ESCRIBANO MONACAL

ESCRIBANO MONACAL
UNA GRAN OBRA MAESTRA REALIZADA EN MARFIL

miércoles, 9 de abril de 2025

EL GRAN ESCULTOR JUAN MARTÍNEZ MONTAÑÉS

Como nos vamos acercando a la Semana Santa, se me ha ocurrido escribir un artículo sobre la biografía de uno de los más importantes autores de esas obras, que sacan todos los años en procesión por las calles españolas.

Por si no lo saben mis lectores de Hispanoamérica, en España, a los escultores de obras de tipo religioso se les llama imagineros.

Nuestro personaje de hoy se llamaba Juan Martínez Montañés. Nació en 1568 en la localidad de Alcalá la Real (Jaén).

En realidad, “Montañés” debió de ser una especie de apodo familiar, porque ese era el que tenía su padre, que también se llamaba Juan Martínez. Así que es posible que tuviera un origen cántabro, porque así se llamaban, en aquella época, a los españoles, que vivían en Cantabria. En cambio, su madre se llamaba Marta González.

Supongo que sería una familia modesta, pues su padre tenía el oficio de bordador y tuvieron nada menos que 6 hijos. Algo muy raro ahora, pero muy normal en aquella época.

Nuestro personaje fue el primogénito y el único varón. Curiosamente, siempre tuvo muy buenas relaciones con dos de sus hermanas, que fueron las únicas que sobrevivieron hasta llegar a la edad adulta. Es sabido que en aquella época era muy alta la mortandad infantil.

Supongo que, en aquella época, se estaba intentando repoblar con cristianos todo el reino de Granada. Así que, en 1579, su familia se trasladó a esa ciudad y allí fue donde empezó a formarse con otro importante escultor llamado Pablo de Rojas.

Curiosamente, Rojas había nacido en la misma localidad que nuestro personaje, aunque en 1549. Era el décimo hijo de un pintor llamado Pedro Raxis, originario de Cerdeña, que castellanizó su apellido. A este Raxis le apodaron el viejo, porque luego hubo otro pintor Pedro Raxis, llamado el joven, que era nieto del anterior y que colaboró en el taller de Martínez Montañés. 

Así que estos Raxis montaron un taller familiar en Granada, donde también trabajaron otros personajes, como Martín Gaviria o Miguel Cano, padre del famoso Alonso Cano. Parece ser que fueron unos grandes especialistas en la técnica del estofado.

Pablo de Rojas fue un escultor muy influido por el manierismo, llegado de Italia y triunfante en aquel momento. Fue discípulo del granadino Rodrigo Moreno del que se conocen algunas obras suyas en su ciudad y también en el Monasterio del Escorial.

Aunque la especialidad de Rojas fue realizar obras para retablos, también fue el primero en realizar esculturas exentas, que son las que se utilizan para salir en procesión.

Volviendo a Martínez Montañés, hay que decir que se estuvo formando en el taller de Pablo de Rojas, al que siempre consideró como su maestro. Sin embargo, en 1587, se sabe que él y su familia se trasladaron a Sevilla. 

Es preciso mencionar que, en aquella época, Sevilla era una de las ciudades más pujantes del mundo, ya que allí estaba la sede de la Casa de la Contratación, desde dónde partían y llegaban las naves cargadas de riquezas venidas de América.

Ese mismo año, se casó con Ana de Villegas, hija de un importante ensamblador de imágenes religiosas dentro de los retablos.

Parece ser que tuvieron cinco hijos. Optando tres de ellos por su ingreso en órdenes religiosas. Hay que decir que nuestro personaje siempre fue una persona muy religiosa.

Al año siguiente, tuvo que pasar un examen para poder ser admitido como maestro en su gremio. Algo muy habitual en aquella época y, por lo que se ve, las obras que realizó fueron muy del agrado del tribunal examinador. Así que eso le dio la oportunidad de poder trabajar como escultor y como ensamblador. O sea, los que diseñan y construyen los retablos.

Parece ser que los que lo conocieron dijeron que siempre fue un perfeccionista, pero también que era una persona con muy mal carácter, aunque también, a veces, sufría depresiones. Sobre todo, cuando le salía algo mal.

No sé si sería fruto de su mal carácter. Lo cierto es que se sabe que en 1591 se vio envuelto en una riña, que dio lugar al homicidio de un tal Luis Sánchez.

Por lo visto, estuvo casi dos años encarcelado por este motivo. Sin embargo, fue puesto en libertad, tras haber acordado pagar la fuerte suma de 100 ducados a la viuda de la víctima.

Supongo que estaría preso en la Cárcel Real de Sevilla, la cual estaba situada entre las actuales calle Sierpes y Entrecárceles, donde hoy está la sede de una entidad bancaria.

Parece ser que era un edificio, que tenía 3 plantas y debió de ser bastante grande, pues solía haber hasta 1.000 presos.

Ciertamente, entre los muchos presos que hubo allí, se podrían mencionar algunos nombres muy conocidos, como Alonso Cano o Mateo Alemán.

Sin embargo, el más famoso de todos fue Miguel de Cervantes, que permaneció encarcelado allí entre septiembre y diciembre de 1597, cuando fue acusado de haberse quedado con el importe de los impuestos que había recaudado.

De hecho, dicen algunos autores que allí fue donde empezó a escribir Don Quijote.

Parece ser que, en el siglo XVIII, este edificio ya se hallaba en muy malas condiciones y también fue afectado por el famoso Terremoto de Lisboa, ocurrido en 1755. Así que fue demolido en 1835.

En 1613 falleció Ana, su esposa. Sin embargo, al año siguiente, se casó con Catalina de Salcedo, hija de un pintor local, con la que tuvo otros 7 hijos.

En 1635, es muy posible que, gracias a la intervención de otro famoso sevillano, el pintor Diego Velázquez, fuera contratado por Felipe IV para realizar una gran obra. Se trataba de la estatua ecuestre de este rey, que podemos ver en la madrileña Plaza de Oriente.

Por lo visto, Montañés y Velázquez ya se conocían desde cuando el segundo estuvo aprendiendo en el taller de pintura de su maestro y luego suegro, Francisco Pacheco.

