De vez en cuando, nos enteramos
de la muerte de algún periodista. Sobre todo, de esos reporteros que acuden a
cubrir algún conflicto bélico.
El nombre de nuestro personaje de
hoy no es el que figura en el título de este artículo, sino que ese era su
seudónimo.
Su nombre real fue Luis Higón
Rosell. Nació en 1898 en Valencia. Su padre era británico y su madre, española.
Desde muy joven se sintió atraído
por el periodismo, comenzado por realizar algunas colaboraciones en periódicos
de su ciudad.
Posteriormente, se trasladó a
probar fortuna en Barcelona, pero se ve que no le fue muy bien y no tardó mucho
en marcharse de allí.
En 1922, lo tenemos en Madrid,
donde empezó a escribir en el diario La Libertad. Allí conoció a grandes
personajes, como Manuel Machado, Eduardo Ortega y Gasset, Luis de Zulueta,
Pedro Barcia, etc.
Lo siguiente que se le ocurrió
fue fundar una agencia de prensa. Parece que tuvo bastante éxito, pues, muy
pronto, tuvo como clientes a varios periódicos regionales.
No sólo les suministraba
noticias, sino también artículos de opinión de firmas muy relevantes como
Unamuno, Ramón J. Sender, Eduardo Zamacois, etc.
En 1931, al llegar la II
República, le nombraron secretario personal del ministro de Industria, Félix
Gordón Ordás, miembro del Partido Republicano Radical, al que también estaba
afiliado Sirval.
Parece ser que también le enviaron a otros países, como Francia, Alemania o Italia para estudiar las formas de propaganda, que se utilizaban en esos diferentes regímenes políticos.
También fue subdirector de la
revista ¡Justicia! y miembro del Sindicato de periodistas de la UGT, en Madrid.
En octubre de 1934 tuvo lugar la
llamada Revolución de Asturias, que se produjo en casi toda España, pero que
sólo tuvo cierto éxito en esa región. Fue un golpe de Estado del PSOE y demás
partidos y sindicatos de izquierdas contra el Gobierno republicano.
Parece ser que las izquierdas
querían adueñarse de la II República y no querían consentir que llegaran al
poder los partidos de derechas.
Como he dicho otras veces, la II
República vino por el apoyo conjunto de los grupos republicanos y los de
izquierdas.
Así que se solaparon dos revoluciones
juntas. Una era la liberal burguesa, que tendría que haberse dado en el siglo
XIX en España. Tal y como se habían producido en otros países europeos. Por
otro lado, estaba la revolución proletaria, cuyo modelo estaba en la antigua
URSS.
Parece ser que Sirval no encontró
a nadie en su agencia de noticias, que pudiera ir unos días a cubrir las
informaciones sobre Asturias. Así que fue él.
El 21/10/1934 tomó en Madrid un
tren hacia Oviedo. La revolución ya había sido, prácticamente, derrotada, sólo
quedaban pequeños reductos que todavía resistían.
El Gobierno había declarado el
estado de guerra y el general Franco, que era el jefe del Estado Mayor Central,
no se conformó con enviar hacía allí tropas procedentes de
las provincias
limítrofes, sino que también envió tropas de la Legión y de Regulares.
Parece ser que hubo más que
discusiones entre el general López de Ochoa, al que se le había encomendado la
jefatura de todas las unidades, que participaban en esta operación, y el
teniente coronel Yagüe, jefe de las tropas venidas de África. El motivo era que
al primero no le gustaba nada la forma en que las tropas de África estaban
tratando a los prisioneros que habían sido capturados.
Oviedo, que era el bastión
principal de los rebeldes, fue ocupada el 13/10 por las tropas republicanas. A
partir de ese momento, la rebelión entró en declive y la represión ascendió
hasta límites insospechados.
Parece ser que lo que se encontró
es más propio de una película de terror. Oviedo era una ciudad destrozada por
los combates y también porque los mineros habían dinamitado la catedral y la
Universidad.
Había militares por todas partes.
También muchas viudas recientes vestidas de negro o mujeres, que buscaban a sus
maridos desaparecidos, tras su detención por los militares o la Policía.
