Hoy voy a comentar un suceso relacionado
con una fragata de la Armada británica llamada Hermione. Ya sé que a muchos os
sonará este nombre, porque es el de la amiga del célebre Harry Potter, pero no
tiene nada que ver. Al menos, eso creo yo, porque es el de un personaje de la
Mitología Griega.
Alguno
quizás conozca ya esta historia, pues se hace referencia a ella en el libro “La
costa más lejana del mundo”, de Patrick O’Brien.
Según
parece, lo que se enseña en las escuelas británicas sobre esta nave está un
tanto alejado de la verdad, así que entiendo que debo aportar los datos que
tengo sobre estos hechos.
El
27/09/1797 las autoridades del puerto de la Guaira se levantaron pronto para
ver un extraño suceso. A la entrada del puerto se hallaba fondeada una fragata
británica llamada Hermione, la cual formaba parte de un grupo de naves de ese
país que se dedicaban habitualmente a dificultar el tráfico naval en la zona de
la costa venezolana y las islas del Caribe.
De
la nave salió una lancha que se dirigió al puerto. Dentro de ella viajaba una
comisión formada por miembros de la tripulación. El brigadier Mateo Pérez,
gobernador de esa Plaza los recibió a su llegada al puerto.
Allí
le informaron que se habían amotinado contra el capitán Hugh Pigott, que se
había portado con ellos como un tirano. El segundo piloto había organizado esta
acción y habían abandonado a sus mandos en una chalupa, con agua y víveres, a
la altura de Puerto Rico. Es curioso porque ese mismo año se dieron varios
motines en la Royal Navy.
Le
informaron que ya no querían luchar para el Reino Unido sino para el rey de
España y, como prueba de lealtad, le entregaron la fragata. Sólo pidieron que
les dejaran en libertad, salvo unos cuantos que exigieron ser tratados como
prisioneros de guerra parea manifestar que no habían tomado parte en el motín y
no ser colgados en el futuro.
El
militar español no se creyó del todo esta historia, pero les invitó a atracar
en el puerto y abandonar la fragata. También le entregaron toda la
documentación del buque, incluido el libro de claves de a bordo.
No
obstante, el gobernador dio cuenta de esta noticia al capitán general de
Caracas, Pedro Carbonell.
Tomó
provisionalmente el mando de la fragata un teniente coronel de Artillería, el
cual observó que no faltaba ninguna lancha, por lo que pensó que habían
asesinado y arrojado al mar a los mandos. Eso lo confirmaron, posteriormente,
las declaraciones de 4 hombres y un muchacho que no habían participado en el
motín.
Para
contar esta historia correctamente hay que retroceder un poco hasta unos meses
atrás.
En
febrero del mismo año se había producido la victoria de la Royal Navy sobre la
Armada española en la batalla del Cabo San Vicente. Eso hizo que además se
apoderaran de la isla Trinidad.
Desde
esa isla promovieron un contrabando muy activo con los criollos de Venezuela.
Es
posible que también apoyaran a los primeros grupos de criollos
independentistas. Por ello, en julio de ese año se descubrió una conspiración
de este tipo, la cual fue abortada inmediatamente.
Así,
el Almirantazgo británico envió esta nave, que tenía como base un puerto de
Haití a patrullar entre las islas de la Española y Puerto Rico, por donde
solían navegar los mercantes españoles.
El
capitán Pigott siempre fue partidario de una disciplina muy dura. Por otra
parte, los marineros no eran militares, sino civiles obligados a navegar en
esas naves, poco amantes de la disciplina y sin espíritu de lucha.
Parece
ser que los capitanes británicos consiguieron aumentar el ardor guerrero de sus
marineros a base una disciplina muy fuerte, repartiendo buena cantidad de
alcohol y utilizando garrotes.
Como
precedente tenían en ese momento el célebre motín de la Bounty, que fue
totalmente incruento.
A
juzgar por sus hechos, el capitán Pigott debería de haber estado encerrado en
un manicomio y no al frente de una nave. Creo que todos estarán pensando que
igual debería ocurrir con algunos de los actuales mandos de ciertas empresas.
