domingo, 28 de mayo de 2023

LA HORRIBLE MUERTE DE LUIS DE SIRVAL

 

De vez en cuando, nos enteramos de la muerte de algún periodista. Sobre todo, de esos reporteros que acuden a cubrir algún conflicto bélico.

Hoy vamos a ver que no es una cosa de ahora, sino que viene de muy atrás, porque, como siempre se ha dicho, la primera víctima de una guerra es la verdad y no conviene que nadie la cuente.

El nombre de nuestro personaje de hoy no es el que figura en el título de este artículo, sino que ese era su seudónimo.

Su nombre real fue Luis Higón Rosell. Nació en 1898 en Valencia. Su padre era británico y su madre, española.

Desde muy joven se sintió atraído por el periodismo, comenzado por realizar algunas colaboraciones en periódicos de su ciudad.

Posteriormente, se trasladó a probar fortuna en Barcelona, pero se ve que no le fue muy bien y no tardó mucho en marcharse de allí.

En 1922, lo tenemos en Madrid, donde empezó a escribir en el diario La Libertad. Allí conoció a grandes personajes, como Manuel Machado, Eduardo Ortega y Gasset, Luis de Zulueta, Pedro Barcia, etc.

En 1925, Juan March compró, a la vez, los periódicos Informaciones y La Libertad. Como Sirval era afín al republicanismo y March quería imponer una línea editorial antirrepublicana, no se encontró a gusto y se fue.

Lo siguiente que se le ocurrió fue fundar una agencia de prensa. Parece que tuvo bastante éxito, pues, muy pronto, tuvo como clientes a varios periódicos regionales.

No sólo les suministraba noticias, sino también artículos de opinión de firmas muy relevantes como Unamuno, Ramón J. Sender, Eduardo Zamacois, etc.

En 1931, al llegar la II República, le nombraron secretario personal del ministro de Industria, Félix Gordón Ordás, miembro del Partido Republicano Radical, al que también estaba afiliado Sirval.

Parece ser que también le enviaron a otros países, como Francia, Alemania o Italia para estudiar las formas de propaganda, que se utilizaban en esos diferentes regímenes políticos.

También fue subdirector de la revista ¡Justicia! y miembro del Sindicato de periodistas de la UGT, en Madrid.

En octubre de 1934 tuvo lugar la llamada Revolución de Asturias, que se produjo en casi toda España, pero que sólo tuvo cierto éxito en esa región. Fue un golpe de Estado del PSOE y demás partidos y sindicatos de izquierdas contra el Gobierno republicano.

Parece ser que las izquierdas querían adueñarse de la II República y no querían consentir que llegaran al poder los partidos de derechas.

Como he dicho otras veces, la II República vino por el apoyo conjunto de los grupos republicanos y los de izquierdas.

Así que se solaparon dos revoluciones juntas. Una era la liberal burguesa, que tendría que haberse dado en el siglo XIX en España. Tal y como se habían producido en otros países europeos. Por otro lado, estaba la revolución proletaria, cuyo modelo estaba en la antigua URSS.

Así que estaba muy claro que esta alianza de grupos políticos con pocas coincidencias ideológicas no iba a durar mucho.

Parece ser que Sirval no encontró a nadie en su agencia de noticias, que pudiera ir unos días a cubrir las informaciones sobre Asturias. Así que fue él.

El 21/10/1934 tomó en Madrid un tren hacia Oviedo. La revolución ya había sido, prácticamente, derrotada, sólo quedaban pequeños reductos que todavía resistían.

El Gobierno había declarado el estado de guerra y el general Franco, que era el jefe del Estado Mayor Central, no se conformó con enviar hacía allí tropas procedentes de
las provincias limítrofes, sino que también envió tropas de la Legión y de Regulares.

Parece ser que hubo más que discusiones entre el general López de Ochoa, al que se le había encomendado la jefatura de todas las unidades, que participaban en esta operación, y el teniente coronel Yagüe, jefe de las tropas venidas de África. El motivo era que al primero no le gustaba nada la forma en que las tropas de África estaban tratando a los prisioneros que habían sido capturados.

Ciertamente, Sirval llegaba con un poco de retraso, porque esa rebelión había comenzado el 3 de octubre de ese año. Supongo que los militares y policías pondrían todo tipo de trabas para que no acudiera la prensa para ver lo que estaban haciendo.

Oviedo, que era el bastión principal de los rebeldes, fue ocupada el 13/10 por las tropas republicanas. A partir de ese momento, la rebelión entró en declive y la represión ascendió hasta límites insospechados.

