ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

jueves, 27 de julio de 2017

LA LEYENDA DEL DOCTOR VELASCO

Como digo siempre, hay muchas veces en que la Historia es más apasionante que la ficción. Sin embargo, también ocurre que, como decía el nazi Dr. Goebbels, “una mentira repetida muchas veces, puede convertirse en una verdad”.
Esto es lo que ocurre con algunos datos sobre la vida de este personaje, que han llegado a un punto en que no se sabe qué fue lo real y qué fue lo inventado.
Nuestro personaje de hoy se llamaba Pedro González Velasco. Nació en 1815 en la pequeña localidad segoviana de Valseca.
Su familia era muy modesta y se dedicaban a la Agricultura. Incluso, su padre falleció siendo él muy niño. Todo ello, condicionó mucho su vida.
Así que tuvo que hacer lo que muchos chicos hicieron en España durante la posguerra, o sea, irse a estudiar a un Seminario. En este caso, le tocó ir al de Segovia. Allí llegó a estudiar Teología e, incluso, recibió las llamadas órdenes menores.
Sin embargo, no siguió la carrera sacerdotal. Así que se fue a Madrid, donde empezó como sirviente en la casa de una familia de la nobleza.
En 1840, empezó a estudiar Cirugía. No sé si sabréis que, por tradición, en muchos países, como España, la Medicina y la Cirugía estaban separadas.
Parece ser que los miembros de estos dos grupos no se llevaban muy bien, pues se consideraba a los cirujanos como a unos auténticos matarifes o barberos de pueblo y hasta mediados del siglo XIX no empezaron a unificarse estas dos profesiones.
En 1781, se fundó en Madrid el Real Colegio de Cirugía de San Carlos, similar a los que ya existían en Cádiz y en Barcelona, cuya sede estaba compartida con el Hospital General. Actualmente, este edificio está ocupado por el Museo Reina Sofía, pues el hospital se cerró en 1965.
Desde 1843, se unificó la enseñanza para Medicina y Cirugía y se les dotó de una única Facultad, que estaba en la calle Atocha de Madrid, derribando, previamente, el Hospital de la Pasión, especializado en las enfermedades femeninas. Dicha facultad se llamó de Ciencias Médicas y en ella también estaba la de Farmacia, aunque, posteriormente, se trasladó a otro edificio.

Dado que, anteriormente, habían instalado el Hospital Clínico, para que los alumnos hicieran prácticas con los enfermos, dentro del Hospital General, y esto no era del agrado de los médicos del citado hospital, en 1875, se separó un ala del mismo para dedicarlo a hospital clínico y así no mezclarse con los enfermos del otro hospital.

