lunes, 31 de julio de 2023

CIPRIANO MERA

 

Hoy voy a narrar la historia de un personaje, cuya vida me parece encomiable. En su momento, hizo lo que tenía que hacer y luego volvió a su trabajo habitual.

En parte, me recuerda a aquel romano llamado Cincinato, al que dediqué otro de mis artículos. Al cual le llamaron mientras trabajaba en el campo. Lo dejó todo, fue a salvar Roma, que estaba a punto de caer en manos enemigas y, cuando acabó, volvió para seguir con su faena en el campo. Como si no hubiera ocurrido nada.

Nuestro personaje de hoy se llamaba Cipriano Mera Sanz y nació en 1897 en el barrio de Tetuán, en Madrid.

Lo tuvo casi todo en contra, porque su familia era muy pobre. Su padre era peón de albañil y también cazador furtivo.

A los 11 años dejó de ir a la escuela y empezó a trabajar también como peón de albañil. También iba al campo para recoger setas, bellotas, romero, etc, que luego vendía en su barrio.

A los 16 años, su padre le afilió a la UGT. Sin embargo, nunca estuvo muy de acuerdo con la forma en que funcionaba ese sindicato. Según él, lo único que hacían era cobrar las cuotas mensuales a sus afiliados y poco más.

Cuando ya había cumplido los 20 años se matriculó en una academia, que daba clases nocturnas y allí empezó a interesarse por las reivindicaciones obreras.

En 1920 conoció a unos militantes anarquistas de los que se hizo muy amigo y le convencieron para afiliarse a la CNT.

A partir de ahí, intervino en algunas conspiraciones contra la Dictadura del general Primo de Rivera y empezó a tener algún pequeño cargo en el sindicato. Posteriormente, llegaría a ser el presidente del ramo de la construcción de la CNT en Madrid.

Durante la II República, participó en diversas huelgas. Incluso, en mayo de 1936, participó en un mitin, celebrado en la Plaza de Toros de las Ventas, donde miembros de la UGT junto con otros de la CNT decidieron declarar una huelga en la construcción.

Por lo visto, eso no le hizo ninguna gracia al Gobierno republicano. Por ello, el ministro de Gobernación dio la orden de encarcelar a los principales líderes que habían declarado la huelga.

Precisamente, por ese motivo, el 18/07/1936, le pilló estando encerrado en la Cárcel Modelo de Madrid.

Curiosamente, allí coincidió con muchos falangistas, cuyo partido había sido ilegalizado en marzo de aquel año. Empezando por el mismo José Antonio Primo de Rivera.

Parece ser que no se llevaban muy bien, porque los falangistas daban por sentado que el golpe iba a triunfar, que no se convertiría en una guerra civil y que sus compañeros les liberarían muy pronto.

Evidentemente, como todo el mundo sabe, menos Feijoo, antes de vender la piel del oso, hay que haberlo cazado.

Sin embargo, el Gobierno republicano, liberó, al día siguiente, a todos los sindicalistas que tenía encarcelados. Entre ellos, a Cipriano Mera.

Según sus memorias, al salir, quedó muy sorprendido, al ver por la 

calle muchos obreros armados. Así que fue a la sede del sindicato para enterarse de lo sucedido. La situación era caótica y no tenían muy claro lo que estaba pasando en toda España.

Por lo visto, ya les habían llegado rumores de que los militares adictos al bando nacional se iban a sublevar en el Cuartel de la Montaña y en algunos regimientos estacionados en Carabanchel.

Al día siguiente, se citó con unos amigos en la puerta de la estación de Atocha y fueron, ya armados, a ver lo que ocurría en los cuarteles de Carabanchel. Parece ser que no tuvieron demasiados problemas en tomar uno de esos edificios y consiguieron un buen botín de armas y municiones.

A media mañana, llegaron al Cuartel de la Montaña, situado donde ahora está el Templo de Debod, junto a la Plaza de España, en Madrid.

Los militares ofrecieron bastante resistencia a pesar de que había unos 20.000 civiles con la intención de asaltar el cuartel. Cosa que ocurrió a las 4 de la tarde.

Unos días después, fue movilizado por su sindicato para participar en la toma de Alcalá de Henares y, posteriormente, de Guadalajara.

Por lo visto, criticó la forma en que habían llevado a cabo ese ataque, alegando que el que mandaba no tenía ni idea y eso provocó muchas bajas. Precisamente, el que estaba al mando era el coronel Ildefonso Puigdengolas, que, en agosto, fue derrotado en la toma de Badajoz.

Aparte de esos combates, los primeros días de la guerra, estuvo combatiendo con su unidad en zonas de Cuenca y Buitrago.

Curiosamente, sus hombres le apodaron el viejo, ya que había cumplido los cuarenta, mientras que ellos eran todos veinteañeros.

Conforme fue avanzando la guerra, su unidad se convirtió en la 14 División, estando él al frente de la misma. Uno de los hombres a su cargo fue Antonio Verardini, al que ya dediqué otro de mis artículos.

