Hoy voy a narrar en este artículo
la historia de un personaje que, incluso, hoy en día, sigue siendo muy
controvertido.
Maximilien Robespierre nació en 1758 en la ciudad de Arrás, situada al norte de Francia y cerca de la frontera con Bélgica.
Su padre fue Maximilien-Barthelemy
de Robespierre, abogado y miembro de una familia, donde todos se habían
dedicado siempre al mundo del Derecho. Mientras que su madre, Jacqueline
Marguerite Carraut, era hija de un cervecero de la ciudad.
La pareja se casó, cuando su
madre ya estaba embarazada de Maximilien. No obstante, el matrimonio tuvo 4
hijos más. Tras el nacimiento del cuarto, la madre y el hijo murieron.
Parece ser que ese matrimonio no
fue del agrado de su familia paterna, pues no acudieron a la boda ninguno de
los familiares del novio.
No está muy claro si, tras la
muerte de su madre, el padre abandonó a sus hijos. Unos dicen que se fue a
vivir a Alemania y otros que siguió ejerciendo el Derecho en su localidad y en
otras de los alrededores.
Lo que está claro es que las
niñas se criaron con sus tías paternas, mientras que los niños vivieron con su
abuelo materno.
Gracias a las influencias familiares, ingresó en un colegio jesuita de su localidad.
Más tarde, el propio obispo le consiguió una beca para estudiar en el liceo Louis le Grand, en París. Allí coincidió con otros personajes, que fueron muy importantes en su vida, como Desmoulins y Danton.También se cuenta que, con motivo
de una visita de Luis XVI a la ciudad de Arrás, el joven Robespierre fue el
encargado de escribirle unos versos de bienvenida. Sin embargo, cuando se los
estaba recitando, el monarca no quiso ni siquiera apearse del coche de
caballos, porque estaba lloviendo y no le hizo ningún caso.
Posteriormente, Robespierre, se
graduó en 1781 en la Facultad de Derecho, en París, y regresó a su ciudad natal
para ejercer la abogacía, donde ganó una buena fama como orador.
En 1786 fue elegido director de
la Academia de Bellas Letras de Arrás. En sus discursos dijo ser partidario de
que a los hijos bastardos se les reconocieran los mismos derechos que a los
hijos naturales.
Incluso, defendió el ingreso de
las mujeres en su Academia y promovió la entrada de dos de ellas.
En 1789, se presentó a las elecciones para los Estados Generales, o sea, el Parlamento.
Esos parlamentos no se solían reunir diariamente, como sucede ahora. Los monarcas absolutos sólo los convocaban cuando había una necesidad urgente de recaudar más impuestos y necesitaban la autorización de esas asambleas.De hecho, la reunión anterior de
los Estados Generales tuvo lugar en 1614. Así que todos los miembros de esa
cámara llevaban listas interminables con las reivindicaciones de sus
respectivos territorios.
Lógicamente, fue elegido diputado
por el llamado Tercer Estado, ya que no pertenecía ni al clero, ni a la
nobleza.
Como todos sabemos, el rey no hizo caso a las reivindicaciones llegadas de todos los puntos de Francia.
Así que los diputados del Tercer Estado se separaron del resto y se declararon como una asamblea constituyente.Era evidente que la burguesía
acomodada, que era la que sostenía con una mayor cantidad de impuestos al
régimen de la monarquía absoluta francesa, quería que se le diera un papel más
protagonista en la política de Francia.
Está muy claro que, si hubieran
sacado a estos burgueses adinerados del Tercer Estado, donde estaban mezclados
con los campesinos, y les hubieran tratado como a los otros dos Estados, no
habría tenido lugar la Revolución Francesa.
Aunque parezca mentira, en aquella época, Robespierre era un ferviente opositor a la pena de muerte.
Del mismo modo, defendía el sufragio universal y no el censitario. O sea, que pudiera votar todo el mundo y no sólo los que tenían dinero. También se mostró favorable al derecho de voto de los actores y los judíos.De hecho, durante su estancia en
su natal Arrás, fue nombrado juez y estuvo a punto de dimitir por negarse a
firmar una condena a muerte. Parece ser que le convencieron para que la
firmara. Debo suponer que no cobraría mucho como juez, porque le tuvieron que
prestar dinero y un baúl para que pudiera viajar hasta Versalles.
Por otro lado, siempre fue un firme
defensor de los más débiles y, en uno de sus discursos, exigió a uno de los
obispos allí presentes, que vendieran una parte de sus inmuebles con el fin de
auxiliar a los más pobres y parecerse a la Iglesia primitiva. Ni que decir
tiene que no le hicieron caso.
Así, poco a poco, fue escalando puestos dentro de la Asamblea nacional.