Incluso, en los alrededores de la ciudad, se topó con muchos cadáveres.
Según parece, al Gobierno
republicano no le hizo ninguna gracia que llegaran esos periodistas, así que
dispuso que cada uno de ellos fuera vigilado por un agente de policía de
paisano.
Todo eso, a muchos periodistas,
les parecía contrario a los ideales por los que lucharon desde el advenimiento
de la II República.
cuenta de lo que estaba ocurriendo. Incluso, llegó a tomar fotos de cuerdas de presos y de los desastres que iba viendo, pero la censura no permitió que las publicara.
Sin embargo, consiguió enviar dos
reportajes. Uno se titulaba “Quince días de guerra bajo la enseña roja” y el
otro “Manelín el ferroviario”. Supongo que eso pondría en guardia contra él a
las autoridades militares.
Parece ser que consiguió hablar
con varios legionarios, los cuales le contaron que un teniente llamado Dimitri
Iván Ivanov había asesinado a sangre fría a una joven miliciana, llamada Aida
de la Fuente.
Lo cierto es que hay diferentes
versiones sobre este hecho. Unos dicen que Aida, que tenía 19 años, otros dicen
que sólo tenía 16, era una simple mensajera. En cambio, otros afirman que
disparó con una ametralladora, desde la fachada de la iglesia de San Pedro de
los Arcos, en Oviedo, contra las tropas de la Legión, causándoles muchas bajas.
Así que unos dicen que, cuando llegaron a su posición, la hallaron ya muerta, mientras que otros afirman que sólo estaba herida y que, cuando un legionario se acercó y le exigió que se rindiera, ella le iba a disparar, pero él le disparó antes.
Curiosamente, en sus ropas se podían observar los agujeros producidos por 16 disparos. Además, se trataba de una menor de edad, porque entonces estaba fijada la mayoría en 21 años.Por lo que se refiere al teniente
Dimitri Iván Ivanov, unos dicen que era búlgaro, mientras que otros afirman que
era ruso y que había combatido en la I Guerra Mundial y en la guerra civil rusa
y que antes de haber estado en la Legión española había estado en la Legión extranjera
francesa.
Como todas las noches, Sirval, solía acudir al Café Regina, en Oviedo, para cenar y tomar unas copas con sus colegas.
Parece ser que allí les contó aquella noticia y que, al día siguiente, la iba a enviar para su publicación.Poco después, se fue a descansar
al sitio donde se alojaba, que era la Pensión Flora. Uno de los pocos sitios
que habían quedado intactos en Oviedo y donde también se alojaba un oficial de
la Guardia de Asalto.
Unas horas más tarde, se presentaron en la pensión varios agentes policiales y se lo llevaron detenido. Curiosamente, le acusaron de ir indocumentado, cuando lo cierto es que llevaba varios carnets profesionales. En ella época todavía no existía el DNI.
También le incautaron el maletín, donde llevaba todos sus apuntes y su cámara fotográfica.Incluso, despertaron a su mujer,
que dormía en su casa, en Madrid, para registrar su domicilio. Sin darle
ninguna explicación.
Al día siguiente, sábado 27/10,
trasladaron a nuestro personaje a la Comisaría de Policía de Oviedo, ubicada en
la planta baja del Gobierno Civil. Allí lo encerraron en una celda, sin luz y
sin cama.
A las 4 de la tarde, oyó un gran
revuelo, sin saber lo que ocurría fuera. Fue cuando llegaron 3 militares, uno
de ellos era Ivanov y los otros, unos dicen que eran legionarios y otros que
eran regulares.
Lo cierto es que el policía de
guardia les abrió su celda. Entraron, le dieron una paliza. Parece ser que
querían enterarse de quién le había contado eso sobre la muerte de Aida, pero él
no dijo nada.
Posteriormente, estos militares,
lo llevaron arrastrando hasta un patio trasero, donde le dispararon varias
veces ocasionándole la muerte. Parece ser que su cadáver fue tapado con varias
tablas de madera y dejado allí durante unas horas.
Por lo visto, este “espectáculo”
fue visto por varios vecinos de los edificios que rodeaban ese patio.
