lunes, 30 de septiembre de 2024

LA INMENSA LABOR DEL PERIODISTA E.D. MOREL

 

Como de costumbre, he elegido para este artículo a un personaje que, en la actualidad, es alguien casi desconocido para nosotros. Sin embargo, ya veréis que, en su época, fue alguien muy influyente a nivel mundial.

Edmund Dene Morel, que era cómo se llamaba nuestro personaje de hoy, nació en 1873 en París. Curiosamente, era hijo de un francés y una británica.

Su padre fue un funcionario del Ministerio de Finanzas de Francia. El problema fue que murió cuando Edmund sólo tenía 4 años. Eso hizo que la familia tuviera graves problemas económicos, porque su familia paterna no les quiso ayudar. Así que su madre, que era cuáquera, optó por regresar al Reino Unido con su hijo.

Parece que allí tampoco les fue muy bien, porque su madre enfermó y él tuvo que dejar sus estudios a los 15 años para ponerse a trabajar.

Comenzó trabajando en la naviera Elder Dempster, de Liverpool, cuyo propietario era Alfred Jones. Aparte de ello, se sacaba un dinero extra dando clases de francés.

En aquella época, empezó a escribir artículos para los periódicos. Sus fuentes eran las conversaciones que mantenía con los marinos, que acudían a su oficina.

En 1896, solicitó la nacionalidad británica y ese mismo año se casó con Mary Richardson. El matrimonio tuvo 5 hijos.

En 1898, como su compañía tenía en exclusiva el transporte marítimo entre Bélgica y su colonia del Congo, le enviaron a Amberes para que controlase la carga y descarga de las naves de su empresa.

Allí pudo comprobar que, mientras esas naves solían venir cargadas con inmensas cantidades de caucho y marfil, siempre volvían al Congo repletas de armas, cadenas y municiones. O sea, que estaban sometiendo a los nativos a la esclavitud.

Así que tuvo la ocurrencia de ir a contárselo al presidente de su compañía, el cual le aconsejó que no hiciera caso y siguiera haciendo su trabajo. Estaba claro que se estaba forrando con ese negocio.

Por ello, Edmund, se dedicó a entrevistarse con misioneros, marinos y gente de todo tipo, que hubiera estado en el Congo belga para hacerse una idea de lo que estaba ocurriendo allí.

A pesar de que en su empresa le ofrecieron un puesto muy bien remunerado para que permaneciera en silencio, eso fue lo que le animó a dejar su trabajo y denunciar lo que estaba ocurriendo a base de escribir artículos en periódicos franceses y británicos.

Fundó su propio periódico, The West African Mail, donde denunció que se estaba sometiendo a la población congoleña a realizar trabajos forzados, les torturaban, les mutilaban y hasta les asesinaban.

A los hombres les ponían una serie de objetivos diarios. Si no los cumplían, les cortaban la mano derecha o secuestraban a sus mujeres. A veces, ambas cosas.

Curiosamente, en un principio, su antiguo jefe apoyó a ese periódico con el fin de que no contara todo lo que sabía. Sin embargo, muy pronto le retiró su apoyo.

Creo que, antes de seguir, es preciso explicar qué ocurría en el Congo.

En 1885 se celebró la famosa Conferencia de Berlín, por la que los países europeos se repartieron el territorio de África, donde sólo había dos países independientes. Uno era Liberia, fundada por los abolicionistas de USA para enviar allí a los esclavos, que vivían en América y que desearan regresar a África. El otro era lo que se llamaba Abisinia y hoy conocemos como Etiopía.

El rey Leopoldo II de Bélgica creó la denominada Asociación Internacional del Congo y convenció al resto de las potencias allí reunidas para que le cedieran ese territorio para fines humanitarios y filantrópicos.

Una vez que aceptaron su propuesta, cambió el nombre de esa Asociación por el de Estado Libre del Congo, el cual estaría gobernado por él, en calidad de monarca absoluto. Un territorio con una superficie de 2.344.000 km2.

Curiosamente, tal y como indicaba la Constitución de Bélgica, su parlamento aprobó que su monarca fuera, a la vez, rey de Bélgica y del Congo.

Sin embargo, sólo se trataba de una unión de países en una persona y no una colonia de Bélgica, sino de Leopoldo II.

Las atrocidades cometidas por los representantes de ese monarca dieron lugar a muchas denuncias. Entre ellas, la famosa novela “El corazón de las tinieblas”, cuyo autor fue Joseph Conrad.

