Esta vez os propongo viajar hasta
la Europa de 1939. En España acaba de terminar una cruenta guerra civil, donde
han venido muchos a aprender y pocos a ayudar con armas y suministros. Sobre
todo, por lo que se refiere a los gobiernos de los países vecinos.
Todavía fluye en el ambiente europeo la pobreza causada por la
Crisis de 1929, que ha dado lugar a la caída de muchos gobiernos y al triunfo
de una serie de partidos muy radicales que, hace pocos años, ni siquiera habían
entrado en sus respectivos parlamentos. ¿Os suena de algo esta situación?
Aunque parezca mentira, esa
crisis también afectó mucho a España. El mismo Manuel Azaña nos cuenta en sus
memorias que, después de haber meditado sobre cuál fue el principal problema de
la II República, llegó a la conclusión de que fue esa crisis que afectó siempre
a los presupuestos republicanos y que hizo quedar mal al Gobierno con los suyos
y dio razones a los opositores para rebelarse varias veces contra ellos.
Hitler llegó al poder en Alemania
en 1933 y, desde entonces, en muchos países se fueron creando los llamados
Frentes Populares, formados por partidos de izquierdas, en oposición a los Frentes Nacionales,
formados por los partidos de la derecha tradicional.
Incluso, en Barcelona se organizó
una Olimpiada Popular, para contrarrestar la propaganda de los Juegos Olímpicos
de Berlín de 1936. La de Barcelona no se pudo celebrar, porque iba a comenzar
el mismo 18/07/1936 y todos los participantes tuvieron que ser evacuados.
Como veis, los partidos se iban radicalizando cada vez más. En España, en 1936,
el presidente de la II República, Alcalá-Zamora, intentó crear un partido de
centro a base de algunos amigos suyos, miembros del Partido Radical, y fracasó
estrepitosamente, porque la gente ya no estaba por la labor. La situación se le
fue tanto de las manos que, poco más tarde, los diputados consiguieron
expulsarle de su cargo por un motivo bastante discutible y poner a Azaña en su
puesto.
En Francia también surgió este
fenómeno de los Frentes, pero, afortunadamente, ahí, de momento, la sangre no llegó al río, porque esperaron a
que empezara la II Guerra Mundial.
La verdad es que se mascaba en el
ambiente que este nuevo gran conflicto estaba al caer. Por eso, el presidente
Negrín intentó por todos los medios alargar la resistencia republicana en la Guerra Civil, para enlazarla con el nuevo conflicto e intentar así darle la "vuelta a la tortilla". Lo que pasa es que esta tortilla ya estaba muy quemada y lo único que consiguió fue que se diera un golpe de Estado dentro de las filas republicanas, en marzo de 1936, encabezado por el coronel Casado, para ahorrar más sufrimientos a una población muy cansada del esfuerzo bélico. Evidentemente, Negrín opinaba de esa manera, porque se encontraba en una zona muy alejada del frente y de los bombardeos, que soportaban diariamente el resto de los españoles. Incluso, se
dice que estaba afectado por la bulimia. Enfermedad consistente en darse Evidentemente, Negrín opinaba de esa manera, porque se encontraba en una zona muy alejada del frente y de los bombardeos, que soportaban atracones de comer, para luego vomitar la comida. No sé si será verdad, pero lo
que sí era muy cierto es que el resto de los españoles no tenían el riesgo de
padecer esa enfermedad.
En la Europa oriental, tenemos a
la Unión Soviética que, con toda la razón del mundo, se va dando cuenta de que,
aunque sea aliada de Francia y el Reino Unido, la van a quedar aislada, como
siempre. Así que decide cambiar de bando, por si acaso, aunque sea de manera
temporal.
También está Polonia, que siempre
la hemos visto como la “buena de la película”, pero que nunca fue una
“hermanita de la Caridad”. Tras la I Guerra Mundial, se aprovechó de las caídas
de Austria y de Alemania y pasó a pretender ser “el gallo de ese gallinero”. Durante
unos años mantuvo conflictos con casi todos sus vecinos, por motivos de
expansión territorial.
Incluso, en más de una ocasión, se atrevió a
amenazar a Hitler con declararle la guerra. No olvidemos que Polonia tenía uno
de los ejércitos más numerosos de la zona.
En esas ocasiones, Hitler, se
tuvo que aguantar, porque aún no había conseguido el suficiente poder militar
para acallar a los polacos. Eso sí, les invitó a quedarse con una pequeña parte
de la Checoslovaquia ocupada.
