domingo, 6 de marzo de 2022

LA GUERRA RUSO-POLACA O NO SIEMPRE GANA EL MÁS FUERTE

 

Como ahora está de moda hablar de la guerra entre Rusia y Ucrania, varios amigos me han dicho que no creen que este último país pueda defenderse durante mucho 

tiempo de las embestidas del potente Ejército ruso. Así que voy a narrar un episodio histórico para demostrar que no siempre gana el más fuerte.

Vamos a irnos al final de la I Guerra Mundial. Todos sabemos que, a causa de ese grave conflicto, cayeron varias monarquías europeas. Una de ellas fue el Imperio Austro-Húngaro.

Ese Imperio englobaba diversos territorios, que aspiraban a ser independientes. Incluso, recibieron el apoyo del presidente de USA, aunque ese país no era todavía la gran potencia que es en este momento. De hecho, el presidente Woodrow Wilson, vino desde USA y se quedó varios meses en Europa para intervenir en la organización de la posguerra.

Por ello, esos nacionalismos dieron lugar a algunos de esos países que conocemos ahora, como los países bálticos, Polonia, Checoslovaquia, Yugoslavia y Hungría.

También hubo otros nacionalismos, que no llegaron a fundar, en ese momento, Estados independientes, como los casos de Bielorrusia o Ucrania.

Polonia había sido un Estado independiente hasta el siglo XVIII. Por entonces, se llamaba Mancomunidad polaco-lituana o también República de las dos naciones.

Sin embargo, como estaba rodeada por unos vecinos muy poderosos y con muchas ganas de expandirse, pues, poco a poco, la fueron reduciendo a la nada. Estos vecinos eran el Reino de Prusia, el Imperio Ruso y el Imperio Austríaco, que luego pasó a denominarse Imperio Austro-Húngaro.

Así que, por medio del Tratado de Versalles, se refundó Polonia como una especie de Estado tapón entre Rusia y Alemania. Sin embargo, le asignaron un territorio demasiado pequeño. Por ello, siguió habiendo millones de polacos, que vivían en los países de sus alrededores.

Todo ello, dio lugar a cierta hostilidad entre los polacos y sus vecinos, pues Polonia aspiraba a restaurar aquella Primera República, que le fue arrebatada en el siglo XVIII.

No obstante, el ambiente dentro de Polonia también era muy confuso, pues en los territorios que les habían asignado las potencias vencedoras de la Gran Guerra,

había numerosas minorías. Así que lo primero que hicieron las autoridades polacas fue intentar homogeneizar el país, pues esos territorios tenían un desarrollo muy diferente, unas normas legales dispares y hasta diferentes idiomas. Incluso, en unas zonas se utilizaba el alfabeto latino y en otras el cirílico.

Por eso, una de las primeras políticas adoptadas fue “polonizar” el país, despreciando las otras lenguas y promulgar normas de aplicación en todo el territorio. Incluso, se acuñó una nueva moneda.

Evidentemente, este intento de imponer la lengua polaca en todo el país fue muy contestada en las zonas donde habitaban las minorías rusas, alemanas y ucranianas. No olvidemos que el nuevo Estado polaco estaba asentado en territorios que antes fueron de Alemania, Rusia y el Imperio Austro-Húngaro.

A nivel político, había tres importantes movimientos. Sin embargo, todos se plegaron al hombre fuerte del país, que era el mariscal Pilsudski, el cual había sido encarcelado en Alemania, pero acababa de salir en libertad. Por tanto, fue nombrado presidente de la joven república polaca.

Al principio, Polonia, tuvo muchas dificultades económicas. No obstante, se beneficiaron de la ayuda económica y militar de Francia y el Reino Unido.

Por ello, el Gobierno polaco, optó por firmar pactos de no agresión con sus vecinos más importantes, o sea, Rusia y Alemania, mientras que mantuvo algunos enfrentamientos,

por motivos territoriales, con los más débiles, como Checoslovaquia o Lituania.

El ya mencionado Pilsudski tenía la intención de crear una especie de federación de Polonia con Bielorrusia, Lituania y Ucrania y así refundar algo parecido a aquella Primera República de Polonia.

Esos territorios estaban dentro de Rusia, pero querían aprovechar que ésta se hallaba enfrascada en la guerra civil, para intentar soltarse del abrazo del “oso ruso”. Aunque también hay que decir que, en algunos de esos territorios, como Ucrania, la gente estaba muy dividida entre unirse a Polonia o seguir perteneciendo a la Rusia soviética.

