Yo creo que todos tenemos
bastante fija de que el movimiento carlista fue un fenómeno prácticamente
circunscrito al País Vasco, Navarra, Cataluña y, si acaso, el norte de
Castellón. Eso es, más o menos, lo que nos han enseñado a todos, pero no fue
así, porque los pretendientes carlistas
tuvieron partidarios en toda España. Lo que ocurrió es que se concentraron en
esas zonas, porque es donde hubo más y porque eran zonas más montaños
as e
inaccesibles para el Ejército.
Miguel
Sancho Gómez Damas fue un militar carlista, que no nació en el norte, sino en
Torredonjimeno, Jaén, en 1785.
Cuando
realizaba estudios de Derecho en Granada, tuvo que abandonarlos para
incorporarse a la guerra de la Independencia.
Participó
en la célebre batalla de Bailén y en varios combates más, hasta que a mediados
de 1812 es capturado por los franceses y enviado como prisionero de guerra a
Francia.
Afortunadamente,
logró escapar del campo de prisioneros y se reincorporó al servicio activo,
ascendiendo a capitán.
Al
acabar la guerra, dejó el ejército y se casó, estableciéndose en Jaén,
trabajando en labores administrativas.
En
1820, se opone al pronunciamiento del general liberal Riego, pues él tenía
fuertes convicciones absolutistas. Así, intentó sublevar al regimiento provincial
de su provincia, pero, al no conseguirlo, tiene que huir de allí.
En
1823, tras la invasión de los absolutistas
Cien Mil Hijos de San Luis, regresa a su tierra y consigue la
comandancia militar de Algeciras.
Con
la llegada de María Cristina de Borbón, los liberales consiguen que Gómez sea
depuesto de ese cargo.
Se
va a Madrid y allí le pilla el comienzo de la I Guerra Carlista. Se dirige
hacia Navarra y se pone a las órdenes del famoso general Zumalacárregui, el
cual le nombra jefe de su Estado Mayor.
En
1834 acompañó a D. Carlos en su visita por las provincias del norte y fue nombrado
comandante general de Vizcaya y, posteriormente, también de Guipúzcoa.
Tras
las acciones de Guernica y de Tolosa fue ascendido al máximo rango de mariscal
de campo. También le otorgó el pretendiente el título de marqués de Orbaiceta.
En
1836, al general en jefe del ejército carlista, Bruno Villarreal, se le ocurrió
que una forma de eliminar la presión de las tropas cristinas hacia las
carlistas, era crear otros frentes de guerra, para repartir las tropas
atacantes por varios lugares de la península.
Así
que le encargó a Gómez, contra la opinión del general Eguía, que se dirigiera hacia Asturias y Galicia,
donde les habían dicho que había bastantes carlistas, a fin de sublevar esos
territorios.
En
junio de 1836 comenzó su marcha con unos 2.700 infantes y 180 jinetes. Llegó hasta
Oviedo, La Coruña y Santiago, pero no tuvo mucho éxito.
Sin
embargo, en lugar de volver a su base, en Navarra, decidió hacer una incursión
hacia el sur. Así, se dieron una vuelta por el país, conquistando de forma
temporal nada menos que León, Palencia, Valladolid, Sigüenza, Utiel, Requena,
Albacete, Villarrobledo, Baeza, Córdoba, Pozoblanco, Almadén, Cáceres,
Alcántara, Écija, Osuna, Ronda, Arcos de la Frontera, Pedro Muñoz y el Burgo de
Osma. Acabando en diciembre de 1836.
Sus
conquistas no duraron mucho tiempo, sin embargo, regresó con unos 6.000
soldados, pues se le unieron muchos voluntarios procedentes de las diversas
regiones por donde pasó. Uno de ellos fue el famoso Ramón Cabrera.
Unas
veces venció a los generales isabelinos y otras fue derrotado por alguno de
ellos, como Espartero.
También
es cierto que consiguió eliminar mucha presión sobre el norte, pues el mando
isabelino llegó a destinar unos 25.000 hombres, al mando de conocidos
generales, como Narváez, para localizarlos y eliminarlos, cosa que no
consiguieron.
A
pesar de su éxito militar, a las autoridades carlistas no les gustó nada la
forma de proceder de Gómez, pues se saltó las órdenes recibidas. Así que fue procesado
en Orduña y encarcelado por insubordinación, pero no fue condenado, porque se
acabó la guerra antes de realizar el juicio.
Aunque
nunca se ha dado mucha importancia en España a esta marcha, parece ser que aún
se habla de ella en algunas academias militares extranjeras. Se dice que hasta
el mismo zar Nicolás I se interesó por su gesta.
Según
Stendhal, los españoles no eran ni carlistas ni liberales, porque si hubieran
sido carlistas, todas esas ciudades hubieran seguido en su poder y, si fueran
liberales, no habrían permitido que los carlistas entraran tan fácilmente en
sus ciudades.
Pío
Baroja le dedica uno de sus escritos, incluso hizo su recorrido en coche, y George Borrow, aquel que se dedicó a vender
Biblias protestantes por toda España a todos los que se le pusieron por
delante, incluidos los clérigos, afirmó que lo había conocido en uno de sus
viajes y nos hizo un retrato del personaje.
En
1839, tras la rendición de Maroto, fue puesto en libertad y decidió exiliarse
en Francia, pues tampoco se fiaba de los liberales.
