Como ahora está de moda hablar de la guerra entre Rusia y Ucrania, varios amigos me han dicho que no creen que este último país pueda defenderse durante mucho
tiempo de las embestidas del potente Ejército ruso. Así que voy a narrar un episodio histórico para demostrar que no siempre gana el más fuerte.Vamos a irnos al final de la I
Guerra Mundial. Todos sabemos que, a causa de ese grave conflicto, cayeron varias
monarquías europeas. Una de ellas fue el Imperio Austro-Húngaro.
Ese Imperio englobaba diversos
territorios, que aspiraban a ser independientes. Incluso, recibieron el apoyo
del presidente de USA, aunque ese país no era todavía la gran potencia que es
en este momento. De hecho, el presidente Woodrow Wilson, vino desde USA y se
quedó varios meses en Europa para intervenir en la organización de la
posguerra.
También hubo otros nacionalismos,
que no llegaron a fundar, en ese momento, Estados independientes, como los
casos de Bielorrusia o Ucrania.
Polonia había sido un Estado independiente
hasta el siglo XVIII. Por entonces, se llamaba Mancomunidad polaco-lituana o
también República de las dos naciones.
Sin embargo, como estaba rodeada
por unos vecinos muy poderosos y con muchas ganas de expandirse, pues, poco a
poco, la fueron reduciendo a la nada. Estos vecinos eran el Reino de Prusia, el
Imperio Ruso y el Imperio Austríaco, que luego pasó a denominarse Imperio
Austro-Húngaro.
Así que, por medio del Tratado de
Versalles, se refundó Polonia como una especie de Estado tapón entre Rusia y
Alemania. Sin embargo, le asignaron un territorio demasiado pequeño. Por ello, siguió
habiendo millones de polacos, que vivían en los países de sus alrededores.
Todo ello, dio lugar a cierta hostilidad
entre los polacos y sus vecinos, pues Polonia aspiraba a restaurar aquella
Primera República, que le fue arrebatada en el siglo XVIII.
No obstante, el ambiente dentro de Polonia también era muy confuso, pues en los territorios que les habían asignado las potencias vencedoras de la Gran Guerra,
había numerosas minorías. Así que lo primero que hicieron las autoridades polacas fue intentar homogeneizar el país, pues esos territorios tenían un desarrollo muy diferente, unas normas legales dispares y hasta diferentes idiomas. Incluso, en unas zonas se utilizaba el alfabeto latino y en otras el cirílico.Por eso, una de las primeras
políticas adoptadas fue “polonizar” el país, despreciando las otras lenguas y
promulgar normas de aplicación en todo el territorio. Incluso, se acuñó una nueva
moneda.
Evidentemente, este intento de imponer la lengua polaca en todo el país fue muy contestada en las zonas donde habitaban las minorías rusas, alemanas y ucranianas. No olvidemos que el nuevo Estado polaco estaba asentado en territorios que antes fueron de Alemania, Rusia y el Imperio Austro-Húngaro.
A nivel político, había tres
importantes movimientos. Sin embargo, todos se plegaron al hombre fuerte del
país, que era el mariscal Pilsudski, el cual había sido encarcelado en
Alemania, pero acababa de salir en libertad. Por tanto, fue nombrado presidente
de la joven república polaca.
Al principio, Polonia, tuvo
muchas dificultades económicas. No obstante, se beneficiaron de la ayuda económica
y militar de Francia y el Reino Unido.
Por ello, el Gobierno polaco, optó por firmar pactos de no agresión con sus vecinos más importantes, o sea, Rusia y Alemania, mientras que mantuvo algunos enfrentamientos,
por motivos territoriales, con los más débiles, como Checoslovaquia o Lituania.El ya mencionado Pilsudski tenía
la intención de crear una especie de federación de Polonia con Bielorrusia,
Lituania y Ucrania y así refundar algo parecido a aquella Primera República de
Polonia.
Esos territorios estaban dentro
de Rusia, pero querían aprovechar que ésta se hallaba enfrascada en la guerra
civil, para intentar soltarse del abrazo del “oso ruso”. Aunque también hay que
decir que, en algunos de esos territorios, como Ucrania, la gente estaba muy
dividida entre unirse a Polonia o seguir perteneciendo a la Rusia soviética.
Por otro lado, hay que decir que
buena parte de los territorios adjudicados a Polonia, le fueron arrebatados a
Rusia, por el Tratado de Brest Litovsk, firmado con Alemania. Sin embargo, las
potencias vencedoras no quisieron devolvérselos, mediante el Tratado de
Versalles.
Así que ya tenemos claro un posible
conflicto entre un nuevo país en expansión y otro que quiere recuperar los
territorios perdidos en la I Guerra Mundial.
Como es de suponer, en 1919,
Polonia y la Rusia soviética enviaron sus tropas a la frontera común entre
ambas. La llamo la Rusia soviética, porque la URSS no se fundó hasta 1922.
Realmente, esas tropas soviéticas
no tenían como objetivo atacar Polonia, sino las repúblicas que se habían
proclamado en Ucrania, Lituania y Bielorrusia.
Por lo visto, Pilsudski no deseaba anexionarse Ucrania, sino sólo algunas regiones, que estaban pobladas por polacos. Así que hizo un pacto con Simón Petliura, líder de la independencia ucraniana, para luchar juntos contra los rusos.
Parece ser que esta alianza, que
estaba apoyada por los países vencedores de la Gran Guerra, dio buenos frutos.
