Hoy se me ha ocurrido traer este
tema al blog, porque es algo sobre lo que los expertos llevan varios siglos
investigando, sin haber llegado a ninguna conclusión definitiva.
Para empezar, voy a hacer una pequeña reseña de la vida de este personaje.
Alejandro Magno nació en Pela, antigua
capital del reino de Macedonia en el 356 a. de C. Sus padres fueron el rey
Filipo II de Macedonia y su esposa Olimpia, hija del rey del Epiro.
Según las descripciones de los
que lo conocieron, era un hombre que medía alrededor de 1,60m (una estatura
considerada normal en aquella época). Tenía la piel muy blanca y el cabello
castaño y ondulado.
Su padre lo fue preparando para
ser rey y encargó su educación nada menos que al famoso Aristóteles.
Muy pronto, su padre le nombró
regente y así le ayudó en las tareas de gobierno. En aquella época, era muy
normal empezar desde muy jóvenes, porque la esperanza de vida era más corta que
la de ahora.
Parece ser que se enemistó con su
padre, porque se divorció de su madre y, si, en este nuevo matrimonio, tenían algún
descendiente, podría situarse por delante de Alejandro, al ser ambos padres
macedonios. Sin embargo, la madre de Alejandro era extranjera.
Sin embargo, Filipo II, murió asesinado
en el 336 a. de C. y Alejandro pasó a ser el nuevo rey de Macedonia.
Filipo II había conseguido
dominar casi todas las ciudades griegas. Sin embargo, a su muerte, varias de
ellas se rebelaron, por lo que Alejandro tuvo que ir a asediarlas y vencerlas.
Una vez conseguida la
pacificación de Grecia, se dirigió con su ejército hacia las costas de la actual
Turquía. Su primer objetivo fue liberar las colonias griegas de Anatolia, que
estaban bajo el dominio de los persas.
Posteriormente, también liberó
Egipto del yugo del Imperio persa. En el año 331 fundó, en ese país, la ciudad
de Alejandría. No hay que confundirla con otras del mismo nombre, que fundó en
Asia.
Más tarde, se dirigió al oasis de
Siwa, donde el sacerdote encargado del templo, que había en ese lugar, le dio
el título de elegido de Amón y protector de Egipto.
De hecho, él mismo se casó con la hija de uno de sus sátrapas, llamada Roxana.
Alejandro pretendía seguir hacia adelante,
para conquistar la India. Sin embargo, muchos de sus soldados y oficiales se
amotinaron y decidieron darse la vuelta.
Sin embargo, en junio del 323 a.
de C., cuando se hallaba en el palacio de Babilonia, enfermó y murió. Todavía no
había cumplido los 33 años.
No se conocen las causas de su
muerte. Sin embargo, los expertos han presentado algunas teorías.
Podría haber sido por una fiebre
tifoidea, según los síntomas que recogieron en sus escritos los médicos que le
atendieron.
También podría haber sido un
agravamiento de la malaria. Una enfermedad que ya había padecido antes.
Aunque también se ha apuntado que
podría haber sido envenenado por sus propios generales o, incluso, sus
familiares.
Como no existía un claro sucesor,
sus generales empezaron a tomar posiciones para intentar ser sus sucesores.
En cuanto a su familia, había tenido un hijo con Roxana, llamado también Alejandro, pero sólo era un niño. También había tenido otro con una amante, pero era ilegítimo.
Mientras tanto, su cuerpo fue embalsamado e introducido en un recipiente de arcilla lleno de miel. Luego lo metieron dentro de un sarcófago de oro.
Cuando terminaron, lo introdujeron
en una carroza muy pesada, con forma de templo griego. Era tan pesada que
llevaba un tiro de 64 mulas.
Evidentemente, esta comitiva tenía que moverse muy lentamente. En principio, su destino iba a ser la ciudad de Egas, donde solían ser enterrados los reyes de Macedonia.
Sin embargo, cuando la comitiva
se hallaba cerca de Damasco, fue interceptada por el general Ptolomeo, uno de
los mandos militares de Alejandro. Éste venció a las tropas, que custodiaban es
cortejo fúnebre, las cuales iban al mando del general Pérdicas.
Así que Ptolomeo, gobernador de
Egipto, se llevó el cuerpo de Alejandro a su territorio y dejó que la familia imperial
continuara su viaje hacia Macedonia, donde luego fueron asesinados por el
general Casandro.