En 1846, al
comienzo de la II Guerra Carlista, regresó a España y fue nombrado comandante
general de Andalucía, pero no tuvo mucho éxito y volvió a exiliarse en Francia.
Poco antes de
morir, en 1864, envió un escrito a Isabel II, donde la reconocía como su reina
y le pedía que le dejaran reintegrarse en el Ejército con el grado que ostentó
en el bando carlista.
Aunque suene
un poco raro, esto se le permitió a muchos mandos carlistas, pero a él le
contestaron del Ministerio de la Guerra desestimando su petición, por haber
pasado ya el plazo para hacer esas reclamaciones.
Hasta entonces,
los legitimistas franceses, les habían ayudado económicamente, para poder
residir allí, pero, cuando tuvieron noticias de este escrito, dejaron de
hacerlo.
En 1865, ya
fallecido el general Gómez, se tiene constancia de que su viuda envió varios
escritos a Isabel II para que le otorgara una pensión, reconociéndole el grado militar
de su esposo.
Parece ser que
no recibió respuesta y volvió a intentarlo a través del consulado de España en
Burdeos, informando al Gobierno español que los legitimistas franceses le
habían retirado su ayuda y que vivía en la miseria total. Triste final para la
familia de un héroe. Seguro que si hubiera nacido en Francia o Alemania, le hubieran
erigido un monumento.
Nunca había oído esta historia pero tienes razón en que si fuera en otro país sería un héroe nacional
ResponderEliminarEfectivamente, en este país se reconoce muy poco a la gente que ha realizado actos heroicos. Parece que siempre estamos deseando decir que este o aquel están acabados.
ResponderEliminarLo de los carlistas es que siempre nos han contado que sólo tuvieron afiliados en el norte y eso no es cierto. Durante la guerra civil, el jefe de los requetés fue Fal Conde, que me parece que era de Huelva.
De todas formas, este es un país muy raro. Durante la I República, en plena guerra carlista, en lugar de perseguir a los carlsitas en España, resulta que los círculos carlistas funcionaban libremente. Durante mucho tiempo, el jefe de los carlsitas en Madrid fue el marqués de Cerralbo, el del famoso museo que está frente al Templo de Debod.
Parece ser que los esclavistas cubanos fueron unos de los principales financieros del movimiento carlista. Te recuerdo que el presidente del banco de La Habana era el hermano de Cánovas. Casualmente, cuando Alfonso XII llegó al poder, dejaron de financiarles y la guerra se acabó.
Como verás, la Historia está llena de "casualidades".
Saludos y muchas gracias.
Magnífico post, Aliado; muy ilustrativo de una época fascinante de la Historia de España que, al mismo tiempo, se conoce muy poco. Me sabe mal que no le concedieran la pensión a la viuda, da la impresión que por dejadez de las autoridades o para darse una importancia que no tienen.
ResponderEliminarPor otra parte, desconocía que el presidente del Banco de La Habana fuera hermano de Cánovas: de lo que tiene que enterarse una...
Lo raro es que los mismos antiguos compañeros del ejército carlista, que, muchos de ellos habían pasado al Ejército español, no quisieran defenderle en su recurso.
ResponderEliminarLo del hermano de Cánovas no es una casualidad, aquí lo dice bien clarito:
http://es.wikipedia.org/wiki/Jos%C3%A9_C%C3%A1novas_del_Castillo
Saludos.
Eso que tu llamas "raro" es cobardía.
EliminarPues yo creo que no, porque los mandos carlistas que quisieron incorporarse al Ejército de Isabel II, pudieron hacerlo sin problemas y les respetaron sus grados.
ResponderEliminarAdemás, entre las familias carlistas había muchos que unos estaban en un bando y los otros en el otro. Eso pasó, por ejemplo, en el caso del general O'Donnell. Este conocido general militó en el bando isabelino, sin embargo, su padre, que fue capitán general de Canarias, y sus hermanos lucharon en el bando carlista.
También es preciso tener en cuenta que entre los carlistas no había buenas relaciones. El mismo general Maroto, antes del famoso Abrazo de Vergara, descubrió que se estaba tramando una conspiración de sus oficiales contra él y no dudó lo más mínimo en fusilar a los cabecillas del hecho. Eso no se lo perdonaron nunca. A lo mejor, por eso, aunque le reconocieron su grado, se fue a vivir a Chile y allí murió.
Saludos.
La expedición del general Gómez, andaluz por cierto, fue estudiada durante muchos años en las Academias militares de West Point y San Petersburgo como un modelo de estrategia y lo hizo sin robar en los pueblos por donde pasó.
ResponderEliminarLa verdad es que, en muchas ocasiones, nuestra historia, es más admirada en otros países que en el nuestro. Es una pena, pero es así.
EliminarLo de no robar sólo podría ser porque la gente se lo regalara de buen grado o porque tenía la financiación suficiente para comprar en todas partes. Esto último me parece más extraño, porque no estaba previsto que hiciera este viaje tan largo.
En cuanto a lo primero, la gente piensa que el carlismo es un movimiento que se circunscribió al norte de España y eso no fue así. Carlistas los hubo por todas partes. Durante la guerra civil española, el líder carlista era Fal Conde y me parece recordar que era de Huelva.
Saludos y muchas gracias por tus comentarios.