Sin embargo, lo que hizo más efecto fue el informe del diplomático británico Roger Casement, al cual dediqué otro de mis artículos y que provocó un gran escándalo a nivel internacional.

 En 1904, el Gobierno británico encargó a Casement que viajara por el Congo para conocer in situ lo que estaba ocurriendo allí.

Incluso, el célebre autor Arthur Conan Doyle también relató en su novela “El crimen del Congo”, las atrocidades cometidas por los esbirros de Leopoldo II. Un Ejército privado autodenominado Fuerza Pública.

En 1904, Casement junto a E. D. Morel fundaron la Asociación para la reforma del Congo. Ciertamente, movilizaron a la opinión pública a base de difundir fotos sobre las atrocidades, que se estaban cometiendo en el Congo. También impartieron conferencias y charlas para dar a conocer la realidad de lo que estaba ocurriendo. Organizaron manifestaciones masivas y buscaron el apoyo de celebridades para intentar presionar a las grandes potencias a fin de que cesara el maltrato a los congoleños.

Realmente, Morel, que era un gran orador, fue el que llevó la voz cantante. Ciertamente, Casement también podría haber realizado esa labor, sin embargo, no podía, ya que era un representante del Gobierno británico.

Incluso, tuvieron la colaboración de varios misioneros, que acababan de regresar del Congo, los cuales dieron cientos de charlas, tanto en el Reino Unido como en USA, para contar lo que pasaba en el Congo.

Hasta el célebre escritor Mark Twain publicó un panfleto titulado “El soliloquio del rey Leopoldo”, donde se burla de este monarca y “las cosas buenas” que hizo en el Congo.

Parece ser que el que más apoyo financiero les dio fue el millonario y empresario cuáquero William Cadbury, fundador de la famosa marca de chocolates que lleva su nombre.

Por otra parte, el rey Leopoldo II, contrató al abogado USA Henry Kowalsky para intentar que el Gobierno USA se pusiera de su parte y no hiciera caso a la Asociación de Morel.

Parece ser que el rey le retiró su confianza, después de que ese abogado se hubiera liado a puñetazos con otras personas en medio de un juicio.  Sin embargo, éste le exigió una renovación del contrato y la correspondencia entre ambos llegó a los periódicos del infame William Randolph Hearst, los cuales publicaron todos los sobornos que había realizado a diversos senadores.

Así que esta vez, los gobiernos del Reino Unido y USA, este último presidido por Theodore Roosevelt, se dieron mucha prisa para aplacar ese escándalo y propusieron la llamada Solución belga. Ésta consistió en obligar al rey Leopoldo II a renunciar al Congo para que pasara a ser una colonia de Bélgica.

Así, tras una dura votación en el Parlamento de Bélgica, en noviembre de 1908, el Congo pasó a ser el Congo belga.

Realmente, se siguió forzando a los congoleños a trabajar, pero de una manera menos dura y sin utilizar la violencia.

No obstante, permanecieron en sus cargos tanto el gobernador, que había sido nombrado por el monarca belga como todos sus ayudantes.

Como es de suponer, el Estado belga apenas se preocupó ni de la Sanidad, ni de la educación de los congoleños.

Sin embargo, muchas empresas mineras belgas y de otros países se instalaron allí, atraídas por la gran riqueza mineral, que había en ese inmenso territorio.

En 1911, Morel dio por terminada su campaña hacia el Congo belga. A partir de entonces, visitó otros países, como Marruecos o Nigeria.

En 1912, se presentó a las elecciones generales del Reino Unido, como candidato del Partido Liberal, pero no ganó un escaño.

En la época anterior a la I Guerra Mundial demostró que era un pacifista y se opuso a que su país interviniera en esa guerra, que ya se veía venir muy pronto. Incluso, llegó a ser, brevemente, encarcelado por enviar folletos pacifistas a otros países. Algo que era ilegal. No obstante, ese período en la prisión le trajo graves problemas de salud.

De hecho, publicó un libro titulado “Diplomacia de antes de la guerra”, donde daba a conocer todos los pasos que se estaban dando para lograr el estallido de la guerra.

Incluso, en la posguerra, publicó varios artículos, donde denunció las violaciones y robos cometidos por los soldados senegaleses, que Francia había enviado para ocupar la zona del Ruhr.

Durante la I Guerra Mundial lo pasó muy mal, porque muchos le acusaron de ser simpatizante de los alemanes y hasta un posible espía alemán. Incluso, la cosa se agravó cuando detuvieron a su amigo, el irlandés Casement, con un cargamento de armas, enviado por los alemanes para apoyar la insurrección en Irlanda. Por ello, fue juzgado, condenado a muerte y ahorcado.