Parece
ser que ordenó hacer una maniobra peligrosa con las velas. Como consideró que
lo estaban haciendo de una manera muy lenta, amenazó con azotar al último que acabara
y bajara. Eso hizo que el pánico cundiera por todas partes, los marineros no
actuaron coordinadamente y, como consecuencia de ello, 3 hombres cayeron a la
cubierta muriendo en el acto.
El
capitán, lejos de frenar los ánimos, ordenó arrojar inmediatamente sus
cadáveres por la borda acusándolos de “marinos de agua dulce”.
Incluso, se
permitió ordenar que se azotara a otros 6 de ellos, que habían participado en
la accidentada maniobra.
Así, a la
mañana siguiente, un grupo de marineros se amotinaron y entraron en el camarote
del capitán, cosiéndole a puñaladas. Lo mismo hicieron ellos con el primer,
segundo y tercero de los oficiales. También asesinaron al contramaestre, al
guardiamarina y al teniente de Infantería de Marina.
Luego también
mataron al contador, al secretario del capitán y al cirujano. Pocos mandos
sobrevivieron ese día.
Posteriormente,
como he comentado anteriormente, los marineros decidieron huir, entregando el
barco a las autoridades españolas.
La Royal Navy
se tomó este asunto muy en serio y, aunque los miembros de la tripulación
habían huido cada uno por su lado, no dejó de perseguirles y de unos 200
consiguió capturar y ahorcar a 24 de ellos, en los siguientes 9 años.
A finales de
diciembre de ese año, se decidió que se la quedase la Armada española. Así que
la renombraron como Santa Cecilia y la incorporaron a la flota con base en La
Habana.
De momento, la
enviaron a Puerto Cabello para su carenado y necesarias reparaciones.
Estando allí
atracada, se presentó su nuevo capitán, Ramón Echalaz, un veterano marino con
muchos años de servicio y muchos combates a sus espaldas.
A muchos les
extrañará que, con tantos años de servicio, su grado no fuera más alto. Eso fue
debido a que no era miembro de la nobleza y era lo habitual en esa época.
Al llegar, no
quedó muy conforme con las reparaciones, que consideró muy deficientes. También
se quejó de que le habían asignado una tripulación muy poco fiable. En su mayor
parte procedían de las prisiones.
Por otra
parte, el ambiente de Puerto Cabello no era muy favorable para los españoles,
pues acababan de anular el intento de independencia, habiendo ejecutado a uno
de los líderes, el otro pudo escapar.
Aparte de
ello, los comerciantes estaban descontentos con el transcurso de la guerra que
encarecía sus negocios.
Tampoco le
dieron la mejor oficialidad, pues la destinaron a combatir los focos insurgentes
de los independentistas.
Así, con una
nave y una tripulación en un lamentable estado, le llegó en octubre de 1799 la
orden de zarpar hacia Veracruz.
No sabemos si
Echalaz no se fiaba de su tripulación. Lo cierto es ordenó zarpar y fondear
enfrente de las baterías de un pequeño fuerte que había junto a la entrada del
puerto.
Por supuesto,
ya tenía conocimiento de que una fragata británica vigilaba la entrada del
puerto, pero no se le ocurrió que se atreviera a entrar en un puerto enemigo y
atacar a un barco fondeado allí.
Para el Reino
Unido era un insulto que unos amotinados se hubieran salido con la suya y el
barco estuviera ahora en manos españolas.
Aparte de
ello, la situación de los británicos no era buena, pues, últimamente, llevaban
varios fracasos a sus espaldas.
No habían conseguido
nada, en los últimos 2 años, con sus habituales ataques a Puerto Rico. Tampoco
había triunfado la insurgencia en Venezuela, promovida por ellos. Ni siquiera
habían progresado en Haití, pues los españoles les plantaron cara en Santo
Domingo. O sea, que necesitaban urgentemente un golpe de efecto para
tranquilizar a sus aliados y a la burguesía independentista.
En septiembre
de 1799 se ordenó al capitán de la nave Surprise (un nombre muy adecuado)
atacar a la Hermione y hacerse con ella.
