domingo, 17 de septiembre de 2023

UN CANALLA LLAMADO GRIGORI MAIRANOVSKI

 

Para empezar, he de decir que, aunque algunos me han sugerido que le calificase como criminal, he preferido calificarlo de canalla, porque los únicos que pueden calificar a alguien como un criminal son los jueces y yo no lo soy.

Su nombre fue Grigori Moiseyevich Mairanovski y nació en 1899 en una localidad de Georgia, región perteneciente al Imperio ruso. La misma región donde nació Stalin.

Perteneció a una familia acomodada y estudió Medicina en Tbilisi y luego en Bakú. En 1920 ingresó en el PCR, que, dos años después, pasaría a ser el famoso PCUS.

En 1922, terminó sus estudios, graduándose en la Segunda Universidad Estatal de Moscú. Empezó trabajando como médico. Sin embargo, cuando fue a hacer prácticas al Instituto Bioquímico, observaron sus grandes habilidades y le contrataron.

En 1935 llegó a ser el jefe del laboratorio de toxicología del Instituto de Medicina Experimental de la URSS, que se hallaba bajo la dirección del doctor Ignatii Kazakov. Sin embargo, fue sancionado por el PCUS, porque quiso enterarse de lo que no debía. Algo más tarde fue readmitido en el partido.

Desde 1937, dirigió, dentro del laboratorio toxicológico, un departamento denominado laboratorio X, donde se probaban todo tipo de venenos, absolutamente en secreto. Posteriormente, fue llamado la Kamera. Su contacto con la NKVD fue Pavel Sudoplatov. Gracias a éste

conocemos lo que ocurría en aquel laboratorio, que estaba en un edificio del NKVD cercano a la infame Lubyanka.

Parece ser que este departamento había sido creado en 1920, por una orden expresa de Lenin. Hay quien dice que las balas con las que hirieron gravemente a Lenin estaban impregnadas de un veneno muy peligroso. Posiblemente, curare.

Ese departamento pasó a depender, directamente, de la NKVD. Lo que luego pasó a llamarse la KGB. Incluso, sólo tenían acceso a él un puñado de dirigentes de esa institución, encabezada por el cruel Beria.

En ese laboratorio crearon y probaron muchos venenos. 

Dedicándose, especialmente, a los que no podrían ser detectados en las autopsias.

Lo más tremendo de este asunto es que no se contentaron con probarlos con animales de laboratorio, sino también con seres humanos. La KGB les proporcionó infinidad de prisioneros, procedentes del Gulag, para probar esos venenos, antes de matarlos.

Durante la II Guerra Mundial, también los probaron con prisioneros de guerra. Especialmente, con los alemanes. De hecho, Mairanovski fue apodado “el doctor muerte”.

Parece ser que el procedimiento habitual era inyectarles el veneno, encerrarles en una habitación acristalada y cronometrar lo que tardaban en morirse. Luego enviaban algunos de esos cadáveres a un centro forense, para ver si les encontraban algo, al realizarles la autopsia.

A nuestro personaje también le encargaron deshacerse de algunos enemigos políticos del régimen soviético. Por ejemplo, el caso de Alexander Shumsky, uno de los líderes nacionalistas ucranianos. Fue excarcelado por motivos de salud. 

Sin embargo, enviaron a los miembros de este laboratorio al lugar donde residía y, pocos días más tarde, murió por una insuficiencia cardiaca.

También hicieron lo mismo con algunos de aquellos agentes soviéticos a los que ordenaron regresar a Moscú. Incluso, algunos autores dicen que fue el autor de la muerte del famoso Raoul Wallenberg, al que ya dediqué otro de mis artículos.

Wolfgang Vaclav salus, que había sido secretario personal de Trotsky, murió en 1953 en Múnich de algo que parecía una neumonía, pero que lo había producido uno de los venenos de Mairanovski.

Otro de los casos fue el escritor Lev Rebet. Un exiliado de nacionalidad soviética, que, aparentemente, había muerto de repente en 1957.

Unos años más tarde, un agente de la KGB, que participó en ese hecho, contó que, al cruzarse con él en una escalera, le echó en la cara un gas venenoso, que le produjo la muerte.

Otros métodos utilizados fueron rociar la bombilla de la lámpara de mesa de un escritor con un líquido venenoso, que al encenderla se esparciría por toda la habitación.

Incluso, utilizaron el fluoruro de sodio, un compuesto que se utiliza en los dentífricos para combatir la caries dental. Ese compuesto es peligroso, si se utiliza en grandes dosis.

Otra de las cosas, que solía hacer nuestro personaje era inyectar alguno de sus venenos, en medio de reconocimientos médicos rutinarios a algunos agentes de los que se quería deshacer el NKVD.