No obstante, en 1922, consiguió un escaño en la Cámara de los comunes por el Partido Laborista, quitándole su escaño nada menos que a Winston Churchill. Siendo reelegido en 1924. Parece ser que celebró su victoria sobre Churchill, porque lo consideraba un tipo muy belicista.

Incluso, varios políticos británicos pidieron su nominación para el Premio Nobel de la Paz, pero no lo consiguió. No obstante, durante varios años fue asesor del primer ministro Ramsay MacDonald.

Por el contrario, en Bélgica tenía muy mala prensa, pues muchos alegaban que lo que intentaba era que el Reino Unido se anexionara el Congo belga, favoreciendo los intereses comerciales de las empresas británicas.

Argumentaban que Morel trabajó en una gran empresa de Liverpool y que muchos empresarios de esa ciudad le ayudaron para que publicase todos esos folletos y panfletos a fin de romper el monopolio comercial de Leopoldo II sobre el Congo.

También le acusaron de ser tan colonialista como los demás y de pensar que los africanos eran inferiores a los europeos.

Lo cierto es que Morel escribió que muchos africanos estaban obsesionados por tener cuanta más descendencia mejor, a causa de la gran mortalidad infantil que había en ese continente. Por ello, le acusaron de racista.

Durante la I Guerra Mundial fundó, junto con otras personalidades, como Ramsay MacDonald la Unión de Control Democrático. Esta organización pedía que se suprimiera la diplomacia secreta, para que fuera controlada por el Parlamento. Después de la guerra, debería crearse una organización internacional para prevenir conflictos en el futuro. Lo que luego sería la Sociedad de Naciones.

También pedían que, al final de la guerra, no se humillase a los vencidos, porque esto podría dar lugar a futuras guerras. Como ocurrió tras el Tratado de Versalles.

Escribió muchos artículos en la revista de su organización. Incluso, culpó del inicio de la guerra a Francia y a la Rusia zarista y no a los imperios centrales, como se había hecho en Versalles. Como ya mencioné en mi artículo sobre el coronel Redl.

También fue muy crítico con el Tratado de Versalles y acertó plenamente, cuando dijo que daría paso a otra guerra.

Desgraciadamente, en 1924, sufrió un ataque cardiaco del que no pudo recuperarse y falleció.

El famoso escritor George Orwell, lo definió como “un hombre heroico, pero ya olvidado”.

Para terminar, hay que decir que su hija Stella se casó con un activista político polaco, llamado Joseph Retinger. Seguro que, dicho así, a casi nadie le sonará de nada. Sin embargo, si empiezo diciendo que, durante la II Guerra Mundial, fue el principal asesor del Gobierno polaco en el exilio.

Durante la posguerra fue uno de los miembros fundadores del Movimiento Europeo, en el que se basaron para crear la actual UE.

Incluso, fue uno de los fundadores del famoso Club Bilderberg y hasta fue nominado para el Premio Nobel de la Paz, aunque tampoco se lo concedieron.

 

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martes, 24 de septiembre de 2024

EL GENERAL HENRI GIRAUD

 

Supongo que, al leer el título de este artículo, muchos de mis lectores se habrán preguntado quién fue este personaje. No me extraña, porque siempre lo tuvieron escondido y marginado. Sin embargo, en su momento, fue un personaje clave en la Historia de Francia.

Como siempre, empezaré por sus raíces familiares. Henri Honoré Giraud, que era su verdadero nombre, nació en 1879 en París.

Su familia podríamos decir que formaba parte de la clase media. Su padre era un comerciante de carbón y su familia era conservadora y católica.

En 1898 ingresó en la prestigiosa Academia militar francesa de Saint-Cyr, de donde salió, dos años más tarde, como segundo teniente.

Comenzó su carrera militar en el norte de África, siendo destinado a un regimiento de zuavos.

No obstante, en 1907, aprobó su ingreso en la Escuela Superior de Guerra, consiguiendo, dos años más tarde, ser nombrado oficial de Estado Mayor.

Hasta 1912 estuvo destinado en distintas unidades, como oficial de Estado Mayor.

Sin embargo, en 1913, solicitó regresar con los zuavos. La unidad con la que había empezado su carrera militar. Me imagino que sería porque ya se estaban oliendo una próxima guerra.