Además, no se les ocurrió otra
cosa que meterse nada menos que con los rusos y, aunque parezca increíble, al
final, Polonia, acabó ganando la guerra.
Francia había intentado crear una
especie de “pequeña entente”, formada por varios países aliados de esa zona, que
bajo las directrices de París, pudieran parar un ataque de Alemania o, quizás,
crearle a los nazis un segundo frente, para que tuvieran que repartir sus
efectivos. Esta alianza fracasó por la falta de entendimiento entre Polonia y Checoslovaquia.
Con este ambiente, a Polonia le
ocurrió igual, pues, aunque tuvo siempre como aliada a Francia, no se fiaba
mucho de ella, a pesar de tener allí continuamente muchos asesores militares
galos. Entre ellos, el futuro general De Gaulle.
Su presidente, el general Beck, a
última hora, firmó varios tratados de paz con Alemania, por si acaso, pero ya a
Alemania todo eso le pareció “papel mojado”.
Yo creo que no se equivocó con su
análisis, porque, a pesar de que, tras la invasión de Polonia, Francia y el
Reino Unido le declararon la guerra a Alemania, no movieron un dedo para
impedir esa invasión. Sin embargo, a finales de marzo de 1939, el Reino Unido había garantizado públicamente
la seguridad de Polonia.
Lo que siempre se me ha escapado
es por qué los aliados no le declararon la guerra también a la URSS, que hizo
exactamente lo mismo que Alemania.
Hitler utilizó el nacionalismo
alemán para reivindicar los territorios de la Prusia oriental que, tras la I Guerra
Mundial, habían quedado dentro de Polonia o fuera del alcance del resto de
Alemania, como el Caso de Koenisberg, hoy llamada Kaliningrado y perteneciente
a Rusia.
Al igual que pasó en el comienzo
de la I Guerra Mundial, los alemanes sólo pretendieron dar una lección a
Polonia. No sé si pretenderían quedarse con ese país. Lo cierto es que
apostaron, una vez más, por el inmovilismo de las grandes potencias. Como ya
había ocurrido anteriormente en los casos de las invasiones de Checoslovaquia o
de Austria, pero esta vez les salió mal el farol.
Los alemanes sabían que este rival
era mucho más peligroso y, por tanto, tuvieron que idear una estratagema para poder
justificar esa invasión. No es preciso aclarar que Polonia tenía, al menos, teóricamente,
buenos “padrinos” que le podrían ayudar en cualquier momento.
Por ello, utilizaron tanto acciones
diplomáticas como militares para desacreditar a Polonia y hacerse con su
territorio.
El plan de operaciones contra Polonia
se denominó “Fall Weiss”, algo así como “el caso blanco” e iba a comenzar el
26/08/1939, pero fue aplazado por Hitler a causa de la noticia de la firma de
un pacto de defensa entre Polonia y el Reino Unido, el 25/08.
Este plan fue precedido, como siempre,
por una gran escalada de acusaciones del Gobierno alemán contra el polaco. La excusa
utilizada esta vez era el mal trato hacia la minoría alemana, por parte del Gobierno
polaco. Por este motivo, Goebbels, el ministro de la propaganda nazi, solía
lanzar, de manera habitual, amenazas contra
ellos desde las emisoras de radio alemanas.
La operación Himmler fue
planificada por dos mandos de la SS: Reinhard Heydrich y Heinrich Müller. Supongo
que el nombre del primero os sonará de algo.
El 26/08/1939, unos individuos
pertenecientes a las SS, pero vestidos con unifo
rmes y armas polacas, atacaron una emisora alemana, situada cerca de
la frontera con Polonia. De hecho, ahora está situada en territorio polaco.
Luego, un oficial alemán que
hablaba perfectamente polaco, se dirigió por los micrófonos de la misma, para
informar a todos que Polonia había tomado esa emisora y habían empezado el ataque
contra Alemania.
Al capitán Naujocks, jefe de la
unidad de la SS que atacó la emisora de radio, también le proporcionaron los
cuerpos de unos 12 presos de Dachau, a los cuales, previamente, se les había
disfrazado de militares polacos. Luego, dentro de la emisora, les acribillaron
a balazos, para darle más realismo. Esos disparos también pudieron ser
escuchados en directo por los oyentes de esa emisora.
Parece ser que los uniformes
polacos les fueron proporcionados por el espionaje alemán, liderado por el famoso
almirante Canaris.
