El 3 de noviembre de 1893 es una
fecha que está en la mente de muchos santanderinos, porque se produjo un
lamentable suceso, que alteró la vida normal de esa ciudad.
Procedía del puerto de Bilbao.
Tenía que realizar una escala en Santander para dejar parte de su carga y luego
seguir hasta Sevilla.
Aparentemente, llevaba sacos de
harinas, bobinas de hierro, vigas de acero y maquinaria de diverso tipo.
Sin embargo, debajo de esos
sacos, estaba la carga más importante: 1.712 cajas de dinamita y 12.000 kg. de
ácido sulfúrico. El capitán sólo había declarado las 25 cajas de dinamita, que
debían descargar en Santander.
Muy probablemente, la dinamita procedía de la fábrica que la Sociedad Española de la Dinamita tenía en Bilbao y es posible que ese ácido tuviera la misma procedencia.
Hay que decir que, en aquellos
momentos, España estaba luchando contra una epidemia de cólera. Así que, como
en Bilbao había varios casos de cólera, le obligaron a retrasar su entrada en
el puerto y supongo que eso no le gustó nada ni a la naviera, ni a su capitán,
el vizcaíno Facundo Léniz y Muga.
Aunque supongo que esos explosivos serían para los británicos, que entonces explotaban las famosas minas de Riotinto, en Huelva. Creo que tenían tanta prisa, porque era el primer cargamento de explosivos que se despachaba, después de la cuarentena y supongo que tendría un precio muy alto, porque llevaban muchos días sin explosivos para utilizarlos en las minas.
Quizás esa fue una de las razones
por las que se le despachó pronto y le dejaron arribar al muelle más cercano a las dársenas para que pudiera descargar con mayor rapidez la carga, que tenía que
dejar en esa ciudad.
Según se cree, alrededor de las
13.30, debió romperse uno de los envases que contenía el ácido sulfúrico y su
contenido se fue dispersando por el suelo de madera de una de las bodegas. Lo
que provocó que empezara a verse, por todas partes, un humo blanco, que era
cada vez más espeso, procedente de una de las bodegas de proa. El ácido sulfúrico
produce mucho calor al mezclarse con el agua.
Inmediatamente, la tripulación
del barco se puso manos a la obra para apagar el fuego. También llamaron a los
bomberos, pero entonces no podían venir tan rápidamente como ahora.
Parece ser que era muy amigo del
capitán Léniz y le preguntó si llevaba dinamita a bordo. Éste le respondió que ya
había sido descargada. Lo cual era falso y el otro no se lo creyó, pero le
ayudó.
También fueron muchos a curiosear, ya que eso era algo que no se veía todos los días. Incluso, acudieron algunas autoridades civiles y militares, como el alcalde, el gobernador civil o el jefe del regimiento de guarnición en esa plaza.
Eso ahora lo veríamos como algo
inaudito, porque las autoridades sólo suelen ir cuando ya está apagado el fuego
y, exclusivamente, para hacerse la foto. Así que no sé si fueron para poner un
poco de orden o para impedir que se supiera la carga que llevaba ese barco,
porque es muy posible que ellos sí lo supieran.
Varias horas más tarde, a pesar
de los esfuerzos de los marineros, el fuego se propagó por todo el barco. Las
llamas se podían ver desde muy lejos.
Posiblemente, se confiaron,
porque, en aquella época, se creía que la dinamita sólo podía explotar con un
detonador.
La explosión también provocó que
las vigas, los clavos y raíles de hierro de 300 kg., que había en el interior
del barco, salieran disparados e impactaran contra algunas casas cercanas al
barrio portuario. Eso provocó la destrucción de varias manzanas de viviendas y
varios incendios.
Todo ello, agravado con que la
mayoría de los bomberos habían muerto con la explosión. Por eso mismo, los
incendios tardaron una semana en lograr ser extinguidos y gracias a que
acudieron bomberos de otros pueblos y provincias vecinas.
Oficialmente, se informó de que
habían muerto 590 personas, aunque la gente siempre dijo que fueron más. Entre
ellos, todas las autoridades, que habían ido a contemplar el incendio, los
marineros, soldados, curiosos y hasta los dos capitanes mencionados anteriormente.
Algo muy duro para una ciudad que entonces tenía unos 50.000 habitantes.
A partir de entonces, la máxima
autoridad fue el presidente de la Diputación, Francisco Sáinz Trápaga, que no
resultó afectado gracias a que no había ido al puerto.
También se incendiaron cientos de casas cercanas al puerto. Todo eso ocurrió, porque no se respetaron las medidas de seguridad dictadas por las autoridades de ese puerto, que obligaban a descargar las mercancías peligrosas en otras zonas más alejadas de la ciudad.
Por otro lado, hubo miles de
heridos y los sanitarios no daban abasto para atender a tanta gente. Así que
muchos se ofrecieron para ayudar.
Hay quien dice que la causa del
incendio fue debido a que el capitán Jaureguizar y el comandante militar del
puerto, el mallorquín Pedro Domenge y Roselló, convencieron al capitán Léniz
para que hundiera el barco. Como tenían mucha prisa para abrirle vías de agua,
unos obreros intentaron hacer saltar los remaches a base de martillazos. Esos martillazos
producirían alguna chispa, que, muy probablemente, dio lugar a esa explosión.
Parece ser que un agente de
aduanas, llamado Nicolás Benítez, que también era químico, fue corriendo para
advertirles de que no hicieran eso, pero llegó demasiado tarde.
Incluso, algunos trozos del barco
impactaron contra un tren, que, en aquel momento, estaba saliendo de la estación,
provocando varios heridos entre el personal ferroviario y los viajeros.
No hará falta que diga que nunca
se persiguió a los culpables, porque es lo que siempre ha ocurrido en un país
como España, donde siempre ha reinado la corrupción por todas partes.
Sólo 4 meses después de esta gran
tragedia, se dispuso que se vaciara la carga, que había quedado dentro de la
bodega de ese barco, cuyos restos seguían en ese puerto. Para hacerlo, iban a
utilizar grúas y buzos. Parece ser que la orden procedió del ministro de Hacienda,
Germán Gamazo.
Por lo visto, esto provocó mucho
descontento popular. Surgieron manifestaciones y duros enfrentamientos con la
Guardia Civil.
Afortunadamente, a finales del mes de marzo, llegó el cañonero Cóndor de la Armada española, el cual consiguió volar todo lo que quedaba de ese barco. Previamente, como medida de precaución, evacuaron a toda la población de la ciudad a una colina cercana, desde donde pudieron contemplar la explosión que destruyó por completo ese barco.
Por lo visto, el barco iba
sobrecargado, porque el que tenía que haber zarpado la semana anterior se
averió y este vapor tuvo que llevar su propia carga y la ajena.
Desgraciadamente, no fue ésta la
única tragedia sufrida por la ciudad de Santander. La noche del 15/02/1941 tuvo
lugar un gran incendio con unas consecuencias muy graves.
El incendio afectó nada menos que
a 14 Ha, correspondientes a la zona más céntrica y antigua de la ciudad.
Cientos de edificios y miles de
viviendas fueron afectados y unas 10.000 personas se quedaron sin casa. Por no
hablar de la pérdida de cientos de comercios, hoteles, bares, etc. El fuego
llegó hasta la misma catedral.
Una de las consecuencias directas
de este suceso fue el traslado de esos vecinos a otros nuevos barrios, construidos
en el extrarradio. Mientras que, en la zona arrasada por el fuego, se
construyeron edificios de oficinas y viviendas para la gente más acomodada.
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