En el verano de ese año, ya les habían arrebatado Kiev y Minsk a los soviéticos.
Hay quien dice que no quisieron penetrar
aún más, porque creyeron que el Ejército Blanco, o sea, los partidarios del
zar, estaban a punto de vencer a los soviéticos. Sin embargo, los soviéticos
les vencieron en noviembre, cuando ya estaban cerca de Moscú y ahí terminó la
guerra civil rusa.
En ese momento, empezó una tensa
espera. Los Aliados apoyaron la frontera propuesta por lord Curzon. Sin
embargo, eso suponía que los polacos tendrían que dar marcha atrás y no la
aceptaron.
Entre marzo y mayo de aquel año,
las tropas polacas, entre las que había muchos reservistas, conquistaron casi
toda Ucrania y se la devolvieron a su aliado, Petliura.
Sin embargo, a mediados de mayo,
los soviéticos tomaron la iniciativa. El joven general Tujachevski, atacó a los
polacos por la izquierda y el general Budienny lo hizo por la derecha. Todo eso
hizo que el Ejército polaco se retirase y se atrincherase en las afueras de Varsovia.
Se dice que Tujachevski pronunció
esta arenga a sus tropas: “En el oeste se desconoce la suerte de la revolución general
y por el cadáver de Polonia cruza el camino hacia el incendio mundial. ¡A
Vilnius, Minsk y Varsovia marchemos!”
Esto alarmó mucho al Consejo
Supremo Aliado, el cual propuso, de nuevo, la frontera presentada por lord
Curzon. Sin embargo, cuando el general francés Weygand se trasladó a Varsovia,
el Gobierno polaco había sido sustituido por otro más nacionalista. Eso dio lugar
a una ola de nacionalismo, que consiguió reunir a más de 1.000.000 de
voluntarios para defender Polonia. Parece ser que a esto también ayudó la
postura de la Iglesia católica polaca, que animó a muchos de sus fieles a tomar
las armas contra los comunistas. De hecho, los obispos polacos firmaron la
siguiente carta, dirigida al resto del mundo: “Polonia es el último obstáculo
para la manifestación bolchevique al mundo y, si éste se rompe, el comunismo se
extenderá por todos los países con olas de destrucción”.
Estaba muy claro que los polacos,
como ahora los ucranianos, luchaban por defender su tierra, mientras que los
rusos eran unos meros invasores.
En el frente sur, estaba como
comisario de ese Cuerpo de Ejército soviético un personaje que,
desgraciadamente, luego se hizo demasiado famoso, Josef Stalin. La sede central
de esa unidad militar se instaló en Lvov, Ucrania.
De nuevo, Pilsudski tomó la
iniciativa. Atravesó las líneas soviéticas por el río Vístula e intentó rodearlos.
Así que Tujachevski tuvo que dar la orden de retirada, para replegar sus
tropas, a fin de no ser rodeadas. Lo que provocó una huida muy desordenada
entre las tropas rusas. A esto se le llamó “el milagro sobre el Vístula”.
El general Sikorski, del que hablé en otro de mis artículos, derrotó a los rusos en Volinia y Galitzia, mientras que las tropas de Pilsudski continuaban con sus victorias por el norte. Así que, a finales de septiembre, las tropas soviéticas tuvieron que refugiarse en Bielorrusia.
Ciertamente, fue una gran
victoria de las tropas polacas y ucranianas contra la potente Rusia soviética a
la que ganaron contra todo pronóstico. Como se suele decir, los rusos,
corrieron con el rabo entre las patas.
Como ocurre siempre, no todos
salieron contentos. Pilsudski y sus seguidores, que anhelaban recuperar los
territorios de la Primera República Polaca, tuvieron que conformarse con
algunos de los territorios obtenidos en esta contienda. Tampoco los ucranianos
consiguieron su independencia de la Rusia soviética, aunque muchas zonas, donde
vivían muchos ucranianos, pasaron a ser de Polonia.
Lord Edgar d’Abernon, que era el
embajador del Reino Unido en Polonia dijo: “Si la batalla por Varsovia hubiera
culminado con el triunfo de los bolcheviques, habría cambiado la historia de
Europa…No se puede poner en duda que, en 1920, Polonia salvó a Europa”.
El propio mariscal Tujachevski
dijo: “No cabe la menor duda de que, si hubiéramos triunfado sobre el Vístula,
la revolución se habría encendido en todo el continente europeo”.
Esta aplastante derrota del Ejército Rojo hizo recapacitar a sus líderes. De esa manera, dejaron atrás la doctrina del comunismo de guerra para crear lo que llamaron
Nueva Política Económica, que fue mucho más moderada que la anterior.Siempre he creído que el infame
episodio de la matanza de las fosas de Katyn, tuvo algo que ver con el deseo de
revancha de los soviéticos, porque allí asesinaron a muchos de los oficiales
polacos, que les vencieron en esta guerra.
Como dijo Lenin: “La metodología
idónea para implantar el socialismo es el terror de masas, un terror sin límites
basado en una violencia total y despiadada para destruir a los oponentes y
atemorizar a la población”.
Con esto, he querido demostrar
que no siempre el pez grande se come al chico. También le doy mi solidaridad al
pueblo ucraniano, que está luchando bravamente contra un enemigo muy superior.
Todo ello, sin que los gobernantes de los países occidentales quieran hacer
nada para impedirlo. En pocas palabras, ¡una auténtica vergüenza!
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