Ahora que se cumple el
centenario de la I Guerra Mundial, todo el mundo habla del magnicidio de
Sarajevo, donde murieron el heredero del Imperio Austro-Húngaro y su esposa,
pero, curiosamente, casi nadie habla de lo que ocurrió después en la dinastía
reinante de ese país.
Tras la muerte del heredero, Francisco Fernando, la sucesión le
correspondió al archiduque Carlos, sobrino del emperador.
Fue hijo del archiduque Otto y
de la princesa María Josefa Luisa de Sajonia. Como su padre, se dedicó a la vida militar, pasó su niñez
recorriendo el imperio a causa de los frecuentes traslados de aquél. En una de
esas guarniciones había nacido Carlos en 1887.
Siguiendo la tradición familiar,
ingresó en el Ejército y en 1905 fue destinado, como teniente, a una guarnición
de Bohemia.
En 1911 se casó con la princesa
Zita de Borbón-Parma con la que tuvo 9 hijos, siendo destinado, desde ese
momento, en el Estado Mayor imperial, en Viena.
Como ya he dicho al principio,
fue nombrado emperador, en 1916, con 29 años, a la muerte de su tío Francisco
José. Aunque dejaron transcurrir 40 días desde la muerte del emperador, la
ceremonia de proclamación del nuevo emperador se hizo a la mayor brevedad
posible, pues el país estaba atravesando un mal momento, debido a sus fracasos
en la guerra y a la escasez de los suministros, debido a la duración de la
misma.
Para el nuevo emperador era
prioritario conseguir la paz cuanto antes y a cualquier precio. Por eso, se
atrevió a iniciar unos discretos contactos con el Gobierno francés, con la mediación
de su primo Sixto de Borbón-Parma, que era un oficial del Ejército belga.
El emperador necesitaba acabar
cuanto antes con la guerra para poner en marcha una serie de reformas urgentes,
y así poder conservar el Imperio.
Su propuesta fue aceptar la devolución
de Alsacia y Lorena a Francia y el mantenimiento de la independencia de Bélgica
a cambio de una paz duradera y el respeto a las fronteras de los imperios
alemán y austro-húngaro. Por supuesto, no les comunicó nada de esto a sus
aliados alemanes.
Se cree que el ministro
austriaco de Exteriores von Czernin sabía algo de estas negociaciones, pero no
del contenido exacto de los escritos entre el emperador y el Gobierno francés
de Poincaré.
La primera vez que lo intentaron
fue en marzo de 1917, pero, tras una reunión entre los presidentes aliados
Ribot, Lloyd George y Sonnino, éste último, que representaba a Italia, se negó,
indicando que la proposición era inaceptable.
Hizo otro intento en mayo de
1917, porque sabía que la actitud del rey Víctor Manuel, de Italia era
favorable y propuso, como una muestra de su buena fe, la cesión del Tirol de habla italiana a
Italia, pero esta vez se negaron los franceses.
Incluso, envió un mensaje en
este sentido al presidente Wilson, de los Estados Unidos, pero tampoco halló
ningún país que quisiera servir de intermediario.
Parece ser que durante un
arrebato, el ministro, cometió la indiscreción de comentar en público estas
negociaciones, diciendo que eran los franceses los que habían pedido la paz, al
verse derrotados. Ante esto, el presidente del Gobierno francés, Clemenceau,
mostró estas cartas, donde se pudo demostrar que la iniciativa había procedido
de Viena. Por ello, el ministro austriaco hubo de dimitir.
Después de esto, los alemanes le
exigieron, para probar su alianza, que destinara 6 divisiones austro-húngaras
al frente francés y tuvo que aceptarlo.
Otro acontecimiento importante
que tuvo lugar durante el reinado de Carlos I, fue la reunión del 20 de enero de 1917. Allí se
dieron cita, en Viena, el ministro alemán de Asuntos Exteriores, el jefe de la
Armada alemana, el de la Armada austriaca y el jefe del Estado Mayor de
Austria, presididos por el emperador austriaco. Los alemanes propusieron a los
austriacos que les cedieran el uso de sus bases navales para apoyar el ataque
de sus submarinos a los convoyes británicos, con lo que, según ellos, se
aceleraría la derrota del enemigo. El emperador se negó en redondo, argumentado
que esto sólo provocaría que los Estados Unidos les declararan la guerra.
Otra propuesta del káiser
Guillermo fue que le apoyara para dejar que Lenin, que estaba exiliado en
Suiza, viajara a Rusia para aumentar la inestabilidad y provocar la caída del
Gobierno ruso. El emperador austriaco no le apoyó, porque, según creía, sería
muy peligroso para todos que avanzaran las ideas comunistas en Europa.
Estos intentos desesperados por
busca la paz, a pesar de no haber alcanzado la victoria, hicieron que su fama
se pusiera en juego y fue menospreciado por los demás gobiernos y por los
miembros de su propio ejército.
El socialista radical francés
Anatole France calificó varios años después al emperador Carlos I como el único
hombre honrado que hubo en esos momentos al frente de un país.
A pesar de que la Rusia
bolchevique pactó su salida de la guerra y esto permitió a los Imperios
Centrales trasladar casi todas sus tropas hacia el frente occidental, la
llegada de los refuerzos de EEUU dio una gran ventaja numérica a la Entente y
el Alto Mando alemán le pidió al káiser que capitulara.
A mediados de octubre de 1918,
el parlamento de Hungría proclamó su independencia del Imperio y se separó de
Austria, aunque seguía reconociendo al emperador como su monarca. No obstante,
sus tropas abandonaron el frente italiano.