Otra de sus propuestas fue la quitar al rey la competencia de declarar la guerra o la paz contra otro país. A fin de que esa competencia pasara a la Asamblea Nacional, pero fracasó en el intento.Lógicamente, fue uno de los
redactores de la famosa Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano
y también de la primera Constitución francesa.
A pesar de tener una mentalidad
muy moderna, Robespierre nunca renunció a vestirse como las grandes figuras del
Antiguo Régimen. Por ello, siempre llevaba una peluca bien empolvada; calzones
cortos y medias de seda.
Todo ello, contrastaba con sus ideas más radicales que las del resto de los burgueses.
Estos aspiraban a construir un régimen parecido al británico. Sin embargo, nuestro personaje abogaba por regenerar su país, en base a la voluntad popular, utilizando un nuevo concepto que él llamaba la virtud.Curiosamente, cuando un grupo de
radicales invadieron el Palacio de Versalles, Robespierre fue uno de los pocos
diputados, que se interpusieron para proteger a la familia real.
Posteriormente, la Asamblea
nacional se trasladó a su nueva sede, en las caballerizas del Palacio de las
Tullerías, en París. Allí alcanzó una gran fama, pues se hallaba más cerca de
la población a la que él protegía.
Siguió llevando una vida muy modesta, porque su sueldo nunca fue muy alto, aunque siempre se negó a aceptar dinero de los demás. Por eso, le llamaron “el incorruptible”.
Curiosamente, también fue un
hombre muy religioso. Nunca fue un anticlerical, como muchos de sus camaradas
revolucionarios. Incluso, solía defender a los sacerdotes.
Sin embargo, era partidario de
que la religión estuviera en manos del Estado. De esa forma, dividieron a los
sacerdotes en juramentados, que fueron los que juraron obedecer la
Constitución, y refractarios, los que no la aceptaron.
En junio de 1790 fue nombrado secretario de la Asamblea Constituyente.
Así que aprovechó para promover un proyecto relativo a la constitución de los jurados en los tribunales de Justicia y la creación de los primeros tribunales revolucionarios para juzgar a los enemigos del pueblo. Era una forma de restar poder a los jueces, en su mayoría, partidarios de los Borbones.Realmente, Robespierre siempre
desconfió de todo el mundo. Así que otra de sus propuestas fue la de que los
oficiales del Ejército o de la Armada fueran elegidos por sus soldados.
Otra de sus medidas estrella fue la de la prohibición de que los diputados de esa legislatura pudieran presentarse a las próximas elecciones. Era una forma de restar poder a los políticos.
En junio de 1791 se le nombró
fiscal con competencia sobre la inspección de las cárceles parisinas.
A finales de junio de ese mismo
año, tuvo lugar la fracasada huida de la familia real, los cuales fueron
capturados en Varennes y llevados de vuelta a París. Robespierre se empeñó en
juzgarlos como a cualquier otro ciudadano. Sin embargo, la Asamblea se opuso a
ello.
En 1792, a pesar de la oposición
de Robespierre, la mayoría de la Asamblea decidió declarar la guerra al Imperio
Austriaco, donde reinaba un hermano de la reina María Antonieta. Fue un fracaso
absoluto. Así que Robespierre dimitió de su cargo de fiscal.
El rey cesó a varios ministros republicanos y los sustituyó por conocidos políticos monárquicos.
Así que el pueblo estalló. El Ayuntamiento de París se constituyó en Comuna y se sublevó contra la Asamblea. La familia real fue encarcelada en la prisión del Temple.Robespierre aceptó un modesto
cargo dentro de la Comuna. Mientras tanto, la guerra iba de mal en peor, por
ello, se declaró el estado de excepción y ello trajo consigo el arresto y
encarcelamiento de muchos sospechosos de estar de parte del enemigo. También se
creó un tribunal para juzgar casos criminales.
Marat, al frente de un comité de vigilancia, se encargó de enardecer a las masas y aconsejarles que asesinaran a todos los que considerasen sospechosos. Por lo visto, había mucho miedo de que alguien le diera “la vuelta a la tortilla”.
No obstante, Robespierre,
aprovechó ese “río revuelto” para acusar a los girondinos de hacer tratos con
el enemigo. De esa forma, mataron a varios de los principales líderes
girondinos.
Posteriormente, como los
jacobinos tenían un mayor poder en la Asamblea, al debatirse si había que
juzgar al rey, los girondinos no pudieron aguantar las presiones y lo
aprobaron.
Aunque Robespierre siempre había
sido contrario a la pena de muerte, en esta ocasión la defendió “por ser
necesaria para el bien público”. Por ello, se mostró a favor de la ejecución de
Luis XVI.
A partir de aquí, no sé si por el
miedo que tenían los revolucionarios a los monárquicos, la mayoría de los
cuales estaban encarcelados o por cualquier otro motivo. Lo cierto es que, a partir de ahora
ya es partidario del terror.