Así que, cuando empezó el conflicto, su unidad fue trasladada al frente occidental.

En agosto de 1914 encabezó una de aquellas cargas a la bayoneta a la antigua usanza, que se hacían antes de que comenzase la guerra de trincheras, debido a las muchas bajas producidas por las armas modernas.

Como era de esperar, las eficaces ametralladoras alemanas barrieron a su unidad y él fue herido de gravedad, siendo capturado por las tropas alemanas.

Parece ser que lo encerraron en un campo de concentración situado

en Bélgica. Sólo dos meses más tarde, a pesar de sus graves heridas, que le provocaron una pleuresía, consiguió escapar de su encierro y, gracias a la colaboración de la famosa enfermera británica Edith Cavell, a la que también dediqué otro de mis artículos, consiguió llegar a lo que siempre hemos llamado Holanda.

No debemos olvidar que Holanda fue neutral en la I Guerra Mundial y ambos bandos respetaron su neutralidad.

Posteriormente, él y otro oficial francés, que le había acompañado en su huida, fueron enviados al Reino Unido. Regresaron a Francia en un crucero, donde coincidieron con Delcassé, ministro de Asuntos Exteriores de Francia.

Esta huida le valió ser condecorado como caballero de la Legión de Honor. La máxima condecoración de Francia.

Una vez recuperado de sus graves heridas, fue enviado al Estado Mayor del general d’Esperey, que combatía en Grecia.

Posteriormente, fue trasladado de nuevo al frente occidental, donde combatió en las famosas batallas del Chemin des dames y el fuerte Malmaison.

Al final de la guerra fue nombrado jefe del Estado Mayor de la División Marroquí del Ejército francés.

Durante la posguerra fue llamado al Ministerio de la Guerra para colaborar en la modernización del Ejército.

Posteriormente, fue reclamado por el propio mariscal Lyautey para luchar en África contra las fuerzas rebeldes de Abd-el-Krim. El mismo que llevaba varios años hostigando al Ejército español.

En 1926, cuando se hallaba al mando de un regimiento de fusileros argelinos, recibió la rendición de ese caudillo rifeño. Supongo que prefirió rendirse a los franceses para no ser ejecutado por los españoles.

Giraud, ya siendo coronel, continuó, durante varios años, destinado en el norte de África, donde tuvo que luchar contra varias sublevaciones.

En 1936, fue ascendido a general y nombrado gobernador militar de la ciudad de Metz. Una ciudad situada en la disputada región de Lorena.

En aquel destino fue superior jerárquico del entonces coronel De Gaulle. Parece ser que sus relaciones nunca fueron muy buenas, debido a las diferentes ideas de ambos en el uso de los carros de combate.

En 1939, cuando comenzó el conflicto bélico, Giraud era el jefe del 7º Ejército y formaba parte del Consejo Superior de Guerra. Estuvo a favor de declarar la guerra, en caso de que los alemanes invadieran Polonia. Sin embargo, se opuso a las ideas del general De Gaulle de utilizar los carros de combate como unidades autónomas. Tal y como lo hacían los alemanes.

En 1940, Giraud, al frente de su unidad, consiguió parar el avance de las tropas alemanas, en el interior de Holanda. Durante la II Guerra Mundial, los alemanes no respetaron la neutralidad de Holanda.

Sin embargo, el general Gamelin, lo destinó como jefe del 9º Ejército.


Cuando Giraud se trasladó a su nuevo destino, descubrió que esa unidad ya no existía y fue capturado por los alemanes.

Como se trataba de un oficial francés de alta graduación, fue enviado a una fortaleza cercana a Dresde, donde solían encerrar a los prisioneros importantes.

Aprovechó su encierro para escribir, no sólo a su familia, sino también al general Pétain, con el que le unía una buena amistad. En algunas de esas cartas le dio su opinión acerca de haber sido derrotados en la guerra.

Se le nota muy animoso en esas misivas a su familia. Les anima a resistir y a intentar recuperar su patria: “Una nación vive cuando quiere vivir”.

Así que, con la complicidad de sus compañeros encarcelados, que, en su mayoría, también eran generales, logra escapar en abril de 1942. Hay que decir que había aprendido a hablar, correctamente, alemán y también se había aprendido de memoria los mapas de aquella zona, con las localidades por dónde tenía que pasar.

Contactó con un agente británico del SOE, el cual le proporcionó ropas de civil, dinero y documentación falsa.

