ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 17 de enero de 2016

ESPARTACO, EL GLADIADOR QUE LUCHÓ CONTRA ROMA



Ante todo, quiero daros las gracias  por la gran acogida que ha tenido mi anterior artículo, lo cual me da las suficientes energías para seguir escribiendo unos cuantos más.
Esta vez, siguiendo con el ciclo sobre la esclavitud, me he atrevido a escribir un artículo sobre un esclavo muy famoso, gracias al cine y, sobre todo, a Kirk Douglas. Su nombre fue Espartaco.
Para empezar, he de deciros que sobre él no se sabe mucho, pues los historiadores romanos eran muy dados a magnificar sus victorias, sin embargo, sobre sus derrotas no decían ni pío. Seguramente, lo harían para no cabrear al cónsul o al emperador de turno.
De hecho, parece ser que el gran poeta Ovidio dijo o escribió algo, que no gustó nada al emperador Augusto y éste lo mandó a pasar los 25 últimos años de su vida a la costa del Mar Negro, en la actual Rumanía, y allí se aburrió como una ostra.
Como todo el mundo sabe, la sociedad romana, estaba sustentada por una amplia base de esclavos. De hecho, se cree que muchas de las guerras las hacían sólo para eso. Para obtener mano de obra barata.
Parece ser que casi todo el mundo los tenía. Los más ricos llegaron a tener hasta unos 8.000 esclavos a su servicio. Todo un auténtico ejército.
Es posible que, debido al maltrato, no duraran mucho, pues en algunas fuentes se cita que el Imperio Romano necesitaba, aproximadamente, medio millón de nuevos esclavos al año.
También se dice que, en cierta ocasión, se debatió en el Senado la conveniencia de vestir con unos uniformes a los esclavos, al objeto de que todos vistieran de igual manera. La moción se desestimó, porque los propios senadores se horrorizaron al pensar que un día los esclavos se podrían dar cuenta de que eran más que los romanos y les harían frente.
Principalmente, los esclavos, se obtenían como botín en las guerras. También podrían adquirirse en los mercados, uno de los principales era Delfos, o también mediante rapto y otras cosas por el estilo.
Volviendo al tema de hoy, sabemos que Espartaco estaba formándose en una escuela de gladiadores, que se hallaba en Capua, por entonces, una de las ciudades más prósperas de la Campania, al sur de Italia.
Esta escuela se hallaba al mando de un personaje conocido como Léntulo Baliato y se dice que trataba de una manera brutal a estos gladiadores.
En el verano del 73 a. de C., un grupo de unos 200 gladiadores comenzó a planear la huida. Parece ser que Baliato se enteró y los conjurados no tuvieron más remedio que adelantar sus planes, en previsión de que mandaran tropas para enfrentarse contra ellos.
En un principio, sólo escaparon de allí unos 78 gladiadores, provistos de cuchillos y de hierros de los que usan en las parrillas de asar.
A pesar de su escaso armamento, no tuvieron muchos problemas para deshacerse de una simple centuria de legionarios que mandaron para enfrentarse contra ellos.
Luego, se encontraron con una caravana, que debía de llevar armas para los gladiadores, y se las confiscaron. Con ello, ya se podría decir que estaban debidamente armados.
No es raro que el Gobierno sólo les enviara esa pequeña cantidad de hombres, para interceptarles el paso. Hay que tener en cuenta que ya habían tenido lugar dos guerras contra los esclavos y siempre les habían derrotado. Con este episodio, comenzaba la tercera.
Espartaco pasó a ser el líder indiscutible de este grupo de rebeldes. No está muy claro su origen. Parece ser que nació alrededor del 113 a. de C. en una zona llamada Tracia, actualmente dentro e Bulgaria.
Cada uno de los autores clásicos tiene una teoría diferente. Unos dicen que fue un legionario que desertó y luego fue hecho prisionero y enviado a esa escuela. Otros dicen que era un guerrero de una tribu nómada. En fin, que nadie se ha puesto nunca de acuerdo sobre su origen.
En su camino hacia el norte, se les fueron uniendo infinidad de esclavos, que sólo buscaban su libertad.