En uno de los mensajes, enviado por Mairanovski a Beria, presumía de haber eliminado a varias docenas de enemigos de la URSS. No obstante, se cree que en su laboratorio mataron a varios miles de personas.

La propia NKVD, en la cual obtuvo el grado de coronel, llegó a reconocer que nuestro personaje les había proporcionado 10 armas secretas de gran importancia.

Por lo visto, se especializó en crear esos venenos, que luego se han utilizado en muchas ocasiones. Consistían en colocarlos en la punta de un bastón o un paraguas y pinchar disimuladamente a alguien para que luego falleciera. Como si hubiera sido un simple accidente y no dolía más que la picadura de un mosquito.

También mezclaron sus venenos con alimentos, agua, inyecciones, vacunas o para actuar al contacto con la piel.

Por otro lado, fabricaron unos sobres de cartas llenos de venenos en polvo, que envenenaría a la persona que los abriera. Incluso, perfeccionó uno de esos sueros de la verdad.

En 1951, fue arrestado, como tantos otros, en el llamado Caso de los médicos. Una especie de purga, decretada por Stalin, alegando que querían envenenarle.

Curiosamente, los interrogadores no pudieron obtener ningún testimonio contra él del resto de los médicos, porque nadie sabía nada de lo que hacía.

Por otro lado, el Gobierno dio la orden de que no se le interrogase para que no confesara lo que había estado haciendo, durante todos esos años, porque no interesaba que se supiera.

Así que su caso fue enviado a una comisión especial, dependiente del ministro de Seguridad.

En 1953, los médicos que estaban siendo procesados, fueron puestos en libertad. Tuvieron mucha suerte, porque Stalin murió, antes de que ellos fueran condenados.

En el caso de nuestro personaje, fue condenado a 10 años de cárcel y, en 1961, fue puesto en libertad, pero se le prohibió residir en Moscú y otras ciudades importantes de la URSS. Así que se mudó a una pequeña localidad en Daguestán, al sur de Rusia. Allí siguió trabajando en otro laboratorio de bioquímica.

Creo que no debió de estar muy al tanto de que todo había cambiado, tras la muerte de Stalin.

Lo digo porque, desde la misma cárcel, envió una serie de cartas a los altos jerarcas, como Beria y otros, recordándole los méritos que había hecho, matando gente por orden suya.

Incluso, le envió otra a Jruschov, en la que le recordaba que, en 1947, se habían reunido ambos para organizar el asesinato de un arzobispo de la iglesia greco-católica de Ucrania.

Estaba claro que era un personaje que estorbaba mucho a estos políticos. Más que otra cosa, porque Jruschov había procedido a la llamada desestalinización, condenando en público los asesinatos de Stalin, como si él no hubiera tenido nada que ver en ese asunto. Aspiraba a que le considerasen como el bueno de aquella “película”.

Así que, es de suponer que a nuestro personaje lo considerarían un testigo muy molesto y decidieran matarlo, porque, en 1964, murió a causa de un fallo cardiaco.

Con lo cual, no sería de extrañar que hubieran utilizado uno de sus venenos con el autor de los mismos. Se puede decir que probó su propia medicina.

Hasta aquí, muchos se preguntarán si no existe un paralelismo entre los experimentos de los médicos nazis y los de este médico soviético y su equipo. Sí que existe. La diferencia está en que los primeros estuvieron en el bando que perdió la guerra, mientras que éste estuvo en el bando ganador.  

Los romanos solían exclamar la frase “vae victis”. O sea, ¡ay de los vencidos!, porque los vencedores harían con ellos lo que les diera la gana.

Desgraciadamente, no sabemos si todavía existen laboratorios de ese tipo en la actual Rusia. Supongo que sí, porque también la CIA ha utilizado alguna vez venenos de este tipo. Como aquella caja de puros, que le regalaron a Fidel Castro, los cuales habían rociado con peligrosas toxinas.

Así que no nos puede sorprender que, en fecha tan reciente, como 2006 el parlamento ruso aprobase una ley, que facultaba al presidente para ordenar operaciones con el fin de asesinar a disidentes exiliados en el extranjero.

 

TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN DE WWW.GOOGLE.ES

2 comentarios:

  1. Gracias por acercarme a la Historia, siempre fuí de Letras y me encanta la Historia ya que desde el Bachillerato llegué a odiar las ciencias exactas como las Matemáticas . Fué curioso sacar notas de Sobresaliente con Matrícula de Honor en Lengua y Literatura, Ciencias Naturales , Idiomas, etc. y suspensos en Matemáticas, Física y Química.
    Saludos

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    1. Bueno, yo hice el Bachillerato de Ciencias, pero siempre fui muy aficionado a la Historia. Por eso, luego hice esa carrera.
      Muchas gracias por su comentario y saludos.

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