Como ya estamos en la época
navideña, voy a hacer este artículo sobre uno de los objetos más comunes que,
seguramente, tenemos ya todos en nuestras casas.
Como todos estamos muy influidos
por las películas que nos llegan desde USA, muy posiblemente, hayamos pensado
que es una costumbre propia de los países anglosajones. ¡Nada más lejos de la
realidad!
Empezaremos por hablar de la vida
de un clérigo que tuvo mucho que ver en este tema. Me refiero a San Bonifacio
de Maguncia.
Realmente, su nombre fue Winfrith
o Wynfreth, según cada fuente. Nació alrededor del 672 en un pueblo llamado
Crediton, situado en la zona de Devon, al suroeste de Inglaterra.
En 716, cuando falleció el abad
de su monasterio, fue propuesto para sustituirle. Sin embargo, él prefirió
embarcar rumbo a Frisia, al norte de la actual Holanda, con el fin de ejercer
de misionero en esas tierras.
Allí se reunió con un misionero
llamado Willibrord, que llevaba algunos años intentando convertir al
Cristianismo a los habitantes de esa zona y el sur de Alemania.
líderes germanos, como unos extranjeros enviados por el Sacro Imperio, con el que se hallaban en guerra, para debilitar la resistencia de esos pueblos.
Es posible que llevaran parte de
razón, porque estos misioneros, entre los que se hallaba nuestro personaje,
siempre gozaron de la protección de los reyes carolingios.
Por ello, viendo Bonifacio que no
eran bien recibidos, tuvo que regresar a su monasterio del que fue elegido
abad.
No obstante, en 718, parece ser
que se lo pensó mejor y decidió volver para predicar entre los germanos.
Peregrinó hasta Roma, donde fue
recibido por el propio Papa Gregorio II. Éste le nombró obispo y le encargó la
misión de evangelizar a los pueblos germanos. Como lo hizo el día de San
Bonifacio de Tarso, cambió su nombre por el de Bonifacio, en honor a ese mártir
romano.
Por lo visto, este líder militar
veía a la Iglesia como una institución muy importante para mantener unido el
Imperio. De hecho, se ocupó, personalmente, de nombrar como obispos a gente en
la que tenía plena confianza a pesar de que nadie le hubiera dado atribuciones
para ello.
Lo cierto es que Bonifacio estuvo
unos 12 años predicando el Evangelio y convirtiendo a los habitantes de los
actuales Estados de Hesse, Turingia y Baviera. Así como fundando iglesias y
conventos en esa zona.
Por lo visto, se enteró de que
los habitantes de un pueblo llamado Geismar, situado en la Baja Sajonia,
pretendían hacer un sacrificio humano, en la persona de un niño.
Según cuentan, esos germanos
acostumbraban a hacer esos sacrificios bajo un árbol al que llamaban el “roble
del trueno”.
Afortunadamente, llegaron justo a
tiempo de que se consumara ese infanticidio. Bonifacio se dirigió a los
presentes y les dijo que su báculo “romperá el martillo del falso dios, Thor”.
Así fue, cuando el verdugo
levantó su martillo de piedra para matar al niño, éste chocó con el báculo y se
partió.
Aprovechó la ocasión para
enseñarles que aquella noche se conmemoraba el nacimiento de Jesucristo, el
cual era más poderoso que sus dioses Thor, Baldur, Odín o Freya.
Así que dijo que, desde ese
momento, se habían acabado los sacrificios humanos y que iba a talar ese árbol
tan sangriento.
Más tarde, con la madera del
mismo edificaron un altar en un oratorio dedicado a San Pedro en una localidad
cercana a Geismar.
Tras haber sido derribado ese
roble, San Bonifacio, vio más allá un pequeño abeto y dijo: “Este pequeño
árbol. Este pequeño hijo del bosque, será su árbol esta noche. Esta es la
madera de la paz. Es el signo de la vida sin fin, porque sus hojas siempre
están verdes”.
Cielo. Hay que llamarlo el árbol del Niño Jesús. Reúnanse en torno a él. En sus casas y no el bosque. Allí no habrá actos sangrientos, sino regalos amorosos y ritos de bondad”.
