ESCRIBANO MONACAL

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UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

domingo, 27 de octubre de 2024

EL CASO MOSADEQ

 

Hoy voy a dedicar este artículo a la vida de un político, que ya ha sido casi olvidado, pero que tuvo una importancia crucial en la historia del Próximo Oriente.

Mohamed Mosadeq o Mosaddegh, que era su verdadero nombre, nació en 1882 en una localidad cercana a Teherán (Irán).

Nació en el seno de una importante familia iraní. Su padre llegó a ser ministro de Finanzas de la dinastía Qajar. La dinastía reinante anterior a los Pahlevi. Mientras que su madre era una princesa también de la dinastía Qajar. La cual reinó en Irán desde finales del siglo XVIII hasta 1925.

Desgraciadamente, el padre de Mosadeq murió cuando éste sólo contaba 10 años de edad. No obstante, su familia no tuvo ningún problema para seguir viviendo de una manera acomodada.

En 1901, nuestro personaje se casó con otra descendiente de la ya mencionada dinastía Qajar.

En 1909 se trasladó a París para continuar sus estudios de Derecho, los cuales, tras haber sufrido una enfermedad, los acabó y se doctoró en la Universidad de Neuchâtel (Suiza).

A su vuelta a Irán, se dedicó a dar clases en la escuela de Ciencias Políticas, en Teherán.

Antes de seguir con su biografía, voy a hacer un alto para que se entienda mejor la vida de este personaje.

Desde finales del siglo XIX, se sospechaba que había mucho petróleo en el territorio de Irán, así que, en 1901, un financiero británico, llamado William Knox D’Arcy, logró convencer al shah de Persia para que le otorgara la concesión en exclusiva para buscar ese petróleo.

A cambio, sólo le daría, al cambio actual, unos 2.000.000 de libras esterlinas y sólo un 16% de los beneficios por el petróleo extraído.

En 1908, cuando ya apenas les quedaba dinero para seguir buscando petróleo, el geólogo G. B. Reynolds lo encontró. Así que, inmediatamente, se fundó la Anglo-Iranian Oil Company (AIOC), compañía que explotaría esos yacimientos. Posteriormente, llamada BP.

Curiosamente, todavía no se habían encontrado los yacimientos petrolíferos en la Península Arábiga, porque muchos “expertos” negaban que allí pudieran hallar petróleo. Lo encontraron ya en la década de 1930.

Lógicamente, ya hubo algunos gobiernos europeos con la mirada puesta en esos yacimientos, porque el petróleo empezaba a tener mucha importancia.

Por ejemplo, los alemanes propusieron quedarse con algunos de esos yacimientos a cambio de construir una línea férrea, que comunicase esa zona con el Mediterráneo.

Evidentemente, eso no se lo iban a permitir los británicos. Precisamente, en aquella época, anterior a la I Guerra Mundial, Churchill era el ministro de Marina y la Armada británica estaba sustituyendo los barcos movidos por carbón por los movidos por derivados del petróleo. Así que necesitaba disponer de la mayor cantidad posible de yacimientos petrolíferos. Por eso, el Gobierno británico invirtió mucho dinero en esa sociedad.

Sin embargo, en 1905, estalló la llamada Revolución Constitucional Persa. Los motivos principales para hacerla fueron las escasas ganancias que obtenía Irán del petróleo y las muchas concesiones, que estaba realizando el shah a los británicos en diversos sectores del país, que estaban arruinando a muchos artesanos iraníes.

El shah se vio tan acorralado, que no tuvo más remedio que firmar y promulgar la Constitución de 1906.

Sin embargo, su sucesor, abolió la Constitución y ordenó al Ejército que atacase el Parlamento. También contó con la ayuda de tropas británicas y rusas. No olvidemos que el antiguo Imperio Ruso hacía frontera con Irán.

No obstante, aunque el shah consiguió detener la revolución en 1911, estos acontecimientos dieron lugar a un golpe de Estado, que se produjo en 1921 y a su sustitución por la dinastía Pahlevi, en 1925.

Volviendo a Mosadeq, en 1905, fue elegido diputado para el nuevo Parlamento de Irán, pero no pudo ocupar su escaño, ya que sólo tenía 24 años y necesitaba haber cumplido los 30.

Dado que pertenecía a un partido, que protestaba por los tratados firmados con los británicos, tuvo que exiliarse en Suiza.

Allí vivió durante unos años hasta que fue llamado por el nuevo presidente del Gobierno de Irán para ocupar la cartera de Justicia.

Su carrera política continuó, siendo nombrado gobernador de varias provincias y, finalmente, ministro de Asuntos Exteriores.

Como ya he mencionado, en 1925, el Parlamento depuso al shah y nombró como nuevo shah al general Reza Khan, que, hasta entonces, había sido primer ministro. Mosadeq consideró que eso iba contra la Constitución y tuvo que abandonar, temporalmente, la política.

Tras el comienzo de la II Guerra Mundial, Irán se declaró neutral y su territorio no fue invadido por ningún otro país.

Sin embargo, en 1941, poco después de la invasión alemana a la URSS, tropas soviéticas y británicas invadieron Irán con el pretexto de que el shah era muy amigo de los alemanes y no querían que sus yacimientos petrolíferos quedasen en poder de Hitler.

Los combates comenzaron a finales de agosto de ese año y sólo duraron una semana, ya que las tropas iraníes se rindieron muy pronto.

Estas tropas aliadas también invadieron Irak, Líbano y Siria. Estos dos últimos eran territorios coloniales franceses. De esa manera, se aseguraron disponer del petróleo de esos territorios.

Tras la rendición de Irán, el shah Reza Khan abdicó y se fue al exilio, dejando el trono a su hijo, el joven Mohamed Reza Pahlevi. No obstante, el país sería administrado por británicos y soviéticos hasta 1946.