Parece ser que lo que se encontró es más propio de una película de terror. Oviedo era una ciudad destrozada por los combates y también porque los mineros habían dinamitado la catedral y la Universidad.

Había militares por todas partes. También muchas viudas recientes vestidas de negro o mujeres, que buscaban a sus maridos desaparecidos, tras su detención por los militares o la Policía. Incluso, en los alrededores de la ciudad, se topó con muchos cadáveres.

Según parece, al Gobierno republicano no le hizo ninguna gracia que llegaran esos periodistas, así que dispuso que cada uno de ellos fuera vigilado por un agente de policía de paisano.

Todo eso, a muchos periodistas, les parecía contrario a los ideales por los que lucharon desde el advenimiento de la II República.

Así que Sirval decidió patearse a fondo Asturias y se dio 
cuenta de lo que estaba ocurriendo. Incluso, llegó a tomar fotos de cuerdas de presos y de los desastres que iba viendo, pero la censura no permitió que las publicara.

Sin embargo, consiguió enviar dos reportajes. Uno se titulaba “Quince días de guerra bajo la enseña roja” y el otro “Manelín el ferroviario”. Supongo que eso pondría en guardia contra él a las autoridades militares.

Parece ser que consiguió hablar con varios legionarios, los cuales le contaron que un teniente llamado Dimitri Iván Ivanov había asesinado a sangre fría a una joven miliciana, llamada Aida de la Fuente.

Lo cierto es que hay diferentes versiones sobre este hecho. Unos dicen que Aida, que tenía 19 años, otros dicen que sólo tenía 16, era una simple mensajera. En cambio, otros afirman que disparó con una ametralladora, desde la fachada de la iglesia de San Pedro de los Arcos, en Oviedo, contra las tropas de la Legión, causándoles muchas bajas.

Así que unos dicen que, cuando llegaron a su posición, la hallaron ya muerta, mientras que otros afirman que sólo estaba herida y que, cuando un legionario se acercó y le exigió que se rindiera, ella le iba a disparar, pero él le disparó antes.

Curiosamente, en sus ropas se podían observar los agujeros producidos por 16 disparos. Además, se trataba de una menor de edad, porque entonces estaba fijada la mayoría en 21 años.

Por lo que se refiere al teniente Dimitri Iván Ivanov, unos dicen que era búlgaro, mientras que otros afirman que era ruso y que había combatido en la I Guerra Mundial y en la guerra civil rusa y que antes de haber estado en la Legión española había estado en la Legión extranjera francesa.

Como todas las noches, Sirval, solía acudir al Café Regina, en Oviedo, para cenar y tomar unas copas con sus colegas.

Parece ser que allí les contó aquella noticia y que, al día siguiente, la iba a enviar para su publicación.

Poco después, se fue a descansar al sitio donde se alojaba, que era la Pensión Flora. Uno de los pocos sitios que habían quedado intactos en Oviedo y donde también se alojaba un oficial de la Guardia de Asalto.

Unas horas más tarde, se presentaron en la pensión varios agentes policiales y se lo llevaron detenido. Curiosamente, le acusaron de ir indocumentado, cuando lo cierto es que llevaba varios carnets profesionales. En ella época todavía no existía el DNI.

También le incautaron el maletín, donde llevaba todos sus apuntes y su cámara fotográfica.

Incluso, despertaron a su mujer, que dormía en su casa, en Madrid, para registrar su domicilio. Sin darle ninguna explicación.

Al día siguiente, sábado 27/10, trasladaron a nuestro personaje a la Comisaría de Policía de Oviedo, ubicada en la planta baja del Gobierno Civil. Allí lo encerraron en una celda, sin luz y sin cama.

A las 4 de la tarde, oyó un gran revuelo, sin saber lo que ocurría fuera. Fue cuando llegaron 3 militares, uno de ellos era Ivanov y los otros, unos dicen que eran legionarios y otros que eran regulares.

Lo cierto es que el policía de guardia les abrió su celda. Entraron, le dieron una paliza. Parece ser que querían enterarse de quién le había contado eso sobre la muerte de Aida, pero él no dijo nada.

Posteriormente, estos militares, lo llevaron arrastrando hasta un patio trasero, donde le dispararon varias veces ocasionándole la muerte. Parece ser que su cadáver fue tapado con varias tablas de madera y dejado allí durante unas horas.

Por lo visto, este “espectáculo” fue visto por varios vecinos de los edificios que rodeaban ese patio.