Por otro lado, hay que decir que buena parte de los territorios adjudicados a Polonia, le fueron arrebatados a Rusia, por el Tratado de Brest Litovsk, firmado con Alemania. Sin embargo, las potencias vencedoras no quisieron devolvérselos, mediante el Tratado de Versalles.

Así que ya tenemos claro un posible conflicto entre un nuevo país en expansión y otro que quiere recuperar los territorios perdidos en la I Guerra Mundial.

Por otro lado, hay que decir que en Alemania se estaba llevando a cabo una especie de revolución, que dio lugar a una pequeña guerra civil. Así que no sé si los comunistas alemanes llamaron a sus colegas rusos o, simplemente, fueron los rusos soviéticos los que quisieron ayudarles para imponer su ideología por toda Europa. Pero, claro, en medio de esos dos países estaba Polonia, que fue para lo que la refundaron las potencias vencedoras.

Como es de suponer, en 1919, Polonia y la Rusia soviética enviaron sus tropas a la frontera común entre ambas. La llamo la Rusia soviética, porque la URSS no se fundó hasta 1922.

Realmente, esas tropas soviéticas no tenían como objetivo atacar Polonia, sino las repúblicas que se habían proclamado en Ucrania, Lituania y Bielorrusia.

No obstante, el 14/02/1919, se produjo una escaramuza entre los ejércitos polacos y rusos, cerca de la ciudad bielorrusa de Bereza Kartuska. Eso dio lugar a una ofensiva del Ejército polaco, que, en muy pocos días, conquistó el oeste de Bielorrusia y el este de Lituania, incluida su capital, Vilnia. Posteriormente, también conquistaron varias zonas de Ucrania.

Por lo visto, Pilsudski no deseaba anexionarse Ucrania, sino sólo algunas regiones, que estaban pobladas por polacos. Así que hizo un pacto con Simón Petliura, líder de la independencia ucraniana, para luchar juntos contra los rusos.

Parece ser que esta alianza, que estaba apoyada por los países vencedores de la Gran Guerra, dio buenos frutos. En el verano de ese año, ya les habían arrebatado Kiev y Minsk a los soviéticos.

Hay quien dice que no quisieron penetrar aún más, porque creyeron que el Ejército Blanco, o sea, los partidarios del zar, estaban a punto de vencer a los soviéticos. Sin embargo, los soviéticos les vencieron en noviembre, cuando ya estaban cerca de Moscú y ahí terminó la guerra civil rusa.

En ese momento, empezó una tensa espera. Los Aliados apoyaron la frontera propuesta por lord Curzon. Sin embargo, eso suponía que los polacos tendrían que dar marcha atrás y no la aceptaron.

El Gobierno soviético presentó un plan de paz al Gobierno polaco. Sin embargo, Pilsudski no lo aceptó, porque sabía que los rusos querían ganar tiempo para trasladar una gran cantidad de tropas hacia esa zona. Así que, en enero de 1920, dio la orden de atacar y conquistar Letonia, que había sido ocupada por los rusos.

Entre marzo y mayo de aquel año, las tropas polacas, entre las que había muchos reservistas, conquistaron casi toda Ucrania y se la devolvieron a su aliado, Petliura.

Sin embargo, a mediados de mayo, los soviéticos tomaron la iniciativa. El joven general Tujachevski, atacó a los polacos por la izquierda y el general Budienny lo hizo por la derecha. Todo eso hizo que el Ejército polaco se retirase y se atrincherase en las afueras de Varsovia.

Se dice que Tujachevski pronunció esta arenga a sus tropas: “En el oeste se desconoce la suerte de la revolución general y por el cadáver de Polonia cruza el camino hacia el incendio mundial. ¡A Vilnius, Minsk y Varsovia marchemos!”

Evidentemente, los rusos, que nunca tomaron muy en serio al Ejército polaco, ya veían muy cerca su victoria y hasta nombraron a dos conocidos comunistas para que liderasen una especie de república soviética en Polonia. Uno de ellos fue el infame Félix Dzerzhinski, creador de la Cheka, que luego se llamó NKVD y después KGB. No obstante, nunca gozaron del apoyo de los polacos.