Es posible que, aparte de controlar el petróleo para que no le llegase a Hitler, la verdadera razón de la intervención británica fue que el shah Reza Pahlevi había cancelado el antiguo contrato firmado con D’Arcy, porque quería obtener más beneficios de la explotación del petróleo y eso no gustó nada en Londres.


En 1944, Mossadeq se presentó, nuevamente, a las elecciones generales y fue elegido diputado en el Parlamento. Esta vez, representaba a un partido llamado Frente Nacional de Irán, cuyo programa consistía en devolver la democracia a su país e impedir que los extranjeros tuvieran influencia sobre el gobierno nacional. Incluso, pretendían nacionalizar la compañía petrolífera AIOC.

En 1951, el Parlamento de Irán eligió a Mosadeq para el cargo de primer ministro. Nombramiento que fue aprobado por el shah.

Mosadeq introdujo una serie de medidas muy populares, como el seguro de desempleo, la indemnización por las bajas laborales, la obligación de que los terratenientes construyeran viviendas para sus trabajadores, etc.

Así que, el 01/05/1952, Mosadeq se decidió a nacionalizar la petrolera AIOC e incautar todos sus activos. Evidentemente, como se suele decir, en Londres, “le tomaron la matrícula”.

Nuestro personaje alegó que, con las ganancias del petróleo podrían cubrir todo su presupuesto anual y así combatir la corrupción, la pobreza y las enfermedades entre la población.

Lógicamente, esto lo tomaron los británicos como una declaración de guerra. Así que amenazaron a las navieras para que no enviasen sus petroleros a Irán, obligaron a sus técnicos a salir del país y así impedir que se siguieran explotando esos yacimientos, que consideraban suyos.

Anunció un bloqueo naval y denunció a Irán ante el Consejo de Seguridad de la ONU.


También consiguió que el resto de las grandes empresas petroleras se negasen a trabajar en Irán. Todo ello dio lugar a la parada de todas las explotaciones petrolíferas en ese país.

Del mismo modo, esas empresas petroleras aumentaron su producción en sus yacimientos de la Península Arábiga, para que no hubiera escasez en el mercado.

En 1951, Mosadeq convocó elecciones generales para el siguiente año. Por lo visto, quiso que se aprobase una ley electoral para dar más votos a la gente de las ciudades, frente a las de las zonas rurales, que solían ser analfabetos y estaban manipulados por los terratenientes.

Por otro lado, la Inteligencia británica se empleo a fondo en Irán para comprar a una serie de personajes importantes de la vida civil y del Ejército.


Parece ser que Mosadeq, en plenas elecciones, se dio cuenta de que estaban amañadas. Así que ordenó que se parase el recuento de los votos.

En julio de 1952, cuando Mosadeq iba a presentar su nuevo gobierno al shah, quiso también nombrar al ministro del Ejército y al jefe del Ato Estado Mayor. Unos nombramientos que siempre había realizado el shah. No olvidemos que el padre de Reza Pahlevi había sido general y jefe del Estado Mayor Central.

Como el shah se negó a cederle ese privilegio, Mosadeq dimitió de su cargo. Posteriormente, el shah nombró como primer ministro a Ahmad Qavam, que declaró sus intenciones de volver a negociar con los británicos. Eso dio lugar a múltiples manifestaciones por todo el país.

Sin embargo, inopinadamente, uno de esos famosos ayatolás iraníes predicó la guerra santa contra el primer ministro, lo cual dio lugar a la caída del gobierno.

El propio shah llamó de nuevo a Mosadeq para formar gobierno. Parece ser que estaba tan asustado que le preguntó si tendría que abdicar, pero le respondió negativamente. Eso sí, esta vez le concedió a Mosadeq la posibilidad de nombrar al ministro del Ejército.


Evidentemente, nuestro personaje salió muy fortalecido de esta crisis y se atrevió a solicitar al parlamento que le permitiera gobernar, durante 6 meses, con unos poderes casi dictatoriales para resolver una serie de problemas urgentes, que tenía el país. Contra todo pronóstico, su propuesta fue aprobada por el Parlamento.

Así que empezó a hacer sus reformas en la Banca, la educación, el sistema sanitario, la judicatura, etc.

Incluso, limitó los poderes del shah y de su hermana gemela, que era contraria a la política de Mosadeq.

Parece ser que no le bastaron esos 6 meses y en enero de 1953 pidió una prórroga de un año para poder terminar sus múltiples reformas.

Por lo visto, se buscó muchos enemigos entre los terratenientes a los que impuso fuertes multas por obligar a trabajar a su gente sin pagarles un salario. Incluso, obligó al shah a vender a bajo precio la mayoría de sus propiedades rurales a los campesinos.

Sin embargo, empezó a aflorar el descontento, debido al bloqueo por parte de los británicos, que dio lugar a escasez en Irán.

Eso también provocó que muchos de sus tradicionales aliados políticos dejaran de apoyar a Mosadeq.

A finales de 1952, Mosadeq, en lugar de intentar mejorar las relaciones con el Reino Unido, lo declaró un país enemigo y rompió las relaciones diplomáticas.

Eso no gustó nada en Londres, pues el Gobierno británico era el mayor accionista de la compañía AIOC y los beneficios obtenidos servían para enjugar el déficit de ese país.

Churchill, como siempre, supo jugar muy bien sus cartas y, tras la llegada de Eisenhower a la presidencia USA, hizo correr el bulo de que el Gobierno de Irán se estaba acercando mucho al comunismo y había empezado por intentar derrocar al shah.

Así que, en marzo de 1953, el Gobierno USA ordenó a la CIA montar un plan para derrocar a Mosadeq, al cual llamaron Operación Ajax.

Éste consistió en infiltrar agentes en Irán para aumentar el malestar de la población y obligar al shah a derrocar a Mosadeq. La idea era mostrarle como un dictador enemigo de la democracia.

En un principio, el golpe de estado, encabezado por el teniente general Zahedi fracasó por falta de apoyos, pero el jefe de la CIA en Teherán no se rindió y volvió a intentarlo.

