Realmente, no se tiene muy claro
quién fue el autor de esta idea, dentro de la SS. Unos dicen que fue el “carnicero”
Richard Heydrich y otros piensan que fue el que la llevó a cabo, Bernhard Krüger,
aunque también se dice que fue presentado por un anónimo miembro de la Oficina
VI, especializada en sabotajes. Lo cierto es que, si lo tuviera, me quitaría el
sombrero ante el autor. Desde luego, hay que reconocer que fue una de las
operaciones más imaginativas de la II GM.
Nada
menos que se llegaron a imprimir, que se sepa, unos 9.000.000 de billetes
falsos de libras, que, multiplicando por su valor facial, nos da un total de
unos 134.000.000 de libras esterlinas, que no está nada mal, o sea, el 10% de los billetes en circulación en ese momento. Seguro que si le hacen eso a España, nuestros ministros de Economía o Hacienda se
habrían cortado las venas, por lo menos.
Algunos
dicen que lo hicieron para vengarse de los británicos, pues éstos habían lanzado
sobre Alemania vales de gasolina falsificados, que tampoco está mal.
Los
alemanes no los lanzaron desde aviones
para que los británicos tuvieran tiempo de darse cuenta, sino que los
metieron desde los circuitos económicos.
En
principio, la operación se llamó Andreas, por la cruz de San Andrés, que figura
en la bandera británica.
El
primer taller se montó en Berlín y estaba al mando un oficial de las SS llamado
Naujocks, el cual fracasó por no tener los conocimientos necesarios para esta
complicadísima operación.
A
mediados de 1942, Heydrich fue asesinado en Praga y Himler nombró al comandante
Krüger, como director de esta operación.
Lo
primero que hizo fue recorrer los campos para buscar expertos en estas materias
y pudo encontrar a la mayoría en Auschwitz y Mauthausen. Así que los llevó a
todos a Sachsenhausen, donde puso esta operación en marcha. Allí llegaron unos
142 prisioneros.
Incluso,
se dice que, para hallarlos, utilizó el contenido de las tarjetas perforadas de
la empresa IBM, con las que habían realizado el censo de Alemania. Las mismas
que fueron utilizadas por los nazis para detectar y capturar a los judíos
alemanes.
Para
éstos, la situación cambió radicalmente, pues las órdenes siempre fueron darles
el mejor trato posible. Así les pusieron colchones, sábanas limpias, zapatos,
buenos alimentos y hasta les dejaron oír la radio, una cosa muy extraña en
estos campos.
Ocuparon
dos barracas a las que nadie sin autorización podría tener acceso y estaban
rodeados por guardias escogidos, con órdenes expresas de disparar a todo el que
se acercara por allí.
Una
de las cosas más difíciles de conseguir fue la reproducción del papel que
usaban los ingleses. Eso les llevó casi 2 años. Cuando lo consiguieron,
encargaron la fabricación a la empresa Hahnemühle y mientras se encargaron de
realizar las planchas.
Los
primeros 500 billetes fueron sometidos a un proceso de ligero envejecimiento.
Luego,
en un rasgo de audacia sin igual, no se les ocurrió otra cosa que enviarlos
desde el Deutsche Bank a la Unión de Bancos Suizos, como si se tratara de una
gestión normal en el sistema financiero. Los alemanes le preguntaron a los
suizos, que eran los mejores expertos del mundo, si esos billetes eran buenos,
pues ellos desconfiaban del cliente que se los había llevado.
Los
suizos dijeron que les parecían correctos, pero que iban a mandar unos cuantos
al Banco de Inglaterra, para asegurarse del todo.
Pues,
aunque parezca mentira, para mayor escarnio, los ingleses dijeron que eran perfectamente
legales. Así que los alemanes se pusieron muy contentos y, desde entonces, no
tuvieron más que fabricarlos como churros. La orden fue dada por Walter Schellenberg,
director del mencionado Departamento VI.
Se
prefirió falsificar billetes de menor valor, porque eran más fáciles de meter
dentro del país. por supuesto, se estudiaron todos los números de serie a fin
de que no levantaran sospechas.
Según
la calidad de los billetes, unos se dedicaron al pago de los espías, otros
fueron para los saboteadores, etc.
Como
es habitual que los ingleses pinchen los grupos de billetes en una esquina con
un alfiler, pues ellos hicieron lo mismo.
A
finales del 44 recibieron la orden de dedicarse a falsificar los billetes de
dólares USA.
Hay quien dice que no lo lograron a causa de los sabotajes de los
mismos falsificadores, sin embargo, otros dicen que sí lo hicieron y que los
miembros de Odessa, que se llevaron las planchas, se financiaron imprimiendo de
vez en cuando unos cuantos.
En
cuanto a la distribución, se consiguió que una serie de hombres de negocios se
dedicaran a pagar sus operaciones con estos billetes. También hubo muchos otros
agentes que pagaron con estos billetes las materias primas necesarias en
Alemania. Según parece, para que no se notara mucho, distribuyeron muchos de
estos billetes por Sudamérica.