Es posible que empezasen a practicar el terror, porque las cárceles estaban llenas de monárquicos, mientras que la mayoría de los revolucionarios estaban combatiendo en los frentes.
Robespierre, al frente de sus
colegas jacobinos, aprovechó la derrota y posterior deserción del general
Dumoriez para acusar de traición a los girondinos, entre los que estaba ese general,
y expulsarlos de la Convención, para luego ejecutarlos.
En abril de 1793 se creó el
Comité de Salvación Pública, que pronto fue liderado por Robespierre. Parece
ser que realizaron una importante labor para administrar bien el país, lograr
el alistamiento de muchos jóvenes y empezar a enderezar a su favor la marcha de
la guerra.
Por otra parte, la sublevación de
algunas ciudades, como Lyon, Nantes o Toulon fueron castigadas con la máxima
dureza.
También empezaron a utilizar la guillotina en cientos de ejecuciones. Se cuenta que había una serie de mujeres que solían ir a ver las ejecuciones y, mientras tanto, se dedicaban a hacer calceta. Por lo visto, antes de ir a las ejecuciones, miraban el número de las programadas y, si había menos de 10, no se molestaban en ir a verlas.
Entre los guillotinados más
famosos podemos destacar a la reina María Antonieta, el científico Lavoissier,
el escritor Condorcet y el jurista Malesherbes, que, en su condición de
abogado, había defendido al rey Luis XVI. Esto le costó que, no sólo lo mataran
a él, sino también tuvo que contemplar cómo mataban a su hija, su yerno y sus
nietos.
Por lo que se ve, Robespierre
estaba obsesionado con implantar, por las buenas o por las malas, su “república
de la virtud”.
Así que se dedicó a eliminar a todo aquel que se le pudiera oponer. Empezó por el grupo de Hebert, que propugnaba una especie de anarquía y no tardaron mucho en ser guillotinados.
Luego, se fue a por los llamados
“indulgentes”, partidarios de parar el terror y liderados por Danton y
Desmoulins. A estos le costó un poco más deshacerse de ellos. Sobre todo, de
Danton, porque era un abogado muy notable. Así que hicieron una farsa de juicio
y no les dejaron defenderse, enviándolos, directamente, a la guillotina.
Llegados a este punto, muchos se
preguntarán cómo era que la gente seguía apoyando a Robespierre. Hay que decir
que también fue partidario de algunas medidas con un gran calado social, como
que pagasen más impuestos los que tenían más ingresos o como que cobrasen el
paro los que se quedasen sin trabajo.
Por otro lado, ordenó que los bienes de los guillotinados y de los exiliados se repartiesen entre la población menos pudiente.
Fue de esa manera cómo llegó a la
cima de su poder. Así que fue aún más radical, a partir de entonces.
Fundó una especie de religión
laica con el culto al Ser Supremo y organizó ceremonias para reverenciarlo.
También promulgó un decreto por
el que todos los que fueran acusados de criticar a su política o a la patria,
serían guillotinados, sin ni siquiera haber sido procesados, ni juzgados.
De esa forma, varios de sus
colegas en la Convención, presidida por Robespierre, empezaron a conspirar,
porque suponían que iban a ser los siguientes en ser guillotinados.
Precisamente, Augustin, fue uno
de los impulsores de la carrera militar de Napoleón. Curiosamente, en la ola de
detenciones, que se produjeron, tras la caída de Robespierre, fue detenido el
propio Napoleón, el cual pasó dos semanas en prisión.
La Comuna de París, que estaba
formada por partidarios de Robespierre, se sublevó contra la Convención y
consiguió rescatar a Robespierre y al resto de los detenidos. Trasladándolos al
Ayuntamiento de París.
Posteriormente, las tropas de la
Convención asaltaron ese edificio y volvieron a detener a Robespierre y a sus compinches.
se pegó un tiro, rompiéndose la mandíbula. También hay quien
dice que fue un soldado el que se la rompió. Es posible que le hubieran dado la orden de hacerlo, porque así eliminaban el arma más poderosa de Robespierre, que era su gran capacidad para convencer a los demás.
Todos ellos fueron trasladados al
Palacio de las Tullerías. Al día siguiente, Robespierre, su hermano Augustin y
18 de sus fieles fueron guillotinados públicamente.
Unas horas más tarde, también
guillotinaron a unos 80 miembros de la Comuna de París. Con esto se acabó la
infame etapa del terror.
Una de las beneficiadas por la
ejecución de Robespierre fue Josefina, la que luego sería esposa de Napoleón
Bonaparte, cuya ejecución estaba programada para el día siguiente y que fue
puesta en libertad sin cargos.
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