No fue un capricho, sino una
forma de dar a entender que, el futuro Ptolomeo I de Egipto, era el
descendiente legítimo de Alejandro. También fundó la dinastía Tolemaica, a la
que perteneció la famosa Cleopatra.
En un principio, el cuerpo de
Alejandro fue depositado en Menfis, la antigua capital de Egipto. Hasta que
terminaron las obras de construcción de Alejandría, que se convirtió en la
nueva capital.
Ptolomeo le dedicó los máximos honores. El cuerpo de Alejandro fue depositado en un ataúd de oro macizo, en una zona del palacio real a la que llamaron Sema o Soma.
Sin embargo, unos años más tarde,
no sé si Ptolomeo X necesitaría ese oro. Lo cierto es que cambió ese ataúd por
otro, que unos dicen que era de alabastro y otros de cristal de roca, porque se
transparentaba y se podía ver el cuerpo. Eso dio lugar a que fuera un lugar muy
visitado en la antigüedad.
Por ejemplo, se sabe de la visita
de Julio César y luego del emperador Augusto, el cual le colocó una corona de
oro. Por el contrario, Calígula, le quitó su armadura y también se llevó
algunos trozos del cuerpo como reliquias.
Sin embargo, entre los siglos III
y IV d. de C. hubo una crisis general en el Imperio Romano. Eso dio lugar a
guerras civiles.
En el caso de Alejandría, se agravó, ya que sufrió varios terremotos y, además, una parte de la zona portuaria se hundió, porque se construyó en un terreno inestable. A eso hay que añadir la intolerancia de los primeros cristianos, que se empeñaron en destruir todo lo relativo a las divinidades paganas. Eso es lo que aparece en la película de Hipatia.
Así que no sabemos si la tumba
fue destruida en esa época. Sin embargo, hay un autor actual, llamado Andrew
Chugg, que defiende su teoría de que, para que no la destruyeran, los lugareños
dijeron que allí estaba enterrado San Marcos, fundador de la iglesia copta.
Otra cosa que dice este autor es
que, como es sabido, en el siglo IX, cuando Egipto ya había sido invadido por
los musulmanes, llegaron a Alejandría dos comerciantes venecianos.
Parece ser que el gobernador musulmán de Alejandría tenía la intención de derribar el santuario, donde estaba enterrado San Marcos a fin de aprovechar sus columnas para su nuevo palacio.
Estos comerciantes venecianos,
llamados Buono da Malamocco y Rustico da Torcello se entrevistaron con los
clérigos, que custodiaban ese santuario y estos les pidieron que se llevaran el
cuerpo de San Marcos.
Para empezar, dieron el cambiazo,
colocando otro cadáver en esa tumba. Después, colocaron a San Marcos en una
caja y, a su alrededor, lo cubrieron con trozos de carne de cerdo y coliflores.
De esa manera, consiguieron engañar a los aduaneros musulmanes, porque estos no
se atrevieron a tocar la carne del cerdo, y pudieron meterlo en su barco.
En principio, depositaron el
cadáver del santo en el interior del Palacio Ducal, ya que todavía no se había
construido la famosa basílica, dedicada a este santo, en Venecia.
También algunos autores dicen que
estos dos personajes, que no eran mercaderes, sino que uno era un tribuno y el
otro un sacerdote, habían recibido el encargo del dux para robar el cadáver de
San Marcos y llevarlo a Venecia. A fin de tener un santo patrón de prestigio.
Algo que atraería a muchos peregrinos en la Edad Media.
Así que, según Andrew Chugg, es posible que estos venecianos no se llevaran el cuerpo de San Marcos, sino el del propio Alejandro Magno y sea éste en que esté enterrado en la Basílica de San Marcos, en Venecia.
No obstante, todavía hay 3
grandes teorías sobre el destino del cadáver de Alejandro Magno.
Como ya he mencionado anteriormente,
Alejandría es una ciudad que ha sufrido muchos terremotos. Eso ha hecho que
buena parte de la ciudad antigua esté bajo el agua y allí podría estar su
cuerpo. Precisamente, varios buscadores de tesoros llevan varios años sacando objetos
sumergidos en esa zona.
Otra teoría dice que pudo haber
sido llevado al oasis de Siwa. Un sitio muy alejado de la anarquía que se
desató en Alejandría.
La tercera teoría es la de Andrew
Chugg, sobre la que se han basado algunas novelas, como la muy entretenida “El
informe San Marcos”, de Fermín Bocos.
En fin, habrá que esperar para ver
si lo encuentran.
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