martes, 1 de marzo de 2022

ANTONIO VERARDINI DÍEZ-FERRETI, UN PERSONAJE CON UNA VIDA MUY PECULIAR

 

Hoy voy a narrar la biografía de un personaje del que parece haber muchos datos, sin embargo, creo que la mayoría de ellos no son muy fiables.

Empezaré como de costumbre. Nuestro personaje, cuyo nombre ya he indicado en el título, nació en 1910 en Madrid.

Su familia parecía muy acomodada. Su padre era un ingeniero italiano, mientras que su madre era una persona que siempre buscó dar la mejor formación a sus 5 hijos supervivientes de los 8 habidos en el matrimonio.

Antonio realizó sus estudios en el famoso ICAI. Un prestigioso centro educativo regentado por los jesuitas y situado en Madrid.

Sin embargo, parece ser que no le gustaba mucho la disciplina propia de ese colegio y no terminó allí sus estudios de Ingeniería. Según parece, se graduó como ingeniero mecánico en París.

Por lo visto, tampoco se llevaba muy bien con su padre, porque era muy conservador y muy estricto y, como respuesta, adoptó una ideología anarquista.

Parece ser que esa ideología fue la que le impidió permanecer mucho tiempo en ciertos trabajos y la que le llevó a la cárcel. Aunque algunos autores afirman que lo condenaron por estafar a varias empresas.

En 1931, conoció en la Cárcel Modelo de Madrid al líder anarquista Cipriano Mera, el cual había sido encarcelado por motivos políticos. Concretamente, por ser uno de los organizadores de una huelga general en el sector de la construcción, en plena época republicana.

Ciertamente, en esa época, había presos políticos en España, pero ahora no. Aunque los indepes catalanes opinen lo contrario.

Precisamente, ahí nació una gran amistad entre ambos personajes, la cual le fue muy valiosa a Antonio para superar muchos obstáculos en su vida.

También coincidió en esa prisión con el famoso financiero Juan March, al que el Gobierno republicano pretendía arrebatarle toda su fortuna.

Parece ser que March dedicaba la mayor parte de su tiempo a pensar cómo escapar de allí. Cuando se aproximaban las Navidades, se puso muy triste, porque no le quisieron dar un permiso para pasarlas con su familia.

No sé si Verardini se dio cuenta de ello, pero lo cierto es que provocó una anécdota que suena a chiste, pero que ocurrió en realidad.

Unos días antes de las Navidades, el restaurante Lhardy, de Madrid (aunque también hay otra versión que dice que fue el Hotel Palace, también en Madrid), recibió una carta que decía:

“Muy señores míos:

Les agradeceré que envíen el próximo día 24 a D. Antonio Verardini, en la prisión celular (nº 875, 5ª galería), una cena para dos personas, remitiéndome a mi domicilio la factura.

No le manden vinos, pues no lo permite el reglamento de la prisión, pero mándenle con la cena algunos cigarros habanos.

Firmado: Juan March.”


El caso es que, al día siguiente, se presentó una furgoneta de ese lujoso restaurante en la puerta de la Cárcel Modelo de Madrid.

March quedó muy sorprendido y más cuando le mostraron la carta que habían recibido en su restaurante. Desde luego, él mismo reconoció que la firma era igual que la suya, sin embargo, él no había firmado eso.

Así que se lo tomó con deportividad, porque, a pesar del precio de la factura, no suponía mucho para su enorme fortuna. Incluso, dado que el pedido era demasiado para dos, lo compartió con varios presos.

Ciertamente, eso le valió para que muchos presos cambiaran la mala opinión, que siempre habían tenido de él.

Para el que tenga curiosidad, he de decirle que March no consiguió escapar de esa prisión. Sin embargo, en 1933, fue trasladado a la cárcel de Alcalá de Henares. Allí logró comprar a uno de los funcionarios y salir, tranquilamente, por la puerta principal camino del exilio.

Como en muchos otros casos, la guerra civil, fue un acontecimiento que aprovechó Verardini para dar rienda suelta a su imaginación y donde prosperó mucho.

No está muy claro, pero, según dicen, Verardini había sido cabo en la Legión española. Así que conocía muy bien el manejo de las armas.