Parece ser que, en aquella época, los distintos talleres solían realizar tertulias a las que asistían todos los miembros de varios talleres para aprender de sus maestros.

En su momento, esta estatua fue muy revolucionaria, pues nunca se había realizado una estatua ecuestre, donde el caballo tuviera sus dos patas delanteras en alto.

Así que se consiguió gracias a la colaboración de varias personas. Galileo fue el que hizo los cálculos y aconsejó que las patas traseras fueran macizas, mientras que las delanteras fueran huecas para lograr el equilibrio.

El pintor Velázquez fue el encargado de realizar los dos bocetos, que fueron aprobados por el rey. Mientras que Martínez Montañés se dedicó a modelar en barro un busto con la imagen del monarca.

La fundición de esa estatua en bronce se la encargaron al escultor toscano Pietro Tacca, que tenía su taller en Florencia. Curiosamente, fue el mismo, que había fundido, unos años antes, la estatua de Felipe III.

Así que la estatua se empezó a proyectar en 1634 y se entregó en 1640. El mismo año de la muerte de Tacca.

En un principio, fue instalada en los jardines del antiguo Palacio del Buen Retiro y, por fin, tras haber sido instalada en varios lugares, fue colocada en el lugar en el que ahora está.

Velázquez retrató a Martínez Montañés, en uno de sus cuadros, mientras se hallaba modelando en barro el busto del monarca. Esta obra está expuesta en el Museo del Prado.

Parece ser que, en 1598, también colaboró, junto a otros artistas sevillanos, en la confección del túmulo dedicado al fallecimiento de Felipe II. Incluso, Cervantes fue otro de los colaboradores, escribiendo un famoso soneto.

Desgraciadamente, Martínez Montañés murió en 1649. Fue uno de los 60.000 sevillanos, que murieron a causa de la epidemia de peste ocurrida en ese año y que se llevó por delante casi a la mitad de los habitantes de aquella ciudad.

También es verdad que ya tenía 81 años. Una edad muy longeva para la esperanza de vida, que había en aquella época.

Por lo que se refiere a sus obras, empezó trabajando muy influenciado por el estilo manierista de su maestro, aunque en sus obras finales se le ve un traslado al barroco. Sin embargo, en sus obras podemos apreciar un realismo, sin tener que acudir a las típicas expresiones exageradas, propias del Barroco.

Fue un pionero en la llamada técnica de la encarnación, con la que conseguía que las pieles tuvieran un aspecto lo más realista posible.

La mayoría de sus obras son de tipo religioso. Salvo unas esculturas para unas tumbas de nobles y el mencionado busto del monarca.

Parece ser que su etapa en la que tuvo un mayor número de encargos fue entre 1603 y 1620. No sólo podemos encontrar sus obras en Andalucía, sino que también se pueden ver algunas en Extremadura y hasta en Hispanoamérica.

Dada su gran producción, y para no alargar más este artículo, he de mencionar que en Sevilla se pueden admirar varias de sus obras en los siguientes lugares: la catedral, el museo de Bellas Artes, la iglesia del Salvador, la de la Anunciación, el convento de Santa Clara y el de Santa Paula.


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domingo, 30 de marzo de 2025

JULIA MARGARET CAMERON

 

Hoy voy a narrar una historia sobre una mujer, que supo sobreponerse a las malas críticas de sus contemporáneos, logrando, por entonces, cierta fama y siendo aún más famosa ahora que cuando vivió.

Julia Margaret Pattle de l’Etang, que era ese su apellido de soltera, nació en 1815 en Calcuta. Cuando la India era una próspera colonia británica.

Su padre, al igual que toda su familia, trabajaban en la famosa Compañía Británica de las Indias Orientales.

Por el contrario, su familia materna era de origen francés. Su abuela materna era una noble francesa, hija de un antiguo oficial de la guardia real de Luis XVI.

Julia tuvo 9 hermanos, siendo ella la cuarta por orden de nacimiento. Desgraciadamente, tres de ellos murieron durante la infancia. Las supervivientes eran todas niñas. Es sabido que, en aquella época, había mucha mortandad infantil.

Las siete hermanas fueron enviadas a vivir con su abuela en Francia. Allí se formaron y Julia residió hasta 1834 en aquel país. Decían que no era la más bella de las hermanas, pero sí la más inteligente.

Posteriormente, regresó a la India, donde seguían residiendo sus padres. Se supone que enfermó y, como solían hacer muchos británicos, se trasladó a la colonia británica de Sudáfrica para recuperarse.

Allí conoció a gente muy interesante, como el astrónomo Sir John Herschel. También conoció a un reputado jurista, llamado Charles Hay Cameron, que había conseguido muchas reformas legales y educativas en la India y también se hallaba convaleciente. Cameron llegó a ser miembro del Consejo Supremo de la India.

Aunque Cameron tenía 20 años más que ella, decidieron casarse en 1838, siendo Herschel su padrino de bodas.

El matrimonio tuvo 5 hijos, pero no se contentaron con eso, sino que criaron a otros 5, que eran hijos de familiares suyos y se habían quedado huérfanos y también a una niña irlandesa, que habían encontrado mendigando por la calle.

Julia y su extensa familia estuvieron residiendo en la India, donde ella se dedicó a organizar todo tipo de reuniones sociales.

En 1845, decidieron trasladarse al Reino Unido. Julia solía visitar un salón literario, organizado por una de sus hermanas. Allí conoció a la mayoría de los intelectuales del momento.

En 1848, su marido se jubiló de su trabajo como funcionario y decidió invertir en plantaciones de caucho en la antigua Ceilán, hoy Sri Lanka.

Parece ser que Julia, que era muy amante del arte, mostró interés por la fotografía. Pero no fue hasta 1863, cuando ya tenía 48 años, el momento en el que se decidió a realizar fotos.

Según dicen, una de sus hijas le regaló por Navidad una de aquellas cámaras antiguas, para que se entretuviera, ya que su esposo había viajado a Ceilán para inspeccionar el estado de sus plantaciones.

Por lo visto, limpió un gallinero y lo utilizó como estudio y la carbonera como cuarto oscuro. Parece ser que fue completamente autodidacta, hasta que consiguió realizar su primera fotografía.