Actualmente, el edificio del antiguo Hospital Clínico, está ocupado por el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid.
La Facultad de Medicina estuvo allí hasta que se construyó su nueva sede en la Ciudad Universitaria. Sin embargo, el hospital clínico, no pudo mudarse a su nuevo centro, situado cerca de la Facultad, porque el traslado coincidió con el inicio de la Guerra Civil, que dejó la nueva sede hospitalaria convertida en un montón de ruinas, pues justo allí se hallaba el frente.
Actualmente, el edificio de la antigua Facultad de Medicina pertenece al Colegio de Médicos de Madrid.
Posteriormente, el Hospital General de Madrid, se trasladó en 1968 a lo que hoy se llama Hospital General Universitario Gregorio Marañón.
Volviendo a nuestro personaje de hoy, pronto se convirtió en un cirujano muy competente, que trabajó en el antiguo Hospital Militar, por entonces, situado en la calle Princesa, cerca del Palacio de Liria. Antes de que se construyera el Hospital Militar Gómez Ulla, sito en el barrio de Carabanchel. Parece ser que allí fue donde aprendió a conservar los cuerpos a fin de aprovecharlos para la formación de los nuevos médicos y cirujanos.
Por entonces, se enamoró de una mujer llamada Engracia Pérez, que trabajaba como sirvienta, igual que él. Fruto de esa relación nació una niña llamada Concepción. El problema es que él no podía casarse al pertenecer ya al clero. Así que tuvo que esperar unos cuantos años para que el Papa le dispensara de sus votos a fin de poder celebrar su matrimonio.
Entre 1843 y 1849 estudió Medicina, doctorándose, posteriormente, en 1854. Continuó con su interés por la Anatomía,  creando la Sociedad Anatómica. Esta sociedad funcionaba a base de conservar cadáveres con objeto de ofrecerlos a las facultades de Medicina.
También trabajó en el Hospital General, donde estuvo mucho tiempo dedicado a la disección de cadáveres. Se cree que llegó a diseccionar unos 8.000 cadáveres durante toda su carrera
profesional. Durante ese tiempo, viajó a diferentes países para aprender los métodos que se utilizaban allí para la conservación de los cuerpos de los fallecidos.
Tuvo un gran prestigio como cirujano. De hecho, se sabe que mucha gente viajaba hasta Madrid para ver si les podría operar él, pues era de los pocos cirujanos que se atrevían a hacer ciertas intervenciones quirúrgicas muy complejas. Se le consideraba uno de los mejores cirujanos de España.
Junto a esa labor, también trabajó como profesor de Anatomía en la Facultad de Medicina, llegando a ser catedrático de Anatomía Quirúrgica. Todo ello, le hizo ganar mucho dinero.
En 1863, consiguió que, al fin,  el Papa, le dispensara de sus votos religiosos y ya pudo casarse con Engracia e inscribir legalmente a su hija. No obstante,  Concepción, ya tenía 14 años. Por entonces, la familia habitaba una vivienda de la calle Santa Isabel, en Madrid. Muy cerca de su lugar de trabajo. Posteriormente, se compraron una casa en la calle Atocha, también en Madrid.
Allí daba una especie de clases particulares de Anatomía a los alumnos de Medicina, para aumentar sus conocimientos sobre el cuerpo humano. Es lo que ellos llamaban “los repasos”.
En 1864, su hija enfermó de fiebres tifoideas. No hace falta decir que, en aquella época, la Medicina no estaba tan adelantada como ahora y la gente se moría por cualquier enfermedad que, hoy en día, se puede curar perfectamente.
Parece ser que el Dr. Velasco no estaba muy de acuerdo con el tratamiento que le estaba dando a su hija el Dr. Mariano Benavente, padre de Jacinto Benavente y director del Hospital del Niño Jesús. Así que, por su cuenta, le dio un vomitivo. Esto no hizo más que empeorar la salud de su hija, muriendo a los pocos días, entre muchos sufrimientos.
Nuestro personaje nunca se perdonó lo que había hecho y se creyó culpable de la muerte de su hija. Se puede decir que a partir de ese momento perdió la cordura. De hecho, sufrió una gran depresión, que le llevó a estar mucho tiempo encerrado en su casa, sin querer ver a nadie.
Le fue otorgado el permiso para embalsamar a su hija y, posteriormente, fue enterrada en la Sacramental de San Isidro.
En 1874, ordenó la construcción de su nueva casa en la que también construyó un Museo Anatómico, que llevaba adjunta la Escuela Práctica de Medicina y Cirugía.
Este centro fue inaugurado, en 1875,  por el rey Alfonso XII y es lo que hoy se llama el Museo Nacional de Antropología, situado frente a la Estación de Atocha, en Madrid. Desgraciadamente, la Escuela, no funcionó durante muchos años, debido a la falta de alumnos.
También, según parece, tuvo una participación muy activa en la Revolución Gloriosa de 1868 y en el posterior Sexenio Revolucionario. A causa de sus ideales republicanos. Así que eso no se lo perdonaron y, según dicen, ese fue uno de los motivos por los que perdió alumnos y pacientes. De hecho, fue expulsado de su cátedra, sin mayores explicaciones. No me extrañaría que también hubieran utilizado esta leyenda contra él para conseguir que se quedara sin pacientes.
El autor de ese edificio fue el famoso marqués de Cubas. Tiene una fachada claramente neoclásica. Una de las alas se utilizaba para la mencionada Escuela. Mientras que en la otra estaba la vivienda del doctor Velasco y su familia.
Tras la inauguración del Museo, obtuvo el permiso para exhumar el cadáver de su hija y llevarlo a su  Museo Antropológico.
Para asombro de todos, cuando vieron el cadáver de la niña, a pesar de haber pasado casi 11 años desde su muerte, se conservaba tan bien que parece que estaba dormida. Incluso, las articulaciones flexionaban perfectamente.
Su padre llegó a ordenar que la maquillaran, que la vistieran a la moda y que la colocaran en una vitrina, en una especie de capilla, donde ahora está la biblioteca de ese museo. Hay que aclarar que se encontraba dentro de su vivienda, no expuesta en el Museo.