Al ver que Roma les envió unos 3.000 legionarios para luchar contra ellos, no se les ocurrió otra cosa que atrincherarse en la cima del Vesubio. Por entonces, este volcán no daba muchas señales de estar en activo. El lugar estaba bien pensado, porque sólo se podía ascender a la cima por un único camino. Así que era fácil de controlar.
No obstante, el pretor Claudio Glaber, al que el Senado había puesto al frente de esas tropas, no intentó en ningún momento subir para atrapar a los esclavos. Se limitó a rodearlos y esperar a que se rindieran por hambre o sed.
Seguramente, los esclavos tendrían muy claro que Roma no iba a tener ninguna piedad con ellos, pues, un siglo antes, no dudó en ordenar la ejecución de miles de ellos, para aplacar una revuelta mucho más numerosa.
No sabemos si fue Espartaco u otro de los rebeldes el que tuvo una idea prodigiosa. Se trataba de aprovechar las ramas de unas vides silvestres, para hacer cuerdas y llegar abajo, hasta una zona no controlada por los legionarios.
Así lo hicieron, bajaron sin hacer ruido y les pillaron por sorpresa a los legionarios, matando a cuantos encontraron en su camino.
Es posible que les ayudaran algunos campesinos de la zona. No hay que olvidar que esa zona estaba habitada por gente de origen etrusco y ahora había caído bajo el yugo de los romanos.
Parece ser que la noticia de la derrota de los legionarios ante los esclavos corrió como la pólvora. Así que, inmediatamente, al pequeño grupo inicial, se les unieron esclavos llegados de toda la península. Ahora eran unos 7.000.
A la vista de los hechos posteriores, los romanos, seguían sin darles demasiada importancia a estos rebeldes.
Esta vez, el Senado romano, envió contra ellos al pretor Publio Varinio con sus tropas. Fue un completo fracaso.
Por una parte, derrotaron a su legado, Furio, y a sus 2.000 hombres.
Por otra, pillaron a su otro legado, Cosinio, cuando estaba tomando un baño y masacraron a sus tropas.
Evidentemente, los habitantes romanos de esas zonas empezaron a estar atemorizados. Es normal, a esas alturas, se sucedían los robos, incendios, violaciones y asesinatos por todas partes.
Aparte de ello, empezaron las discusiones entre los rebeldes. La  idea de casi todos era salir de la península hacia su zona de origen. El problema es que cada uno quería ir hacia un lado. De hecho, un grupo de unos 10.000, al mando de uno de sus capitanes, Crixos, abandonó el grupo dirigiéndose hacia una región de Italia.
Es de suponer que, a esas alturas, a los senadores y a los cónsules de ese año, les dolería la cabeza, por la cantidad de quejas, que habrían tenido que aguantar.
Aparte de eso, como los rebeldes ya llegaban a los 30.000, prácticamente, se habían abandonado los campos agrícolas del sur y eso podría dar lugar a una falta de aprovisionamiento en Roma.
En el 72 d. de C., se ocuparon del caso los dos cónsules de ese año, Gelio Publícola y Léntulo Clodiano.
El primero tuvo suerte y consiguió derrotar a Crixos, masacrando a sus tropas. No obstante, tras su victoria, decidió hacer lo mismo con Espartaco y ya no fue tan afortunado. Así que fue vencido y tuvo que salir huyendo. Con ello, los rebeldes, se hicieron con todo el armamento y las provisiones de los legionarios.
Para mayor escándalo del Senado, a Espartaco no se le ocurrió otra cosa que organizar unos juegos, como una especie de funeral por la muerte de su amigo Crixos. En esos juegos, obligaron a combatir como gladiadores a unos 300 prisioneros romanos.
Más tarde, el enorme contingente de los esclavos, continuó su camino para atravesar los Alpes. Allí les salió al paso el gobernador Casio Longino al mando de sus tropas. Esta vez, los esclavos no tuvieron ningún problema en derrotarles.
Sin embargo, lo que ocurrió después es algo que nadie ha podido explicar claramente. Cuando los esclavos tenían a la vista los Alpes y, con ello, la libertad, por alguna extraña razón se dieron la vuelta. Algunos piensan que dentro del contingente de Espartaco habría también varios miles de romanos procedentes de familias pobres, que no deseaban abandonar su país. Otros dicen que los rebeldes se volvieron codiciosos y quisieron seguir saqueando el territorio romano.