La residencia oficial de Mosadeq fue bombardeada y éste escapó de milagro. Sin embargo, al día siguiente, se entregó a la CIA. Posteriormente, sería trasladado a una prisión militar.

Parece ser que el shah estaba atemorizado y huyó para refugiarse en Italia. Desde allí, firmó el decreto para cesar a Mosadeq y sustituirlo por el teniente general Zahedi. A finalesde agosto, ya se atrevió a regresar a Teherán.

Por supuesto, los aliados le impusieron al general Zahedi la firma de un acuerdo, para dejar las cosas como estaban antes, pero, esta vez, repartiendo esa “tarta” también con USA.

Posteriormente, en diciembre de 1953, Mosadeq y sus colaboradores fueron juzgados ante un tribunal militar. La mayoría de ellos fueron encarcelados, incluso, algunos fueron condenados a muerte y ejecutados.

En el caso de Mosadeq, aunque los fiscales le pedían la pena de muerte, sólo fue condenado a 3 años de prisión.

No obstante, estuvo sometido a arresto domiciliario hasta el día de su muerte. Ocurrida en marzo de 1967.

No sólo se le negó un funeral público, sino también ser enterrado en un cementerio. Así que lo enterraron en el jardín de su casa.

Curiosamente, su figura fue utilizada en 1979 por los revolucionarios para reivindicar sus protestas ante la Embajada USA en Teherán.


Parece ser que su pérdida de apoyos coincidió con el aumento de su enemistad con el clero musulmán, que siempre ha tenido mucho poder en Irán.

Sin embargo, Mosadeq siempre fue muy popular en Irán y nunca le perdonaron ni al shah, ni a USA el haberle derrocado. Según algunos autores, eso fue aprovechado por el ayatolá Jomeini para derrocar, en 1979, al shah.

Confieso que me ha quedado un poco largo, pero espero que os haya gustado.

 

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sábado, 26 de octubre de 2024

LA ACTUACIÓN DEL CUERPO DIPLOMÁTICO EN EL MADRID SITIADO

 

Como veo que a algunos les han quedado algunas dudas sobre la actuación de algunos diplomáticos extranjeros durante la guerra civil española, voy a mencionar los hechos de estos y también que deberían de haberles hecho un homenaje, porque salvaron muchas vidas.

La guerra civil comenzó en pleno verano, no por mero capricho, sino con la intención de pillar de vacaciones a los muchos militares, que podrían haberles hecho frente a los sublevados y así no les sería muy fácil incorporarse a sus unidades.

Por tanto, también había muchos diplomáticos de vacaciones y habían dejado a cargo de sus respectivas embajadas y consulados a funcionarios de un segundo nivel o, incluso, a diplomáticos honorarios. Como fue el caso de Félix Schlayer.

Durante la Restauración y hasta la época franquista, existió lo que se llamaba el Ministerio de jornada, que consistía en que, durante el verano, los ministros también se iban de vacaciones y sólo se quedaba uno de ellos cerca del gobernante, que hubiera en cada momento, que también se hallaba de vacaciones.

Por ello, muchos diplomáticos solían trasladarse, generalmente, a San Sebastián, para estar más cerca de los monarcas y del ministro de jornada. El cual solía ser el ministro de Estado, pero luego se fue turnando con los demás ministros.

Tradicionalmente, en España, el papel de decano del Cuerpo Diplomático, personaje que suele hablar al Gobierno en nombre de todos los embajadores, siempre se le ha dado al nuncio del Vaticano. Sin embargo, tras proclamarse la II República, se otorgó este papel al más antiguo de los embajadores ante el Gobierno republicano.

Por tanto, en 1936, el papel de decano le correspondió al embajador de Chile, Aurelio Núñez Morgado. Éste solía realizar reuniones en la sede de su embajada, sita en la calle del Prado, muy cerca del Ateneo de Madrid, y parece que se alcanzaron bastantes acuerdos. Incluso, después de la llegada del embajador de la URSS, el cual siempre se opuso a dar asilo a los perseguidos por los milicianos.

Curiosamente, no fueron las primeras potencias mundiales del momento (USA, Reino Unido y la URSS) las que tomaron la iniciativa de proteger a los perseguidos, sino otros países, como Noruega, Argentina y Chile.

Aunque, también es verdad, que se dieron algunos casos, como el del diplomático británico Edwin Christopher Lance, al que dediqué otro de mis artículos, que protegió y consiguió evacuar a muchos refugiados del Madrid sitiado.

De hecho, en mi anterior artículo, ya he mencionado el papel de Félix Schlayer, como representante de Noruega, en el papel de protección de cientos de perseguidos por los milicianos. Así, se barajan cifras entre 6.000 y 12.000 protegidos en las sedes diplomáticas en Madrid.

Curiosamente, al final de la guerra, ocurrió lo contrario, pues ahora fueron los republicanos los que pidieron asilo en las diferentes sedes diplomáticas madrileñas.


Aunque la mayoría de ellos no eran personajes importantes, ya que esos consiguieron huir antes del final de  la guerra.

Desgraciadamente, también se registraron algunos casos de violaciones de sedes diplomáticas, como las de Finlandia, Brasil o Turquía, tras las que detuvieron a los allí refugiados.

Incluso, como ya comenté en otro de mis artículos, a un ingenioso mayor de milicias, llamado Antonio Verardini, se le ocurrió la idea de montar la Embajada de Siam, un país inexistente.

Allí, con la complicidad de un personaje, llamado Alfonso López de Letona, antiguo ayudante de Antonio Goicoechea, se fue atrayendo a mucha gente buscada por los milicianos. La cosa terminó en un asalto de esa falsa sede diplomática, la detención y el fusilamiento de casi todos los allí refugiados.

Tampoco el personal diplomático y sus familias estuvieron a salvo de las iras de los milicianos.