De esa forma, consiguió penetrar en Suiza. Se dejó coger por unos policías suizos, los cuales le facilitaron que pudiera llegar a la Francia de Vichy.

Por lo visto, a Himmler y Hitler no les gustó nada la fuga de Giraud y dieron la orden de matarlo, si lo encontraban por alguna parte. Parece ser que, en varias ocasiones, estuvieron a punto de capturarlo, pero no lo consiguieron.

La noticia de su escapada fue recibida de diversas maneras en Francia. Por una parte, la Resistencia y la Francia libre celebraron su huida.

Por el otro lado, Pierre Laval, presidente del Gobierno colaboracionista de Vichy, le presionó para que se entregara a los alemanes, alegando que estaba haciendo peligrar la devolución de miles de prisioneros franceses en Alemania.

También dediqué otro de mis artículos al presidente del Gobierno de Francia, Pierre Laval.

Sin embargo, los alemanes no perdieron el tiempo. Enviaron a un par de emisarios al objeto de presionarlo para que volviera, pero no lo consiguieron. No obstante, parece ser que ya tenían un plan B, pues también habían enviado al famoso Otto Skorzeny, aquel que rescató a Mussolini de su encierro, al mando de dos compañías de las SS, para secuestrarlo y llevarlo de nuevo a Alemania. Afortunadamente, no le dieron la orden y se retiraron. Aún así, arrestaron a todos los miembros de su familia. O sea, a su esposa y a sus 8 hijos. Una de las hijas murió en un campo de concentración nazi y uno de los hijos, que era piloto de caza, murió en combate.


Cuando empezaron los preparativos para el desembarco aliado en el norte de África, estos buscaron a un general francés con prestigio al que obedecieran las tropas francesas destinadas en África. Ya tenían a De Gaulle, pero les resultaba demasiado político. Aparte de que parecía que muchas unidades francesas, como ocurrió en Senegal, no querían estar bajo su mando.

Así que buscaron a un general francés de reconocido prestigio, que sólo fuera un militar sin ambiciones políticas y pusieron sus miradas en Giraud.

Por otro lado, un grupo de personas se habían puesto de acuerdo para conseguir que el norte de África se pasara del bando de Vichy al de los aliados y le ofrecieron el mando de la operación a Giraud.

Éste propuso a los aliados realizar, a la vez, un desembarco en el norte de África y otro en el sur de Francia, que sería apoyado por los miles de soldados, que habían sido desmovilizados y utilizando armamento, que habían escondido, antes de la rendición.

Sin embargo, este plan fue rechazado por los aliados y se aprestaron a realizar la Operación Antorcha, o sea, el desembarco aliado en el norte de África.

Por lo visto, la idea de Giraud es que se le pusiera al mando de las tropas que desembarcasen en el norte de África. Su idea era que Francia y sus colonias fueran liberadas por soldados franceses con el apoyo de los aliados.

Sin embargo, en la reunión que mantuvo en Gibraltar con el general Eisenhower, éste le dejó las cosas muy claras.

El militar USA tendría el mando de todas las fuerzas, mientras que el papel de Giraud sería el de convencer a las tropas francesas para que no opusieran resistencia. Cosa que, como es de suponer, no le gustó nada a nuestro personaje.

De todas formas, parece que la presencia de Giraud en África no fue suficiente para que las tropas francesas se rindieran a los aliados.

Casualmente, en aquel momento se hallaba allí el almirante Darlan, hombre fuerte del régimen de Vichy y varios generales esperaron sus instrucciones para enfrentarse o rendirse a los aliados.

Increíblemente, el almirante Darlan, que tenía un gran olfato político, se reunió con Giraud y consiguieron ponerse de acuerdo. A partir de entonces, el primero tendría el mando político y sobre la Armada destinada en ese territorio. Mientras que Giraud tendría el mando supremo de las fuerzas de tierra y aire del norte de África.

Contra todo pronóstico, en la Nochebuena de 1942, un joven exaltado, asesinó al almirante Darlan. Por ello, ahora Giraud también asumió las responsabilidades de Darlan.

Por otro lado, como llegó a los alemanes la noticia de un posible desembarco aliado en el sur de Francia, estos decidieron invadir la zona no ocupada, gobernada desde Vichy.

Como ya dije, la única idea de Giraud era que los propios franceses
vencieran a los alemanes y reconquistasen su país y sus colonias. Sin embargo, dado que era muy conservador, nunca se opuso a las ideas políticas nacionalistas del mariscal Pétain. Quizás, por eso, siempre estuvo a favor de admitir en su bando a los antiguos colaboracionistas de Vichy.

