película fue estrenada en 1921 y no hará falta decir que fue un rotundo éxito de crítica y público.

En 1926 repitió experiencia en el cine con otra obra llamada “La tierra de todos”, la cual fue protagonizada por la famosa estrella, Greta Garbo.
Estos éxitos en el cine le dieron una enorme riqueza y él no se recataba de mostrarla a sus colegas, por lo que recibió muchas críticas. También ganó mucho dinero por sus artículos sobre sus viajes por todo el mundo.
Otra actividad de Blasco digna de mencionar, aunque no estuvo ahí muy afortunado, fue su intento de organizar colonias en Argentina.
Tras un viaje a esas tierras, realizado durante 1909, escribió un libro, donde relataba sus aventuras en ese país. Tanto gustó esa obra al presidente argentino que le invitó a fundar unas colonias en la zona de Río Negro.
A finales de 1911 adquirió una gran parcela de unas 5.000 Ha, donde pensaba fundar una especie de Valencia republicana.
Esto le provocó muchos quebraderos de cabeza, pues, desde el principio, tuvo que sortear muchos problemas. Más adelante, el cambio de gobierno en la provincia argentina de Corrientes y la quiebra de algunos Bancos que financiaban esta empresa, le hizo tener que desplazarse a París para pedir financiación. Durante su estancia en la capital francesa le pilló el estallido de la I Guerra Mundial y, por tanto, le negaron estos préstamos. Así que su colonia se arruinó y los 200 colonos tuvieron que marcharse a otras tierras.
Aprovechó su estancia en Francia para actuar como corresponsal de guerra de varios periódicos, dejando muy claro que estaba a favor de los aliados.
Más tarde, publicó su famosa obra “Crónica de la guerra europea de 1914”, donde relató los hechos de una forma muy naturalista. Incidiendo en aspectos como el imperialismo europeo, el empobrecimiento y el hambre en el continente, el odio entre los diferentes países y la crisis económica, que daría lugar a la aparición en varios países de los gobiernos dictatoriales de tipo fascista. El original de esta obra se perdió, posiblemente por sus ataques a estos regímenes totalitarios.
Como es lógico, aunque ya tenía una edad avanzada, tampoco se cortó un pelo en sus ataques contra el régimen del general Primo de Rivera. Aquí aprovechó en sus escritos para meterse a la vez con el dictador y con el rey.
Tuvo que sufrir varios años de exilio y un día de 1928, cuando estaba escribiendo su última novela, falleció, “al pie del cañón”, en su casa de Fontana Rosa, en Menton (Francia).
Aunque dejó escrito que deseaba ser enterrado en su tierra natal, tuvo que esperar la llegada de la II República para que sus restos fueran trasladados a su amada Valencia, donde recibió sepultura cerca del mar.
El régimen surgido tras la guerra civil quiso borrar su memoria. Incluso, persiguieron a su familia y confiscaron sus bienes, pero no pudo conseguir que la gente se olvidara de este famosísimo representante de la Literatura española.
Igual me ha quedado muy extenso este artículo, no obstante,  espero que os haya gustado.


1 comentario:

  1. Aunque tarde, una vez más, debo felicitarte por tu magnífico artículo que ilustra, como siempre de forma muy didáctica, la fascinante vida de un señor que, a fin de cuentas, supo vivir (porque pudo, claro). Solo quería añadir un pequeño comentario. Además de la versión cinematográfica protagonizada por Rodolfo Valentino, "Los cuatro jinetes del Apocalipsis" también tuvo una versión estrenada el año 1962 y ambientada en la Segunda Guerra Mundial. En esta ocasión los actores fueron Glenn Ford (Gilda), Charles Boyer (Descalzos por el parque), Ingrid Thulin (Fresas salvajes) y Karlheinz Böhm (Sissi).

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