Hay que decir que vivían en la isla de Wight, que está situada al sur de Gran Bretaña. Compraron una mansión, en un pueblo isleño, llamado Freshwater, a la que llamaron Dimbola Lodge, que era el nombre de una de sus plantaciones en Ceilán.

Era una isla a la que solían acudir muchos intelectuales e, incluso, en algunas ocasiones, pasaban sus vacaciones los miembros de la familia real británica.

Así que por Dimbola Lodge solían pasar muchos intelectuales, como Charles Darwin, Thomas Carlyle, Dante Gabriel Rossetti, etc.

Volviendo a nuestro personaje, a finales de enero de 1864, realizó una fotografía bastante buena de una hija de un vecino y amigo.

Por lo visto, Julia se puso eufórica y hasta imprimió y enmarcó la foto, para regalársela al padre de la niña.

A partir de entonces, realizó cientos de fotos, que mostró en diversas exposiciones y fue admitida en la Sociedad Fotográfica de Londres.

Parece ser que le fue bastante bien y se dedicó a vender muchas de sus fotos. Eso le vino muy bien a la familia, porque su marido no tenía una pensión muy alta y sus plantaciones en Ceilán tampoco le reportaban muchos ingresos.

Por lo visto, no se limitó a acudir con sus fotos a exposiciones en Gran Bretaña, sino que también expuso en otros sitios, como Dublín, Viena y Berlín.

En 1865, el Museo Victoria y Alberto, le compró varias decenas de fotografía y le cedió una de sus estancias para que la utilizara como estudio de fotografía. Éste fue el primer museo del mundo que decidió exponer fotografías, otorgándoles la categoría de obras de arte.

De esa forma, consiguió fotografiar a personajes muy famosos. Gracias a ella, conocemos el aspecto que tenían.

También allí fue donde realizó una fotografía a la que tituló “El beso de la paz”, a la que consideró su obra maestra.

En 1873, se trasladaron a Ceilán, debido a la mala salud de su marido, que ya era muy anciano para aquella época.

Desgraciadamente, a partir de entonces, ya realizó menos fotografías. Posiblemente, por la falta de disponibilidad de materiales para realizar su labor y por la dificultad de trabajar con el colodión, debido al calor reinante en esa isla.

En 1875, tras haber viajado al Reino Unido, regresó ya enferma a Ceilán. Posiblemente, padecía una neumonía.

Parece ser que mejoró con el clima de Ceilán, pero, desgraciadamente, en 1879, recayó, falleciendo en esa isla. Su marido falleció un año después que ella.

Realmente, Julia, no fue la pionera en la fotografía británica. Ese puesto hay que otorgarlo a la botánica Anna Atkins. Aunque también hay quien afirma que la pionera fue Constance Fox Talbot. Pero eso se podría decir que es una discusión bizantina.

En 1842, el mencionado Sir John Herschel, que, además de astrónomo, también era químico, inventó el procedimiento de la cianotipia y Anna lo utilizó para fotografiar especies vegetales. Publicando varios álbumes con sus fotos, que apenas se conservan.

Parece ser que la reina Victoria también era aficionada ver fotografías. Así que dio su aprobación para que las mujeres se dedicaran profesionalmente a ello.

Ese fue el comienzo para que otras mujeres como Clementina Hawarden, Julia Margaret Cameron o lady Berkeley se dedicaran a ello. Lógicamente, estas mujeres solían pertenecer a la alta sociedad, porque, tanto las cámaras como los compuestos para realizar las fotos, eran cosas bastante caras.

Según dicen los expertos, Julia ya había tenido contacto con la fotografía, varios años antes de que le regalasen esa cámara. Parece ser que había ayudado a revelar fotos. Algo bastante complejo en aquella época.

Así que no es de extrañar que tuviera tanta práctica con la difícil técnica del colodión húmedo.

Parece ser que siempre consideró a Herschel como su primer maestro en la técnica de la fotografía, el cual le fue dando instrucciones hasta que consiguió su primer éxito.

No obstante, el arte de Julia siempre obtuvo malas críticas, porque no se sometía a los cánones imperantes en aquel momento. Decían que sus fotos estaban desenfocadas y que estaban llenas de manchas. Lo cierto es que no es que fueran fallos, sino que lo hacía adrede, para tener un estilo propio.

Se podría decir que estaba muy influenciada por las obras de Rafael, muy en boga entonces por los prerrafaelitas, y por la iconografía cristiana.

A pesar de esas duras críticas, consiguió que sus fotos fueran exhibidas en la Exposición Universal de 1870, celebrada en Londres, donde fueron admiradas por la gran belleza de sus composiciones. Ella siempre dio prioridad a la estética sobre la técnica para hacer sus fotos.

Parece ser que una de sus mayores propagandistas fue la famosa escritora Virginia Woolf, que era sobrina nieta suya.

Otra de sus modelos favoritas fue Alice Liddell. Es posible que a muchos no les diga nada este nombre, hasta que mencione que fue la niña en la que se inspiró Lewis Carroll para escribir “Alicia en el país de las maravillas”. Otra persona con una biografía interesante. Carroll también fue un fotógrafo aficionado.

En muchas de sus fotos podemos ver a su prima, Julia Stephen, madre de la famosa escritora Virginia Woolf.

También es llamativo que no se dedicara a fotografiar paisajes o monumentos, como solían hacer sus colegas. En cambio, ella siempre fotografiaba personas, intentando mostrar la personalidad del retratado. Tampoco suele realizar retratos de cuerpo entero, sino primeros planos.

A la vista de las opiniones de sus críticos, se podría pensar que era un poco descuidada. Por el contrario, todos lo que la conocían solían decir que era una perfeccionista y que se tomaba su tiempo, antes de realizar una foto. Buscaba la luz y el enfoque más adecuados. Incluso, esperaba el tiempo que hiciera falta, hasta encontrar el estado de ánimo que quería captar en sus modelos. Igual, sería por eso que algunos salen en las fotos con caras de aburrimiento.

Ciertamente, ella no veía a la fotografía como una simple técnica, sino como un medio para realizar obras de arte. Por eso mismo, se le agrupa dentro de un movimiento denominado pictorialismo, en el que los autores de las fotos dan prioridad a la composición, como si se tratase de una pintura.