En enero de 1943, los aliados invitaron, tanto a Giraud como a De Gaulle, a asistir a la Conferencia de Casablanca.

Aunque en algunas fotos se les ve dándose la mano, lo cierto es que no se pusieron de acuerdo sobre la nueva organización política de Francia.

Por otro lado, los pocos cambios que vieron los aliados en el norte de África, tras la llegada al poder de Giraud, hizo que se pensaran mejor su apoyo a este general, pues seguían en vigor muchas normas contra los judíos y contra la libertad de prensa. Parece ser que eso no unió a los franceses, sino que los dividió.

Por eso, el presidente Roosevelt, envió a uno de sus hombres de confianza. Concretamente, Jean Monnet, uno de los futuros fundadores del Mercado Común Europeo. Éste consiguió convencer a Giraud de que la única forma de obtener el apoyo de los aliados sería abolir las normas legales de Vichy. Por ejemplo, clausurando los campos de concentración y dejando en libertad a todos los judíos.

No obstante, en mayo de 1943, Jean Moulin, jefe de la Resistencia, envió un mensaje al Gobierno británico en el que afirmaba que todos los movimientos de la Resistencia reconocían como su líder a De Gaulle y no a Giraud.

Sin embargo, en junio de 1943, se fundó el Comité Francés para la Liberación Nacional, el cual fue presidido, a la vez, por De Gaulle y Giraud.

También se fusionaron el Ejército francés en África con las Fuerzas Francesas Libres para crear el Ejército francés de liberación, que estaría al mando de Giraud.

Parece ser que la mayoría de las discusiones entre ambos generales se basaban en que De Gaulle quería hacer una purga entre todos los que habían servido a Vichy, mientras que Giraud pretendía unir a todos los franceses.

Sin embargo, poco a poco, De Gaulle se fue saliendo con la suya y fue sustituyendo a todos los políticos, que habían colaborado con Vichy. Así, De Gaulle, fue consiguiendo apartar a Giraud del poder político y dejarle, exclusivamente, el poder militar.

De hecho, De Gaulle, ordenó la detención de un antiguo ministro de Vichy, que se había pasado al bando de Giraud. Lo llevaron a juicio, lo condenaron a muerte y lo fusilaron.

A finales de 1942, Giraud y su Estado Mayor decidieron organizar la invasión de Córcega. Enviaron abundante material y se pusieron de acuerdo con los grupos de resistencia de mayoría comunista.

Aunque Giraud pensó aplazar esta operación, ya que no había conseguido reunir el armamento necesario, en septiembre de 1943, recibió el mensaje de que la sublevación había comenzado. Así que envió tropas a esa isla, las cuales, junto con los italianos, que se habían cambiado de bando, consiguieron derrotar y expulsar a los alemanes.

Evidentemente, esto no le hizo ninguna gracia a De Gaulle, pues no le habían comunicado nada. Así que consiguió reducir los poderes de Giraud en el Consejo.

En noviembre de ese año, consiguió que Giraud firmase que De Gaulle sería el único que podría reorganizar el Consejo. Acto seguido, De Gaulle pidió que todos los miembros del Consejo dimitieran y nombró un nuevo Consejo, donde no estaban ni Giraud, ni sus seguidores.

Así que, una vez marginado, pues ni siquiera le permitieron combatir para recuperar Francia, se fue a vivir a su residencia de Mazagrán, en Orán.

En agosto de 1944, mientras estaba residiendo allí, fue objeto de un atentado por parte de uno de los miembros de su guardia personal. Se trataba de un fusilero marroquí, que le golpeó en la cabeza, pero el general tuvo suerte y no murió. El autor del atentado fue fusilado.

En la posguerra, le dejaron regresar a Francia. Por ello, en 1946, se presentó a las elecciones constituyentes y fue elegido diputado por Mosela. Tuvo una gran participación en las discusiones para crear la nueva Constitución, aunque quedó muy decepcionado con el resultado. Por ello, ya no se presentó a las siguientes elecciones legislativas.

En 1949 fue hospitalizado por estar gravemente enfermo. Allí fue condecorado por su fuga y sus servicios en el norte de África. No obstante, él pidió que esas medallas se conservaran en el Museo de Infantería. Murió en marzo de ese año y su cadáver fue llevado a los Inválidos.

 

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domingo, 22 de septiembre de 2024

ANDRÉS DE URDANETA, EL DESCUBRIDOR DEL TORNAVIAJE.