Para rematar la farsa, los
alemanes llevaron a un grupo de periodistas alemanes y extranjeros a esa
emisora, para que comprobaran por sí mismos los daños producidos por los “polacos”.
Parece ser que Hitler le había
dicho unos días antes a sus generales: “
Proporcionaré el casus belli
propagandístico, su credibilidad no importa. Al victorioso no le preguntarán si
dijo la verdad o no.”
Evidentemente, las fuerzas alemanas, que guardaban ese lado de la
frontera, fueron trasladadas unos km más allá a fin de que no hubiera un cruce fortuito
de disparos entre los mismos alemanes.
También se produjeron otros actos vandálicos por parte de otros falsos
polacos, para calentar a la opinión pública alemana y encauzarla hacia la
guerra.
Entre los incidentes relacionados con esta operación podemos destacar
el ataque a un túnel ferroviario, en el que tuvieron que retirarse los SS
alemanes, debido a la gran cantidad de tropas polacas destacadas en la zona.
También atacaron, aparte de la emisora de radio en Gleiwitz, un puesto
aduanero, una gasolinera. Sin embargo, lo que produjo más víctimas fue la
explosión de una bomba en la sección de equipajes de la estación ferroviaria de
Tarnow, la cual produjo 20 muertos y 35 heridos.
Aunque la explosión destrozó la tercera parte del edificio, no hubo más
muertos, porque acababa de salir de allí un tren repleto de soldados, que
podrían haber muerto, si el tren hubiera salido unos minutos más tarde. Además,
ya no había mucha gente en la estación, porque eran más de las 11 de la noche.
Parece ser que el autor del atentado fue un miembro de esa minoría
alemana en Polonia, llamado Tumores Anthony. Se encontraba entonces en el paro
y esto fue aprovechado por la SS alemana para captarlo. Lo reconoció así cuando
fue capturado en Cracovia.
Para el caso de que hubieran hecho falta, los alemanes tenían previstos
unos 200 incidentes contra Polonia, para intentar convencer al mundo de que se estaban
defendiendo de un ataque polaco y así tener maniatados a los británicos y a los
franceses. Cosa que, en un principio, consiguieron, pues el Estado Mayor alemán
no daba garantías de ganar la guerra si se abrían los dos frentes a la vez.
Está claro que los alemanes tenían previsto hacer, al menos, una guerra
de tipo local. Más o menos, lo mismo que tenían pensado los austriacos, sin
embargo, desgraciadamente, las múltiples alianzas internacionales dieron lugar
a la I Guerra Mundial.
La prueba evidente de la movilización alemana era que Alemania retrasó
el inicio del curso escolar, que solían comenzar el 15/08, para poder alojar en
los colegios, con cierto disimulo, a los
soldados movilizados hacia la frontera polaca.
Los incidentes causados por esta operación fueron muy parecidos al llamado
“incidente de Mainila”, que tuvo lugar a finales de noviembre del mismo año, en
la frontera común entre Finlandia y la URSS y que produjo la guerra entre ambos
países.
Todavía está en discusión por qué los aliados se opusieron a que el
mariscal Rydz-Smigly, jefe del Estado, decretara
la movilización total de las fuerzas polacas. Algo que había decretado el
30/08, y le obligaron a dar marcha atrás.
Sin embargo, viendo cómo evolucionaba este asunto, el mismo mariscal
dio al día siguiente, de nuevo, la orden de movilización general, pero ya era
tarde. Así, el ejército alemán pudo luchar con todas sus fuerzas disponibles,
mientras el polaco sólo pudo utilizar un 65% de las suyas.
Es más, se sabe que, como los nazis conocían este tema, uno de los objetivos
preferentes de su aviación fue el bombardeo de los trenes repletos de soldados,
que se dirigían hacia el frente, que, de esa manera, no pudieron hacer frente a
los alemanes.
Por otra parte, los aliados también presionaron a este mariscal polaco
para que, antes de que comenzara la previsible guerra, evacuara a sus mejores
unidades navales hacia puertos británicos. Así, a regañadientes, les ordenó a
sus 3 destructores que navegaran el día 29/08 hacia las costas británicas. Eso
se denominó la “Operación Pekín”.
Aunque, durante el viaje, se encontraron con varias unidades navales
alemanas, que iban en sentido contrario, no hubo ningún combate, pues la guerra
aún no había comenzado. Así, estas 3 unidades operaron durante toda la guerra
bajo el mando de la Royal Navy.