Esto alarmó mucho al Consejo Supremo Aliado, el cual propuso, de nuevo, la frontera presentada por lord Curzon. Sin embargo, cuando el general francés Weygand se trasladó a Varsovia, el Gobierno polaco había sido sustituido por otro más nacionalista. Eso dio lugar a una ola de nacionalismo, que consiguió reunir a más de 1.000.000 de voluntarios para defender Polonia. Parece ser que a esto también ayudó la postura de la Iglesia católica polaca, que animó a muchos de sus fieles a tomar las armas contra los comunistas. De hecho, los obispos polacos firmaron la siguiente carta, dirigida al resto del mundo: “Polonia es el último obstáculo para la manifestación bolchevique al mundo y, si éste se rompe, el comunismo se extenderá por todos los países con olas de destrucción”.

Estaba muy claro que los polacos, como ahora los ucranianos, luchaban por defender su tierra, mientras que los rusos eran unos meros invasores.

En el frente sur, estaba como comisario de ese Cuerpo de Ejército soviético un personaje que, desgraciadamente, luego se hizo demasiado famoso, Josef Stalin. La sede central de esa unidad militar se instaló en Lvov, Ucrania.

De nuevo, Pilsudski tomó la iniciativa. Atravesó las líneas soviéticas por el río Vístula e intentó rodearlos. Así que Tujachevski tuvo que dar la orden de retirada, para replegar sus tropas, a fin de no ser rodeadas. Lo que provocó una huida muy desordenada entre las tropas rusas. A esto se le llamó “el milagro sobre el Vístula”.

Uno de los observadores militares, que se hallaban en Polonia, fue el futuro general De Gaulle, el cual anotó lo siguiente: “El enemigo, totalmente sorprendido con el panorama, al ver sobre su flanco izquierdo a los polacos, de quienes creía que se habían dispersado, en ninguna parte ofrece seria resistencia, escapa desmoronado en todos los lados o se entrega con todas las divisiones”.

El general Sikorski, del que hablé en otro de mis artículos, derrotó a los rusos en Volinia y Galitzia, mientras que las tropas de Pilsudski continuaban con sus victorias por el norte. Así que, a finales de septiembre, las tropas soviéticas tuvieron que refugiarse  en Bielorrusia.

Ciertamente, fue una gran victoria de las tropas polacas y ucranianas contra la potente Rusia soviética a la que ganaron contra todo pronóstico. Como se suele decir, los rusos, corrieron con el rabo entre las patas.

Sin embargo, estaba claro que Polonia no podría aguantar más meses de guerra y aceptó la propuesta de Lenin para firmar un armisticio. La firma de éste tuvo lugar en octubre de 1920. Posteriormente, ambas partes firmaron en Riga un tratado de paz en marzo de 1921. Éste permaneció vigente hasta la II Guerra Mundial.

Como ocurre siempre, no todos salieron contentos. Pilsudski y sus seguidores, que anhelaban recuperar los territorios de la Primera República Polaca, tuvieron que conformarse con algunos de los territorios obtenidos en esta contienda. Tampoco los ucranianos consiguieron su independencia de la Rusia soviética, aunque muchas zonas, donde vivían muchos ucranianos, pasaron a ser de Polonia.

Algunos autores dicen que este conflicto fue muy importante para pararle los pies a los bolcheviques, pues su intención era invadir toda Europa. Empezando por Alemania.

Lord Edgar d’Abernon, que era el embajador del Reino Unido en Polonia dijo: “Si la batalla por Varsovia hubiera culminado con el triunfo de los bolcheviques, habría cambiado la historia de Europa…No se puede poner en duda que, en 1920, Polonia salvó a Europa”.

El propio mariscal Tujachevski dijo: “No cabe la menor duda de que, si hubiéramos triunfado sobre el Vístula, la revolución se habría encendido en todo el continente europeo”.

Esta aplastante derrota del Ejército Rojo hizo recapacitar a sus líderes. De esa manera, dejaron atrás la doctrina del comunismo de guerra para crear lo que llamaron

Nueva Política Económica, que fue mucho más moderada que la anterior.

Siempre he creído que el infame episodio de la matanza de las fosas de Katyn, tuvo algo que ver con el deseo de revancha de los soviéticos, porque allí asesinaron a muchos de los oficiales polacos, que les vencieron en esta guerra.

Como dijo Lenin: “La metodología idónea para implantar el socialismo es el terror de masas, un terror sin límites basado en una violencia total y despiadada para destruir a los oponentes y atemorizar a la población”.

Con esto, he querido demostrar que no siempre el pez grande se come al chico. También le doy mi solidaridad al pueblo ucraniano, que está luchando bravamente contra un enemigo muy superior. Todo ello, sin que los gobernantes de los países occidentales quieran hacer nada para impedirlo. En pocas palabras, ¡una auténtica vergüenza!

 

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