Por ello, en muy pocos días, las milicias anarquistas, le ascendieron a comandante, dado que enseñó a sus compañeros el manejo de las armas, que les habían sido cedidas por el Gobierno. Incluso, le condecoraron, al ser herido en un combate en la provincia de Cuenca.

Volviendo a los días de la Cárcel Modelo de Madrid, allí coincidió con otro preso, llamado Alfonso López de Letona, que también había sido condenado por estafa. Así que, como es natural, se hicieron muy amigos. Como dice el refrán: Dios los cría y ellos se juntan.

Parece ser que, cuando Verardini pensó, en noviembre de 1936, que los nacionales iban a entrar, inmediatamente, en Madrid, fue a refugiarse a casa de Alfonso.

Unos días después, salió de allí al ver que los milicianos habían conseguido detener a las tropas nacionales en el frente.

Posteriormente, Verardini, fue nombrado responsable de los servicios especiales del Ministerio de la Guerra y se acordó de su amigo Alfonso a fin de llevarlo consigo.

Curiosamente, Alfonso, había sido secretario y guardaespaldas del político monárquico Goicoechea y hasta, según dicen, pistolero de Falange. Sin embargo, el aval de Verardini le sirvió para luchar en el bando republicano.

Por lo visto, sus actividades se centraban en buscar y detener a los miembros de la Quinta Columna, a los desertores y a los derrotistas.

Parece ser que fue Verardini el que tuvo la brillante idea de atraer a los quintacolumnistas escondidos por todo Madrid, creando una falsa embajada, donde acudieran todos, pensando que estarían seguros allí.

A Alfonso se le ocurrió que, para ello, podrían utilizar el edificio de un hotel, situado en Juan Bravo, 12 de Madrid. Este hotel le había sido requisado por la CNT al padre de un cuñado de Alfonso.

Antes de hacer correr la voz para que los quintacolumnistas se refugiaran en la “Embajada de Siam”, que es como la habían llamado, inventándose un país inexistente, instalaron micrófonos en todas las habitaciones de ese edificio.

En aquella “embajada” trabajarían el propio Verardini, que se hacía llamar Dr. Gerard Koplovitz y que decía ser el secretario general de la misma. Por debajo de él estaban varios agentes. Uno que hacía de administrativo, otro de chófer y una mujer, que hacía de cocinera. Lógicamente, todos ellos eran de la CNT.

López de Letona, que procedía de una buena y reconocida familia, tenía muchas amistades entre el empresariado y la nobleza. Así que no le costó mucho convencer a varias decenas de personas para que se refugiaran en ese edificio. Haciéndoles ver que estarían más seguros en una “embajada” extranjera. Como tantos otros miles, que se habían refugiado en varias embajadas de las que había en Madrid.

Así que, de esa manera, consiguió reunir a una veintena de personas, los cuales pensaron que allí estarían más seguros.

Sin embargo, a primeros de diciembre de 1936, el general Miaja, se enteró de lo que estaba ocurriendo allí y la idea de montar una falsa embajada no le gustó absolutamente nada. Así que Manuel Salgado Moreira, el jefe de Verardini, le dio la orden de clausurarla.

No se les ocurrió cosa mejor que montar una especie de asalto a la “embajada”. Así, alrededor de las 21.00 del 08/12/1936, se presentaron dos camiones repletos de milicianos anarquistas, los cuales penetraron, sin ninguna oposición, en el interior del edificio.

Lo cierto es que detuvieron a todos los allí congregados y, según parece, los fueron fusilando en los días siguientes, porque sus cadáveres fueron apareciendo en diversos lugares de Madrid. Parece ser que esta gente solía asesinar a sus víctimas en la carretera de Hortaleza o en la zona de El Pardo.

Hoy en día, nos puede asombrar que en la guerra civil se asaltaran sedes diplomáticas extranjeras, sin embargo, eso ocurrió en varias ocasiones, como en los casos de la de Alemania o la de Finlandia. Esta última fue asaltada unos días antes de hacer lo mismo en la “embajada de Siam”.

Por lo visto, algunas de estas embajadas y consulados se encontraban sin su personal habitual y se habían hecho cargo de ellas algunos españoles, que eran trabajadores de las mismas. Parece ser que todo era un negocio. Esos trabajadores les exigían una cuota a los refugiados y luego pagaban a los jefes de los milicianos para que no las asaltaran. Evidentemente, cuando ya no podían pagar más, las asaltaban.

