Esta vez traigo al blog la vida
de una mujer de esas que nunca aparecen en los libros de Historia. Bueno, ésta,
por lo menos, aparecía de vez en cuando en
la prensa de su época.
Su paso por este mundo se puede
resumir en un afán continuo por superarse cada día más. Quizás, eso es lo que pretendemos
todos, pero en su caso fue mucho más difícil que para los demás y ahora os
contaré por qué.
Bueno, lo suyo es ir directamente
a contar su historia. Regina García López nació en 1898 en una aldea o concejo,
como las llaman allí, perteneciente a
Luarca (Asturias).
Celestino, su padre había
construido un aserradero en su pueblo, con el que pensaba sacar adelante a su
numerosa familia, compuesta por el matrimonio y 8 hijos.
Un domingo de agosto de 1907,
cuando Regina tenía 9 años, acudió con
su padre al aserradero. No se sabe lo que ocurrió, lo cierto es que la maquinaria
comenzó a funcionar y pilló el vestido de la niña, serrándole los dos brazos a
la altura de los hombros. Se la operó durante horas, pero sin éxito.
Uno de esos indianos asturianos
se interesó por su caso y pagó su educación en un colegio de Luarca.
También intentó adoptarla y
llevársela a Argentina, pero sus padres se negaron. Así que, más tarde, trajo a
un cirujano alemán, el cual intentó colocarle unos brazos artificiales, pero
tampoco funcionaron.
Entre tanto, Regina, se fue
preparando y logró adquirir una gran cultura. No obstante, seguía viendo que su
vida no podría ser igual a las demás chicas de su pueblo.
Con 17 años intentó estudiar
Magisterio, pero las familias ricas a las que pidió una ayuda, le recomendaron
que se metiera en un asilo y se dedicara a rezar toda su vida.
Un día pasó un circo por su
pueblo y ella se fijó en las habilidades de los monos para manejarse con los
pies. Evidentemente, ella probó a hacer lo mismo y en poco tiempo lo consiguió.
A partir de entonces, decidió ser
artista, cosa que no gustó mucho a su madre. Sin embargo, ella ya había
conseguido escribir, coser hasta bordar con los pies.
En el verano de 1918 volvió su
mecenas indiano y, maravillado por sus progresos, la llevó a debutar en el
teatro Jovellanos de Gijón, nada menos que ante la infanta María Isabel de Borbón,
más conocida popularmente como “la Chata”.
Desde entonces, se dedicó a
representar su espectáculo por 42 países y hasta llegó a actuar ante el
presidente USA Franklin D. Roosevelt, que también era un discapacitado físico.
Como anécdota, se puede citar que
al presidente le gustó tanto su actuación que fue a hablar con ella. Cuando
éste le alargó su mano derecha para estrechársela, ella, obviamente, le ofreció
su pie. Espero que no se ofendiera por ello.
Durante una de sus actuaciones,
concretamente, en Badajoz, conoció al que luego sería su marido, Juan Dámaso
Cisneros, un admirador suyo. Se casaron en 1922 y tuvieron tres hijos.
Ella siguió actuando por todo el
mundo, mientras su marido dejó de ser empleado de Correos y ejerció como representante
suyo. Ella se presentaba en los lugares donde iba a actuar conduciendo un veloz
coche con los pies y luego fumándose
un cigarrillo, tras haber liado antes el
papel del mismo.
Lo más notorio de su carácter es
que siempre fue una librepensadora. En una ocasión, cuando se enteró de que el
párroco de su pueblo quería cobrar una cantidad abusiva a una familia pobre,
por realizar una misa funeral por el entierro de su hijo de un año, no se le
ocurrió otra cosa que dedicarle una poesía satírica, la cual no gustó nada en
el Obispado de Oviedo.
A partir de 1935, cuando ya había
conseguido una pequeña fortuna, gracias a sus actuaciones, regresó a Luarca para
dedicarse a labores de mecenazgo.