En diciembre de 1936, Jacques de Borchgrave, diplomático belga, fue secuestrado, tras salir de su embajada en su coche oficial y, pocos días más tarde, su cadáver fue localizado en una fosa en el Cementerio de Fuencarral. Tenía dos disparos en la espalda y otro en la parte posterior del cráneo. Esto provocó una grave crisis entre los dos gobiernos, que dio lugar al reconocimiento del Gobierno de Franco, por parte del Gobierno belga.

También he mencionado en otro de mis artículos la detención y asesinato de las hermanas Dolores y Consuelo Aguiar-Mella Díaz, hermanas del vicecónsul de Uruguay, que supuso la ruptura de las relaciones diplomáticas entre ambos países.

No obstante, estos diplomáticos actuaron, conjuntamente, con la Cruz Roja Internacional y consiguieron la realización de evacuaciones y canjes de prisioneros de ambos bandos.

Ya mencioné en otro de mis artículos la labor del periodista francés Louis Delaprée y el médico suizo George Henny, los cuales, aunque su avión fue derribado por cazas soviéticos, consiguieron que sus informes llegasen a la sede central de la Cruz Roja Internacional en Ginebra y se supiera lo que estaba ocurriendo en España.

Volviendo a Schlayer, parece ser que logró proteger a tantos refugiados, porque, aparte de utilizar, para ello, el local de la embajada y la residencia del embajador, también ocupó el resto de las viviendas de ese edificio de 7 plantas, que se hallaban vacías, porque sus propietarios habían conseguido huir a tiempo de Madrid o porque, al comienzo de la guerra, ya se hallaban de vacaciones fuera de Madrid.

Según el diplomático argentino Edgardo Pérez Quesada: “Si tuviéramos que escoger entre nosotros un símbolo de la gestión humanitaria realizada en Madrid, ese símbolo no sería otro que el del doctor Schlayer. Si tuviéramos que señalar ante el mundo un ejemplo de superación, sería el suyo”.

Curiosamente, en la misma calle José Abascal, donde se hallaba el edificio de la Embajada de Noruega en Madrid, también estaba la sede central del Socorro Rojo Internacional y la delegación del Comité de la Cruz Roja Internacional.

Incluso, en el mismo barrio de Chamberí, donde se hallaba esa sede diplomática, se calcula que había unas 40 checas de las 400, que hubo en todo Madrid. Así que era difícil poder entrar en las sedes diplomáticas, porque estaban muy bien vigiladas por los policías.

Aparte de Schlayer y Pérez Quesada, otros diplomáticos extranjeros, que consiguieron salvar las vidas de muchos refugiados fueron el checoslovaco Zdenko Formanek y los chilenos Aurelio Núñez Morgado y Carlos Morla Lynch. Estos diplomáticos chilenos llegaron a alojar a unos 2.000 refugiados.

Incluso, llegaron a mediar para intentar poner fin a la guerra civil y a los bombardeos indiscriminados sobre Madrid y otras ciudades españolas.

También intercedieron para que dejasen salir a las mujeres y los niños, asediados en el interior del Alcázar de Toledo. Desgraciadamente, no tuvieron éxito.

Hay que decir que el anterior ministro de Estado, Augusto Barcia, fue partidario de la mediación de los diplomáticos. Sin embargo, su sucesor, Álvarez del Vayo, siempre se opuso a cualquier intento de evacuar a los refugiados en las sedes diplomáticas. Incluso, exigió a los respectivos gobiernos, la retirada de los diplomáticos, que estaban dando asilo a los refugiados.

Curiosamente, Morla Lynch fue un prestigioso escritor y solía organizar tertulias en su domicilio madrileño de Hermanos Bécquer, 8 con numerosos colegas de la famosa Generación del 27. Pues en esa misma calle fue donde luego vivieron el almirante Carrero Blanco y, posteriormente, la viuda de Franco.

Otra curiosidad es que uno de los muchos refugiados por Félix Schlayer fue José María Otero de Navascués, marino militar y, posteriormente, el responsable del intento de construir una bomba atómica en España.

Para terminar, voy a mencionar el caso del diplomático checoslovaco Zdenko Formanek, porque ahí podemos contemplar la convulsa historia de su país.

Nació en 1889 en Praga y parece ser que perteneció a una familia acomodada y muy católica, aunque algunos autores dicen que era de origen judío.

Estudio Derecho e ingresó en el cuerpo diplomático de su país, tras la I Guerra Mundial.

En 1928 fue nombrado primer secretario de la Embajada de Checoslovaquia en España y, en varias ocasiones, fue nombrado encargado de negocios, durante las ausencias del embajador. En ese puesto estaba al comienzo de la guerra civil española.

Por ello, actuando de acuerdo con los miembros de otras embajadas, dio asilo a más de 200 personas, que se hallaban en peligro de ser asesinadas.

Curiosamente, como Checoslovaquia era uno de los pocos países que se mostró dispuesto a vender armas al Gobierno republicano, aprovechó esas buenas relaciones para conseguir la evacuación de muchos de sus asilados hasta Valencia, donde embarcaron en una nave con destino a Marsella y luego cada uno se fue donde quiso.

Sin embargo, en octubre de 1937, los servicios de Inteligencia republicanos incautaron unas cartas, donde se demostraba que Formanek estaba en contacto con Schlayer, que ahora residía en San Sebastián y desde allí coordinaban el asilo y la evacuación de los refugiados. Por ello, las autoridades republicanas exigieron su expulsión, la cual tuvo lugar en enero de 1938, regresando a Praga.

En enero de 1939, el Gobierno checoslovaco reconoció al Gobierno de Franco y Formanek fue, nuevamente, destinado a España.

Sin embargo, a mediados de ese mes, su país fue invadido por Alemania y el Gobierno español cedió su sede diplomática en España a la Embajada de Alemania.

Así que Formanek, aunque las autoridades franquistas le permitieron seguir residiendo en España, pasó a formar parte, en calidad de consejero, del Gobierno checoslovaco en el exilio, el cual tenía su sede en Londres.

Incluso, fue condecorado por el Gobierno español por su labor por haber protegido a cientos de refugiados, durante la guerra civil española.