Cinco meses después, fue detenido
el teniente Ivanov, acusado de ese crimen. Sin embargo, los que le acompañaban
no fueron procesados y sólo fueron citados como testigos.
Durante el juicio, celebrado en
agosto de 1935, a pesar de que, Eduardo Ortega y Gasset, que era el abogado que
defendía a la familia de Sirval, presentó 27 testigos, que confirmaron todos
esos hechos, el tribunal dio por sentado que al teniente se le había disparado
su pistola y sólo fue condenado a una leve pena de 6 meses y 1 día y 15.000
Ptas. de indemnización para la viuda, por un delito de homicidio por
imprudencia temeraria. Posteriormente, esa sentencia fue ratificada por el
Tribunal Supremo.
Lo cierto es que ni cumplió lo
primero, ni pagó lo segundo. Incluso, el juez condenó a la viuda de Sirval,
María de los Milagros Rubio Maldonado, a pagar las costas judiciales. Tampoco
pudo recuperar el cadáver de su marido.
Eso de que se le disparase su pistola, parece un poco extraño para una persona que llevaba 19 años de servicio.
No está muy claro el final que
tuvo Ivanov, algunos afirman que murió en el frente de Madrid, durante la
guerra civil.
Parece ser que, según se dijo en
el juicio, los oficiales que le acompañaron fueron Ramón Pando Caballero y
Rafael Florit de Togores, pero, como ya he mencionado, no fueron procesados. De
este último, sólo se sabe que fue detenido en agosto de 1936 en Madrid, pero no
hay más datos.
El teniente Ivanov fue defendido
por el abogado y catedrático, Ramón Prieto Bances, que también había sido
ministro de Instrucción Pública, en un gobierno de Lerroux.
No fue el único periodista
detenido en Asturias. El reportero Javier Bueno fue encarcelado, durante varios
meses, y sometido a tortura, según se podía apreciar en las fotos aparecidas en
la prensa de aquella época.
La sentencia fue tan escandalosa que, en abril de 1936, el propio fiscal general de la República, Alberto de Paz y Mateo, presentó una querella por prevaricación contra los componentes de ese tribunal. Hasta entonces, todos los intentos de los parlamentarios por obligar a definirse a Alejandro Lerroux, presidente del Gobierno, sobre este tema, habían fracasado.
Fue Félix Gordón Ordás el que
animó a los intelectuales a que se manifestaran una y otra vez hasta conseguir
que se revisara este juicio. Incluso, se realizaron varios mítines con miles de
asistentes.
Por lo visto, el fiscal general
argumentaba en su querella, que, tanto los jueces como el fiscal, habían
alterado los hechos, a sabiendas de que lo hacían, para beneficiar al acusado.
Supongo que siguiendo las directrices del Gobierno de Lerroux.
El juez instructor apenas tuvo
tiempo para iniciar este proceso, pues, sólo unos meses después, se declaró la
guerra civil y se archivó este asunto. Incluso, no se conservan los documentos
de ese proceso.
Por lo que respecta a su hermano
Eduardo, abogado de la viuda de Sirval, su familia sufrió un atentado en su
casa, aunque no hubo víctimas.
Casualmente, ese atentado se
produjo el mismo día en que se presentó la querella por prevaricación contra
esos jueces y el fiscal.
Curiosamente, los autores del
atentado eran dos tipos, que habían militado en la FAI, pero que ahora
trabajaban para la Falange, según contaron a la Policía.
Tampoco pagaron con una pena de
cárcel, porque se beneficiaron de otra amnistía.
Posteriormente, Eduardo Ortega y
Gasset, fue nombrado fiscal general de la República y quiso reabrir el caso,
pero, desde el propio Gobierno, le advirtieron para que no lo hiciera.
Parece ser que los jueces que formaron
parte de ese tribunal de Oviedo sí que hicieron carrera durante el franquismo.
Para finalizar, al general López
de Ochoa, que, al principio de la guerra, se hallaba convaleciente en el
Hospital Militar de Madrid, el haber mandado las tropas en Asturias le costó,
literalmente, la cabeza.
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Felicitaciones.
ResponderEliminarMuchas gracias. Saludos.
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