Buscaba niños y niñas con buenas
actitudes para el estudio con el fin de que no se desaprovecharan sus
conocimientos por vivir en pueblos pequeños.
Aparte de invertir parte de sus
ahorros en esta idea, a la que llamó “Selección”, también dio conferencias y actuaciones para
recaudar fondos.
No obstante, la Iglesia la seguía teniendo en su punto de
mira, pues un periódico de la zona la acusó de querer “una enseñanza sin Dios”.
Cosa que ella negó.
Es normal que lo hicieran, porque
ella estaba atentando contra una de las mayores fuentes de ingresos de la Iglesia,
que era la enseñanza. Aparte de ser una forma muy eficaz de adoctrinar a la
gente desde su más temprana infancia para que no se metieran con el orden
social establecido por las clases dirigentes.
Incluso, se desplazó a Madrid,
donde estuvo actuando en el Teatro de la Zarzuela, desde el 13/06/1936 y allí
le pilló el comienzo de la guerra civil.
Se movió mucho por el Madrid
republicano e, incluso, hizo algunas gestiones para liberar algunos presos
encerrados en las famosas checas.
En una de estas gestiones llegó a
entrevistarse con Ángel Pedrero, uno de los responsables del Servicio de
Inteligencia de la II República. Como le vio ese donde gentes y ese dominio de
varias lenguas extranjeras, llegó a proponerle trabajar para ellos como espía
en Francia, pero ella rechazó el trabajo.
No sé si sospecharían de ella por
este motivo o por ser indiferente, cosa que nunca gustó a ninguno de los dos
bandos.
Lo cierto es que Pedrero ordenó su detención
en abril de 1937 y, además, en régimen de aislamiento en la prisión de Ventas.
Lo que fue aún peor para una persona tan sociable como ella.
Es posible que esto trajera como
consecuencia que, aún durante la guerra, estuviera ingresada de manera temporal
en varios manicomios. Pasó nada menos que 11 meses incomunicada.
Además, es muy llamativo que
Pedrero hiciera esto con ella, sabiendo cuál era el fin de la recaudación de sus
actuaciones, pues él, unos años antes, se dedicó, como maestro que era, a
organizar escuelas nocturnas para obreros.
Por si a alguien le sirve de
consuelo, Pedrero, junto con varios integrantes del SIM republicano, fue
detenido por el entonces capitán Gutiérrez Mellado, cuando todos ellos esperaban
un barco en el puerto de Alicante, para poder escapar de España. Algún tiempo después, fue juzgado y fusilado.
Evidentemente, al acabar la
guerra, Regina, fue puesta en libertad
de manera inmediata, pero, desgraciadamente, no por mucho tiempo.
Una tarde fue al cine a ver una
película y, al final, era costumbre, por entonces, tocar el himno nacional y ponerse
todos los espectadores en pie y brazo en alto, haciendo el saludo fascista.
Un joven falangista se acercó a ella y le exigió que levantara el
brazo, como hacían todos los demás, porque “esta era la España de Franco”.
Ella, que nunca se cortó ni un
pelo, le dijo: “yo no levanto el brazo ni aunque me lo pida el mismísimo
Franco”, lo cual, supongo, arrancaría alguna carcajada.
Eso no creo que le hiciera
ninguna gracia a este tipo y se la llevó detenida. Luego, les explicó que no
tenía brazos y que acababa de salir de la cárcel republicana. Así que, tras comprobarlo,
la pusieron en libertad.
Este incidente atrajo la atención
de los servicios de seguridad franquistas y un día le propusieron que trabajara
para ellos, denunciando a todos los que conociera. Como ella se negó, volvió a
ser encerrada en la cárcel de Ventas.
Esta vez, las condiciones de su
encierro fueron bastante peores, pues la prisión se hallaba a rebosar de
detenidas y había un continuo miedo a las sacas para llevarse a las reclusas al
paredón, para su ejecución. Con estas condiciones, es normal que su estado mental
empeorase.