Se dice que el padre solía hablar diariamente con ella, como si hubiera estado una temporada fuera de casa a causa de un viaje. Incluso, en una ocasión, se empeñó en sentarla a comer a la mesa. Por supuesto, su mujer se opuso a ello.
A partir de aquí hay todo tipo de rumores. Unos dicen que la vieron sentada junto a su padre, paseando en coche de caballos o yendo a los toros o a la ópera con éste.
Incluso, algunos dicen que en esta farsa estuvo también mezclado el futuro doctor Muñoz Sedeño,  alumno del Dr. Velasco, que había sido novio de Concepción. Al que también dicen que se le vio paseando en coche de caballos con la momia de la chica.
Al cabo del tiempo, su esposa llegó a convencerlo para que enterrara a su hija en el patio del Museo. Posteriormente, cuando murió el Dr. Velasco, su esposa dio orden de que enterraran a los dos en su panteón en la Sacramental de San Isidro. Años más tarde, también ella fue enterrada en ese mismo panteón.
Parece ser que en el Museo de Anatomía de la Universidad Complutense de Madrid, fundado por el Dr. Velasco, existe, desde hace muchos años,  una momia dentro de una caja, la cual tiene una etiqueta en la que se puede leer “Momia de la hija del doctor Velasco”.
Algunos pensaron que el Dr. Muñoz Sedeño habría podido cambiar el cadáver y llevarse el cuerpo embalsamado de Concepción, su antigua novia, hasta la Facultad de Medicina de Madrid, donde él era uno de los profesores de la misma. De hecho, algunos alumnos decían que este profesor iba a veces al sótano para hablar con ella.
Lo cierto es que, tras una investigación se comprobó que no era así. Ese cadáver correspondía a otra chica de la misma edad, que murió 3 años después a consecuencia de una tisis pulmonar. Lo cierto es que esa momia también formó parte de la colección del doctor Velasco y luego pasó a formar parte de la colección de la Facultad de Medicina.
Desgraciadamente, el doctor Velasco, murió en 1882 a causa de una grave enfermedad pulmonar. Parece ser que su entierro fue uno de los que más gente congregó en Madrid.
Nuestro personaje se había gastado casi todos sus ahorros entre su Museo y sus investigaciones y no le pudo dejar casi nada en herencia a su esposa. Posiblemente, esa sería una de las razones por las que su viuda vendió el edificio y las colecciones del mismo al Estado español. Estas fueron repartidas entre las Facultades de Medicina y  de Ciencias, ambas de Madrid.
El museo estuvo vacío y cerrado hasta 1910, cuando se decidió crear un nuevo museo de Etnología con colecciones procedentes de otros centros.
Uno de los esqueletos que se muestran en ese Museo es el de Agustín Luengo Capilla, llamado el gigante extremeño. Se trataba de un joven nacido en Puebla de Alcocer y que, a causa de una enfermedad, había llegado a medir 2,35 metros.
El doctor Velasco, que siempre fue un  gran coleccionista, se puso en contacto con él y le hizo firmar que, a su muerte, donaría su cuerpo al Museo. Todo ello a cambio de una generosa pensión que le pagaría el doctor hasta que muriera Agustín.

Algunos dicen que eso no es cierto y que Agustín acudió a su consulta, acompañado por su madre, para ver si podría curarlo. Parece ser que padecía una enfermedad llamada acromegalia. Posteriormente, fue su madre la que donó su cuerpo a la Ciencia.
Curiosamente, en una ocasión, Agustín,  fue recibido por el rey Alfonso XII, que tenía muchas ganas de conocerle. En ese encuentro, el monarca, le regaló un par de botas.
Parece ser que este chico no se cuidó mucho y murió con sólo 26 años. Se cuenta que su fallecimiento tuvo lugar en una posada de Madrid, llamada Parador de Cádiz, que estaba situada junto a la Puerta de Toledo.
En cuanto lo supo, el doctor, se fue en busca de su cadáver. Parece ser que con él hizo un vaciado. Luego le extrajo la piel y, por último, el esqueleto. Todo ello, fue expuesto en su Museo.
Por entonces, también tenía expuesto el cadáver de otro gigante. Parece ser que se trataba del cuerpo de un soldado gastador francés, muerto en la batalla de Vitoria, durante la Guerra de la Independencia. De ese cuerpo no se han vuelto a tener noticias.

Espero que os haya gustado este tema. Saludos.

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