Ese tipo de fotografías se volvieron a poner de moda a partir de la década de 1940. Por eso mismo, ahora se ha recuperado su estilo y es más famosa que antes. Es una forma de crear una complicidad entre el fotógrafo y el que está observando sus fotos.

Como decía Jonathan Keats: “La fotografía comienza cuando la cámara revela aquello que de otro modo no podría ser visto”.

Ian Jeffrey dijo de ella: “En las fotos de Cameron hay mucho más de lo que se ve a simple vista”.

También es muy admirada por las feministas, porque una buena parte de sus retratos corresponden a mujeres. Algo llamativo en una época en la que no tenían el mismo papel que tienen ahora.

Para terminar, hay que decir que Julia Margaret Cameron fue una mujer admirable que, gracias a su testarudez, consiguió reinventarse a sí misma, y lograr el éxito, cuando ya había cumplido 48 años. En una época en la que muchos de sus contemporáneos la podrían haber considerado casi una anciana, porque la esperanza de vida era mucho menor que la actual.


 

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miércoles, 26 de marzo de 2025

EL MUNDO DE JULIO VERNE

 

Reconozco que no pensaba escribir sobre este tema. Sin embargo, me he enterado de que hoy, 24/03/2025, es el 120 aniversario de la muerte del gran escritor Julio Verne y me ha apetecido escribir sobre él.

Supongo que todo el mundo sabrá que Julio Verne nació en 1828 en Nantes, una localidad portuaria, situada al oeste de Francia.

Se puede decir que nació en el seno de una familia acomodada. Su padre era un importante abogado de esa zona, mientras que su madre procedía de una familia de armadores.

Julio era el mayor de los 5 hermanos. Tenía un hermano y tres hermanas. Curiosamente, su hermano, aparte de ser marino, también se dedicó a la literatura.

Nuestro personaje estuvo interno en un colegio religioso y es posible que ese fuera el motivo por el que nunca le tuviera mucho aprecio a la Iglesia.

Se cuenta que, a los 11 años, quiso embarcarse como cocinero en un velero, pero su padre llegó a tiempo para rescatarlo y llevárselo a casa.

Al terminar sus estudios de Secundaria, su padre lo envía a París para estudiar en la Facultad de Derecho. Parece ser que su padre quería que Julio heredase su despacho de abogado.

Allí le pilló la famosa revolución de 1848. Algo que dejó muy preocupados a sus padres, pero que a él no pareció preocuparle lo más mínimo.

Un tío suyo lo introdujo en los salones literarios y ahí llegó a conocer a grandes figuras del momento. Así que ahí empezó a escribir obras de teatro, aunque la mayoría de ellas nunca fueron representadas. Parece ser que quien le influyó más fue Víctor Hugo.

Por lo visto, tampoco le gustaban mucho los militares y tuvo la suerte de no tener que hacer el servicio militar, porque se libró en el sorteo.

Verne nunca gozó de una buena salud. Parece ser que siempre padeció dolores de estómago, quizás causados por su bulimia y, en ciertas ocasiones, padeció parálisis facial. Algunos expertos dicen que eso podría haber sido debido a la inflamación de una parte del oído, aunque él siempre temió que eso podría ser un problema nervioso, que le podría llevar a la locura.

En 1850 se hizo muy amigo de Alejandro Dumas hijo, el cual le puso en contacto con el empresario de un teatro, que le ofreció un trabajo como secretario y además le permitió representar algunas de sus obras. Incluso, escribió varias operetas, que entonces estaban muy de moda.

Al año siguiente, le presentaron al geógrafo Jacques Arago, famoso por sus viajes alrededor del mundo, del que aprendió mucho sobre las costumbres de otros países.

No obstante, Verne iba publicando sus cuentos en un semanario especializado en un público infantil y juvenil. Eso hizo que escribiera a su padre, rechazando su invitación para trabajar con él en su despacho, porque consideraba que no sería un buen abogado.

En 1856, un amigo llamado Auguste Lelarge le invita a su boda, que se iba a celebrar en Amiens. Julio conoce allí a una hermana de la novia. Una joven que, con sólo 26 años, se había quedado viuda y con dos hijas muy pequeñas. Su marido había sido empleado en una notaría en Amiens y había muerto a causa de una neumonía.

Así que se enamoraron y se casaron en 1857 en París. Parece ser que a sus padres no les gustó ese matrimonio, porque no asistieron a su boda. No sé si sería porque la viuda hacía menos de un año que había enviudado y entonces solían esperar un año, antes de volver a casarse.

Realmente, no sólo era por guardar el luto, sino que así lo exigía el Código Civil, como también ocurría en España. La razón era que, si la viuda quedaba embarazada, así se podía saber si el hijo era del difunto o del nuevo marido. Sobre todo, a efectos de herencias.

Como todavía no tenía una economía muy saneada, se le ocurrió trabajar como corredor de Bolsa. Como para poder ejercer como tal se exigía una buena fianza, se la pidió a su padre y a éste no le quedó más remedio que darle ese dinero.

Curiosamente, una hermana de Lelarge estaba casada con un primo de Verne, llamado Henri Garcet. Éste fue un gran matemático y también quien asesoró a Verne, cuando escribió su famosa obra De la Tierra a la Luna.

En 1861 nació Michel, su único hijo, que le provocó muchas preocupaciones a su padre.

Ese mismo año, se produjo un cambio muy sustancial en la vida de Verne. Su amigo, el escritor francés Alfred de Bréhat, le presentó al editor Pierre-Jules Hetzel, que aprovechó las grandes dotes de Verne para llevarlo a la fama.

Por lo visto, le sugirió que le diera un carácter más científico a sus novelas para popularizar la Ciencia y eso hizo. Así surgió Cinco semanas en globo. Una novela que tuvo un gran éxito, no sólo en Francia, sino a nivel internacional.

Se ve que Hetzel vio que Verne le podría proporcionar unos buenos ingresos e hizo que firmara un contrato por el que se comprometía a escribir dos novelas al año, que luego amplió a tres.