Parece
ser que los billetes falsificados eran depositados en el castillo de Labers, en
Merano al sur del Tirol, desde donde se iban distribuyendo poco a poco por el
mundo.
Por
una mera casualidad, un empleado del Banco de Inglaterra descubrió esta
falsificación. Resulta que llegaron a sus manos unos billetes devueltos, para
destruir. Lo curioso es que se dio cuenta que esos billetes ya figuraban en sus
registros como destruidos con anterioridad. A partir de ahí saltaron las
alarmas.
Una
opción que se pensó en un primer momento fue rechazarlos, pero eso sólo
llevaría al caos en los mercados, porque la gente no aceptaría ya nunca más el
pago en libras, con lo que la cotización de la divisa caería hacia el abismo.
Así
que se optó por una segunda opción, plenamente ilegal. Por ello, el mismo Gobierno
británico, presidido por Churchill, se
dedicó a colaborar con los falsificadores, aceptando estos billetes y
volviéndolos a meter en el mercado, como si fueran auténticos. Lógicamente,
esto fue durante muchos años un secreto de Estado.
En
la posguerra, cuando llegaron los criminales de guerra ante los tribunales, los
que se dedicaron a estas falsificaciones fueron puestos a disposición de las
autoridades británicas, las cuales desestimaron inmediatamente estos cargos,
para no levantar la “liebre”.
Cuando
los Bancos suizos desconfiaban de alguno de estos billetes y los remitían al Banco
de Inglaterra, siempre les decían que eran auténticos y que no se preocuparan.
Incluso,
en los propios Juicios de Nüremberg, los británicos siempre calificaron estas
falsificaciones como invenciones de los alemanes.
A
finales de la guerra la fábrica se mudó desde Sachsenhausen hasta
Schlier-Redi-Zipf y luego a Ebensee.
En
marzo del 45 se detuvo radicalmente la producción de estos billetes y los
implicados en este caso fueron interrogados por los británicos en múltiples
ocasiones.
Parece
ser que los billetes no distribuidos fueron lanzados desde camiones al lago
Toplitz, en Austria.
Como
se montó toda una leyenda sobre el tema, pues se decía que en las cajas, aparte
de billetes, había un número considerable de riquezas de todo tipo, pues, en
1953, la revista alemana Stern, montó una expedición, la cual llegó a sacar
algunas cajas del lago. Dentro sólo encontraron los billetes falsos y sus
planchas.
Las
expediciones continuaron durante unos años, para intentar rescatar el supuesto “tesoro
nazi”, pero, tras una serie de accidentes con resultado de varias muertes, en
1963, el Gobierno austriaco prohibió la exploración en el fondo de este lago. Así
que, de momento, no podemos saber si en las otras cajas, que se ocultan en el
fondo, hay alguna otra cosa que no sean estos billetes.
Tras
la guerra, Adolf Burger, el más conocido de estos falsificadores, publicó un
libro, donde comentaba las peripecias de esta audaz operación. Recientemente,
se ha realizado una película llamada “Los falsificadores”, basada en esa obra.
Según
nos informa él, al final de la guerra, les llegó una orden para fabricar los famosos
billetes de 100 $ USA. Parece ser que lo consiguieron el 22/02/1945, pero luego
anularon la orden de fabricar 1.000.000 de esos billetes y los equipos fueron
desmantelados. Así que no sería de extrañar que los hubieran fabricado por su
cuenta y para financiarse en exilio. Se dice que esos billetes compraron la libertad
de muchos nazis y con ellos pagaron su derecho de asilo en otros países.
Como
antecedentes, podemos destacar las falsificaciones francesas de marcos
alemanes, tras la I GM, para hundir aún más su economía, y la de los
monárquicos rusos, durante la revolución rusa.
Parece
ser que, en la posguerra, el mayor Krüger fue obligado por los franceses a incorporarse
a su servicio secreto en el departamento de falsificaciones de documentos.
Luego trabajó para la empresa que le había facilitado el papel para las
falsificaciones.
En
los años 50 sufrió un proceso de desnacificación, pero fue exonerado de culpa
por sus propios trabajadores del campo, al testificar que él les salvó la vida,
no permitiendo que los mataran los nazis.
Parece
ser que estos billetes se siguieron usando durante muchos años, pues los
billetes de 5 libras no se cambiaron hasta los años 60 junto con los de 10, los de 20 en los 70 y los de 50 en
los 80.
Todo
esto lleva a pensar que las cifras oficiales de dinero británico en circulación
y las de su inflación durante esos años no pudieron ser mínimamente reales.
TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES
De novela. Una vez leí que los ingresos generados por los discos de los Beatles retrasaron diez años la caída de la libra esterlina provocada por la falsificación.
ResponderEliminarDe todas formas, creo recordar que el Reino Unido fue uno de los primeros países en pedir un préstamo al FMI.
ResponderEliminarLo de los Beatles no me extrañaría nada. Incluso, hoy en día sus canciones son muy apreciadas.
Una cosa que parece ser que dijeron es que, como trabajaron una temporada en Hamburgo, se asombraron de que las ciudades alemanas estaban ya reconstruidas, mientras que las inglesas aún no lo habían conseguido.
Saludos.