Durante la posguerra española, también hizo muchas gestiones para impedir que los soldados checos, pertenecientes a las Brigadas Internacionales, que se hallaban presos en nuestro país, fueran entregados a los alemanes. Algo en lo que tuvo mucho éxito.

En 1946, el nuevo Gobierno de Checoslovaquia rompió sus relaciones con el Gobierno de Franco, reconociendo, solamente, al Gobierno republicano en el exilio.

Posteriormente, la llegada de los comunistas al poder, impidió que Formanek pudiera regresar a su país.

Como siempre fue anticomunista, se declaró embajador en el exilio de una Checoslovaquia libre. Eso dio lugar a que muchos compatriotas suyos, que habían huido de su país, acudieran a él para pedirle asesoramiento y ayuda.

Tal y como le exigieron las autoridades franquistas, llevó una vida muy discreta en España, falleciendo en Madrid en 1954.

 

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jueves, 24 de octubre de 2024

FÉLIX SCHLAYER, OTRO HÉROE DESCONOCIDO DE LA GUERRA CIVIL ESPAÑOLA

 

Hoy voy a dedicar mi artículo a uno de esos personajes casi desconocidos, hoy en día, pero que consiguieron salvar las vidas de muchos semejantes, poniendo en riesgo la suya, en aquella locura colectiva, que fue la guerra civil española.

Su nombre completo fue Félix Edouard Schlayer Gratwolh y nació en 1873 en la ciudad alemana de Reutlingen, actualmente, perteneciente al Estado de Baden-Wurtemberg.

Ciertamente, no hay muchos datos sobre su biografía. Por lo que contó, su padre tenía una fábrica de cueros, pero, desgraciadamente, falleció cuando Félix era muy joven y no se pudo hacer cargo de la misma.

Parece ser que era ingeniero, aunque no sé de qué rama de la ingeniería y también que llegó a España en 1895.

Por lo visto, empezó residiendo en Barcelona, para, sólo unos pocos años más tarde, trasladarse a Madrid.

Tenía su propio negocio, que consistía en importar maquinaria agrícola e, incluso, llegó a construir un modelo de trilladora.

Incluso, tenía su tienda en la calle de Alcalá, muy cerca del famoso Círculo de Bellas Artes. No obstante, su trabajo le obligaba a viajar mucho por toda España para vender la maquinaria que importaba de Alemania. Así que llegó a conocer mejor nuestro país que el suyo.

Debía tener unas buenas relaciones con Noruega, ya que, en 1910, la Embajada de ese país en Madrid le otorgó el cargo de cónsul honorario de Noruega, cuyo nombramiento fue aceptado por el Gobierno de España.

No obstante, parece ser que se presentó voluntario para luchar en el Ejército alemán, durante la I Guerra Mundial. Hay alguna foto, donde se le ve llevando el uniforme de oficial.

Parece ser que no le fue mal, aunque me parece un poco raro, porque, en aquella época, se veían muy pocas maquinarias en los campos de España.

No obstante, una de sus aficiones fue coleccionar obras de arte y se sabe que fue dueño de una de las pinturas de El Greco. Incluso, algunos dicen que también poseía una obra de Goya y otra de Murillo.

Fue uno de los fundadores del Colegio Alemán en Madrid, cuya primera sede estuvo en el número 53 de la Carrera de San Jerónimo. A lo largo de su historia, esta institución ha pasado por varias sedes y, actualmente, está en el barrio de Montecarmelo.

Incluso, durante muchos años, Schlayer fue el presidente de lo que hoy llamaríamos la Asociación de padres y madres de alumnos del Colegio Alemán.

También aportó algunos fondos para dar a conocer y publicar en español las conferencias impartidas por algunos científicos alemanes de renombre mundial.

Sin embargo, en el comienzo de la década de los años 20, no le fue muy bien. Se arruinó la empresa que le enviaba la maquinaria. Así que dejó el cargo de cónsul honorario y se fue a probar suerte en América.

No sé si tampoco le fue muy bien, lo cierto es que, al cabo de un año, regresó a España y siguió con su negocio de maquinaria agrícola.

Un año antes del comienzo de la guerra civil, fue nombrado, nuevamente, cónsul honorario de Noruega.

Félix se había casado con la barcelonesa Rosa Albages Gallego y de ese matrimonio nacieron dos hijos mellizos: Clotilde y Carlos.

Aunque su negocio estaba radicado en Madrid, desde 1912, fijó su residencia en el pueblo madrileño de Torrelodones, donde mandó construir una casa con una gran parcela a la que llamó “Villa Rosita”. Un lugar muy bien comunicado, porque se hallaba frente a la estación del ferrocarril.

Parece ser que también era un gran aficionado a la música clásica y celebró algunos conciertos en los jardines de su villa a donde solían acudir muchos de sus compatriotas residentes en Madrid.

También cedía sus jardines a sus convecinos para los bailes anuales, conmemorando la proclamación de la II República española.

Así que todos los días tenía que ir a Madrid para atender su negocio y también para cumplir con su tarea como cónsul honorario de Noruega.

Como todos sabemos, la guerra civil estalló en el mes de julio de 1936. Al ser pleno verano, mucha gente se hallaba fuera de sus lugares de residencia o, incluso, en el extranjero.

Eso fue lo que le ocurrió al embajador de Noruega, que se hallaba de vacaciones en su país y no pudo regresar a España. Por ello, a Félix le ordenaron que intentase sacar de España a todos los noruegos residentes en nuestro país. Cosa que consiguió con gran éxito y en muy poco tiempo.

Es de suponer que, por aquella época, no habría muchos noruegos residiendo en España. Creo que ahora le hubiera costado mucho más trabajo, porque hay muchos noruegos residiendo en la costa levantina, huyendo del frío, que suele hacer en su país.

Acto seguido, acogió, en varias tandas, a unos 900 refugiados en la residencia oficial del embajador de Noruega en Madrid, sita en José Abascal, 27. Actualmente, con el número 47. Consiguió que todos ellos salvaran sus vidas.