Esa es la razón por la que se han publicado tantas obras de Verne, aunque Hetzel no quiso publicar todas las que le llevó y luego se han publicado ya en el siglo XX. Por ejemplo, la novela titulada Paris en el siglo XX fue despreciada por Hetzel, al considerar que no estaba basada en conocimientos científicos. Sin embargo, en esa novela ya vienen reflejados muchos avances de los que ahora disfrutamos.

A partir de entonces, empieza a irle muy bien. Sus ingresos van aumentando y eso le permite mudarse a otra vivienda más amplia, alquilar casas en la playa y hasta comprar un pequeño barco de pesca, que lo convirtió en un yate de recreo.

Curiosamente, a lo largo de su vida, tuvo varios barcos, pero a todos los llamó Saint Michel.

Se ha dicho que Verne casi no viajaba, pero eso no es cierto. Lo hizo tanto en esos barcos propios como en grandes barcos de pasajeros y visitó varios países, como USA.

En 1871, su mujer le convenció para que se mudaran a su ciudad natal, Amiens. Una localidad situada al norte de Francia. No muy lejos de la frontera con Bélgica.

Allí solía visitar la biblioteca de la Sociedad Industrial para leer su gran colección de revistas científicas. Fue donde escribió La vuelta al mundo en 80 días.

Parece ser que se adaptó pronto a la vida en esa ciudad. Fue nombrado miembro de la Academia de Ciencias, Letras y Artes de Amiens y luego su director.

También se presentó a las elecciones para concejal y fue elegido en varias ocasiones para ese cargo.

Sin embargo, intentó, en tres ocasiones, ingresar en la prestigiosa Academia Francesa, pero no lo logró y esa fue una de las cosas que más le pesaron. Parece ser que muchos de sus contemporáneos sólo le consideraban un escritor de novelas para jóvenes y no para adultos.

Según algunos autores, Michel era un adolescente que le gustaba moverse por los bajos fondos, gastar mucho dinero, emborracharse y meterse en peleas. Así que eso le llevó a pedir que lo ingresaran durante 6 meses en un reformatorio para alejarlo de las malas compañías.

En 1886, sobre las 17.00, cuando Julio Verne regresaba de su habitual paseo vespertino y estaba abriendo la cancela de su casa, oyó, a su espalda, la voz de su sobrino Gaston, hijo de su hermano Paul, con el que tenía una buena amistad.

Al darse la vuelta, vio que éste le apuntaba con una pistola calibre 9 mm y le disparó dos veces.

Uno de los tiros dio en el marco de la puerta, pero el otro fue a parar al pie izquierdo de nuestro personaje. Gaston fue detenido y recluido en un manicomio durante toda su vida.

La herida no parecía importante, aunque hay que decir que Verne padecía diabetes. Lo cierto es que nunca le pudieron extraer la bala y eso le dejó cojo para toda su vida. Incluso, su lenta recuperación le impidió acudir al funeral de su madre, que murió a principios de 1887.

Parece ser que siempre fue un patriota. Así que, cuando se suscitó el Caso Dreyfuss, fue de los que tomaron partido por defender el buen nombre de Francia y no por defender los derechos del pobre capitán Dreyfuss. Por el contrario, su hijo Michel fue un ferviente defensor de Dreyfuss.

Normalmente, las obras de Verne solían publicarse, como un folletín, en periódicos y revistas. Posteriormente, Hetzel las editaba en libros en diferentes formatos, según su precio.

Parece ser que el mismo Hetzel le propuso que firmase, como suyas, algunas obras escritas por André Laurie, cuyo verdadero nombre era Jean François Paschal Grousset, ya que Napoleón III había prohibido que se publicaran sus obras. Verne accedió, pero corrigiendo algunas de esas obras.

Desgraciadamente, la diabetes le va afectando gravemente la vista. Tanto que, en 1900, casi no ve nada con el ojo derecho.

Finalmente, en 1905, sufre otro ataque severo, debido a su diabetes y eso le lleva a la muerte en su casa de Amiens.

Vergonzosamente, aunque acudieron miles de personas a su entierro y también asistieron delegados de varios países, el Gobierno de Francia no envió a nadie para que le representara en ese acto.

Curiosamente, cuando Michel creció se llevó mejor con su padre y le ayudaba a escribir. Eso hizo que, tras la muerte de Julio, Michel rematara algunas de las novelas que había dejado inconclusas e, incluso, escribió una, que se publicó bajo la falsa autoría de Julio Verne.

No hará falta decir que se han rodado muchas películas inspiradas en sus famosas novelas. Le han dedicado calles, plazas, monedas, sellos de correos, etc.

Sin embargo, se ha discutido mucho sobre la forma en la que está representado en su tumba. Hay quien dice que puede ser porque muchos vieron la injusticia que le habían hecho y, cuando reconocieran sus muchos méritos, podría aparecer más vivo que nunca.

Parece ser que sus fuentes principales eran las revistas científicas y, cuando tenía dudas, preguntaba a su primo, ya mencionado, o a su hermano Paul. También a otros científicos menos conocidos hoy en día.

Desgraciadamente, muchos críticos lo vieron como a un escritor muy popular, pero de segunda categoría. Quizás, fue ese el motivo por el que nunca pudo ingresar en la Academia Francesa.

 

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lunes, 24 de marzo de 2025

ALEJANDRO GÓMEZ SPENCER, UN PILOTO EXTRAORDINARIO

 

Hoy voy a narrar la historia de otro de esos personajes, que han quedado, injustamente, casi sepultados por la Historia.

Alejandro Gómez Spencer nació en Almería en 1896. Nació en el seno de una familia acomodada. Su padre, Bernabé Gómez Iribarne (en algunos sitios figura como Bernardo) era ingeniero de minas y llegó a ser jefe provincial de minas de Almería.

Su madre fue María Spencer Babell. Curiosamente, su padre, primero contrajo matrimonio con Elena Spencer, hermana mayor de María, y luego con ésta, cuando enviudó de la primera.

Por ello, Bernabé tuvo dos hijos en cada uno de sus dos matrimonios. Como es de suponer, Alejandro fue fruto del segundo matrimonio. Desgraciadamente, su padre murió cuando él sólo tenía 12 años

Quizás alguno se estará preguntando cómo es que tenían este apellido británico. Parece ser que un antepasado suyo, llamado José Duffel Spencer, nacido en 1786 en Leicester (Reino Unido), emigró hacia España y en 1825 fue nombrado cónsul de USA en Almería, la ciudad donde residía.