Participaron, principalmente en la defensa de Madrid, ya que las tropas nacionales consiguieron cercar Madrid en noviembre de 1936 y parecía que la capital iba a caer enseguida. Tanto fue así que el Gobierno republicano, junto con los principales cargos públicos, se trasladaron a Valencia.

Uno de sus principales éxitos fue cuando venció a las tropas italianas del bando nacional en la famosa batalla de Guadalajara. Ocurrida en marzo de 1937.

En 1938, muchos militares republicanos daban la guerra por perdida. Sin embargo, el presidente Negrín se empeñó en continuar la lucha, porque veía que pronto iba a estallar la II Guerra Mundial, algo que se percibía en el ambiente, y que eso le daría el apoyo de los aliados.

Lo que pasa es que a Negrín nunca le faltó la comida. De hecho, padecía bulimia, por lo que vomitaba tras haber comido, para luego comer más.

Por el contrario, en la zona republicana, la gente se estaba muriendo, literalmente, de hambre. Pero eso no parecía importarle nada al Dr. Negrín.

Por ejemplo, lo que tenían los barceloneses para comer, durante

todo el día, era un puñado de lentejas, con algunas piedras. A eso le llamaron “las píldoras del Dr. Negrín”.

Así que no es de extrañar, que, cuando los nacionales entraron en Barcelona, la gente rodease los camiones de Auxilio Social, que iban repletos de alimentos para repartir entre la población.

Volviendo a nuestro personaje de hoy. Apoyó el golpe del coronel Segismundo Casado, dado el 05/03/1939.

Parece ser que este militar se enfrentó a una tenaz resistencia de los 3 cuerpos de Ejército, dominados por comunistas, que estaban asentados alrededor de Madrid. Eso provocó unos combates, que duraron 3 días, en las calles

de Madrid.

Afortunadamente, Mera llegó a tiempo, desde su cuartel general en la provincia de Guadalajara, y consiguió vencer a las tropas comunistas. Todo ello, bajo la observación atenta de las tropas del bando nacional, que no salían de su asombro.

Por lo visto, Casado y otros militares siempre confiaron en poner punto y final a la guerra, conversando entre militares y respetando las vidas de los vencidos. Tal y como ocurrió en las guerras carlistas, donde muchos militares carlistas pasaron a formar parte del Ejército isabelino.

Sin embargo, ya era demasiado tarde. Franco se veía vencedor y sólo iba a admitir una rendición incondicional y eso fue lo que ocurrió.

Mucha gente huyó por la carretera de Valencia hacia los puertos de Levante, donde creían que habría barcos para recogerlos y exiliarse.

Los más afortunados, como Alberti, la Pasionaria y demás líderes 
comunistas huyeron en aviones Dragon Rapide. El mismo modelo de aeronave que utilizó Franco para ir de Canarias al Marruecos español.

Curiosamente, María Teresa León, esposa de Alberti, se hallaba embarazada. Cuando sobrevolaban una sierra de Valencia, preguntaron el nombre de la misma. Les dijeron que se llamaba Aitana y ese fue el nombre que le pusieron a su hija.

De los tres líderes de la Junta de defensa de Madrid, Besteiro decidió quedarse, mientras que el coronel Casado y el teniente coronel Mera se exiliaron.

Mera, en un principio, llegó a Orán, en la Argelia francesa, donde fue detenido y encerrado en un duro campo de concentración. Precisamente, uno de los 3 que le acompañaron en el avión rumbo a Orán fue el citado Verardini.

Por lo visto, en ese campo, tuvieron muchas discusiones y peleas con los comunistas españoles, que también estaban allí encarcelados.

Cuando lo pusieron en libertad se fue al Marruecos francés y allí volvió a su trabajo como albañil. Le fue bastante bien hasta que se produjo la invasión de Francia.

En 1942, el Gobierno español, solicitó la extradición de ciertos exiliados republicanos que se hallaban en ese país. Ese mismo año fue extraditado a España.

Aquí fue encerrado en la temible cárcel de Porlier, un antiguo colegio calasancio, que todavía existe.

Al año siguiente, fue juzgado y condenado a muerte, como tantos y tantos presos en aquella época. Sin embargo, Franco le conmutó la pena por la de 30 años de prisión.

Supongo que lo haría como compensación por haberle entregado Madrid y haber derrotado y capturado a los comunistas.

Sin embargo, Mera, en su libro de memorias va narrando cómo se tuvo que ir despidiendo de cientos de compañeros a los que iban a fusilar.

En 1946, fue liberado, tras haberse producido un indulto parcial. Así que regresó a Francia, donde vivió y trabajó como albañil hasta su muerte.

Falleció en París en octubre de 1975.

 

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2 comentarios:

  1. Juan , no veo la opción de suscripción

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    1. Debajo de las fotos de los seguidores, hay un rectángulo, donde se pincha para hacerse seguidor. No hay suscriptores, sólo seguidores.

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