También se entrevistó, en diversas ocasiones, con algunos líderes políticos del Frente Popular, al objeto de interceder por algunos que ya estaban presos y consiguió que los excarcelaran. Incluso, les consiguió salvoconductos para que pudieran huir de España.

En sus memorias, menciona una conversación con la Pasionaria. “Hacia el final le pregunté a la Pasionaria cómo se imaginaba que las dos mitades de España, separadas entre sí por un odio tan abismal, pudieran vivir otra vez como un solo pueblo y soportarse mutuamente. Entonces, estalló todo su apasionamiento: “¡Es simplemente imposible! ¡No cabe más solución que la de que una mitad de España extermine a la otra!”” (Diplomático en el Madrid rojo. Madrid, 2008).

Tuvo noticias de las sacas de las cárceles y de que se estaban cometiendo las matanzas en Paracuellos del Jarama y hasta se desplazó a esa localidad para descubrir dónde estaban las fosas de los fusilados.

Parece ser que se interesó por este tema, tras la desaparición de Ricardo de la Cierva Codorníu, un abogado español, que trabajaba para la Embajada de Noruega. Seguro que nos sonarán sus apellidos, porque era hermano de Juan de la Cierva, el inventor del autogiro, y padre del famoso historiador, Ricardo de la Cierva.

Por lo visto, este abogado fue detenido, cuando intentaba viajar desde el aeropuerto de Barajas, a pesar de llevar un pasaporte diplomático de Noruega.

Así que visitó algunas cárceles, siguiendo la pista de este abogado y, al final, reconocieron que lo habían fusilado, junto a otros miles más.

Así que todo ello lo denunció ante el Gobierno del Frente Popular, los cuales no le hicieron mucho caso. Pero también lo dio a conocer al resto del Cuerpo diplomático, para que se supiera en otros países y pudieran ejercer presión sobre el Gobierno republicano.

Parece ser que no perdió el tiempo, ya que se dedicó a realizar múltiples visitas a cárceles, hospitales y hasta a la temible checa de la calle Fomento, en Madrid, donde pudo comprobar las malas condiciones en las que tenían a los presos. Al menos, consiguió que les dieran mejor de comer.

Todo ello dio lugar a que los diplomáticos de varios países aunasen sus esfuerzos para proteger a la mayor cantidad posible de gente perseguida por los milicianos.

Incluso, el Cuerpo Diplomático, llegó a amenazar al Gobierno republicano con retirarse todos de Madrid y romper las relaciones diplomáticas con la II República, si no les dejaban continuar con su labor humanitaria.

Algunos otros ejemplos de diplomáticos que se jugaron su carrera y su vida para proteger a estos refugiados fueron el cónsul checo Formanek, el rumano Henry Helfant, el cubano Pichardo o el argentino Pérez Quesada.

Ciertamente, esto de divulgar las matanzas de Paracuellos y contárselo al Dr. Henny, delegado de la Cruz Roja, al que ya mencioné en otro de mis artículos, no gustó nada al Gobierno republicano y, especialmente, a los ministros Giral y Álvarez del Vayo. Los cuales solicitaron que fuera cesado por el Gobierno de Noruega, pero no lo consiguieron.

Por otro lado, Schlayer propuso realizar canjes de prisioneros entre los dos bandos, organizados por la Cruz Roja Internacional, pero parece que no tuvo mucho éxito.

Desgraciadamente, en julio de 1937, cuando realizaba otra de sus entrevistas, tuvo una fuerte discusión con el director general de prisiones. Éste se quejó al ministro de Estado (Asuntos Exteriores) y le quitaron el pasaporte diplomático.

Así que, cuando él y su familia estaban haciendo los preparativos para salir de España, alguien les avisó de que los milicianos le estaban buscando para matarle. Eso dio lugar a que tuvieran que huir esa misma noche hacia Valencia.

Consiguieron embarcar en un crucero francés. Sin embargo, la policía republicana les obligó a bajar.

Afortunadamente, se hallaba allí en cónsul checoslovaco Zdenko Formanek, el cual hizo varias gestiones con las que consiguió que pudieran partir en ese barco y salvar la vida. Se ve que el Gobierno republicano tuvo en cuenta que Checoslovaquia era uno de los pocos países que le quiso vender armamento para la guerra civil.

Así que Schlayer y su familia se fueron a vivir a Alemania, donde escribió artículos y concedió entrevistas, explicando lo que estaba ocurriendo en España.

Sin embargo, a finales de 1937, se trasladó a San Sebastián, que ya pertenecía a la zona nacional. Desde allí, aprovechó sus contactos con otros diplomáticos extranjeros en Madrid para organizar la huida de las personas que estaban refugiadas en sus sedes.

Tras la guerra, regresó a su villa en Torrelodones, donde siguió viviendo con su familia.

En 1940, fue citado ante los tribunales militares, al objeto de declarar en la llamada Causa General.

En los años 40, fue condecorado, en varias ocasiones por el Gobierno español.

Desgraciadamente, murió en noviembre de 1950 y su cadáver fue enterrado en el Cementerio civil de Madrid.

Algunos le acusaron de ser pronazi o algo por el estilo. Lo único cierto es que siempre reconoció ser conservador y anticomunista y nunca estuvo afiliado al Partido Nazi.

En 1938, había escrito su famosa obra “Diplomático en el Madrid rojo”, la cual fue publicada, ese mismo año, pero sólo en Alemania. En España, hubo que esperar hasta el 2005 para que fuera publicada y tuvo un gran éxito. A partir de entonces, recibió algún homenaje, pero sólo por parte de los intelectuales de derechas.

También publicó otro libro titulado “Un suabo en España”, donde más datos sobre su vida, pero, desafortunadamente, todavía no ha sido publicado en España.