Ese fue el comienzo de la
tradición alemana de talar un abeto y llevarlo a casa para adornarlo durante la
Navidad.
En el 754, cuando ya tenía 80
años, comenzó una nueva predicación entre los frisones. Él y los que lo
acompañaban fueron sorprendidos por unos bandidos que los asesinaron. Así llegó
a ser un mártir y el santo patrón de Alemania.
Hay que decir que, antes de su
conversión al Cristianismo, los germanos estaban muy influidos por la mitología
nórdica.
Creían en la existencia de un
árbol, al que llamaban Yggdrasil, del que decían que sostenía al mundo. Parece
ser que era un fresno, aunque en otros textos afirman que era un tejo.
Así que ya conocemos el origen de
la tradición del árbol de Navidad. Ahora veremos cómo llegó a expandirse por
todo el mundo.
Alberto de Sajonia-Coburgo-Gotha
nació en 1819 en Baviera. Fue el segundo hijo de Ernesto III duque de
Sajonia-Coburgo. Parece ser que muy pronto dominó el inglés al mismo nivel que
su lengua materna, el alemán.
Como todos sabemos, los miembros
de las casas reales europeas suelen estar emparentados. Así que la madre de la
reina Victoria de Inglaterra era hermana del padre de Alberto y del rey
Leopoldo I de Bélgica. Fue este último el que propuso a la madre de Victoria,
que invitase a Ernesto III y sus dos hijos para que les hicieran una visita en
Inglaterra. La visita tuvo lugar en mayo de 1836.
Posteriormente, la pareja decidió
casarse. La boda tuvo lugar en febrero de 1840 en la capilla real del palacio
de Saint James, en Londres.
Hoy en día, después de las dos
guerras mundiales, nos puede extrañar que hubiera una relación tan directa entre
las casas reinantes en Inglaterra y algunos territorios de la actual Alemania.
Sin embargo, es preciso recordar que siempre tuvieron una relación muy cercana.
En 1688, los británicos
expulsaron de Gran Bretaña a su rey Jacobo II, acusándole de que quería
restaurar el Catolicismo en ese reino. En su lugar colocaron en el trono a su
hija María y a su esposo, Guillermo III, príncipe de Orange-Nassau.
Esa es la razón por la que los
soberanos británicos proceden de Alemania y muchos de sus nobles tuvieron
títulos alemanes hasta la I Guerra Mundial, en que el rey Jorge V ordenó que renunciasen
a ellos.
Sin embargo, no fue hasta el reinado
de la reina Victoria cuando se popularizó esa costumbre, que trajo su esposo
Alberto de Sajonia-Coburgo.
Las familias aprovechaban las
horas en que sus hijos dormían para colocar juguetes alrededor del árbol.
También los decoraban como el
árbol que sostenía el mundo, siguiendo las costumbres germanas.
Por ello, le colocaban luces en
sus ramas, simulando al Sol, la Luna y las estrellas. Además, ese abeto simbolizaba
la vida, pues, aunque en invierno la mayoría de los árboles están sin hojas,
los abetos siguen teniéndolas.
De hecho, tras la muerte de su
marido, la reina dijo: “Sin él, estas fiestas resultarán absolutamente distintas”.
Parece ser que la costumbre del
árbol de Navidad se popularizó en el Reino Unido, porque la reina Victoria y su
marido colocaron el suyo en uno de los salones a donde accedían los personajes
de la Corte.
Como era costumbre imitar todo lo
que hacían los monarcas, sus cortesanos colocaron también árboles de Navidad en
sus casas.
A partir de 1845, varios
periódicos británicos, solían comentar los detalles del árbol de Navidad, que
habían instalado la reina Victoria y su marido en el palacio. Eso hizo que
estos árboles se hicieran muy populares entre sus súbditos.
Evidentemente, la costumbre pasó
a USA, un territorio donde la mayoría de sus colonizadores eran anglosajones y,
posteriormente, desde ese país, fueron difundiendo esa costumbre por todo el
mundo.
Para terminar, os deseo a todos ¡¡UNAS
FELICES NAVIDADES Y UN FELIZ AÑO 2022!!
TODAS LAS IMÁGENES PROCEDEN
DE WWW.GOOGLE.ES