Algo parecido a lo que ocurría con los reinos cristianos y los de taifas, durante la Edad Media en España.

Parece ser que las actividades de esa “embajada” ya fueron conocidas durante la guerra. A finales de 1937 y comienzos de 1938, un juzgado especial de la zona republicana, inició un proceso por unos casos de espionaje y fueron llamados a declarar Manuel Salgado y Verardini.

Ambos fueron interrogados, en calidad de testigos, por el juez de instrucción sobre el caso de la “embajada” y ellos respondieron a todas las preguntas del juez.

Curiosamente, varios miembros de la Quinta Columna declararon, en la posguerra, que Manuel Salgado, que fue uno de los jefes del contraespionaje republicano, protegió a varios conocidos personajes de derechas y siempre los llevaba consigo a donde quiera que lo destinaran. Obviamente, estaba preparando tener una coartada para salvarse en la posguerra. No obstante, se exilió, por si acaso.

Como ya dije, a Verardini, también le rindió sus frutos su amistad carcelaria con Cipriano Mera. Cuando éste fue nombrado jefe del IV Ejército republicano, se llevó a Verardini como jefe de su Estado Mayor. Es el que aparece a la izquierda de la foto, con las piernas abiertas.

En aquel Madrid tan incierto, donde una vida humana no valía absolutamente nada, conoció a una guapa joven, llamada Antonia Bronchalo Lopesino. Seguramente que, ese nombre no os dirá nada, pero ya veréis cómo luego fue un personaje muy conocido a nivel mundial.

Según algunos autores, la pareja llegó a casarse en octubre de 1937, aunque ya sabemos que aquellos matrimonios, que se realizaron durante el período republicano, no fueron luego reconocidos por el franquismo.

Parece ser que el evento tuvo lugar en la sede del cuartel general de la 33 División del Ejército republicano y al mismo asistieron algunos personajes muy conocidos, como el general Miaja o Cipriano Mera. También algunos de aquellos asesores soviéticos, que estaban por todas partes. Aparte de ello, también fueron a la boda el resto de sus compañeros en el Estado Mayor.

Por lo visto, en cierta ocasión, los milicianos detuvieron a Verardini en su casa, cuando estaba con su esposa, acusándole de que tenía en su poder documentos del Estado Mayor. Supongo que éste sería un episodio más de la rivalidad declarada entre los comunistas y los anarquistas en medio de un Madrid asediado por las tropas nacionales.

Así que el propio Cipriano Mera, al mando de varias decenas de milicianos, tuvo que presentarse en la Consejería de Orden Público para conseguir que dejaran en libertad a Verardini. Llamó a Miaja y éste dio la orden para que se le pusiera en libertad.

Parece ser que, al final de la guerra, la pareja ya no se llevaba demasiado bien y se separaron. Antonia se quedó en Madrid, mientras que Verardini fue uno de los afortunados que consiguió escapar hasta Argelia, donde fue recluido en un campo de concentración de los franceses. De allí salió para alistarse en la Legión extranjera, participando en la II Guerra Mundial.

Al término de la misma, se fue a vivir a París, donde trabajó como ingeniero. No olvidemos que hablaba francés perfectamente. Parece ser que murió a mediados de los años 80, cuando se hallaba ingresado en una residencia de ancianos.

Nunca se rompió su amistad con Cipriano Mera. Incluso, este último lo mencionó en varias ocasiones en sus memorias, “Guerra, exilio y cárcel de un anarcosindicalista” (1976). Precisamente, en ese texto, narra la boda de Verardini.

En la posguerra, Antonia Bronchalo, intentó dedicarse al cine y, de hecho, trabajó en algunas películas. Para ello, utilizó el nombre artístico de Lupe Sino, que seguro que ya les sonará a algunos.

Efectivamente, fue la novia del famoso torero cordobés, Manuel Rodríguez Manolete, al que siguió en sus giras por América, aunque nunca llegaron a casarse. Algo muy mal visto en aquella época.

Parece ser que ella nunca fue muy apreciada por algunas personas muy influyentes, como la mujer de Franco. Así que optó por emigrar a México, donde se casó con un millonario.

Años después, regresó a España. Murió en Madrid, en 1959, unos días después de haber sufrido un grave accidente de tráfico. Parece ser que conducía el vehículo el famoso actor Arturo Fernández.

 

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