 

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lunes, 30 de septiembre de 2024

LA INMENSA LABOR DEL PERIODISTA E.D. MOREL

 

Como de costumbre, he elegido para este artículo a un personaje que, en la actualidad, es alguien casi desconocido para nosotros. Sin embargo, ya veréis que, en su época, fue alguien muy influyente a nivel mundial.

Edmund Dene Morel, que era cómo se llamaba nuestro personaje de hoy, nació en 1873 en París. Curiosamente, era hijo de un francés y una británica.

Su padre fue un funcionario del Ministerio de Finanzas de Francia. El problema fue que murió cuando Edmund sólo tenía 4 años. Eso hizo que la familia tuviera graves problemas económicos, porque su familia paterna no les quiso ayudar. Así que su madre, que era cuáquera, optó por regresar al Reino Unido con su hijo.

Parece que allí tampoco les fue muy bien, porque su madre enfermó y él tuvo que dejar sus estudios a los 15 años para ponerse a trabajar.

Comenzó trabajando en la naviera Elder Dempster, de Liverpool, cuyo propietario era Alfred Jones. Aparte de ello, se sacaba un dinero extra dando clases de francés.

En aquella época, empezó a escribir artículos para los periódicos. Sus fuentes eran las conversaciones que mantenía con los marinos, que acudían a su oficina.

En 1896, solicitó la nacionalidad británica y ese mismo año se casó con Mary Richardson. El matrimonio tuvo 5 hijos.

En 1898, como su compañía tenía en exclusiva el transporte marítimo entre Bélgica y su colonia del Congo, le enviaron a Amberes para que controlase la carga y descarga de las naves de su empresa.

Allí pudo comprobar que, mientras esas naves solían venir cargadas con inmensas cantidades de caucho y marfil, siempre volvían al Congo repletas de armas, cadenas y municiones. O sea, que estaban sometiendo a los nativos a la esclavitud.

Así que tuvo la ocurrencia de ir a contárselo al presidente de su compañía, el cual le aconsejó que no hiciera caso y siguiera haciendo su trabajo. Estaba claro que se estaba forrando con ese negocio.

Por ello, Edmund, se dedicó a entrevistarse con misioneros, marinos y gente de todo tipo, que hubiera estado en el Congo belga para hacerse una idea de lo que estaba ocurriendo allí.

A pesar de que en su empresa le ofrecieron un puesto muy bien remunerado para que permaneciera en silencio, eso fue lo que le animó a dejar su trabajo y denunciar lo que estaba ocurriendo a base de escribir artículos en periódicos franceses y británicos.

Fundó su propio periódico, The West African Mail, donde denunció que se estaba sometiendo a la población congoleña a realizar trabajos forzados, les torturaban, les mutilaban y hasta les asesinaban.

A los hombres les ponían una serie de objetivos diarios. Si no los cumplían, les cortaban la mano derecha o secuestraban a sus mujeres. A veces, ambas cosas.

Curiosamente, en un principio, su antiguo jefe apoyó a ese periódico con el fin de que no contara todo lo que sabía. Sin embargo, muy pronto le retiró su apoyo.

Creo que, antes de seguir, es preciso explicar qué ocurría en el Congo.

En 1885 se celebró la famosa Conferencia de Berlín, por la que los países europeos se repartieron el territorio de África, donde sólo había dos países independientes. Uno era Liberia, fundada por los abolicionistas de USA para enviar allí a los esclavos, que vivían en América y que desearan regresar a África. El otro era lo que se llamaba Abisinia y hoy conocemos como Etiopía.

El rey Leopoldo II de Bélgica creó la denominada Asociación Internacional del Congo y convenció al resto de las potencias allí reunidas para que le cedieran ese territorio para fines humanitarios y filantrópicos.

Una vez que aceptaron su propuesta, cambió el nombre de esa Asociación por el de Estado Libre del Congo, el cual estaría gobernado por él, en calidad de monarca absoluto. Un territorio con una superficie de 2.344.000 km2.

Curiosamente, tal y como indicaba la Constitución de Bélgica, su parlamento aprobó que su monarca fuera, a la vez, rey de Bélgica y del Congo.

Sin embargo, sólo se trataba de una unión de países en una persona y no una colonia de Bélgica, sino de Leopoldo II.

Las atrocidades cometidas por los representantes de ese monarca dieron lugar a muchas denuncias. Entre ellas, la famosa novela “El corazón de las tinieblas”, cuyo autor fue Joseph Conrad.

Sin embargo, lo que hizo más efecto fue el informe del diplomático británico Roger Casement, al cual dediqué otro de mis artículos y que provocó un gran escándalo a nivel internacional.

 En 1904, el Gobierno británico encargó a Casement que viajara por el Congo para conocer in situ lo que estaba ocurriendo allí.

Incluso, el célebre autor Arthur Conan Doyle también relató en su novela “El crimen del Congo”, las atrocidades cometidas por los esbirros de Leopoldo II. Un Ejército privado autodenominado Fuerza Pública.

En 1904, Casement junto a E. D. Morel fundaron la Asociación para la reforma del Congo. Ciertamente, movilizaron a la opinión pública a base de difundir fotos sobre las atrocidades, que se estaban cometiendo en el Congo. También impartieron conferencias y charlas para dar a conocer la realidad de lo que estaba ocurriendo. Organizaron manifestaciones masivas y buscaron el apoyo de celebridades para intentar presionar a las grandes potencias a fin de que cesara el maltrato a los congoleños.

Realmente, Morel, que era un gran orador, fue el que llevó la voz cantante. Ciertamente, Casement también podría haber realizado esa labor, sin embargo, no podía, ya que era un representante del Gobierno británico.

Incluso, tuvieron la colaboración de varios misioneros, que acababan de regresar del Congo, los cuales dieron cientos de charlas, tanto en el Reino Unido como en USA, para contar lo que pasaba en el Congo.

Hasta el célebre escritor Mark Twain publicó un panfleto titulado “El soliloquio del rey Leopoldo”, donde se burla de este monarca y “las cosas buenas” que hizo en el Congo.