Es muy posible
que los británicos estuvieran muy bien informados sobre esta nave, gracias a
sus buenas relaciones con los independentistas criollos.
El capitán
conocía de la habilidad de Echalaz para escabullirse de sus perseguidores en
alta mar, así que se arriesgó mucho decidiendo atacarle dentro del mismo
puerto.
Como llevaba a
bordo más lanchas de las ordinarias, ordenó que unas le atacaran por la proa y
otras cortaran sus amarras para remolcarle fuera del puerto.
Luego
aprovecharían el combate con los españoles para largar las velas para hacer
navegar al barco. Esperaban que, cuando los españoles vieran moverse el barco,
se lanzarían al agua.
El ataque se
produjo en la noche del 24 al 25 de octubre. Los marinos británicos se
presentaron con 7 lanchas y vestidos de azul oscuro. Los españoles eran más
visibles por su ropa blanca.
Como el
oficial de guardia no se hallaba en su sitio, el personal de guardia se
desmoralizó y abandonó enseguida la lucha. Incluso, muchos de ellos se montaron
en un bote y abandonaron la nave.
Los británicos
cerraron enseguida las escotillas y dejaron allí encerrados a la mayoría de la
tripulación, aunque hicieron muchos esfuerzos por resistir.
Llegados a
este punto, los asaltantes se hicieron con el mando del barco y lo sacaron del
puerto a base del empuje de las velas y de remolcarlo con las lanchas.
Desde el
pequeño fuerte hicieron algunos disparos, pero no consiguieron nada. Cuando los
españoles empezaron a oír los disparos cada vez más lejanos, entendieron que se
habían alejado del puerto y que sólo podían rendirse.
La cantidad de
bajas fue muy descompensada. Mientras que los británicos no tuvieron ningún
muerto y sólo una docena de heridos, los españoles habían sufrido los disparos
y sablazos de los británicos, ocasionándoles 119 muertos y 57 heridos de
consideración.
Echalaz sufrió
una humillación por haber sido vencido de esta forma. Solamente 98 británicos
habían vencido de esa manera tan fácil a un barco con 392 tripulantes.
Así y todo,
tuvo la gallardía de rendir el barco y pedir la libertad de sus marineros y la
documentación del barco, donde demostraba la desidia de sus subalternos.
En alta mar,
los ingleses dejaron en libertad a unos 220 tripulantes, los cuales embarcaron
en un barco de los USA.
Cuando el
capitán Hamilton llegó a Jamaica con las 2 naves redactó su informe, el cual
también fue usado por Echalaz para su defensa, pues se publicó en un periódico
local.
No hará falta
decir que el capitán Hamilton “adornó” su informe para no dar a entender que se
había llevado el barco “por la cara”. Lo único cierto es que él mismo había
resultado herido en el combate.
Incluso, el
historiador británico Dudley Pope calificó el hecho “entre las más bravas,
mejor planificadas y más exitosas operaciones de la historia naval británica”.
El capitán
Hamilton, desde entonces, se convirtió en todo un personaje de leyenda y fue
nombrado caballero.
La Hermione
ahora fue rebautizada como Retaliation y, poco antes de ser desguazada, en
1805, se le denominó Retribution.
Por lo que se
refiere al pobre Echalaz, se le formó consejo de guerra en La Habana, donde le
condenaron a permanecer 3 años encerrado en su prisión militar y luego fue
expulsado de la Armada española.
Años después
se quejó de que el proceso fue muy irregular y que tampoco se le permitió
apelar al Supremo de la Armada y que los demás mandos no fueron castigados con
la misma severidad.
Achaca la
entrega del barco a una traición, cuyo origen podría haber tenido lugar en la
Corte. Es posible, porque Godoy era un enemigo declarado de los marinos
ilustrados, como él.
Siempre
intentó volver a la Armada, pero no lo consiguió hasta 1820, aunque, tras la
vuelta del Absolutismo, fue cesado de nuevo. Sólo le permitieron volver en 1828
con la condición de retirado.