 

Hoy voy a dedicar este artículo a un personaje, que realizó un gran descubrimiento, pero al que apenas se le menciona en los libros de Historia. Seguro que, si hubiera sido anglosajón, ya le hubieran dedicado varias películas en Hollywood.

En el siglo XVI, tras pasar las islas Filipinas a formar parte del Imperio español, se desarrolló un importante comercio entre estas islas, China y América. 

Para ello, se utilizó el famoso Galeón de Manila, que siempre viajaba abarrotado de productos asiáticos, los cuales eran muy demandados, tanto en América como en Europa. Estos productos eran pagados con las monedas acuñadas con la plata obtenida en las minas americanas.

Hasta el siglo XVIII, las únicas naves europeas, que se atrevían a navegar, desde América, por el Pacífico eran las españolas. Por eso se le denominó “el lago español”.

Magallanes y Elcano hicieron ese viaje, pero regresaron bordeando el sur de África. El mismo recorrido que solían efectuar los portugueses.

Hay que decir que un importante incentivo, para realizar esas travesías tan arriesgadas era el comercio de las especias, que se pagaban en Europa a un precio superior al del oro.

La causa de este encarecimiento se debió a que, a mediados del siglo XV, los turcos habían conquistado el Imperio Bizantino y habían cortado el paso  hacia Europa de la famosa Ruta de la Seda.

Es posible que a algunos les parezca raro que se pagase tanto por las especias. La explicación está en que, en aquella época, no había frigoríficos, ni congeladores y las especias y la sal eran las únicas formas de conservar la carne de las matanzas. Así que era algo muy demandado.

Después de esta amplia introducción, me voy a centrar en el personaje de hoy. Andrés de Urdaneta y Cerain, que así era cómo se llamaba, nació en 1508, en Villafranca de Ordizia (Guipúzcoa).

Se supone que su familia se podría decir que era hidalga y acomodada.

Su padre llegó a ser alcalde de su pueblo. Mientras que su madre era familiar del navegante Miguel López de Legazpi.

Parece ser que se trataba de un joven estudioso, que no quería seguir viviendo en su pueblo y tampoco quería ingresar en un convento, como deseaban sus padres.

Por eso, su padre habló con el famoso Juan Sebastián Elcano, también vasco, y así enrolaron al joven, como secretario, en la expedición de Frey García Jofre de Loaysa rumbo a las Molucas, la cual zarpó desde el puerto de La Coruña en julio de 1525.

Ya dediqué otro de mis artículos a hablar de esa desdichada expedición, donde murieron casi todos los miembros de la tripulación.

Sin embargo, Urdaneta tuvo mejor suerte. Fue apresado por los portugueses y pasó 8 años como cautivo. Parece ser que no perdió el tiempo, porque llegó a aprender varias lenguas habladas en esas islas.

En 1536, regresó a la Península Ibérica, a bordo de un barco portugués. En Lisboa le requisaron la mayoría de su equipaje, que consistía en notas sobre esas islas y cartas de navegación. Sin embargo, parece ser que tenía una gran memoria y, en poco tiempo, consiguió reconstruir todo lo que le habían robado.

Parece ser que, durante su etapa de cautivo en aquellas islas, tuvo una gran libertad de movimientos. Así que se casó con una nativa isleña y tuvieron una hija.

Cuando regresó a la Península sólo le acompañó su hija, pues su mujer había muerto poco antes del viaje.

Como allí no tenía oficio ni beneficio, dejó a su hija con su familia en Ordizia y él regresó a América.

Estuvo navegando a las órdenes de Pedro de Alvarado, uno de los hombres de confianza de Hernán Cortés.

Tras unos años entre estos conquistadores, se enteró de que su hija se había casado y, como estaba un poco harto de esa vida, a los 45 años, profesó como agustino en un convento de Ciudad de México.

Parece ser que su buena fama como navegante llegó hasta los oídos de Felipe II. Así que el monarca, que estaba empeñado en encontrar un camino en el Pacífico para regresar navegando desde las Filipinas hasta América, encargó al virrey de Nueva España que se pusiera en contacto con él para intentar conseguirlo.

Por ello, encargaron una misión, al mando de Miguel López de Legazpi, pariente de su madre y alcalde de Ciudad de México. Esta expedición partió de las costas mexicanas del Pacífico a finales de 1564.

Esta expedición, formada por 5 naves, tardó nada menos que 6 meses en atravesar el Océano Pacífico y atracar en las Filipinas.