Por supuesto, a más de un senador se le pusieron los pelos de punta, cuando se enteró de que se habían dado la vuelta y podrían dirigirse hacia Roma.
Esta vez, pusieron toda la carne en el asador y le dieron un proconsulado especial al multimillonario Marco Licinio Craso. A lo mejor, lo hicieron porque andaban un poco escasos de presupuesto y el potentado se pagó nada menos que 10 legiones con sus propios recursos. No obstante, a esas alturas, el contingente de los esclavos era casi el doble, unos 120.000.
Craso, para empezar, encargó a su lugarteniente, Mumio, que, con sus tropas, vigilara las de los esclavos, pero sin enfrentarse a ellos. Como se le ocurrió hacer justo lo contrario, pues los esclavos le machacaron y luego se llevó una buena bronca de su jefe. Incluso, Craso, llegó a realizar ejecuciones entre las tropas que habían rehuido el combate.
Las fuerzas de Espartaco siguieron su camino hacia el sur de Italia, acosadas continuamente por las tropas de Craso.  Allí contactaron con unos piratas cilicios, para que los transportaran por barco a Sicilia.
Esta vez, le engañaron, porque les pagó la cantidad prometida, sin embargo, los barcos nunca aparecieron.
Mientras tanto, Craso, se dedicó a sitiar a los rebeldes, estableciendo un
cerco de unos 55 km, de una costa a la otra.
Los rebeldes estaban atrapados y sin suministros. Le pidieron negociaciones a Craso, pero éste se negó.
Así que, en el invierno del 71 a. de C., después de varios intentos fracasados, consiguieron abrir una brecha en el cerco y le dieron la vuelta a la situación.
Parece ser que, para abrir la brecha, engañó a los romanos. Envió un montón de reses con antorchas encendidas atadas a los cuernos, contra la valla romana. Los legionarios fueron a rechazar a los intrusos y, cuando se dieron cuenta del engaño, los rebeldes ya habían cruzado por otra parte.
Craso, pidió inmediatamente refuerzos al Senado. Sin embargo, luego se lo pensó mejor y antes de que llegara Pompeyo, decidió ponerse él la “medalla”.
En la primavera, cuando unos legionarios excavaban un foso alrededor
del campamento rebelde, en Apulia, un grupo de éstos se le echaron encima. Como si se tratase de una pelea en un bar, las fuerzas de uno y otro bando fueron aumentando progresivamente, hasta que el mismo Espartaco apareció por allí para unirse a la batalla.
El líder, luchando a pie, intentó llegar hasta el propio Craso, pero no lo consiguió, aunque mató a muchos romanos. El problema es que los suyos no pudieron seguirle y, al quedarse rodeado de enemigos, lo acuchillaron por todas partes. De hecho, su cadáver nunca fue encontrado.
En la batalla murieron alrededor de 60.000 rebeldes y sólo unos 1.000 romanos. Mientras que Craso se dedicó a perseguir y aniquilar a los supervivientes.
Incluso, como se ve en la película, parece ser que crucificó a unos 6.000, en tramos de unos 10 metros de uno a otro,  a lo largo de la vía Apia. Entre Capua y Roma. Se dice que sólo crucificó a los que no fueron identificados por sus dueños.
Incluso, Pompeyo, que acababa de entrar en la Península Itálica, haciendo uso de su afamada crueldad, llegó a matar a unos 5.000, que habían huido hacia Etruria, con la intención de cruzar los Alpes.
No obstante, a su regreso a Roma, a Craso sólo le premiaron con una ovatio, mientras que a Pompeyo le otorgaron la ceremonia del triunfo, por sus victorias en Hispania.
Esta rebelión le provocó grandes pérdidas a Roma, tanto a nivel de producción como de esclavos.
Los propietarios ya no se fiaron tanto de sus esclavos y se deshicieron de muchos de ellos. En algunos casos, hasta les cedieron pequeñas parcelas de tierra a cambio de una parte de la cosecha.
A pesar de esta bajada en la producción, el Estado romano siguió exigiendo cada día más impuestos, a fin de poder pagar los gastos de un Ejército cada vez más grande y con un mayor  territorio que defender. Para algunos, ese fue el comienzo de la decadencia de Roma.

2 comentarios:

  1. Buen artículo Aliado, recomiendo a los que les interesa más sobre Espartaco leer Los Gladiadores de Arthur Koestler

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