Parece ser que se asoció con otro empresario, llamado Fernando Roda, para crear la firma Spencer-Roda, dedicados a actividades tan diversas como el almacenaje del cargamento de los barcos y la Banca.

Por lo visto, Alejandro siempre quiso ser militar de Caballería, igual que su hermano mayor Gustavo. Éste no sólo fue un oficial de Caballería, sino que también fue un consumado jinete en los concursos hípicos. Incluso, llegó a participar, durante la guerra de África, en la famosa batalla de Taxdirt, donde obtuvo la corbata de la Orden de San Fernando.

Desgraciadamente, en 1917, cuando participaba en un concurso de saltos en Burgos, su yegua se asustó, al ver una culebra por la pista y lo tiró al suelo, cayendo encima de él. Gustavo murió en el acto.

Alejandro tomó el relevo, ingresando en 1911 en la Academia de Caballería, sita en Valladolid.

Tres años más tarde, fue destinado al regimiento de Dragones de Santiago de guarnición en Barcelona.

A partir de entonces, su vida transcurrió como la de cualquier otro militar de la época, pasando por varios destinos en la península.

En 1917 fue destinado a un regimiento con sede en Larache, con el que participó en varias operaciones de la guerra de África. Posteriormente, fue destinado a la Policía Indígena en Ceuta y luego regresó a la Península para hacer el curso de profesor de hípica.

Sin embargo, su suerte cambió en 1920. Ese año, el general Francisco Echagüe, procedente del arma de Ingenieros, que había sido ayudante de Alfonso XIII, fue nombrado director de la Aeronáutica militar, que entonces dependía del arma de Ingenieros.

No se si sería por su relación tan cercana con el rey, lo cierto es que consiguió que se le diera una mayor importancia a la aviación militar y logró que el Gobierno comprara bastantes aviones y ampliara la plantilla para apoyar a las tropas que luchaban en África

Con el fin de tripular esos aviones convocó nada menos que 100 plazas para realizar el curso de aspirantes a pilotos en la base aérea de Getafe.

Alejandro se apuntó a ese curso y logró una de esas plazas. Parece ser que, aunque tuvo algún accidente, se le dio muy bien. Incluso, llegó a batir la marca nacional de altura, al superar los 7.000 m sobre la base de Getafe. También fue un gran experto en acrobacia aérea. Allí se hizo muy amigo de Hidalgo de Cisneros, que llegó a ser el jefe de la Aviación republicana.

En 1922 fue trasladado a la base murciana de Los Alcázares para realizar el curso de tiro y bombardeo aéreo. También realizó el primer curso que se hizo en España para pilotos de caza. Incluso, fue enviado a Francia y al Reino Unido para conocer las nuevas tendencias en la aviación militar.

En 1923 colaboró con Juan de la Cierva en las pruebas de vuelo del autogiro modelo C4, consiguiendo que esta aeronave fuera homologada internacionalmente. Fue el primer piloto que navegó en una aeronave de ala rotatoria.

En 1924 volvió a la guerra de África. En una de las misiones, su observador fue herido de gravedad y, a pesar de ser evacuado muy rápidamente, falleció poco después de haber aterrizado.

En 1926 ascendió a comandante y fue destinado como jefe de grupo a la base madrileña de Cuatro Vientos.

Recibió varias condecoraciones. Incluso, la medalla de la Legión de Honor, otorgada por la República Francesa, que le sería muy útil en el futuro.

No obstante, en 1928, solicitó pasar a la reserva, porque había sido contratado, como piloto de pruebas, por la firma española CASA. También se dedicó a promocionar la aviación entre el público en general.

Incluso, se presentó voluntario para probar algunos de los aviones con los que se realizaron aquellas famosas gestas, como la de Ramón Franco. En esta labor obtuvo la ayuda de su amigo, el comandante Eduardo González Gallarza.

Parece ser que, en uno de esos vuelos como piloto de pruebas, a los mandos de una avioneta CASA III, que utilizaban para realizar acrobacias, ésta tuvo una avería y empezó a caer en barrena. Así que no le quedó más remedio que saltar en paracaídas, cayendo junto a un campo de fútbol, en Getafe.

Por esa razón,  pronto pasó a formar parte del llamado Caterpillar Club. Un grupo fundado por un fabricante canadiense de paracaídas, el cual entregaba a los pilotos, que hubieran salvado su vida con uno de estos elementos, un pin con forma de gusano de seda y un certificado de pertenencia al club, porque los paracaídas eran de seda.

Tampoco participó en la intentona golpista de 1930, en la que estuvo implicado Ramón Franco. Estos fracasaron y huyeron a Portugal. En 1931, cuando se proclamó la II República, fueron readmitidos en el Ejército.

En aquella época, conoció a una joven italiana, que estudiaba periodismo y pintura en España, cuyo nombre era Emma Barzini Besavento, con la que se casó en Milán en 1931. No tuvieron hijos. Actuaron como testigos del novio los pilotos Julio Ruiz de Alda e Ignacio Ansaldo. Seguro que a todos nos suenan esos nombres.

A finales de 1931 regresó a la vida militar, siendo destinado a un puesto meramente burocrático.

Dos años más tarde, ganó por oposición la plaza de jefe de estudios del Arma de la Aviación y fue destinado como jefe de la Escuela de Observación en la base de Cuatro Vientos.

Allí fue donde le sorprendió el intento de golpe de Estado del 18/07/1936. Así que, obedeciendo las órdenes del Alto Mando, permanecieron varios días acuartelados.

Posteriormente, fue enviado a la base aérea de Alcalá de Henares (Madrid), donde logró que no se sublevara la guarnición. Dado que el jefe de esa base, el comandante Rafael Gómez Jordana, era afecto al bando nacional.

No obstante, Alejandro fue arrestado y enviado a la prisión de San Antón. Parece ser que a los milicianos no se les había pasado por alto que su suegro era Luigi Barzini. Un senador italiano, que también fue director del famoso periódico Il Corriere de la Sera y además muy amigo de Mussolini. Incluso, como tenía mucha experiencia como corresponsal de guerra, fue a seguir ese conflicto desde el bando nacional.