Lógicamente, los periodistas no iban a dejar que este crimen quedara impune. Pronto se formó una comisión de intelectuales que exigieron que el Gobierno investigara este asunto.

Cinco meses después, fue detenido el teniente Ivanov, acusado de ese crimen. Sin embargo, los que le acompañaban no fueron procesados y sólo fueron citados como testigos.

Durante el juicio, celebrado en agosto de 1935, a pesar de que, Eduardo Ortega y Gasset, que era el abogado que defendía a la familia de Sirval, presentó 27 testigos, que confirmaron todos esos hechos, el tribunal dio por sentado que al teniente se le había disparado su pistola y sólo fue condenado a una leve pena de 6 meses y 1 día y 15.000 Ptas. de indemnización para la viuda, por un delito de homicidio por imprudencia temeraria. Posteriormente, esa sentencia fue ratificada por el Tribunal Supremo.

Lo cierto es que ni cumplió lo primero, ni pagó lo segundo. Incluso, el juez condenó a la viuda de Sirval, María de los Milagros Rubio Maldonado, a pagar las costas judiciales. Tampoco pudo recuperar el cadáver de su marido.

Eso de que se le disparase su pistola, parece un poco extraño para una persona que llevaba 19 años de servicio.

No está muy claro el final que tuvo Ivanov, algunos afirman que murió en el frente de Madrid, durante la guerra civil.

Parece ser que, según se dijo en el juicio, los oficiales que le acompañaron fueron Ramón Pando Caballero y Rafael Florit de Togores, pero, como ya he mencionado, no fueron procesados. De este último, sólo se sabe que fue detenido en agosto de 1936 en Madrid, pero no hay más datos.

El teniente Ivanov fue defendido por el abogado y catedrático, Ramón Prieto Bances, que también había sido ministro de Instrucción Pública, en un gobierno de Lerroux.

No fue el único periodista detenido en Asturias. El reportero Javier Bueno fue encarcelado, durante varios meses, y sometido a tortura, según se podía apreciar en las fotos aparecidas en la prensa de aquella época.

La sentencia fue tan escandalosa que, en abril de 1936, el propio fiscal general de la República, Alberto de Paz y Mateo, presentó una querella por prevaricación contra los componentes de ese tribunal. Hasta entonces, todos los intentos de los parlamentarios por obligar a definirse a Alejandro Lerroux, presidente del Gobierno, sobre este tema, habían fracasado.

Fue Félix Gordón Ordás el que animó a los intelectuales a que se manifestaran una y otra vez hasta conseguir que se revisara este juicio. Incluso, se realizaron varios mítines con miles de asistentes.

Por lo visto, el fiscal general argumentaba en su querella, que, tanto los jueces como el fiscal, habían alterado los hechos, a sabiendas de que lo hacían, para beneficiar al acusado. Supongo que siguiendo las directrices del Gobierno de Lerroux.

El juez instructor apenas tuvo tiempo para iniciar este proceso, pues, sólo unos meses después, se declaró la guerra civil y se archivó este asunto. Incluso, no se conservan los documentos de ese proceso.

Curiosamente, aunque muchos intelectuales firmaron un documento de protesta contra esa sentencia, José Ortega y Gasset, hermano de su abogado, se negó a hacerlo.

Por lo que respecta a su hermano Eduardo, abogado de la viuda de Sirval, su familia sufrió un atentado en su casa, aunque no hubo víctimas.

Casualmente, ese atentado se produjo el mismo día en que se presentó la querella por prevaricación contra esos jueces y el fiscal.

Curiosamente, los autores del atentado eran dos tipos, que habían militado en la FAI, pero que ahora trabajaban para la Falange, según contaron a la Policía.

Tampoco pagaron con una pena de cárcel, porque se beneficiaron de otra amnistía.

Posteriormente, Eduardo Ortega y Gasset, fue nombrado fiscal general de la República y quiso reabrir el caso, pero, desde el propio Gobierno, le advirtieron para que no lo hiciera.

Incluso, se enfrentó con el propio ministro de Justicia, Juan García Oliver, que era de la CNT, porque le exigía que retirase los cargos contra otro anarquista. Como Ortega se negó, el ministro le amenazó con volver a atentar contra él. Así que optó por irse con su familia al exilio.

Parece ser que los jueces que formaron parte de ese tribunal de Oviedo sí que hicieron carrera durante el franquismo.

Para finalizar, al general López de Ochoa, que, al principio de la guerra, se hallaba convaleciente en el Hospital Militar de Madrid, el haber mandado las tropas en Asturias le costó, literalmente, la cabeza.

 

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