Parece ser que el que más apoyo financiero les dio fue el millonario y empresario cuáquero William Cadbury, fundador de la famosa marca de chocolates que lleva su nombre.

Por otra parte, el rey Leopoldo II, contrató al abogado USA Henry Kowalsky para intentar que el Gobierno USA se pusiera de su parte y no hiciera caso a la Asociación de Morel.

Parece ser que el rey le retiró su confianza, después de que ese abogado se hubiera liado a puñetazos con otras personas en medio de un juicio.  Sin embargo, éste le exigió una renovación del contrato y la correspondencia entre ambos llegó a los periódicos del infame William Randolph Hearst, los cuales publicaron todos los sobornos que había realizado a diversos senadores.

Así que esta vez, los gobiernos del Reino Unido y USA, este último presidido por Theodore Roosevelt, se dieron mucha prisa para aplacar ese escándalo y propusieron la llamada Solución belga. Ésta consistió en obligar al rey Leopoldo II a renunciar al Congo para que pasara a ser una colonia de Bélgica.

Así, tras una dura votación en el Parlamento de Bélgica, en noviembre de 1908, el Congo pasó a ser el Congo belga.

Realmente, se siguió forzando a los congoleños a trabajar, pero de una manera menos dura y sin utilizar la violencia.

No obstante, permanecieron en sus cargos tanto el gobernador, que había sido nombrado por el monarca belga como todos sus ayudantes.

Como es de suponer, el Estado belga apenas se preocupó ni de la Sanidad, ni de la educación de los congoleños.

Sin embargo, muchas empresas mineras belgas y de otros países se instalaron allí, atraídas por la gran riqueza mineral, que había en ese inmenso territorio.

En 1911, Morel dio por terminada su campaña hacia el Congo belga. A partir de entonces, visitó otros países, como Marruecos o Nigeria.

En 1912, se presentó a las elecciones generales del Reino Unido, como candidato del Partido Liberal, pero no ganó un escaño.

En la época anterior a la I Guerra Mundial demostró que era un pacifista y se opuso a que su país interviniera en esa guerra, que ya se veía venir muy pronto. Incluso, llegó a ser, brevemente, encarcelado por enviar folletos pacifistas a otros países. Algo que era ilegal. No obstante, ese período en la prisión le trajo graves problemas de salud.

De hecho, publicó un libro titulado “Diplomacia de antes de la guerra”, donde daba a conocer todos los pasos que se estaban dando para lograr el estallido de la guerra.

Incluso, en la posguerra, publicó varios artículos, donde denunció las violaciones y robos cometidos por los soldados senegaleses, que Francia había enviado para ocupar la zona del Ruhr.

Durante la I Guerra Mundial lo pasó muy mal, porque muchos le acusaron de ser simpatizante de los alemanes y hasta un posible espía alemán. Incluso, la cosa se agravó cuando detuvieron a su amigo, el irlandés Casement, con un cargamento de armas, enviado por los alemanes para apoyar la insurrección en Irlanda. Por ello, fue juzgado, condenado a muerte y ahorcado.

No obstante, en 1922, consiguió un escaño en la Cámara de los comunes por el Partido Laborista, quitándole su escaño nada menos que a Winston Churchill. Siendo reelegido en 1924. Parece ser que celebró su victoria sobre Churchill, porque lo consideraba un tipo muy belicista.

Incluso, varios políticos británicos pidieron su nominación para el Premio Nobel de la Paz, pero no lo consiguió. No obstante, durante varios años fue asesor del primer ministro Ramsay MacDonald.

Por el contrario, en Bélgica tenía muy mala prensa, pues muchos alegaban que lo que intentaba era que el Reino Unido se anexionara el Congo belga, favoreciendo los intereses comerciales de las empresas británicas.

Argumentaban que Morel trabajó en una gran empresa de Liverpool y que muchos empresarios de esa ciudad le ayudaron para que publicase todos esos folletos y panfletos a fin de romper el monopolio comercial de Leopoldo II sobre el Congo.

También le acusaron de ser tan colonialista como los demás y de pensar que los africanos eran inferiores a los europeos.

Lo cierto es que Morel escribió que muchos africanos estaban obsesionados por tener cuanta más descendencia mejor, a causa de la gran mortalidad infantil que había en ese continente. Por ello, le acusaron de racista.

Durante la I Guerra Mundial fundó, junto con otras personalidades, como Ramsay MacDonald la Unión de Control Democrático. Esta organización pedía que se suprimiera la diplomacia secreta, para que fuera controlada por el Parlamento. Después de la guerra, debería crearse una organización internacional para prevenir conflictos en el futuro. Lo que luego sería la Sociedad de Naciones.

También pedían que, al final de la guerra, no se humillase a los vencidos, porque esto podría dar lugar a futuras guerras. Como ocurrió tras el Tratado de Versalles.

Escribió muchos artículos en la revista de su organización. Incluso, culpó del inicio de la guerra a Francia y a la Rusia zarista y no a los imperios centrales, como se había hecho en Versalles. Como ya mencioné en mi artículo sobre el coronel Redl.

También fue muy crítico con el Tratado de Versalles y acertó plenamente, cuando dijo que daría paso a otra guerra.

Desgraciadamente, en 1924, sufrió un ataque cardiaco del que no pudo recuperarse y falleció.

El famoso escritor George Orwell, lo definió como “un hombre heroico, pero ya olvidado”.

Para terminar, hay que decir que su hija Stella se casó con un activista político polaco, llamado Joseph Retinger. Seguro que, dicho así, a casi nadie le sonará de nada. Sin embargo, si empiezo diciendo que, durante la II Guerra Mundial, fue el principal asesor del Gobierno polaco en el exilio.

Durante la posguerra fue uno de los miembros fundadores del Movimiento Europeo, en el que se basaron para crear la actual UE.

Incluso, fue uno de los fundadores del famoso Club Bilderberg y hasta fue nominado para el Premio Nobel de la Paz, aunque tampoco se lo concedieron.

 

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