Parece ser que permitieron que Urdaneta eligiese a los miembros de las tripulaciones. Ese sería el motivo por el que un tercio de los más de 300 marineros eran vascos, igual que él. También le acompañaron 4 frailes agustinos.

Al mismo tiempo, tuvo mucho cuidado al elegir los víveres, al objeto de prevenir la aparición del escorbuto, cuyos efectos ya había contemplado en sus anteriores expediciones.

En julio de 1565, la expedición tomó el camino de regreso, al mando de Felipe de Salcedo, un nieto de Legazpi.

Urdaneta, que viajaba en la nao San Pedro, aconsejó navegar hacia el norte hasta casi llegar a Japón y luego seguir hacia el norte hasta las costas de California, para luego virar hacia el sur y regresar a México. Concretamente, desembarcaron en Acapulco.

Ese viaje se hizo aprovechando la corriente del Kuro Siwo o Kuroshio y sólo les llevó tres meses de navegación. De esa manera, descubrieron la forma de regresar de Asia hacia América. Algo que se conservó en secreto durante varios siglos.

Curiosamente, tras haber conseguido esta gesta, Urdaneta se limitó a llevar un informe al rey y regresó a su convento mexicano, donde murió sólo 3 años después, en junio de 1568.

Por el contrario, Legazpi fue nombrado nuevo gobernador de las Islas Filipinas y fue el que creó la ruta del célebre galeón de Manila.

Parece ser que Urdaneta se reunió con Felipe II en 1566 en la ciudad de Salamanca. Fue acompañado por un hijo de Legazpi, el cual presentó al rey un informe sobre las necesidades de su padre en Filipinas.

Por lo visto, el Consejo de Indias no quería dejar marchar a Urdaneta y hasta le ofrecieron un puesto de director de una escuela de navegación. Sin embargo, él recurrió al rey, el cual le notó muy envejecido, a pesar de que todavía no había cumplido los 60 años, y autorizó su regreso a su convento en México.

Hasta esas islas llegaban muchos productos chinos, que se compraban para embarcarlos rumbo a Nueva España (México) y desde allí hacia la Península Ibérica. Incluso, con el tiempo, emigraron miles de chinos para residir en las Islas Filipinas.

Por ello, esos productos se pagaban con la plata de los yacimientos de América. Incluso, se cree que nada menos que un tercio de la plata obtenida en América acabó en manos chinas. Parece ser que, en Asia, la plata tenía una cotización superior a la que le daban en Europa.


Así que algunos la califican como la primera globalización mundial.

Parece ser que este comercio tuvo tanto éxito, que los comerciantes sevillanos, que era donde atracaban estos barcos venidos de América, se quejaron y las autoridades tuvieron que reducir el número de viajes anuales de 6 a 2.

El viaje de vuelta comenzaba en el puerto filipino de Cavite y terminaba en el puerto mexicano de Acapulco. Allí se desembarcaba la mercancía, atravesaba México y era de nuevo embarcada en Veracruz, con destino a Sevilla. Al galeón de Manila también se le conoció como la Nao de la China.

Ni siquiera se molestaban en ir escoltados por otros barcos militares y hasta eliminaban algunos cañones al objeto de poder embarcar más kg. de mercancía.

Aunque parezca mentira, a lo largo de los siglos, los piratas sólo consiguieron capturar 4 convoyes llegados desde América.

Ya se sabe que las victorias tienen muchos padres, mientras que las derrotas suelen ser huérfanas.

Por eso mismo, Alonso de Arellano, hijo ilegítimo de un noble, que era el capitán del San Lucas, otro de los barcos de aquella flota, que era más rápido que el de Urdaneta, cuando ya casi habían llegado a su destino, dejó atrás al resto de la flota y atracó en un puerto mexicano, llamado la Barra de Navidad, situado en el Estado de Jalisco, reivindicando para él la consecución de ese logro.

Eso dio lugar a varios pleitos entre Legazpi y Arellano, que terminaron con el reconocimiento oficial de Urdaneta como descubridor de esta importante vía marítima.

Desgraciadamente, cuando se produjeron las guerras de independencia de las provincias de Hispanoamérica, las Cortes de Cádiz decretaron, en 1813, la supresión del Galeón de Manila.

No obstante, éste se mantuvo en servicio hasta 1815, año en el que un galeón denominado San Fernando, hizo su último viaje, ya que las nuevas autoridades mexicanas requisaron todo su cargamento, que había sido embarcado en las Filipinas.

 

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