En varias partes del Imperio,
como en Checoeslovaquia, se proclamaron independientes y crearon su República.
El ejército austro-húngaro ya se retiraba de todos los frentes.
El gran autor alemán Stefan
Zweig dijo: “Carlos quería concluir la guerra lo antes posible con condiciones
favorables para ambas partes en conflicto. Si se hubiesen seguido sus ideas,
Europa no hubiera conocido las grandes dictaduras. Carlos se encuentra entre
las grandes figuras de todos los tiempos”.
El final de la guerra trajo
otras muchas cosas. El 3/11/1918 el Imperio Austro-Húngaro firmó el armisticio
en Villa Giusti, aceptando las exigencias de los vencedores. Así, tuvieron que
ceder a Italia el Trentino y el Alto Adigio. Hungría tuvo que ceder
Transilvania a Rumania. La región de Galitzia se cedió a la nueva República de
Polonia.
Aparte de ello, la mortandad en
la posguerra fue enorme debida al hambre, el frío y una epidemia de gripe que
fue muy letal y que los periódicos la llamaron “Gripe española”.
También aumentaron el número de
descontentos, lo que se tradujo en revoluciones de tipo proletario en toda
Europa central, las cuales hicieron caer varias monarquías.
En un último intento, el
Gobierno austriaco pidió que no se castigara a su pueblo, porque sólo los
gobernantes habían sido los causantes de la guerra. Sin embargo, las
delegaciones de los aliados les contestaron diciendo: “El pueblo austriaco es y
seguirá siendo, hasta la firma de la paz, un pueblo enemigo”.
Los partidos de izquierda lo
presentaron al emperador como un enemigo del pueblo. El día 9 de noviembre ya
dijo él: “Me han amenazado con lanzar las masas obreras sobre Schönbrunn si no
renuncio a la Corona… Pero yo no abdicaré, ni huiré”.
El 12/11/1918, justo el día
siguiente del final de la I Guerra Mundial. Los socialdemócratas exigieron la
abdicación del emperador, al igual que en Alemania, pero él sólo aceptó la
suspensión temporal de sus poderes imperiales.
Intentó llegar a un acuerdo con
los democristianos de Hauser, pero no lo consiguió. Incluso, el jefe de Policía
de Viena le dijo que no podría garantizar su seguridad en el palacio.
El Gobierno austriaco fue a
palacio a entrevistarse con el emperador. Le pedían que abdicara o renunciara a
la Corona, pero la emperatriz, Zita, se opuso tajantemente.
Carlos quería firmar, para no provocar
una guerra civil en su país. Ya a las 3 de las tarde, la emperatriz se
convenció de que no había otra salida que renunciar al trono y firmó.
A las 18.30 se despidieron de
sus sirvientes, rezaron por última vez en la capilla del palacio y se montaron
en un coche para ir hacia su nueva residencia. Allí estuvieron hasta el
23/03/1919, cuando tuvieron que partir de nuevo. Esta vez hacia el exilio en
Suiza.
En 1921, fue invitado por
algunos grupos monárquicos húngaros a desplazarse hasta allí, para asumir la
Corona, pues consideraban que seguía siendo rey de Hungría.
Tras un accidentado viaje, pudo
entrevistarse en Budapest con el regente Horthy, a quien no le gustó nada la
idea. Al ver que la situación podría degenerar en una guerra civil, a causa de
los enfrentamientos entre grupos a favor y en contra del emperador, se marchó
poco tiempo después de Hungría.
Lo intentó de nuevo a finales
del mismo año, pero ya los ánimos estaban muy revueltos y. además, los miembros
de la pequeña Entente colocaron sus tropas alrededor de las fronteras húngaras,
para invadir el país si Carlos retomaba el trono.
Por indicación del Reino Unido y
Francia, la familia imperial fue trasladada hasta un puerto rumano, donde les
recogió un barco de la Armada británica, que les dejó en su nueva residencia,
la isla portuguesa de Madeira.
En abril de 1922 sufrió un
repentino enfriamiento y, tras una corta permanencia en cama, murió a los pocos
días a causa de una neumonía. Allí yace enterrado en la cripta de una iglesia.
En 2004 fue beatificado por el Papa
Juan Pablo II, como agradecimiento por sus intentos para alcanzar la paz,
durante la I Guerra Mundial, y por sus virtudes cristianas.
Fue un emperador muy querido
entre las clases populares del Imperio, pues dedicó una gran parte del
presupuesto de la Corte para ayudar a la gente necesitada. El periódico
“Arbeiter Zeitung”, órgano de la izquierda socialista austriaca, lo llegó a calificar como “el emperador del
pueblo”.
Muy buen artículo, Aliado. Partiendo de las palabras de Anatole France, más que persona honrada, diría que Carlos I fue un soñador, quizás el político de su tiempo que más hizo por la paz, sin olvidar a Jean Jaurès, abiertamente pacifista, y asesinado tres días después del estallido de la Gran Guerra. Está claro que la paz no interesaba, porque si asesinaron a Jaurès siempre podría atribuirse a un loco, pero que quisieran quitar del medio también a Carlos I, aunque no llegaran a asesinarlo, ya es mucho. Aunque demasiada casualidad con esa neumonía...
ResponderEliminarCarlos no fue sobrino de Francisco Jose I, sino sobrino nieto. Era el nieto de su tercer hermano.
ResponderEliminarEfectivamente, ha sido un error por mi parte.
EliminarMuchas gracias por su comentario.
Saludos.