Por lo que he leído sobre su juicio,
me ha parecido un poco extraño. Por lo que se ve duró varias horas, cuando lo
acostumbrado en esa época era despachar a estos pobres presos, cuanto antes al paredón, sin piedad alguna.
Parece ser que hubo declaraciones
de todo tipo, como la de la Policía Militar, que indicó que era afecta al nuevo
régimen. Sin embargo, la Guardia Civil de su pueblo la calificó como
“propagandista del comunismo y muy peligrosa para la causa”. Ya sabemos que
nadie es profeta en su tierra, aunque hubiera ayudado, con su “Selección”, a
los niños de 110 colegios de la zona.
El fiscal, como casi siempre,
pidió para ella la pena de muerte o la reclusión perpetua. Menos mal que el informe
psiquiátrico la diagnosticó como “parafrenia sistemática”. Así que el juez la
absolvió de los cargos que se le imputaban, pero ordenó su ingreso en un
manicomio, quedando a disposición del juzgado militar.
Ya no pudo superar esa situación
y murió al poco tiempo, en mayo de 1942, con sólo 44 años, a causa de un tifus
exantemático, contagiado a través de los piojos, durante su estancia en la
cárcel, debido al hacinamiento que había en esa época y a las malas condiciones
sanitarias de estos centros.
Esta vez no se ve muy claro el
motivo por el que el franquismo se empeñó en quitarse del medio a nuestro personaje.
Yo pienso que ella fue una persona adelantada a su tiempo y partidaria de la justicia
social. Por tanto, una persona con una mentalidad muy crítica, que no gustaría
nada a los jerarcas del nuevo régimen y con el tiempo tendría que haberse
exiliado de España.
Por supuesto, supongo que, debido
a su carácter, si hubieran ganado la guerra los republicanos, le hubiera
ocurrido una cosa parecida, porque en ninguno de los bandos tuvieron cabida los
críticos al régimen.
Alguien me dijo una vez que en la
guerra civil había muerto la mejor gente de España y creo que tenía toda la razón.
Me ha dado una tristeza enorme leer tu artículo, Aliado. No puede ser más cruel esa mala costumbre que se tiene de tildar de desequilibrado mental al que no encaja en ningún sitio.
ResponderEliminarYo creo que su abogado consiguió que la acusaran de ser una perturbada mental, para que no fuera al paredón, como muchos miles de españoles de entonces.
ResponderEliminarSeguro que la Iglesia ya le habría echado el ojo y tendría especial interés por quitársela del medio.
Saludos.
Una mujer muy interesante y luchadora. Respecto a lo que dices de que en la guerra civil murió lo mejor de España supongo que también moriría alguien de lo peor. Eso sí, lo mejor para unos ya se sabe que es lo peor para otros.
ResponderEliminarBueno, pero yo no me refiero a eso. En un concepto más amplio, quería decir que en la Guerra Civil pereció lo mejor de la juventud, pero también mucha gente muy válida.
ResponderEliminarAparte de eso, otra mucha gente que no pereció y que tuvo posibilidades de exiliarse, también se notó en España, pues muchos intelectuales de segunda fila acapararon los puestos de los que verdaderamente valían e hicieron retroceder varios decenios el nivel intelectual del país.
Por no hablar de las purgas que hicieron muy gustosamente los ministros de Educación en la primera etapa franquista.
Muchos de esos profesionales tuvieron que dedicarse a otras actividades, muy por debajo de su formación, por estar fichados por el régimen y no encontrar trabajo por ninguna parte.
Yo creo que en la Guerra Civil, casi se puede decir que a lo que menos se dedicaron los dos bandos fue a matarse en el frente, porque hubo muchos meses, en la misma, que murió más gente en la retaguardia, debido a los fusilamientos, que en el frente.
Saludos.