No obstante, como no tenían nada contra Alejandro, y también gracias a las buenas gestiones de su amigo, el coronel Pastor, subsecretario de Aeronáutica, lo pusieron muy pronto en libertad.

Aunque nuestro personaje siempre fue un gran piloto, supongo que se vería afectado por la desconfianza del Gobierno republicano hacia sus militares. Por eso, permaneció casi toda la guerra como profesor en la Escuela de vuelo de La Ribera (Murcia) y no participó en ninguna acción bélica.

No obstante, tanto él como su esposa fueron detenidos otra vez en noviembre de 1937 e ingresados en la cárcel de Murcia. Posteriormente, trasladaron a Alejandro a la cárcel de Barcelona.

No sé si él tendría amistad con Indalecio Prieto, que era el ministro de Defensa. Lo cierto es que éste dio la orden de que los pusieran en libertad.

En enero de 1938 fue nombrado jefe del servicio de combustible para las aeronaves, aunque también hay quien dice que fue nombrado director general de armamento.

Desgraciadamente, tuvo que exiliarse, como tantos otros, cuando se enteró de la caída de Cataluña en manos de las tropas nacionales.

Como todos sabemos, allí no fueron acogidos con los brazos abiertos. Por el contrario, fueron encerrados, como si fueran enemigos, en varios campos de concentración.

Curiosamente, logró salir de allí gracias a que le habían condecorado con la Legión de Honor. Algo que respetan mucho en Francia.

Posteriormente, estuvo ganándose la vida con la cría de aves de corral, hasta el comienzo de la II Guerra Mundial.

Cuando se produjo la invasión de Francia, huyó a Tánger, donde residía su hermana Elena, que era médico, y donde fue detenido por las tropas españolas, cuando invadieron esa ciudad en 1940.

Fue trasladado a la Península, juzgado y condenado a 30 años de cárcel. Pasó por varias cárceles de la zona de Levante, hasta que, en 1944, fue indultado.

Fijó su residencia en Madrid, donde vivió hasta su muerte, acaecida en 1984, en el antiguo Hospital del Aire. Allí estuvo siendo atendido gracias a las gestiones de su amigo, González Gallarza. Hasta 1978 no recuperó su empleo de coronel del Ejército del Aire.

Para terminar, me gustaría mencionar que el Gobierno republicano no quiso aprovechar a uno de los mejores pilotos de España. El cual les podría haber dado muchas victorias aéreas.

También es posible que no le quisieran entregar un avión de combate, porque igual temían que se podría haber pasado con él al bando nacional y entonces sí que habrían tenido un problema muy grave.

 

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domingo, 16 de febrero de 2025

LOS PIRATAS DE HORNACHOS

 

Todos sabemos que los moriscos fueron expulsados de los dominios hispánicos en 1609, por una orden de Felipe III.

Hoy voy a contar la epopeya de un grupo de ellos, que salieron de un pueblo de Badajoz, llamado Hornachos, el cual todavía existe con ese nombre, y que fueron a parar a África.

Esta historia merece ser contada debidamente. Así que me voy a remontar al final de la Reconquista.

Como es sabido, tras la reconquista de Granada, muchos moros se fueron de España, sin embargo, la mayoría se quedaron. Eran los llamados mudéjares y, en principio, les dejaron seguir con su religión y sus costumbres.

Por el contrario, en 1502, todavía durante el final del reinado de Isabel la Católica, se publicó un decreto por el que se les daba a elegir entre ser desterrados o bautizados. Lógicamente, como la mayoría de ellos no tenía a dónde ir, optaron por ser bautizados, aunque siguieron practicando su religión en secreto.

A partir de entonces, estuvieron bajo la vigilancia de los inquisidores, porque ya eran cristianos, pero eran llamados moriscos.

Parece ser que no todos estuvieron conformes con ser bautizados y los que vivían en localidades costeras de Granada, Murcia o Valencia, aprovecharon los frecuentes ataques de los piratas berberiscos para huir en sus barcos hacia el norte de África.

No olvidemos que muchos de ellos funcionaron como una Quinta Columna y se dedicaban a informar a los piratas berberiscos sobre dónde y cuándo debían atacar las costas españolas.

Por algún motivo que desconozco, en Extremadura había varios pueblos con una clara mayoría de moriscos. Estos eran Hornachos, Cañamero y Almoharín. Así que a las autoridades de Castilla no se les ocurrió otra cosa que enviar varias familias cristianas para que se asentaran en esos pueblos y hacer más fácil la integración de los moriscos en la sociedad cristiana. Sencillamente, fue un completo fracaso.

Parece ser que, en 1526, se produjo una pequeña sublevación de los moriscos de Hornachos, los cuales se atrincheraron en el castillo de esa localidad, hasta que pactaron su salida.

Las autoridades castellanas volvieron a enviar familias cristianas, pero sólo eran un 10% del total de habitantes de Hornachos. Así que los moriscos siguieron a su aire, practicando su religión y sus costumbres, sin demasiadas molestias. Hay que decir que, incluso, todos los cargos municipales estaban ocupados por moriscos.

Incluso, construyeron la iglesia parroquial, pero se vio que los moriscos no solían ir a misa. En cambio, solían celebrar el Ramadán.

Todo cambió el 09/12/1609, fecha en la que se publicó un decreto de Felipe III, donde ordenaba la expulsión de todos los moriscos de sus reinos.

Esta vez no tuvieron miramientos. Se expulsó a todos, aunque demostraran su fe cristiana. Expulsaron nada menos que a 300.000 moriscos de todos los reinos españoles.

No obstante, unos días más tarde, se publicó otro decreto en el que se permitía que se quedasen los niños menores de 4 años con sus padres. Los menores de 6 años, hijos de cristiano viejo y morisca. No obstante, si el padre fuera morisco y la madre cristiana vieja, se podría quedar ella, pero no él.

La orden de expulsión de los moriscos de Hornachos estaba fechada el 16/01/1610. Así que la mayoría de ellos se deshizo como pudo de sus tierras y eso les sirvió para poder pagarse el viaje hacia el norte de África.

Unos 3.000 de ellos embarcaron en Sevilla rumbo a Ceuta y de allí a Tetuán. Curiosamente, no fueron muy bien recibidos, aunque esa fuera una ciudad musulmana.

Ciertamente, no todos, pero la mayoría sabía hablar árabe, aunque solían hablar en castellano. Sin embargo, no vestían con chilabas, sino con pantalones. Sus mujeres no llevaban la cara tapada. Incluso, los hombres solían beber vino, lo cual escandalizó a los habitantes de esa zona.

Curiosamente, llegaron a producir la llamada literatura aljamiada. Ésta consistía en escribir documentos en español, pero con la caligrafía árabe.

Se dio una situación muy extraña. Los echaron de España por considerarlos musulmanes, mientras que en África los consideraban cristianos españoles.

Parece ser que algunos de ellos se quejaron de haber sufrido una injusticia, porque dijeron ser cristianos y eso les supuso ser asesinados por los moros de África.

Por lo visto, no fueron bien acogidos en ningún sitio. Así que el sultán les cedió una especie de aldea, llamada Salé, que estaba casi arruinada, la cual poseía un castillo, que había sido construido por los almohades y se hallaba situada a la izquierda de la desembocadura del río Bu Regreg. A la derecha de la misma, se halla la actual Rabat, capital de Marruecos.

Llegados a este punto, supongo que más de uno se estará preguntando cómo fue posible que unos moriscos de una localidad de tierra adentro y que nunca habían visto el mar, se convirtieran en unos afamados piratas.

Parece ser que, en aquella época, merodeaban por esas costas del Atlántico una serie de barcos piratas, tripulados por unos holandeses, que se habían convertido al Islam. Como España se había apoderado de los principales puertos de esa zona, no les quedó más remedio que atracar en el puerto de Salé.

Así que algunos de esos moriscos se fueron enrolando en los barcos piratas y así aprendieron el oficio.

Les fue tan bien que en 1626 se declararon independientes del caíd de la zona y proclamaron la república de Salé, gobernada por un consejo compuesto por 16 personas, elegidas entre todos los moriscos de esa ciudad. Así dejaron de pagar sus impuestos al sultán, que les había cedido esa ciudad.

Los piratas de Hornachos empezaron a ser muy temidos, porque solían atacar las naves españolas y portuguesas, que bordeaban las costas de África y de Canarias.

Incluso, llegaron a ser corsarios. O sea, a atacar las naves enemigas de otros países. Concretamente, practicaron el corso a favor de Francia y de los turcos. Hay que decir que llegaron a poseer nada menos que 40 barcos. Unos habían sido capturados, mientras que otros fueron construidos en sus propios astilleros.

Por otro lado, aumentaron sus ganancias atacando puertos europeos, como los de Irlanda, aunque algunos dicen que llegaron hasta Islandia, donde capturaban prisioneros para venderlos en África como esclavos.

También hacían negocio con el cobro de los rescates. Por lo visto, llegaron a tener miles de prisioneros esperando su rescate. Los cuales solían ser acordados por monjes mercedarios.

Incluso, en 1625, un representante del Gobierno inglés fue a visitarles para proponerles realizar un ataque conjunto al puerto de Cádiz. Los moriscos estuvieron de acuerdo, pero éste no se llevó a cabo por incomparecencia de los ingleses.

Parece ser que uno de esos holandeses fue Jan Janszoon, que, tras convertirse al Islam, pasó a ser llamado Murat Reis el joven. Éste casó con una morisca procedente de Cartagena, con la que tuvo un hijo, llamado Anthony Janszoon van Salee.

Por lo visto, Janszoon se casó o tuvo relaciones con esta morisca, antes de que los expulsaran de España, pues Anthony nació en Cartagena en 1607.

Lo cierto es que esta familia amasó una gran fortuna mediante la piratería. Así que Anthony se trasladó a Ámsterdam, donde, en 1629, se casó con una mujer alemana, llamada Grietse Reyniers.

Unos meses después, ambos se embarcaron hacia las colonias holandesas en América, llegando a Nueva Ámsterdam, lo que ahora se llama Nueva York, pasando a ser colonos de la Compañía Holandesa de las Indias Occidentales. Allí adquirió una granja en lo que hoy es Manhattan. Parece ser que tuvo algunos problemas con los vecinos y ello le obligó a mudarse a Long Island, aunque luego regresó a Manhattan.

Gracias a la fortuna acumulada por su familia, llegó a ser uno de los mayores terratenientes de esa colonia holandesa y sus 4 hijas emparentaron con familias con algunos apellidos importantes, que, hoy en día, nos siguen siendo muy familiares.

Volviendo a los piratas de Hornachos, hay que decir que se comportaron como una élite muy selecta y rica dentro de Salé y no permitieron que otros participaran en el gobierno de esa pequeña república. Eso dio lugar a algunas revueltas, por parte de los andalusíes, que vivían en esa misma localidad.

Esa tensión social fue aprovechada por algunos de sus enemigos. Por ejemplo, en 1636, la Armada inglesa bombardeó la ciudad y 4 años más tarde, los bereberes la invadieron, aunque les dejaron seguir practicando la piratería.

No obstante, su final llegó en 1668, cuando el sultán de Marruecos invadió la ciudad y la incorporó a su reino.

Incluso, el famoso terremoto de Lisboa, ocurrido en 1755, al que dediqué otro de mis artículos, provocó un cambio en la desembocadura de ese río y modificó la costa.

Curiosamente, se sabe que, en 1631, los piratas de Hornachos escribieron algunas cartas al duque de Medina Sidonia, capitán general de la Armada, para que abogase a su favor ante Felipe IV.

Querían regresar a su pueblo y retornar con algunos familiares que dejaron en él. Incluso, le decían que le entregarían toda su fortuna y sus naves, si les dejaban regresar. Sin embargo, el rey no se fió de ellos y nunca volvieron.

Tras la caída de Salé, muchos se trasladaron a otras ciudades como Fez, Marrakech, etc. Incluso, algunos conservaron sus apellidos y otros los modificaron como Sebatta, en lugar de Zapata, o Bargach, en lugar de Vargas.

Hoy en día, existen muchos marroquíes con esos apellidos, descendientes de aquellos moriscos españoles.

 

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